Han representado
mucho para Cataluña y para España. Para la política catalana y
española, para el deporte catalán y español. Ambos son catalanes, hablan
catalán, han vivido siempre allí. Jordi
Pujol -veintitrés años como President- y Carles Puyol -dieciocho años en el FC Barcelona- fueron santo y
seña de Cataluña, admirados prohombres, estandartes de un sentimiento y
protagonistas de la reciente historia, pero... no, no son lo mismo.
nuevatribuna.es | Por Fernando Olmeda | 11
Agosto 2014 - 11:49 h.
Jordi Pujol y Carles Puyol fueron santo y
seña de Cataluña, admirados prohombres, estandartes de un sentimiento y
protagonistas de la reciente historia, pero... no, no son lo mismo. No son la
misma persona, aunque algunos se empeñen en castellanizar el nombre del (hasta
ahora) Molt Honorable ex-President de la Generalitat
Puyol es y será
honorable. Es un honorable deportista, por la forma en que defendió los colores
de su club y de su país. Cuando llegó uno de los momentos más felices de su
vida, dejó que Abidal levantase la copa de Campeones de Europa. La
honorabilidad de Pujol está bajo sospecha, tras conocerse que ha
mantenido una fortuna oculta en paraísos fiscales.
Puyol jugó al fútbol a
pecho descubierto, se partió la cara en buena lid, acumuló treinta y siete
lesiones en quince años, todo un calvario. El calvario de Pujol empieza
ahora. Las estaciones de su penitencia son la Agencia Tributaria y los
juzgados.
Si el rictus facial de Pujol siempre pareció
artificial, buscado, ahora sabemos que era una verdadera máscara disuasoria
destinada a aparecer como garante de la estabilidad democrática en España y
como venerado patriarca del nacionalismo catalán, dedicado en cuerpo y alma a
mejorar la calidad de vida de sus conciudadanos. Puyol usó máscaras
protectoras pero solo porque se empeñaba en jugar a pesar de tener la nariz
rota. Aunque parece adusto, huidizo, cortante, quienes le conocen desmienten la
primera impresión que transmite ese rostro duro, de guerrero fajado en mil
batallas.
Puyol dio el callo en su
trabajo, como tú o como yo en nuestros trabajos. Se dedicó a servir a la
institución blaugrana y a La Roja. Y sus negocios han tenido una suerte
dispar. Prou. Pujol trabajó mucho, entregó su vida a la política, pero
también a (sabemos ahora) fructíferas actividades financieras particulares que
han consolidado su carácter de multimillonario. Ni més ni menys.
Especula algún analista con que Pujol jugó
(presuntamente) al 5-4-1 de las comisiones -cinco partes para el partido,
cuatro para él, una para el intermediario-. Puyol jugó donde le pusieron
sus entrenadores. No hubo más esquema táctico que cumplir con su trabajo. Y
ganar.
Puyol no conjuga el
verbo ganar como lo conjuga Pujol. No. No es lo mismo.
Pujol, todopoderoso
urdidor de una Cataluña fabricada a su medida, dice que en todos esos años no
encontró el momento oportuno para declarar que su familia tenía cuentas sin
declarar en el exterior. Puyol solo dijo basta cuando los médicos le
convencieron de que no podía seguir como futbolista de élite.
El problema de Puyol son sus rodillas. Pujol no
tiene un problema, tiene varios, y no precisamente físicos.
Puyol ha sido fiel a su
lema de «querer es poder». El lema de Pujol fue «España nos
roba», pero ahora se abre paso una versión actualizada: «Pujol nos roba».
Puyol creció en La
Masía. La familia Pujol las acumula.
Pujol entendió de
estrategias victimistas respecto a Madrid y de mecanismos opacos
destinados a aprovechar los privilegios de su cargo para amasar una gran
fortuna. Puyol entiende de balones y, últimamente, de pañales.
El silencio de Pujol ha encubierto
comportamientos que afectan directamente a la gestión de lo público, al
ejercicio de la política, a la imagen de los políticos. Puyol guarda
con su silencio... secretillos de vestuario.
A Puyol le demonizaron algunos independentistas
radicales catalanes por llamar Manuela a su hija -Manuela se llama la abuela de
Vanesa Romero, Manuel se llama su padre-. Muchos nacionalistas catalanes
respaldan o disculpan a Pujol, y alguno llega a decir que «se ha
inmolado».
Toda España marcó el gol de Puyol a Alemania,
todos dimos ese glorioso cabezazo que nos llevó a la final del Mundial de
Sudáfrica. Toda España corea (tiene interiorizado, de hecho) aquello de «Pujol,
enano, habla castellano», y, como mucho, algunos periodistas saben qué
significa el «avui no toca».
Puyol es campeón del
mundo, le conocen en todo el mundo. A Pujol no, pero tiene una estatua
en Premià de Dalt que ahora quieren retirar.
Nadie quitará a Puyol sus títulos deportivos. A Pujol
se le van cayendo sus títulos institucionales, por la fuerza de la
gravedad... de la gravedad de los hechos conocidos este verano.
Puyol veranea en Ibiza y
en septiembre va a empezar a trabajar en el cuerpo técnico del Barça. Pujol
se refugia en Queralbs y prepara sus comparecencias -acaso en septiembre-
ante las autoridades fiscales y judiciales.
De la trayectoria de Puyol nos
enorgullecemos todos. ¿Hay alguno que todavía se enorgullezca de la de Pujol,
(presunto) delincuente fiscal?
Fuente: www.nuevatribuna.es
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