Las
siete razones para entender por qué crece el independentismo en Cataluña
Miles de
catalanes salieron a las calles en la Diada 2012 (Efe)
01/09/2013
(06:00)
La
manifestación del 11 de septiembre del pasado 2012 no fue un
calentón. La independencia se ha asentado en la opinión pública catalana para
quedarse. Como señalaban esta semana en una de las tertulias de Cataluña Ràdio, “a los catalanes les van a preguntar a
quién quieren más, a mamá o a papá”. Mientras en el resto de España las
reacciones oscilan entre la hostilidad y la indiferencia, Cataluña se llena de
banderas esteladas. El último barómetro autonómico del CIS cifró el independentismo en el 33,7% de la población,
cuando tradicionalmente esta opción política no pasaba del 15% en convocatorias
electorales. Estas son las siete razones de un giro social espectacular.
1. La
crisis económica
Seis años
de crisis son muchos años. El precio en Cataluña ha sido muy alto: más de 670.000 parados y muchas víctimas de la
precariedad, el empobrecimiento y la falta de perspectivas. En este entorno
sólo una formación política ha lanzado un salvavidas a la gente: la
independencia solventará la crisis. El mantra mágico es que una Cataluña
independiente dispondrá de los 16.000 millones que ahora van al resto de
España. El perfil del nuevo independentista es castellano-hablante y
con un trabajo, si lo tiene, castigado por los
recortes, por ejemplo interino en la Generalitat. Éste nuevo
converso quiere creer los tres ejes de la nueva movilización: que la
independencia resultará fácil, que se podrá cerrar en términos amistosos con el
Gobierno español y que Europa recibirá a la Cataluña secesionista con los
brazos abiertos.
2. El
apoyo de los intelectuales
Los
intelectuales catalanes han comprado masivamente la idea de que la
independencia es la salida. Es lo que tienen las ideas nuevas, son
irresistibles. Incluso algunos que carecían de tradición en este sentido se han sumado al carro y ahora son la mayoría. Un
momento cumbre de esta mutación fue cuando Josep Ramoneda fichó
por el diario Ara y consiguió que ser un
columnista de esta cabecera independentista fuese compatible con su puesto
en El País y con ser miembro destacado del Círculo de
Economía, que preside alguien tampoco sospecho de secesionista como Josep Piqué. Este cambio de los opinadores se refleja
en medios de comunicación, tanto públicos como privados, en las encuestas y, en
general, en el clima de opinión en Cataluña.
3. El
fin del catalanismo
La
principal víctima de que Artur Mas se
presentase a las elecciones autonómicas con un programa político basado en la
independencia supuso la muerte del catalanismo, entendido éste tal como lo
interpretaba Enric Prat de la Riba. Desde el
general Prim hasta Jordi Pujol, el
catalanismo había sido una ideología que no sólo aspiraba a defender todo lo
catalán sino que también buscaba la reforma y modernización de España. Con Mas
cruzando el Rubicón del independentismo España se daba por amortizada,
convertida en un caso perdido. La nueva oleada centralizadora, por
ejemplo llevándose la CMT de Barcelona, la Ley por la Unidad de
Mercado, la Ley Wert o la negativa a
revisar el sistema de financiación autonómico han llegado en el momento más
inoportuno, creando la sensación, incluso entre los proclives al unionismo, de
que “desde Madrid no nos dejan ser españoles”.
El
catalanismo se ha convertido en una incómoda herencia para PSC, en la práctica el último defensor de esta opción
política. Pero los socialistas catalanes se desangran por las disensiones
internas y porque su dirección sabe que sumarse a la oleada independentista
supondrá perder los últimos bastiones de poder real que le quedan en Cataluña:
los ayuntamientos del cinturón rojo: L’Hospitalet, Cornellà, Santa Coloma… Una prueba de que Cataluña se pone de
espaldas a España es que la Generalitat ha renunciado, por primera vez, a
liderar o participar activamente en el nuevo modelo de financiación autonómica
que va a impulsar el Gobierno.
4. ERC
se apodera de la nueva centralidad
La
consecuencia de todo esto es que ERC se ha apoderado de la centralidad política
en Cataluña, como recientemente ha reconocido el líder de Unió Josep Antoni Duran i Lleida. ERC sube en las encuestas.
Su alternativa independentista se percibe como más auténtica que la de los
conversos de última hora de CiU. Oriol Junqueras es un
líder mucho más tranquilo que su predecesor, Joan Puigcercós. Su discurso huye de la exaltación. Y
los sondeos ya dicen que si las próximas autonómicas se celebrasen hoy, ERC sería la primera fuerza política. Por eso CiU se
está planteando muy seriamente concurrir a las europeas en coalición con los
republicanos, para que no se visualice una derrota electoral. Al convertir la
independencia en la idea medular de la política catalana, la formación con
mayor tradición independentista ha pasado de la periferia a ocupar el centro
político.
5. El
monopolio de las ideas
Lo
escribía el director del diario Ara, Carles Capdevila, en un lúcido artículo titulado: “La
suerte y la desgracia de no tener rival” en el que se podía leer:
El
independentismo tiene una gran ventaja: no tiene alternativa. Éste es también
su principal inconveniente, porque si no tienes rival no debes ser mejor que
nadie para avanzar. Es fácil confiarse. Los contrarios a la independencia,
incapaces de construir ninguna oferta, se apoderan del discurso del miedo con
una cantinela de amenazas económicas, riesgo de rotura social, expulsión de la
Unión Europea (…) El drama es que el soberanismo
no se los toma en serio a ellos –lógico– pero desprecia además sus argumentos.
Y esto es un error gravísimo. Se acaban negando los riesgos económicos o
sociales reales.
No se puede resumir en menos espacio las claves del debate
Cataluña-España que estos días, previos a la Diada, recorre la vida política
catalana.
6. El
control de la iniciativa política
El estilo
de gobernar de Mariano Rajoy y la
herencia del PP de haber jugado el anticatalanismo como una carta política para
ganar votos en determinados territorios –Murcia, Comunidad Valenciana,
Extremadura– sólo han hecho que se alimente en Cataluña el movimiento a
favor de la separación. Mientras que el gobierno de Londres aceleraba la fecha
del referéndum sobre Escocia y controlaba la pregunta, lo que previsiblemente
llevará a los separatistas escoceses a la derrota en las urnas, Rajoy ha
preferido la especialidad de la casa: jugar con el tiempo, esperar a que el
problema se resuelva solo o, mejor, se disuelva. Pero como apuntaba José Antonio Zarzalejos desde El Confidencial la pasividad de Rajoy ha dejado toda la iniciativa política al
movimiento independentista. Esto probablemente cambiará después de la
Diada del próximo 11 de septiembre, cuando se prevé otra movilización
masiva, en la que incluso participarán separatistas tan de última hora como el
alcalde de Barcelona, Xavier Trias. Pero
es posible que ya sea tarde.
7. La
crisis institucional española
España no
está afrontando la reformas que precisa: un cambio en la financiación de los
partidos, una reforma de la Justicia, un relevo en la Corona, un pacto de
rentas, el encaje de Cataluña y Euskadi, etc. Cambios que se podría resumir en
el libro de César Molinas “¿Qué hacer con
España?”. Un giro institucional de este calado se está posponiendo una y otra
vez por parte de la elite económica y política con un deterioro cada vez más
evidente. Lo que coloca a los unionistas que viven y trabajan en Cataluña en un
verdadero brete. Porque cuando la alternativa al independentismo es quedarse en
la España de Mariano Rajoy o, lo que es
peor, en la España de Bárcenas, la oferta resulta muy poco estimulante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario