Vicenç Navarro
12 de agosto de 2014
Una
causa, y a la vez una consecuencia, del gran crecimiento de las desigualdades
sociales en los países de la eurozona (y muy en especial en los de la
periferia, como España) ha sido el crecimiento de la influencia que los grupos
sociales que han visto aumentada más su riqueza han tenido sobre los Estados de
tales países. Poder económico se traduce en poder político. Y a mayor
concentración de la riqueza en la población, y muy en particular en los
estamentos financieros y económicos, mayor es su capacidad de influencia
mediática y política.
Como
consecuencia de esta mayor influencia, estamos viendo en estos países
periféricos la aplicación de políticas financieras, económicas y sociales
favorables a dichos estamentos, presentándose como políticas necesarias,
urgentes e inevitables, pues se subraya que son las únicas posibles. La frase
“no hay alternativas” es la frase más utilizada para justificar que los
Estados, sometidos a su influencia, lleven a cabo políticas sumamente
impopulares. Como dijo en una ocasión el nuevo Presidente de la Comisión
Europea, el Sr. Jean-Claude Junker, “los políticos sabemos qué hay que hacer;
lo que no sabemos es cómo salir elegidos después”.
De
ahí el gran énfasis que esos estamentos están dando a la despolitización de los
sistemas democráticos, presentando las políticas públicas como las únicas
razonables, lógicas, factibles y necesarias, apoyándose en el “conocimiento
económico científico”, que supuestamente avala esta conclusión. En este tipo de
discurso, las políticas públicas deberían seguir supuestamente un criterio
científico y tecnológico que cree consenso en el desarrollo y en la
credibilidad de tales medidas. Un ejemplo de esta manera de pensar es un
informe de uno de los bancos más grandes del mundo, el J.P. Morgan, que en un
estudio de 2012 de los países periféricos de la eurozona (incluyendo España)
señalaba que uno de los problemas de dichos países es que tienen
“Constituciones antifascistas” (término que utiliza) que han consolidado
derechos sociales que interfieren con la eficiencia económica de estos países
(citado en Lorenzo del Savio y Matteo Mameli, Anti-Politics and the 1%,
Truthout, 01.08.14). Esta frase sintetiza la sabiduría convencional de aquellos
estamentos. Los derechos sociales y laborales, resultado de la expansión de
derechos políticos en estos países, son la causa de su ineficiencia económica.
Esta postura también aparece en los Estados centrales de la eurozona. Así, nada
menos que la Sra. Merkel, canciller del gobierno alemán, subrayó “la
importancia de que las deliberaciones parlamentarias se desarrollen en
conformidad con la lógica de los mercados”. En otras palabras, las políticas
públicas tienen que estar determinadas por las necesidades económicas y
financieras.
Los movimientos
de protesta
En
respuesta a esta situación de captura de las instituciones políticas de
carácter representativo por parte de los intereses financieros que dominan su
vida política (el fenómeno más generalizado en los países periféricos), han
aparecido en estos países movimientos de protesta que exigen romper esta
ligazón, complicidad y/o maridaje entre los estamentos financieros y
económicos, y el poder político. Tales movimientos (como el 15-M y Podemos en
España, el movimiento Cinco Estrellas en Italia y el Occupy Wall Street en
EEUU) tienen en común una demanda de mayor participación ciudadana en la
gobernanza del país, cuestionando que la vía representativa parlamentaria sea
la única o incluso la más aconsejable, para gobernar el país. Su escepticismo
hacia la vía representativa parlamentaria en estos países periféricos es
consecuencia de la percepción de que las ramas ejecutiva y legislativa del
Estado han sido capturadas por los intereses financieros y económicos, y su
inviabilidad o imposibilidad de poder cambiar esta situación.
De
ahí su exigencia de desarrollar formas de democracia directa, como referéndums,
a todos los niveles del Estado, con formas asamblearias de democracia que
sustituyan o complementen a las formas de democracia indirecta o delegada. El
que las sustituyan o que las complementen es uno de los puntos clave del debate
en el sistema democrático. Está claro que en estos países, los sistemas
representativos han producido gobiernos por parte de partidos cuyos aparatos se
reproducen a sí mismos, creándose estructuras de escasa sensibilidad
democrática. La democracia representativa, incluso en su forma más desarrollada
(de existencia muy limitada en España), lleva a la profesionalización y corporativismo
de lo político, lo que distancia al representante de los intereses de los
representados.
En
España, además de los problemas intrínsecos a la democracia representativa que
acabo de señalar, hay el enorme problema de las deficiencias de este tipo de
democracia consecuencia del enorme poder que las fuerzas conservadoras han
tenido sobre el Estado español, resultado de una Transición inmodélica en la
que tales fuerzas controlaban el aparato del Estado y la mayoría de los medios
de información y persuasión, dando lugar a un sistema político poco
representativo y a unas leyes electorales escasamente proporcionales. De ahí
que el reto de los movimientos democráticos sea no solo el desarrollar formas
de participación directa de la ciudadanía, que deberían adquirir mucho mayor
protagonismo en el sistema político español, sino que debería haber un cambio
profundo tanto del sistema representativo como de las leyes electorales,
democratizando a la vez los instrumentos políticos como los partidos, escasamente
democráticos.
Una última observación. La escasísima calidad
democrática de España se debe no solo a las grandes deficiencias de las
instituciones democráticas, sino también a la escasísima diversidad de los
medios de información. Ningún otro país de la Unión Europea de los Quince tiene
tan escasa diversidad ideológica en los medios como España, un tema que apenas
aparece en los debates políticos del país. Hoy no hay medios o fórums de
izquierda televisivos o de prensa escrita en el panorama mediático del país.
Este es uno de los puntos más flacos de la democracia española, que los
movimientos democráticos deberían denunciar. No estaría mal que hubieran
también escraches o manifestaciones callejeras exigiendo tal diversidad. El
enorme éxito del movimiento Podemos (que es un paso positivo para la democracia
española) se debe precisamente a que la dictadura mediática (y que no hay otra
manera de definirla) permitió una rendija de pluralidad donde, de una manera
continuada, se permitió que voces de izquierda aparecieran, lo que creó un
tsunami político. Imagínese por un momento si en España hubiera auténtica
diversidad ideológica. El tsunami sería arrasador
Fuente: www.publico.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario