jueves, 2 de enero de 2014

YA NO SABEMOS A QUIÉN ACUDIR

Artículos de Opinión | Salva Díaz | 31-12-2013 |
En España, los políticos viven muy pendientes de lo que piensan los organismos internacionales (in)dependientes sobre nuestra economía, y en este ambiente de incertidumbre por la opinión externa, las nuevas y falsas doctrinas económicas apoyadas en postulados dogmáticos y anacrónicos se venden a precio de rebajas mientras caminamos por una interminable travesía ausente de esperanza creíble de que podamos crear empleo a corto y medio plazo. Ya no sabemos a quién acudir.

Si el Gobierno, que debe actuar como garante de que el bienestar social perdure no es capaz de crear empleo mediante los mecanismos de que dispone, deberá fomentar la creación de empleo mediante el incentivo del gasto privado. Pero si las medidas adoptadas perjudican a los “peces gordos” (con un aumento de la carga impositiva o una regulación a la especulación financiera) esto puede impedir que el gasto privado aumente y que se hable de una disminución de la “confianza de los mercados” en España. Pero curiosamente si el Gobierno es capaz de crear empleo por sus propios medios, la confianza de los mercados ya no es decisiva. Claro, los peces gordos no son tontos y saben que si el propio Gobierno crea empleo (mediante políticas keynesianas por ejemplo) verían reducida su influencia política.
La razón de la lenta recuperación no es la poca confianza de los mercados sino las claras intenciones de aprovechamiento por parte de la derecha de instaurar sus políticas neoconservadoras antes de que abandonen el poder ejecutivo que ostentan en la actualidad tanto en la UE como en los países miembros, porque saben que con el daño que están haciendo a la ciudadanía, las próximas elecciones las tienen difíciles (salvo Alemania que parece ser el único país que está pensando en sí mismo y no en complacer al resto, y eso al votante germano le gusta)
Cada vez creemos menos en la recuperación sin tener que renunciar a más y más derechos duramente conseguidos. La ciudadanía encuentra un poco de refugio en la desafección política creyendo que alejándose de los principales culpables (los políticos que sentaron las bases para este desastre monumental y los políticos que lo permitieron) el problema desaparecerá.
El Gobierno incapaz de abordar cambios necesarios para la reactivación económica y la creación del empleo injustamente destruido está obsesionado con reducir el déficit y la deuda pública en tiempos record recortando en gasto público, lo que se conoce como austeridad (una nueva arma de destrucción masiva en democracia) De repente el problema más importante del país no es la destrucción de empleo de forma masiva sino el nivel déficit público y deuda pública que permitiría aumentar el gasto público sin recurrir al gasto privado. Pero esta obsesión es tan peligrosa e irresponsable que hasta el FMI (que no es una institución demasiado izquierdista que digamos) ha reconocido que subestimaron el daño que la austeridad podía hacer y de hecho está haciendo en momentos de extrema depresión económica.
Tenemos que dejar de hablar de reducción de gasto para empezar a hablar de reactivación económica mediante los incentivos y el aumento de gasto. Necesitamos medidas y acciones determinantes que hagan posible una transformación y que esos cambios no sean ajenos a lo que exige la sociedad entre gritos y llantos de desesperación al ver como pierden su puesto de trabajo, su casa y sus derechos, al ver a cámara lenta como pasan de ser ciudadanos a convertirse en siervos de un nuevo señor feudal llamado CAPITALISMO.
Necesitamos un Gobierno y unos partidos políticos más proclives a comprender a sus ciudadanos y no a los mercados ni aparatos políticos. Necesitamos alguien que nos escuche y necesitamos alguien a quien poder acudir, porque con votar cada cuatro años no conseguimos nada. Necesitamos nuevos mecanismos democráticos orientados a una mayor participación política para poder elegir y destituir a quienes deben representarnos. Soy consciente de que todo cambio implica un riesgo pero si se orienta hacia las necesidades de la sociedad actual, ese riesgo se convierte en una oportunidad que no hay que dejar pasar.


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