Artículos de Opinión | por Francisco González Tejera |
21-05-2013 |
En
Vecindario (Gran Canaria) una mujer cayó al vacío este lunes gris de abril
desde el cuarto piso de su vivienda con su niña en brazos. Perdió la vida y su
hija está hospitalizada con heridas graves. La prensa habla de que no se sabe
bien si fue un suicidio o un accidente.
En
otros puntos del estado español cada vez más madres y padres se están inmolando
solos o con sus hijos, tratando de evitar el inmenso sufrimiento que les espera
en un futuro negro de miseria, hambre y explotación.
Más
de 15 suicidios diarios por razones económicas nos estallan en la conciencia
cada día en España sin que nadie, ni gobierno, ni instancias judiciales hagan
nada. Personas desesperadas, que no aguantan más tantas golfadas de la casta
política, tantas mentiras, tantos ajustes inhumanos para beneficio de la banca
mafiosa, del corrupto poder financiero, de una troika de delincuentes
dispuestos a matarnos de tristeza, austeridad y desarraigo.
Hoy
mismo veíamos en TV a miembros del gobierno del presidente totorota
felicitándose por sus nefastas políticas, hablando de que todo mejorará en
2014, de que según la esperpéntica y patética ministra de trabajo, la Reforma
Laboral ha salvado miles de empleos, que los recortes son buenos y benefician
al conjunto de la población, que si tal que si cual, que si decisiones
dolorosas, que si apretarnos el cinturón, que si brotes verdes y otras mierdas
y mentiras, que lo único que persiguen es seguir robándonos, convirtiéndonos en
ciudadanos y ciudadanas del mundo empobrecido, en esclavos al servicio del
cortijo privado de los siniestros señoritos del sobre y la corrupción.
Este
genocidio social es ya imparable y solo nos enteramos de un 1% de lo que
realmente está sucediendo en millones de hogares, de familias arrojadas a la
miseria, de miles de personitas que deciden quitarse la vida por no poder más,
para evitar seguir sufriendo la devastación generada por esta casta de
traidores que nos gobiernan.
Debe
ser durísimo decidir partir de esta vida y llevarte contigo a un ser tan
querido, hay que estar muy desesperado, hundido, asustado por estar perdiendo
todo: casa, trabajo, subsidios, prestaciones. Verte sin nada, tirado y
desprotegido por un estado manejado por seres sin escrúpulos, que solo
gestionan y hacen política para llenar sus cuentas corrientes y las de sus
amigos y familiares. Millonarios enchaquetados de coche oficial y trajes caros,
que hacen caso omiso a las demandas de millones de familias desesperadas, de
millones de personas desempleadas sin ingresos, sin esperanza, sin futuro, que
sufren, que sienten miedo, terror a ver morir a sus hijos de hambre.
Son
los verdugos de nuestro pueblo y ya no utilizan tanques, falangistas o
militares para arrasarnos, ahora nos matan con sus recortes, con su
enriquecimiento ilícito, con sus irregularidades permanentes, con sus
pelotazos, con su complicidad manifiesta con quienes manejan los hilos del
poder del dinero, los culpables de que en los últimos 30 años hayan muerto
miles de millones de personas en todo el mundo de hambre y sed.
Ahora
nos toca a nosotros, a nosotras, a quienes creíamos que por no haber nacido en
el mal llamado tercer mundo nos habíamos librado. Los mismos asesinos, los
mismos criminales y culpables de la situación de muchos pueblos de África, de
América Latina, de Asia, de los países más empobrecidos de la tierra, son ahora
los oscuros promotores de lo que está pasando en el estado español, de la
miseria de su gente, de los suicidios, de la malnutrición infantil, de la
tristeza infinita de las familias que ven como este gobierno les despoja de
todo, hasta de la remota esperanza de vislumbrar un futuro mejor.
Si
lo permitimos estaremos condenados, condenadas a sufrir como nunca habíamos
sufrido, a ver morir a nuestra descendencia ante nuestros ojos alucinados.
La
respuesta no solo está en el viento, está en nosotros/as, en la revolución, en
el necesario estallido social, en alzarnos, en expulsarlos, en barrerlos del
poder por las vías que sean, ya que su violencia contra el pueblo no tiene
límites.
Fuente:
La Haine
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