21 agosto 2014
¿Cuántas veces no habré pedido yo desde mi Kabila, una
reforma electoral? Muchos hemos sido los que nos hemos quejado de la injusta
ley electoral española. Y no sólo desde pequeños partidos y ciudadanos
particulares, recuerdo muy bien que a petición del gobierno, hace cinco años, el Consejo
de Estado se pronunció a
favor de una reforma, y, cómo suele ocurrir, desde las mayorías
parlamentarias no le hicieron ni puto caso (aquí habría que dejar para otra
ocasión la crítica a esta institución. En definitiva, otro cementerio de elefantes,
para los dos grandes partidos, que no sirve para nada, salvo para colocar a los
ex).
En aquel momento era el PSOE quien gobernaba y dejó
pasar ese dictamen sin pena ni gloria, a pesar de que era interesante y hacía
que la ley electoral fuera más democrática y se aproximara más a lo que es la
esencia de la democracia: “un hombre, un voto”. Y de que había
grupos minoritarios, entre otros IU, que la hubieran apoyado.
Pues bien, ahora que los peperos han visto las orejas
al lobo con las elecciones europeas, y por mucho que digan que los resultados
de esas elecciones no tienen que ver con las demás, se les ha soltado el
vientre y para curarse pretenden hacer un reforma que no quiere nadie más que
ellos, y que les vuelve a enfrentar con todos los demás grupos parlamentarios,
haciendo valer de nuevo ese rodillo parlamentario que tan bien saben utilizar.
Está claro que la tendencia electoral es a una
disminución palpable del bipartidismo y por lo tanto obtener mayorías absolutas
será más difícil. Y es ahí donde les puede el canguelo. Ellos no quieren
permitir perder poder y una forma de evitarlo es hacer esta reforma electoral: que
el alcalde sea el cabeza de lista del grupo más votado. De esta forma, con
mayorías minoritarias –que hoy son mayoritarias, pero que saben que no volverán
a producirse-- podrían conservar muchas alcaldías que perderían si otros grupos
se unen para elegir el alcalde, es el caso de ciudades importantes como Madrid
y Valencia, entre otras.
Esa es su preocupación. Y como caciques que son
utilizan todos los resortes para hacer cacicadas que son, según el DRAE: acciones
arbitrarias propias de una persona que ejerce un poder abusivo. Y eso es lo
que hacen: abusar del poder. Buscan sustituir un poder colegiado por los
concejales por uno presidencialista, donde el alcalde –el suyo, al poder
ser—sea quien tome personalmente las grandes decisiones.
Les importa un pito que un grupo pequeño necesite diez
veces más votos, en las elecciones generales, que uno grande para obtener un
escaño. Les importa un pimiento que la ley D’Hondt sea injusta y perjudique a
los pequeños partidos. Les trae al pairo que se utilice, en la ley electoral de
las generales, la provincia como circunscripción electoral, en vez de las
CC.AA. o todo el Estado, cuando hoy no son sino meras unidades administrativas.
No quieren hacer una reforma más democrática, sino más totalitaria. En Madrid,
por ejemplo, podría gobernar un alcalde con un 32% de los votos y contra el 68%
restante, ¿es esto democrático?
En resumen, este reforma electoral que quieren llevar a
cabo contra viento y marea y con la oposición de todos los demás grupos, no es
sino un acto caciquil, un pucherazo electoral en toda regla, porque cambia,
unilateralmente, las condiciones de juego nueve meses antes del partido y sin
consensuar con nadie.
No queda otra que combatir esta medida. El PP tiene la
ventaja al tener acogidos dentro de su arco ideológico a toda la derecha, desde
puros franquistas a liberales, pasando por democristianos y otros grupos
conservadores, sin embargo, la izquierda se presenta dividida y eso hay que
intentar arreglarlo uniéndose en la medida de los posible.
Hay que ponerse las pilas desde la izquierda y evitar
de cualquier forma que esta reforma se lleve a cabo, utilizando todas las armas
democráticas posibles, bien políticas, sociales, judiciales o electorales.
Todos los demás partidos han de hacer un frente democrático contra esta medida
absolutista.
Y no se lo pierdan todo esto, bajo la excusa de
“regenerar nuestra democracia”, dentro del más puro espíritu mariano, el
espíritu pinochista, el de la mentira constante, –¡tendrá jeta!--. Porque
no hace tanto el mismo Rajoy había dicho textualmente: "Yo
nunca modificaré la ley electoral por mayoría". Y ahí le tienen,
mintiendo como un bellaco, riéndose de los ciudadanos, y sigue sin dimitir.
Estos peperos no quieren perder ni un sillón y harán
todo lo inimaginable para conseguirlo. Ya empezó la Cospedal con disminuir el
número de parlamentarios y quitarle los sueldos en Castilla-La Mancha, dejando
así la posibilidad de ser diputado sólo a los que puedan permitírselo
económicamente.
No hay mas, y es que cuando he anunciado en muchas
ocasiones que los recortes de la era Rajoy no son sólo económicos, sino que
también de derechos, no ha sido en balde, ésta es una prueba más. El PP está
cambiado el país para hacer de España su país exclusivamente, dejando
condiciones que les permitan jugar con ventaja y tener la sartén por el mango,
de tal forma que ganar les sea más fácil y les haga posible mantenerse en el
poder per secula-seculorum. Está en los demás partidos movilizarse para
evitarlo, si no habrá que lamentarlo.
Salud y República
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