El presidente de EEUU, Barack
Obama, en una comparecencia sobre Siria. (Efe)
01.09.2013
Por:
Carlos Sánchez
Si es
cierto, como sostenía Thomas Payne, que
las sociedades son obra de nuestras necesidades y el Gobierno de nuestras
perversiones, parece evidente que el mundo se ha ganado a pulso el actual
estado de zozobra. Y lo que sucede en Siria, a las puertas de una intervención
militar, el norte de África o, incluso, en algunos países europeos, no es más
que la consecuencia lógica de la ausencia de democracia,
en última instancia la causa y el origen de las guerras. Ya sean éstas
diplomáticas, económicas o discurran en campo de batalla.
Payne,
que fue icono de la independencia estadounidense -llegó a vender 150.000 copias
de Common Sense, un panfleto de menos de 40 páginas
en el que hace una encendida defensa de la secesión frente a Inglaterra-,
advertía, sin embargo, de que los gobiernos son imprescindibles,
y no se podía entender la sociedad sin una administración capaz de articular
sus demandas. De ahí que el poder político esté obligado a ser democrático. La
sociedad, sostenía, es una bendición, pero el gobierno, incluso en su mejor
estado, no es sino un mal necesario; y en
su peor condición, intolerable,
"porque cuando sufrimos por causa de un gobierno las mismas miserias que
podríamos esperar de un país sin gobierno, nuestra infelicidad se ve aumentada
al considerar que nosotros mismos nos proveemos de los medios
que nos hacen sufrir".
El propio
Payne lo explicó gráficamente: "El Gobierno, como el vestido, es el ropaje
de la pérdida de la inocencia; los palacios de los reyes están construidos
sobre las ruinas de las arquerías del paraíso". Y remachaba la idea con un
razonamiento extraordinario: "La sociedad promueve nuestra felicidad de
manera positiva al unir nuestras afecciones, mientras que los gobiernos refrenan nuestros vicios".
La posición de Rusia y China sobre lo que sucede ahora en Siria y antes en
otros territorios debería avergonzar a países que dicen ser democracias
Y vicio,
y mucho, hay en las relaciones con la mayoría de los nuevos gigantes
económicos, cuyo desprecio por la democracia es clamoroso. Y la posición de
Rusia y China sobre lo que sucede ahora en Siria y antes en otros
territorios deberíaavergonzar a
países que dicen serlo, pero que aceptan que naciones que no lo son participen
en organismos multilaterales donde se discute el comercio mundial como si en
realidad fueran de naturaleza democrática. Sin duda, porque adquieren los bonos
del gobierno, venden mercancía barata y suministran la energía necesaria para
seguir produciendo en una especie de fuga hacia adelante. El célebre ‘gato
negro’ o ‘gato blanco’ de Felipe González.
Hegemonía
global
Es
sorprendente que con un Premio Nobel de la Paz en la Casa Blanca y con la
propia UE distinguida el año pasado con el mismo galardón, el debate sobrela democracia haya desaparecido de la agenda internacional, lo cual es todavía más
preocupante si se tiene en cuenta que en apenas dos años el mundo se enfrenta a
un cambio radical desde el punto de vista de lahegemonía global.
Todo un reequilibrio de la supremacía mundial que antes o después se trasladará
al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. En 2015, por primera vez, el peso
de las economías emergentes -la gran mayoría con graves problemas de
credibilidad democrática- será
superior a la mitad del PIB mundial. O dicho en otros términos, más
del 50% de la economía del planeta -el 76% del territorio y el 85% de la
población-, estará regido por regímenes autoritarios o que no respetan muchos
de los principios del ideal democrático, como de manera recurrente denuncian
las organizaciones de derechos humanos. Un auténtico ultraje moral a la puerta
de casa.
El caso
de Rusia y China -el capitalismo autoritario,
como algunos lo han llamado- es el más evidente. En apenas unos años, el 41% de
la economía del mundo -previsiones del FMI- estará regido por dos naciones (con
amplia capacidad de influencia en algunas regiones del planeta: Siria, Irán,
las repúblicas caucásicas o Corea del Norte) que desprecian la democracia pero que adquieren la
deuda pública y venden gas y petróleo, lo cual genera todo tipo de sombras
sobra el comportamiento de muchos gobiernos que se dicen comprometidos con la
libertad. Sobre todo cuando derechos humanos, democracia y
Estado de Derecho son valores incorporados por la UE en su relación con
terceros países.
Desde
luego que no es ninguna novedad. El mundo se ha movido históricamente al margen
del ideal democrático, pero ahora, en contra de lo que ha sucedido en el
pasado, la integración económica regional derivada de la globalización
genera tensiones estratégicas. Fundamentalmente, por los
flujos migratorios y la competencia desleal que se produce entre territorios,
algo que explica, sin lugar a dudas, el auge de los movimientos xenófobos o ultranacionalistas en
Europa y en menor medida en EEUU, que ven en la pérdida de identidad nacional
la causa de sus males.
Dicho de manera más directa: la globalización económica ha
avanzado más rápidamente que la extensión de los ideales de la Ilustración, que
son la base y la materia con la que se construye el ideal democrático. Y lo que
es todavía más preocupante, el atractivo de las democracias liberales (por
culpa de la crisis) se desvanece en manos de regímenes autoritarios
presuntamente más eficaces en términos económicos.
