La economía debería servir para alcanzar el bienestar de las personas. Desde 2010, los correctivos precarizan la población, recortan servicios sociales, abandonan a los colectivos más vulnerables, atacan las clases medias...
nuevatribuna.es | Por Carles Manera | 13 Agosto 2014 - 20:26 h.
@CarlesManera | La economía debería servir para alcanzar el bienestar de las personas. Desde 2010, los correctivos precarizan la población, recortan servicios sociales, abandonan a los colectivos más vulnerables, atacan las denominadas clases medias. Todo en aras de un sistema financiero voraz, que socializa las pérdidas derivadas de la ineptitud de sus gestores, sin que se les exija contrapartida alguna. El sentido común está ausente entre los gurús que diseñan estas estrategias que sólo conducen al despeñamiento. La ideología, más que los propios mercados, domina actuaciones poco razonables de los dirigentes comunitarios.
Fuente: Bruegel
Pero los apóstoles de la austeridad siguen evangelizando. La directora del FMI, Christine Lagarde, pide más sacrificios a los españoles: profundizar en la reforma laboral, elevar impuestos indirectos y, en fin, ajustar todavía más las políticas de austeridad. Los vaivenes de Lagarde son evidentes, en sintonía con los informes de la organización que dirige. En octubre de 2012, pedía frenar la austeridad en España, dar “más tiempo”, toda vez que los efectos de los ajustes eran mucho mayores que los previstos. Pero en marzo de 2014, señalaba que España debía rebajar un 10% los sueldos, de manera que aportaba una nueva vuelta de tuerca a las políticas de consolidación fiscal. Al tiempo, la dirigente elogiaba la hoja de ruta del gobierno conservador español, que invoca el avance de las exportaciones, la disminución de la prima de riesgo y el crecimiento económico esperado. Ese discurso viene refrendado por las previsiones de instituciones financieras, que auguran que el PIB se expandirá un 1% en 2014 y crecerá todavía más en 2015. Todo parece cuadrar. Pero esto, que sublima la macroeconomía, tiene otros registros que se adentran en el comportamiento más microeconómico de los mercados. Aquí la visión no es tan halagüeña. Desde esta perspectiva, unas preguntas son pertinentes para la economía española:
1. ¿Quién crece? Se está creciendo, se va a crecer…pero ¿quién? En tal sentido, las cifras son elocuentes: no lo hacen las rentas del trabajo, que han perdido claramente; según datos de la OCDE, han caído un 3% entre 2008 y 2013. Los salarios se han depreciado desde la reforma laboral –esta que tanto halaga Lagarde– más de un 10%; y, al mismo tiempo, de los 3,6 millones de empleos destruidos en España entre 2007 y 2013, 2,5 millones han sido en la población de menos de 30 años. Crecen, por otra parte, los resultados de las grandes empresas (firmas que cotizan en el Ibex35): cerca de 20.000 millones de euros de ganancias en 2013, un 57% más que en 2012. Los grandes beneficiarios: los bancos. Banco de Santander, BBVA, CaixaBank, Banco Popular, Banco Sabadell y Bankinter multiplicaron beneficios por 4 en 2013. Y las perspectivas para 2014 no son menores: beneficios esperados de más de 30.000 millones de euros, un 80% más sobre 2013. Estos sólidos guarismos casan con una reducción importante de plantillas en esas empresas: una caída cercana al 8%.
2. ¿Se puede crecer sin apenas demanda? Difícil. Las reducciones de plantillas, las pérdidas salariales, el mantenimiento de un paro tan elevado, está congelando la capacidad del consumo y la confianza de la población (que está en bajos índices, a tenor de las últimas encuestas al respecto). El signo más preocupante: la deflación, proceso que denota la falta de crédito, de inversión (sobre todo de las pymes) y de poder de compra. Este problema, que algunos venimos subrayando hace tiempo, ha llamado la atención de los dirigentes económicos: en una reunión en Sidney por parte del G 20, se pactó un documento para llegar a un crecimiento económico del 2% del PIB durante el próximo lustro: 1,5 billones de euros. Se pide estimular el empleo y mejorar el comercio, de lo que se deduce que debe activarse también la producción. Para España, la aplicación de una política de estímulos supondría aumentar el PIB un 0,4% más por encima del crecimiento ya previsto, dato que ha sido rubricado incluso por el FMI, que llega a especificar una mejoría factible para España del 0,8% para 2015. Todo, recuérdese, si se activasen esas medidas tendentes a obtener más crecimiento.
3. ¿Hasta dónde se puede llegar? Hasta el escenario más deseado por ciertos grupos empresariales: salarios a la baja, fuerza laboral abundante, disponible y barata, aumento de beneficios. Es evidente que, para esos grupos, la crisis ha terminado, y asisten a una posible nueva fase de crecimiento sobre una mayor desigualdad social. Estos son los tipos que, en marzo de 2014, se reunieron en un comentado encuentro en el Guggenheim de Bilbao, con Lagarde al frente, y se aplaudieron mutuamente. Hemos doblado la esquina de la crisis: ese fue el mensaje. La percepción es que lo que esconde esa esquina no es, precisamente, tranquilizador.
Carles Manera | Catedrático de Historia Económica y miembro de Economistas Frente a la Crisis
Fuente: www.nuevatribuna.es
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