La caída interanual de los precios se debe
principalmente al abaratamiento de los alimentos y bebidas no alcohólicas, y a
la pérdida de efecto de la subida de las tasas universitarias del 2012
Fuente: INE. / EL PAÍS
El Índice de
Precios de Consumo (IPC) ha estado enviando señales paradójicas desde el verano
de 2012. Cuando el consumo volvía a hundirse en la recesión, el índice daba
cuenta de una escalada inflacionista hasta llegar a un incremento anual del
3,5% en octubre pasado. Las subidas de impuestos, tasas y precios públicos decretadas
por el Gobierno para rebajar el déficit alimentaron un encarecimiento
generalizado en el peor momento para las economías familiares. El impacto de
esas medidas ha ido desapareciendo de la comparación anual del IPC en los
últimos meses, un viaje de ida y vuelta que culmina este octubre con una caída
del 0,1%.
Lo que
revela ahora el IPC es que los precios se han estabilizado en los niveles a los
que llegaron hace un año tras esas subidas de impuestos. Una escalada que
arrancó con el aumento del copago farmacéutico (la parte de los fármacos que
pagan los pacientes) en julio de 2012, para proseguir con el medicamentazo
(medicamentos que dejó de costear la Seguridad Social), y, sobre todo, con el
alza del IVA en septiembre. El último peldaño fue, en octubre de 2012, el encarecimiento
de las matrículas universitarias, que es el que acaba de desandar la
comparación anual del IPC este mes.
“La
enseñanza universitaria registra una subida de precios inferior a la del año
pasado”, atestigua el Instituto
Nacional de Estadística (INE) en la nota con la que avanzó este
miércoles el IPC de octubre. El INE añadió que en las cuatro décimas
descontadas (en septiembre, el índice crecía el 0,3%) pesa también “la bajada
de precios en alimentos y bebidas no alcohólicas”.
Que la tasa
anual del IPC refleje un retroceso, aunque sea mínimo, no es nada habitual en
la economía española. En medio siglo, solo ocurrió en
2009, al coincidir los efectos depresivos de la Gran Recesión con
que la comparación se hacía sobre un año (2008), en el que el precio de las
materias primas se había disparado. El IPC encadenó entonces ocho meses en
tasas negativas, que llegaron al -1,4% en julio de 2009.
El descenso
de precios en la comparación anual afectó en 2009 a media docena de países
europeos con graves problemas —Irlanda sumó casi dos años en tasas negativas,
en Letonia llegaron a caer un 4%—, lo que abonó el temor a que varias economías
entrara en deflación: un descenso persistente y generalizado de precios que
acaba desalentando el consumo (se espera a caídas mayores), acorta los márgenes
empresariales y se traduce en más desempleo y rebajas salariales. Una deflación
así, como la que sufrió EE UU en la Gran Depresión o la que atenaza a Japón, es
muy grave para economías muy endeudadas, como la española.
Las medidas
extraordinarias de los bancos centrales alejaron en 2009 aquella amenaza, que
ahora el Banco Central Europeo cree lejana. “No vemos riesgo de deflación en
ningún país europeo”, dijo su presidente, Mario Draghi, este verano, cuando
Grecia volvía a acumular varios meses con el IPC en retroceso y España enfilaba
ya tasas muy bajas.
En el caso
de la economía española, la comparación con 2009 evidencia que el riesgo de
deflación es, por ahora, mucho menor. La inflación subyacente, que excluye a
productos energéticos y alimentos frescos por su volatilidad, reflejaba en
septiembre un aumento del 0,8% (no hay datos aún de octubre). Y ahora, apenas
una cuarta parte de los bienes y servicios incluidos en el IPC reflejan
descensos de precios, cuando en 2009 llegaron a ser la mitad. Además, a
diferencia de entonces, la economía española vuelve a crecer, aunque sea de
forma exigua: el INE confirmó también este miércoles que el PIB avanzó un 0,1%
entre julio y septiembre, tras nueve trimestres en retroceso, la recesión más
larga de la democracia.
“Es una anomalía transitoria”, dijo
hoy el ministro de Economía, Luis de Guindos, sobre el descenso de precios, en
línea con lo que anticipan los expertos. Lo que no parece transitorio es la
enorme debilidad del consumo privado, atenazado por el desempleo y los recortes
salariales. Los precios de bienes y servicios empiezan ahora a ajustarse a las
caídas de sueldos del último año. En la interpretación del Gobierno, que ha
vuelto a congelar el sueldo a los funcionarios y promueve la menor subida de
pensiones (0,25% para 2014) en décadas, con una inflación muy baja “el problema
de la pérdida de poder adquisitivo desaparece”, como afirmó el ministro de
Hacienda, Cristóbal Montoro, en el Congreso.
Fuente: www.elpais.com
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