Las consecuencias de la transición inmodéli
Vicenç Navarro 26 de septiembre 2012
Este
artículo señala las consecuencias de la transición inmodélica de la dictadura a
la democracia que tuvo lugar en España, como responsable del enorme dominio de
las fuerzas conservadoras sobre el Estado español. Esto ha llevado al enorme
déficit social y a la irresolución del tema nacional como consecuencia de la no
admisión de un estado plurinacional. La constante referencia a la Constitución
como fuente de autoridad es un ejemplo más de que tal Constitución fue
resultado de ese desequilibrio de fuerzas en el momento en el que se escribió.
Las protestas sociales en Catalunya y en España así como las protestas a favor
de la identidad y especificidad de la nación catalana requieren una segunda
transición y una nueva constitución.
Una de las
mayores sorpresas que me encontré a la vuelta de mi largo exilio fue la enorme
complacencia (que existía en los mayores círculos políticos y académicos del
país, así como en los fórums mediáticos que gozaban de mayor difusión) sobre la
transición ocurrida en España de la dictadura a la democracia, proceso
unánimemente definido en aquellos círculos y fórums como modélico. Tal
complacencia se extendía también en la evaluación, por parte de tales establishments,
del sistema democrático que la transición había producido (que se presentaba
como homologable a cualquier otra democracia de la Unión Europea) y del Estado
del Bienestar. Lo que mejor reflejaba este sentimiento era el eslogan promovido
por el gobierno Aznar de que ”España va bien”, al cual la coalición
conservadora-liberal presidida por Jordi Pujol en Catalunya añadía “y Catalunya
va mejor”.
España no ha
resuelto su enorme déficit social
Los datos,
sin embargo, no confirmaban tal complacencia. España continuaba y continúa a la
cola de la Europa Social, con uno de los gastos públicos sociales por habitante
más bajos de la Unión Europea. España estaba lejos, y continúa estándolo, de
haber alcanzado la cohesión social que el nivel de desarrollo del país
permitía. El PIB per cápita español es ya el 94% del promedio de la Unión
Europea de los Quince (UE-15), el grupo de países más ricos de la UE. Y en
cambio, el gasto público social por habitante representa únicamente el 72% del
promedio del gasto público social por habitante de la UE-15. España se gasta
66.000 millones de euros menos de lo que debería gastarse por su nivel de
desarrollo económico. Que el Estado español no los gaste es debido a que no los
recoge, siendo España uno de los países que tiene un Estado más pobre de tal
comunidad. Los ingresos al Estado representan sólo un 32% del PIB, mucho más
bajo que el promedio de la UE-15, 44%, y mucho, mucho más bajo que Suecia, 52%,
uno de los países con mayor grado de cohesión social en la UE-15.
El hecho de
que el Estado español no recoja los fondos existentes en la sociedad es
consecuencia del enorme dominio que las fuerzas conservadoras tienen sobre el
Estado español y su política fiscal. Mientras que las personas que están en
nómina (la clase trabajadora y gran parte de las clases medias) pagan sus
impuestos sobre la renta en unos porcentajes semejantes (ligeramente
inferiores) al promedio de la UE-15, las rentas superiores, que derivan principalmente
sus ingresos de la propiedad y gestión del capital, pagan sólo el 20% de lo que
pagan sus homólogos en el promedio de la UE-15 (resultado del gran número de
deducciones). Además, España es el país donde existe mayor fraude fiscal,
concentrado en un sector muy minoritario. El fraude fiscal de las grandes
fortunas y grandes empresas que facturan más de 150 millones de euros al año
representa nada menos que 44.000 millones de euros, el 72% de todo el fraude
fiscal existente en España, fraude realizado en su gran mayoría con la
complicidad de la banca, máxima beneficiaria de los paraísos fiscales. Esta
realidad es ampliamente conocida en España y prácticamente ignorada por el
Estado. Según los técnicos de la Agencia Tributaria del Estado español, el 80%
de las inspecciones tributarias ocurren en el sector de los autónomos, una
minúscula parte de los mayores defraudadores del fisco. Uno de los máximos
defraudadores, el presidente del Banco de Santander, el Sr. Botín, ha sido
prácticamente amnistiado dos veces por los gobiernos del Estado español.
