José Enrique Centén Martín
29 de agosto de 2014
Es curiosa la desmemoria histórica en
muchos casos, ya sea de este gobierno (casi fiel reflejo de los herederos de la
dictadura), como de los anteriores, presumiblemente sin esa herencia aunque
temerosos de enfrentarse a ellos, los hechos lo demuestran, la Ley de Memoria
Histórica, del 26 de diciembre (Ley 52/2007), con la única
oposición del Partido Popular. Ley donde establece que los escudos,
insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación
personal o colectiva del levantamiento militar, de la Guerra Civil y de la
represión de la dictadura deberán ser retirados de los edificios y espacios
públicos. La retirada no será de aplicación cuando concurran razones
artísticas, arquitectónicas, o artístico-religiosas protegidas por la ley, lo
cual podrá aplicarse a iglesias y templos de culto.
El homenaje a todos ellos se mantienen,
los sepulcros de muchos de aquellos protagonistas dentro de las iglesias aún
permanecen, contraviniendo dicha ley, así como las placas en fachadas de
algunas iglesias sin afección artística o arquitectónica, como es el caso en la
única catedral gótica de Madrid, la de Alcalá de Henares o la Basílica de la
calle Goya 26 de Madrid. Símbolos por doquier, recordando aquella sinrazón de
1936, calles en la mayoría de las ciudades con los responsables de aquella
tragedia para nuestra vergüenza y exaltación de aquella ignominia, como la del
General Yagüe (el carnicero de Badajoz), Queipo de Llano, archiconocido por sus
soflamas y métodos de represión aplicados hasta sus últimas consecuencias,
incluso prohibió tomar fotografías en todo el territorio sublevado, bajo
pena de muerte... Sin olvidarnos de Hitler y Mussolini, oficialmente
condecorados por España desde 1937 y nunca retiradas, cuando en sus propios
países están borrados todos sus vestigios.
Ejemplo de olvido puede ser el de
Bernardo Gálvez, fundador de la ciudad de Gálvezton en 1778 (actualmente
Galveston), malagueño originario de Macharaviaya, donde existe una
estatua de tan insigne militar y una calle en Dos Hermanas, Sevilla, a
diferencia de América con estatuas, placas y calles de Bernardo Gálvez en
México, Virginia, Nueva Orleans, Natchez o Pensacola, donde consideran el día 8
de mayo como Día de Bernardo Gálvez. En Washington es el único
español con estatua en la Avenida de los Libertadores en reconocimiento a
su contribución al nacimiento de los Estados Unidos de América, tras
la Guerra de Independencia de los Estados Unidos desfiló enFiladelfia el 4 de julio
junto a Washington, nombrado ciudadano Honorario de los EEUU, honor solo
concedido a ocho personas en toda la historia, entre ellos Winston
Churchill, la Madre Teresa de Calcuta y el marqués de La Fayette, en España
olvidado.
Ejemplo de ostracismo son los miles de
españoles a quien se les niega un entierro digno por no compartir las ideas
fascistas, o los que contribuyeron a la lucha por la libertad y dictaduras de
toda índole, podría ser uno de los primeros soldados aliados que entraron
en París, Amado Granell, oficial del Ejército Republicano Español y voluntario
del Ejército de la Francia Libre, llegó al Hotel de Ville el 24 de agosto de
1944, sobre el semiblindado Guadalajara como miembro de la compañía conocida
como La Nueve (en español) por ser el idioma oficial que recibía la 9ª Brigada
de Leclerc, compuesta por 146 ex combatientes de la Guerra Civil, de un total
de 160. Amado Granell sobrevivió a ambas guerras recibiendo la Legión de Honor
francesa de manos de general Leclerc, en España todos ellos ignorados.
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