23 noviembre de 2013
Antonio Antón
Profesor honorario de Sociología de la Universidad
Autónoma de Madrid
Esta mañana están convocadas grandes manifestaciones de
protesta, promovidas por la Cumbre Social, los sindicatos, las mareas
ciudadanas y diversas plataformas sociales, contra los recortes sociales, las
medidas antisociales y la reforma regresiva de las pensiones, impulsados por el
Gobierno del PP. Se enlazan con más de tres años de movilizaciones contra la
política de austeridad, la élite gobernante y la democratización del sistema
político.
En este periodo, la protesta social en España ha adquirido una
nueva dimensión. En cada uno de los tres cursos anteriores se ha producido una
huelga general, articulada por el movimiento sindical; así mismo, ha emergido
una amplia, pacífica y democrática movilización ciudadana con unos perfiles
nuevos, que ha representado el movimiento 15-M y distintas fórmulas similares,
derivadas o mixtas, como las mareas ciudadanas.
En los últimos meses se han generado distintos conflictos
sociales y laborales, de carácter local y sectorial. Podemos citar dos
movilizaciones recientes de gran impacto ciudadano y mediático: una, con una
masiva participación (la huelga y las manifestaciones de la comunidad educativa
contra la ley Wert); otra, de fuerte resistencia (huelga indefinida de los
trabajadores de la recogida de basura contra los planes de despidos y rebaja
salarial y de condiciones laborales de sus empresas e inducidos por el
ayuntamiento de Madrid).
No obstante, en los últimos meses no se había producido una
gran movilización global y por los objetivos generales que se han ido
popularizando estos años: contra la política de austeridad y los planes de
recorte social del Gobierno y por la democratización de la política y las
instituciones, junto con la exigencia de respeto a las demandas ciudadanas en
defensa de lo público, el empleo decente y los derechos sociales y laborales de
las personas.
Venimos de una coyuntura en la que la derecha, apoyándose en
algunos indicadores económicos parciales menos negativos, ha pretendido
construir el discurso de la inmediata recuperación económica y desactivar el
descontento ciudadano. Trata de legitimar sus recortes regresivos como la vía
necesaria y conveniente para salir de la crisis y así recuperarse de su fuerte
desgaste de confianza popular. Es una deformación interesada de la realidad dominante
para la mayoría de la población: estancamiento económico con un alto desempleo,
fracaso y carácter injusto de la política de austeridad, con la prolongación de
la crisis y sus graves consecuencias sociales, distanciamiento de las élites
gobernantes respecto de las demandas populares. La justificación de la vía
liberal-conservadora no cala en la mayoría de la sociedad. La derecha, el poder
financiero y el establishment europeo no tienen suficiente credibilidad
ciudadana. Su gestión tiene un gran déficit democrático.
Aunque la situación económica presente algunos indicadores
menos problemáticos, la política global de austeridad bloquea y empeora las
condiciones de la mayoría de la población en este largo proceso de camino hacia
la salida de la crisis cuyo final todavía no se adivina, particularmente en el
sur europeo. Los ‘poderosos’ tienen un déficit de confianza popular mientras no
se modifiquen aspectos centrales de la preocupación de la gente: reducción
significativa del desempleo y creación de empleo, mantenimiento (o mejora) del
poder adquisitivo de los salarios y las condiciones laborales y sociales, junto
con la reversión de los recortes sociales (educación, sanidad o pensiones…).
En definitiva, la estrategia de la derecha, por mucha
ofensiva propagandista que realice, se topa todavía con una realidad evidente
de crisis económica, social e institucional, así como con una conciencia
popular de justicia social y una cultura democrática que da solidez al rechazo
ciudadano a los recortes sociales y a la demanda de respeto a sus derechos
socio-laborales y democráticos.
Por otro lado, la dirección del partido socialista, pese a
sus intentos de renovar su imagen pública a través de su reciente conferencia
política, parece que no es capaz de remontar todavía la desconfianza de amplios
sectores sociales, derivada de su pasada gestión gubernamental impopular, la
ambigüedad de su actual orientación general y la inconcreción de algunas de sus
propuestas. Expresa su dificultad para articular un discurso de izquierdas y de
regeneración democrática creíble y promover y representar la oposición social a
las derechas.
En el horizonte aparece el calendario electoral. Cada vez hay
más expectativas y preocupaciones en la sociedad por las posibilidades de
cambios políticos e institucionales a través de la participación electoral. Es
legítimo y necesario la dedicación de esfuerzos y energías de la gente crítica
e indignada en ese campo para traducir en fuerza electoral el importante campo
social descontento con la austeridad y la clase gobernante. Es deseable caminar
hacia la conformación de un bloque sociopolítico alternativo a la política de
austeridad y recortes sociales y de impulso de la regeneración democrática del
sistema político.
No obstante, para el cambio social y político sigue siendo
fundamental y complementario, el fortalecimiento de la participación activa de
la ciudadanía, la consolidación de una dinámica de movilización popular, la
articulación de un tejido asociativo y una representación social autónoma de la
esfera institucional. Son elementos clave para encauzar el malestar social,
articular y renovar las fuerzas progresistas y de izquierda y reclamar de forma
unitaria objetivos sociopolíticos básicos y compartidos por una corriente
social amplia.
Estas manifestaciones del 23 de noviembre, enmarcadas en
diversas movilizaciones europeas, constituyen un nuevo pulso democrático de la
ciudadanía activa frente al Gobierno del PP, el poder económico y financiero y
el bloque institucional dominante en la Unión Europea. Son una ocasión para
retomar, activar y dar un carácter más global a los procesos de confrontación y
rechazo popular a las medidas regresivas del Gobierno del PP y en defensa de
otra política más equitativa y democrática de gestión de la crisis sistémica.
La amplitud de la participación ciudadana condicionará el grado de desgaste de
legitimidad popular de la derecha y, lo que es más importante para ellos, de
desafección electoral y riesgo de pérdida del poder institucional. En esa
medida, también servirá para unificar y fortalecer a los propios agentes
sociales y políticos, para poder asumir tareas de mayor envergadura colectiva.
Sus objetivos se han ido configurando estos años y se deben
reforzar: deslegitimar todavía más a esta gestión regresiva de esta élite
gobernante, forzar el cambio de la orientación antisocial de la política
socioeconómica, defender lo público y el Estado de bienestar, fortalecer la
democracia, ampliar la expectativa de cambio político progresista. En conexión
con la mayoría de la sociedad, también es imprescindible la apuesta del
conjunto de grupos progresistas por la continuidad y el crecimiento de la
protesta social. Por todo ello es importante el éxito participativo de esta
movilización, esta demostración de fuerza ciudadana, este nuevo pulso
democrático frente a las derechas y su política regresiva.
Fuente: www.publico.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario