“Les estoy diciendo la verdad: el régimen
iraquí tiene armas de destrucción masiva", dijeron cuando decidieron
invadir Irak para quedarse con su petróleo.
nuevatribuna.es | Por Pedro Díez Olazábal
| 12 Agosto 2014 - 08:48 h.
“Les estoy diciendo la verdad: el régimen iraquí
tiene armas de destrucción masiva”[1], dijeron cuando decidieron invadir
Irak para quedarse con su petróleo. No sirvió de nada que sus patrañas fueran
quedando al descubierto incluso antes de consumar la felonía. Aquellas
supuestas armas de destrucción masiva, exageradas por una enorme campaña de
desinformación, fueron el salvoconducto político y moral para desencadenar una
tormenta de fuego que se llevó por delante cientos de miles de vidas y que ha
desembocado finalmente en que una gran parte del país esté hoy en manos del
yihadismo más radical. De los responsables de esta catástrofe, solamente Collin
Powell reconoció la falsedad de los argumentos, los demás (Aznar,
Barroso, Bush y Blair) la siguen justificando.
Lo mismo ocurrió en 1964 con el incidente en el golfo de
Tonkín, que fue el pretexto utilizado por Johnson y Mac Namara para desatar el
infierno de Viet Nam y que después de la guerra (esta vez la perdieron)
reconocieron que había sido inventado
Los españoles también probamos esta medicina cuando en 1898
el acorazado americano Maine reventó en la bahía de la Habana y EEUU
lo utilizó como justificación para declarar la guerra a España y
arrebatarle sus últimas colonias.
Por eso, ante la catástrofe del avión malasio en Ucrania,
no podemos evitar sentir que pudiéramos estar ante un montaje de este tipo.
Porque aunque nadie sabe a ciencia cierta quién derribó el avión, parece
evidente que el que lo hizo sabía lo que hacía y quién podía sacar repugnante
provecho de ello. Y quien se está aprovechando a tope es el gobierno de Kiev,
jaleado, apoyado y ensalzado por una pléyade de escritores, articulistas y
supuestos expertos (algunos españoles) que repiten el argumentario de la Casa
Blanca, igual que ocurrió en los casos de Cuba, Viet Nam o Irak.
Como entonces también en esta ocasión el gobierno
norteamericano ha decidido quienes son los malos y quienes los buenos.
Los primeros, los prorrusos de la cuenca del Don, marionetas
de Putin que ha aprovechado el golpe del Maidán impulsado por Washington
para recuperar Crimea, regalada a la Ucrania soviética por Kruschev y
que ha clavado sus líneas rojas en el mapa de su estrategia euroasiática.
Los segundos, los gobernantes de Kiev, con Poroshenko,
un presidente elegido sin ninguna garantía democrática, en un clima de
violencia e intimidación y que dirige un gobierno que cada día va eliminando
más libertades democráticas para todo el que no apoye el nacionalismo
antirruso. Con un parlamento amputado que ha prohibido el Partido Comunista,
cuyos diputados electos han sido expulsados de la Rada. Con unas fuerzas
de seguridad y un ejército que se están construyendo sobre la base de nazis y
ultranacionalistas, bajo la dirección directa de la CIA. Y así, mientras en Auschwitz
se conmemora la masacre de millones de seres humanos, en muchos pueblos y
ciudades de Ucrania se erigen estatuas y se celebran homenajes a políticos que
apoyaron y ejecutaron aquél holocausto.
Los Estado Unidos y la OTAN conducen el conflicto ucraniano
hacia un callejón sin salida. Europa, convidada de piedra, aunque remolonea,
obedece y entra en una espiral de sanciones contra Rusia que empieza a
volvérsele en contra con un coste cada vez más alto para su maltrecha economía.
Al mismo tiempo, submarinos nucleares americanos y rusos
vuelven a jugar al gato y al ratón bajo los hielos polares; el mar Negro y el
Mediterráneo, se llenan de buques de guerra de ambos bandos; poco a poco
y a la chita callando Europa se remilitariza y vuelve a ser escenario
hipotético de campo de batalla entre potencias atómicas.
Israel vuelve a descargar impunemente sobre Gaza sus armas
de destrucción masiva, estas de verdad, nadie pide sanciones en este caso y la
ONU ya no sirve ni para proteger a los civiles refugiados en sus sedes.
En estos días en que conmemoramos el comienzo de la
Primera Guerra Mundial, todo parece indicar que se está incubando la Tercera.
[1] José Mª Aznar en entrevista con Ernesto Sáenz de Buruaga
en Antena 3 el 13/02/2003
Fuente: www.nuevatribuna.es
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