La
razón produce monstruos
La
democracia, o mejor, la ausencia de democracia, no es, desde luego, un asunto
menor que sólo concierne a las economías de los países ricos. A veces,
los cambios sociales, como los sueños de la razón, producenmonstruos. Y por eso merece la pena recordar un hecho
que a menudo se olvida.
La globalización económica ha avanzado más rápidamente que la extensión de
los ideales de la Ilustración, que son la base y la materia con la que se
construye el ideal democrático
Como se
sabe, la lucha entre abolicionistas y no abolicionistas explica
fundamentalmente la guerra civil de EEUU, pero también la disputa sobre unossalarios dignos. Los trabajadores libres del norte
del país sospechaban que los propietarios de las plantaciones esclavistas del sur
acabarían tarde o temprano incorporándose a la industrialización utilizando la
mano de obra negra, con unos costes tan bajos que ninguna empresa libre podrían
competir con ellos. Se trataba, como sostiene el historiador económico Philips Jenkins, de un golpe mortal a la economía de
salarios altos emprendida en el norte abolicionista, y que buscaba incentivar
la inmigración europea para poblar los vastos territorios conquistados a los
indios. El resultado ya se conoce: un cruenta guerra civil con 620.000 muertos.
Para hacerse una idea de lo que representó, EEUU tuvo más víctimas mortales en
su contienda interna que en las dos guerras mundiales juntas, además de cientos
de miles de mutilados.
Y es que
los conflictos diplomáticos -la globalización hace a los países másvulnerables al ser más interdependientes- esconden
en realidad una guerra económica que tarde o temprano estallará si no se ponen
las bases para un nuevo orden internacional anclado en el paradigma democrático, que incluya factores que se han
arrinconado arbitrariamente en el comercio internacional, como son el respeto a
los derechos humanos, la fiscalidad, los costes salariales, los derechos
laborales, el medio ambiente o la seguridad jurídica, corrompida de forma
permanente por gobiernos sátrapas.
Medidas
coercitivas
Sin
democracia en los países exportadores y que ahora aparecen como los grandes
beneficiados de la globalización, los riesgos aumentan, y de ahí la necesidad
de presionar diplomáticamente (incluyendo la posibilidad de aprobarmedidas coercitivas) para que regímenes corruptos y
autoritarios se transformen en gobiernos respetuosos con la libertad mediante
políticas de condicionalidad. Salvando, por supuesto, la globalización, que es
un proceso irreversible, pero que puede gestionarse con inteligencia para
evitar la catástrofe ordenando los flujos comerciales. Es mejor hacerlo ahora
que cuando sea demasiado tarde. Como ha recordado el europeísta Hans Kundnani, algunos políticos y altos funcionarios
alemanes citan ya a Lenin, quien dijo que
“la confianza es buena, pero el control es mejor”. El mundo se ha llenado de
nuevos peligros que conviene atajar con una política exterior y de seguridad
más decidida y eficaz. Y el caso de Siria, donde de nuevo se echa en falta una
política de seguridad y de defensa común, ilustra las deficiencias del sistema
basado en el comercio sin sustancia democrática.
Muchos trabajadores procedentes de las clases medias se van empobreciendo
de forma paulatina creando un caldo de cultivo social e ideológico de imprevisibles
consecuencias
No estará
de más acordarse, en este sentido, de un fenómeno cada vez más extendido que a
menudo se olvida, y que afecta a los llamadostrabajadores pobres. Bajo
esta definición se clasifica a quienes tienen un empleo y reciben como contraprestación
una remuneración por ello. Sus ingresos, sin embargo, se sitúan por debajo del
umbral de la pobreza relativa.
Este
fenómeno, al contrario, de los que suele creerse, no se produce sólo en los
países emergentes o en vías de desarrollo, sino que cada vez está más extendido
entre las naciones ricas. En España, sin ir
más lejos, el 21% de las personas entre 16 y 64 años -es decir, en edad de
trabajar- tiene un nivel de renta que no alcanza el umbral de la pobreza
relativa, algo que refleja con intensidad el fenómeno de los ‘trabajadores
pobres’. Muchos de ellos procedentes de lo que habitualmente se conoce como
clases medias, y que de forma paulatina se van empobreciendocreando
un caldo de cultivo social e ideológico de imprevisibles consecuencias por
culpa de un determinado modelo de globalización.
No se
trata, desde luego, de un fenómeno nuevo. La
proletarización de las clases medias se ha venido produciendo en los países
desarrollados a medida que se han ido ensanchado los estratos de población con
bajos salarios para poder competir con naciones que desprecian los derechos
humanos. Y hoy en España, nada menos que las dos terceras partes de los
contribuyentes en el IRPF declara unos ingresos inferiores a 21.000 euros
brutos. Este modelo conduce, sin duda, a la ruina del país y a una manera de
entender la vida que sería un horror perder. Los nuevos gigantes económicos no
son para nada un faro que ilumine a la Humanidad. Al contrario. La realpolitik no es incompatible con la democracia y
con los valores.
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