La otra
causa de que los ingresos al Estado sean tan bajos es el bajo porcentaje de la
población que trabaja y paga impuestos, resultado de la escasa participación de
la mujer en el mercado de trabajo, consecuencia del subdesarrollo de los
servicios públicos de ayuda a las familias, que deben facilitar tal
integración, debido al escaso desarrollo del Estado del Bienestar en España,
incluido los servicios públicos tales como escuelas de infancia (mal llamadas
en España guarderías) y los servicios de atención a las personas con
dependencia (ver mi libro El Subdesarrollo social de España. Causas y
Consecuencias. Anagrama. 2006)
La evidencia
de que España (y Catalunya) está a la cola de la Europa social es abrumadora y
las políticas de austeridad están empeorando todavía más este retraso y déficit
social. Para cualquier observador con una mínima sensibilidad social debería
estar claro que España no iba bien y continúa no yendo bien. El tema social
está sin resolver en nuestro país.
España no ha
resuelto el tema nacional
Pero hay
otro problema, el tema nacional, que tampoco está resuelto, y el enorme
crecimiento del independentismo en Catalunya es un claro indicador de ello. De
hecho, esta irresolución del tema nacional responde a la misma causa del
retraso social de España: el enorme dominio de las fuerzas conservadoras sobre
el aparato del Estado, resultado de cómo se hizo la transición. España es un
país que se ha construido sobre la existencia de varias naciones, resultado de
una historia no siempre pacífica en la que hubo vencedores y vencidos.
Resultado de ello es que algunas naciones dentro de España tienen más poder que
otras, y la nación basada en Madrid tiene un enorme poder, fácilmente
detectable en el análisis del sistema radial de transportes. Es mucho más fácil
ir por tren de la periferia al centro (Madrid) que entre Barcelona y Bilbao,
por ejemplo. Esta realidad, que es obvia, continúa siendo negada por el
establishment español centrado en Madrid, que incluso afirma que España es ya
en la práctica un sistema federal. He vivido muchos años en un Estado Federal,
Estados Unidos, y no hay comparación entre lo que se permite en España y lo que
ocurre en EEUU. Los que indican que ya casi tenemos un Estado Federal no
conocen como funciona un Estado Federal.
Tenemos un
Estado de autonomías, cuyo objetivo era, precisamente, negar la
plurinacionalidad de España. El “café para todos” conducirá inevitablemente a
la desarticulación de España, pues el Estado español no puede absorber
diecisiete Catalunyas. La falta de aceptación del carácter plurinacional por
parte del establishment español (basado en Madrid) está llevando a la
destrucción de España. Si cada demanda de Catalunya va acompañada de dieciséis
demandas iguales, veremos el fin de España, pues España no es la suma de
diecisiete naciones. Esta realidad se malinterpreta maliciosamente por el
establishment español como una demanda insaciable, fruto de un “victimismo”. Y
de tanto discutir estamos ya todos agotados, un sentimiento que explica que en
Catalunya el independentismo esté creciendo. Miles y miles de catalanes (en
realidad millones) que nunca habían sentido la necesidad de separarse de España,
hoy la sienten.
Es obvio
también que el establishment español centrado en Madrid no entiende, o no
quiere entender, esta realidad, consecuencia de su excesivo poder realizado a
costa de otras naciones y regiones de España. La ridiculización de esta realidad
por parte de autores como Fernando Savater, entre otros miles, muestra una
profunda ignorancia de cómo funciona un Estado Federal. El sarcasmo sobre lo
que llama “victimismo catalán” es característico del nacionalismo español.
Sería de desear que Savater estudiara mejor los datos y dejara de alimentar el
independentismo en Catalunya.
El enorme
poder de las derechas en España
El enorme
retraso social de España y la irresolución del tema nacional, responden a la
misma causa. La enorme influencia de las fuerzas conservadoras sobre el Estado
español, resultado de una transición de la dictadura a la democracia, que distó
mucho de ser modélica, pues se hizo en términos muy favorables a las fuerzas
ultraconservadoras, herederas del franquismo, que controlaban el Estado y la
mayoría de medios de información. Y ello como consecuencia del enorme
desequilibrio de fuerzas en aquel momento. Frente a las derechas, enormemente
poderosas (con un Ejército vigilando lo que pasaba) había unas izquierdas (que
lideraban el movimiento democrático) que acababan de salir de la
clandestinidad. Éstas últimas tuvieron que adaptarse a aquel Estado,
renunciando a demasiado. El bochornoso e injusto trato del Estado español hacia
“los desaparecidos” es un indicador más de ello. Sólo hace falta comparar el
tratamiento recibido por las víctimas del terrorismo de ETA con el recibido por
las victimas del terrorismo de Estado dictatorial. A unos se les ha ofrecido
todo tipo de reconocimientos y a los últimos prácticamente se les ha ignorado,
sin que el Estado se haya responsabilizado de encontrar a los asesinados
desaparecidos. ¿Se imaginan que a los asesinados por ETA se les hubiera dejado
abandonados en la cuneta sin que el Estado buscara sus cuerpos, ayudando a sus
familias a enterrarlos? Todo ello es resultado del enorme poder de las fuerzas
conservadoras sobre el Estado y la denunciable adaptación de la
socialdemocracia española a las estructuras de poder, que se abrieron durante
la transición para dar cabida a tales fuerzas políticas, en las que el
nacionalismo extremo españolista, heredado del franquismo, continuó dominando
la cultura política (y mediática) del país.
