Sabino Cuadra Lasarte - abogado
Para el abogado y diputado Amaiur Sabino Cuadra, los
acontecimientos que se están desarrollando en Catalunya en los momentos previos
a la consulta del 9 de noviembre auguran un choque de trenes, una confrontación
que considera inevitable «pues de un lado hay un pueblo en pie que reclama sea
reconocida su identidad como tal y el respeto pleno de su derecho a decidir y,
del otro, más allá incluso que el PP y el PSOE, están los poderes fácticos de
esa España dogma de fe -Ejército, Iglesia, gran capital...- para quienes su
unidad es algo con lo que no se puede ni jugar, tal como dejaron bien claro en
la Transición».
Desde que en diciembre pasado el Parlament
de Catalunya -CIU, ERC, ICV-EUiA y CUP- aprobó el texto de la consulta y la
fecha de su celebración para el próximo 9 de noviembre, en el panorama político
catalán hay dos trenes que circulan por una misma vía y en direcciones
contrarias.
Por un lado, el tren democrático del
derecho a decidir, impulsado desde abajo por la sociedad catalana, que en las
dos Diadas pasadas ha salido a la calle por millones de personas en demanda de
palabra y decisión. Por otro, el tren de la imposición, de la España indisoluble
e indivisible -ayer «una, grande y libre»-, aterrorizada por el hecho de tener
que mirarse en el espejo y comprobar una vez más que sus eternas verdades de fe
carecen de base política alguna.
Quizás sea aventurado afirmarlo -en
política hay veces en que lo menos previsto termina haciéndose en realidad-
pero yo no veo en el horizonte otro escenario para los próximos meses en
Catalunya que no sea el de ese choque de trenes. Si bien es cierto que no puede
saberse con cuántos vagones contará cada uno de ellos (el de la democracia y el
de la imposición) y a qué velocidad se producirá el impacto, todo hace indicar
que habrá accidente ferroviario.
Los millones de manifestantes de las
Diadas no fueron algo llovido del cielo. Se debieron, en primer lugar, a la frustración
profunda del pueblo catalán como consecuencia de un proceso estatutario en el
que el proyecto aprobado mayoritariamente por su Parlament fue «cepillado» a
conciencia en el Congreso madrileño y, no solo eso, sino que incluso ese mismo
Estatut ya cepillado fue nuevamente desbastado por ese intérprete infalible de
las esencias de España que es el Tribunal Constitucional.
La segunda razón se basa en el intenso
trabajo de sensibilización y organización realizado en los últimos años por un
amplio sector social que no estaba dispuesto a tragar esas imposiciones
centralistas. Pueblo a pueblo, barrio a barrio, referéndum a referéndum... el
proceso soberanista catalán ha nacido y ha tomado cuerpo a través de un ingente
trabajo de base cuyos frutos fueron finalmente las Diadas millonarias
celebradas en 2012 y 2013.
Y así ha sido que estas se han
convertido en un auténtico torpedo en la línea de flotación del que parecía
sólido entramado institucional español. En tan solo unos pocos años, el propio
futuro del régimen, ese que nos legó la tramposa Transición dejándolo todo
«atado y bien atado», se ha resquebrajado. Y así es que hablar hoy, no del
futuro de España, sino de si España tiene futuro, no es ya un tema de ciencia
ficción propio tan solo de los amantes del género, sino algo presente en todo
tipo de artículos, programas y tertulias.
Por eso pienso que la confrontación será
inevitable, pues de un lado hay un pueblo en pie que reclama sea reconocida su
identidad como tal y el respeto pleno de su derecho a decidir y, del otro, más
allá incluso que el PP y el PSOE, están los poderes fácticos de esa España
dogma de fe -Ejército, Iglesia, gran capital...- para quienes su unidad es algo
con lo que no se puede ni jugar, tal como dejaron bien claro en la Transición.
Y rebobinar esa situación y llevarla a la vía muerta del regateo de pasillo y
el cambio de cromos en la que CIU y sus gobiernos encarrilaron en el pasado la
vida política catalana resulta ser hoy algo bastante impensable. La
confrontación se muestra así como inevitable.
Ante ello, la postura de todo demócrata
(el derecho a decidir no es ninguna exigencia nacionalista, sino pura
democracia, dar sin más la palabra al pueblo y no tomar por sagrada ninguna
otra cosa que no sea la voluntad de este) no puede ser sino la de expresar
nuestra más estrecha solidaridad con ese proceso impulsado en Catalunya y
nuestra más firme oposición a todos los chantajes, juegos sucios e imposiciones
practicadas por del Gobierno del PP con la condescendencia de fondo del PSOE.
De cómo resulte el pulso catalán
dependen muchas cosas que trascienden las propias fronteras de Catalunya. Aquí,
en Euskal Herria, esto resulta más que indudable. Superar el discurso
neoestatutario y lentejero del PNV y avanzar por la vía soberanista marcada por
la gran movilización de Gure esku dago!, así como romper el espinazo de la
política del PP, opuesta visceralmente a mover ficha alguna en el proceso de la
paz y la normalización democrática iniciado en nuestro pueblo, son dos espacios
en los que el futuro del proceso catalán puede tener una influencia directa.
Pero también a nivel estatal la
incidencia será notable. La opción por el silencio o el distanciamiento con el
que buena parte de la izquierda política y social española está abordando el
proceso catalán no es de recibo. Oportunismos electorales y políticos de
distinto tipo planean sobre el tema -remover aún más las turbias aguas de la
«unidad» española no aporta muchos beneficios- pero más pronto que tarde el
resultado del choque de trenes catalán terminará por afectarlo todo y de poco
servirá hacer la del avestruz.
Un pueblo que oprima a otro no puede ser
libre», afirmó Carlos Marx hace un tiempo. Por esta razón, si el Gobierno del
PP sale victorioso, se reforzará aún más no solo el Estado centralista, negador
de los derechos de las naciones de esta cárcel de pueblos que es España, sino
también sus pilares franquista-autoritarios opuestos a las propias libertades
democráticas del conjunto de la sociedad. La actual reforma del Código Penal y
la nueva Ley de Seguridad Ciudadana podrían ser así, sin más, los primeros
pasos en la generalización de ese derecho penal del enemigo nacido en Euskal
Herria con la excusa de la lucha «antiterrorista» y extendido cada vez más por
toda la geografía estatal persiguiendo todo tipo de disidencia política o
social radical.
Por eso, la causa del pueblo catalán y
la defensa activa de su proceso de decisión es también la causa de todos los
pueblos del Estado y de todas las personas y grupos de convicciones
democráticas y de izquierdas.
Fuente: http://www.naiz.eus/
No hay comentarios:
Publicar un comentario