La
Constitución, también inmodélica
La
Constitución española refleja este desequilibrio. Aceptar tal Constitución es
aceptar el dominio conservador en estas instituciones consecuencia de aquel
desequilibrio. No es sorprendente que hoy los que recurren más a la
Constitución son aquellos que pertenecen al establishment español, basado en
Madrid, pues son los que se beneficiaron más de aquel desequilibrio.
La única
salvación para España es una segunda transición, más equilibrada, que haga una
reforma constitucional profunda en sentido casi opuesto a lo que se está
haciendo. Es también fruto de la enorme influencia de las fuerzas conservadoras
en el país que la Constitución constantemente referida casi como sacrosanta,
fuera cambiada en cuestión de horas cuando se exigió que se modificara para
incluir el Pacto Fiscal (por órdenes de la Sra. Merkel), lo cual se consiguió mediante
la reunión de los dirigentes de los dos partidos, el PP y el PSOE, que
aprobaron tal cambio, cambio también aprobado por la derecha catalana, CiU.
Este Pacto Fiscal condenará a España a un retraso social permanente.
Y esta misma
Constitución ahora se considera incambiable, cuando se pide una cosa tan
elemental como que el pueblo catalán pueda participar en un referéndum sobre si
desean separarse de España o no (entre otras opciones). Sé que se me dirá que
ello es posible, ignorando que los referéndums permitidos por la Constitución
(que se cuentan con los dedos de una mano) son consultivos y que tienen que ser
aprobados antes por las Cortes Españolas. Es impensable que el Estado de
Maryland en EEUU para hacer un referéndum tuviera que pedir permiso al Congreso
de EEUU. Naturalmente que las Cortes Españolas tendrían que participar en el
proceso de decisión de la separación de Catalunya de España, si ello ocurriera.
Pero ello es distinto a que el pueblo de Catalunya haga el referéndum cuando
quiera y como quiera su Parlament (a pesar, por cierto, de su limitada
representatividad, que comparte con las Cortes Españolas, al estar elegidos los
parlamentarios con la misma ley electoral que sistemáticamente discrimina sobre
todo a las izquierdas). El nacionalismo españolista hará todo lo posible para
que no se haga el referéndum, con lo cual el movimiento independentista
aumentará exponencialmente.
Una última
observación de tipo personal. Hay una enorme confusión en España sobre lo que
casi sistemáticamente se define como nacionalismo catalanista, identificando
cualquier reconocimiento de que Catalunya es una nación, con la derecha. Se
ignora que las fuerzas que lucharon más en defensa de la nación catalana
durante la dictadura fueron las izquierdas en Catalunya (una persona de
izquierdas tiene que estar en contra de cualquier forma de explotación, sea
ésta de clase, de género, de raza o también de nación). El liderazgo del PSUC
en defender Catalunya lo ha reconocido incluso Jordi Pujol, el dirigente
histórico de la derecha nacionalista. Pero esta defensa no era por la
independencia de Catalunya. El independentismo fue una fuerza menor, tanto en
la lucha antifascista como después. La lucha (y no hay otra manera de
definirlo) de las izquierdas era una defensa de una nación catalana dentro de
una España plurinacional, que la II República había iniciado pero cuyo intento
fue interrumpido por las armas. Fue una movilización popular de izquierdas que
llevó al presidente Companys a proclamar “el estado catalán dentro (repito
dentro, nota mía V.N.) de la República Federal española”. Fue solo horas
después que, como recordaba José Luis Cebrián en su artículo este domingo en su
diario El País, “el ejército ocupó los edificios oficiales de Barcelona,
encarcelando al President Companys (y también a Azaña que estaba en aquel
momento en Barcelona)”. Es indicador de la enorme debilidad de la democracia
española que Juan Luis Cebrián alertara en las páginas de su diario de que esto
podría ser un resultado de lo que está ocurriendo en Catalunya. Por lo visto,
el Sr. Cebrián parece no ser consciente que la admisión de este hecho muestra
lo enormemente insuficiente que fue la transición, a la cual El País siempre ha
presentado como modélica. Algunos de nosotros recibimos gran cantidad de abusos
por señalar lo inmodélica que fue aquella transición pues no cambió la relación
de fuerzas dentro del supuestamente nuevo estado democrático, lo cual determinó
el subdesarrollo social de España y la irresolución de su plurinacionalidad.
El movimiento
antifascista en Catalunya fue liderado por las izquierdas que no eran
separatistas y no pedían la independencia de Catalunya. En miles de hogares
catalanes, incluido el mío, la bandera catalana estaba siempre al lado de la
bandera republicana. Mis padres y su generación lucharon para alcanzar una
Catalunya democrática, justa y libre, dentro de una España democrática, justa y
libre, en la cual se encontraría Catalunya. Y esto es por lo que luchó gran
parte de mi generación en Catalunya en los años cincuenta, sesenta y setenta.
Ha sido la imposibilidad de alcanzar esta situación lo que explica que muchos
de los hijos y nietos de tales generaciones que, identificando España con esta
España dominada por el nacionalismo españolista, ha abandonado el intento de
cambiar España y se están centrando ahora en conseguir la Catalunya que sus
padres y abuelos también desearon. Pero, agotados ya por tanta oposición y
resistencia (que requeriría un cambio sustancial dentro de España que creen
imposible que se realice), decidieron hacerlo fuera de ella. Ni que decir tiene
que ni toda la población catalana es independentista ni todos los que estaban
en la marcha lo eran. Pero que hay un sentimiento de hartazgo con esta España
(gobernada hoy por los herederos del franquismo) sí que está bastante
generalizado pues han coincidido el déficit social, con el déficit democrático,
y el déficit nacional.
Sería
paradójico que ahora este movimiento de protesta lo liderara el gobierno de
derechas nacionalista catalán que siempre (repito siempre) ha apoyado las
medidas antisociales del gobierno del PP, que han dañado enormemente a las
clases populares de España, y de Catalunya, y que en el Parlament catalán han
siempre contado con el apoyo para sus recortes que están desmantelando el
estado del bienestar catalán del mismo PP perjudicando enormemente al pueblo
catalán. En realidad, tal como indico en otro artículo (“Lo que está ocurriendo
en Catalunya, y en España” Público 20.09.12), lo que estamos viendo en
Catalunya es el intento del partido gobernante de CiU de aprovechar tal
movimiento popular para sus propios fines electorales, haciendo olvidar a la
población (con la ayuda de los medios públicos de información de la
Generalitat, Catalunya Ràdio i TV3, abusivamente utilizados por CiU) de los
enormes recortes, y casos de corrupción que mostraban un claro impacto negativo
en su popularidad.
Esta
observación no quiere decir, como se ha malinterpretado en algunos medios de
Madrid, que el movimiento del 11-S sea una maniobra de CiU para ocultar tales
realidades. Tal movimiento es popular porque responde a reivindicaciones que
son justas y necesarias, y que deben atenderse. Pero, que el gobierno CiU las
está intentando canalizar para sus fines electorales es obvio. Sería importante
que las izquierdas y los sindicatos que acudieron a la manifestación (y los
sindicatos fueron en pleno) no permitieran que ello ocurriera. Y para ello
sería importante que establecieran complicidades con las izquierdas españolas
(que son federalistas y han aprobado el derecho a la autodeterminación) para
coordinar esfuerzos y así facilitar, no solo el cambio en Catalunya sino
también en España, sin lo cual el cambio en Catalunya sería incluso más
difícil. No hay que olvidar que la intervención militar en Barcelona, que
Cebrián cita, contribuyó, como respuesta más tarde, a la victoria electoral en
toda España del Frente Popular. Ni que decir tiene que los tiempos son muy
diferentes y los probables acontecimientos serán distintos. Pero hay que ser
consciente de que Catalunya y España han estado viviendo estos años gran
agitación social. Y en Barcelona hemos visto ya en lo que va de año varias
manifestaciones y veremos otras. Y sería un gran error que no confluyeran para
exigir una nueva realidad en Catalunya y también en España.
Fuente: www.elplural.com
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