LA IGLESIA, LA CRISIS Y EL PENSAMIENTO LÓGICO
Artículos de
Opinión | Coral Bravo | 19-09-2012 |
Como suele
decir Noam Chomsky, una sociedad que sepa pensar con lógica y posea las
herramientas intelectuales necesarias para desenmascarar los discursos falsos
será una sociedad muy difícilmente manipulable, y se cuestionará críticamente
la veracidad de las mentiras políticas, del totalitarismo e, incluso, de
creencias y tradiciones obsoletas que ponen freno al desarrollo ético y
democrático de las sociedades. Una de esas grandes herramientas es saber
pensar, para lo cual sería importante que, desde los primeros estadios de la
educación, se enseñara a los alumnos los preceptos básicos de la Lógica, esa
rama de la filosofía que nos ayuda a conocer e identificar falacias, engaños y
razonamientos erróneos con que, a veces, nos desorientan y nos confunden.
Por ejemplo,
una falacia lógica es un razonamiento incorrecto y engañoso que pretende pasar
como cierto. Y lo que hace engañoso al razonamiento no es la conclusión del
mismo, sino la propia incorrección del propio razonamiento. Un caso muy
frecuente de falacia lógica en los discursos políticos (y muy común también en
el pensamiento cotidiano) es el confundir la parte por el todo; de tal manera
que resulta habitual escuchar razonamientos del tipo “tal medicamento es
maravilloso porque al primo de mi vecino le salvó la vida”. Ese razonamiento
es, de manera evidente, ilógico y absolutamente falso e, incluso, muy
peligroso, puesto que atribuye a un hecho particular y puntual una
generalización no demostrada y errónea. De esta manera, y con este tipo de
argumentos falaces nos solemos encontrar, con menor o mayor evidencia, en
muchas de las ideas de políticos y en muchas alocuciones interesadas desde
distintos ámbitos del poder.
Y traigo
este razonamiento a colación por una noticia concreta que leí hace unos días.
En el Congreso de Teología Juan XXIII una parte de la jerarquía católica
concluyó que la Iglesia tiene que denunciar en la CEE la pésima gestión
gubernamental de la crisis, y, refiriéndose a España, razonó que la jerarquía
eclesiástica española debe abandonar ese “silencio escandaloso” y denunciar que
la gestión de la crisis por parte de este “gobierno despótico” se realiza “sin
compasión e ignorando a los excluidos”. Es de agradecer tan buena intención a
estos teólogos que exigen a la Iglesia un mínimo cumplimiento y puesta en
práctica de los preceptos de amor al prójimo que tanto y tanto predican. Sin
embargo, me temo que estas conclusiones son más que rebatibles desde el
pensamiento lógico. Doy por supuesto que miles de cristianos de base, tanto
simples adeptos como religiosos, son personas que se mueven por la caridad y
por los ideales trascendentes del amor y servicio a los demás. Por supuesto que
sí, todos conocemos a alguien que así siente y actúa o intenta actuar,
incluidos algunos de los teólogos que llegaron a esas conclusiones en este
Congreso. Sin embargo, cabe preguntarse si ellos son la Iglesia, o si son sólo
una parte de la Iglesia. Cabe preguntarse si esas conclusiones de aspiración
humanitaria forman parte de un razonamiento lógico, o si son una falacia que hace
identificar erróneamente una parte con el todo.
Y digo esto
porque, si la actuación sistemática fuera la de ayuda al prójimo oprimido, como
está grabado a fuego en la mente de una buena parte de la sociedad española,
esa petición a la Iglesia de rechazo a la corrupción y a la indecencia política
formaría parte de lo lógico. Sin embargo, si miramos la realidad, nos damos
cuenta de que ese tipo de actitud está realmente lejos de las actuaciones
eclesiales. De hecho, los colectivos de base que se han comprometido con la
ayuda a la población desprotegida siempre han sido disidentes, marcando
heterodoxia en oposición a los sectores de poder de la Iglesia, como los
miembros de la Teología de la Liberación, o los famosos curas obreros del final
del franquismo. Por lo que estos bienintencionados teólogos deberían darse
cuenta de que exigen posturas a la Iglesia que nunca ha tenido, y preguntarse,
entre otras cosas, por una serie de cuestiones antes de emitir sus quejas:
- -Si la Iglesia apoyó a la población española que fue represaliada y fusilada al final de la guerra civil y en la dictadura franquista.
- -Si condenó la dictadura y sus numerosas acciones contra la libertad, la integridad y el bienestar de los españoles.
- -Si denunció las atrocidades, las torturas y las muertes de los millones de judíos en el holocausto nazi.
- -Si condena realmente la miseria y la muerte por hambre de millones de seres humanos en la parte pobre del planeta.
- -Si apoya a la ciencia en sus investigaciones por la mejora de la vida de las personas.
- -Si estuvo al lado de la mujer, secularmente maltratada y relegada a un lugar social marginal a lo largo de los siglos.
- -Si apoya y da su aliento al colectivo de homosexuales que, no hace tanto tiempo, han sido perseguidos y tratados como criminales por su condición sexual.
- -Si alguna vez insta a sus adeptos en sus discursos al respeto a la vida animal (vidas cruelmente maltratadas y cosificadas) o a la abolición de espectáculos macabros donde se torturan y se matan animales sin piedad.
- -Si se dedica, con la millonaria asignación de dinero público que recibe, a dar de comer realmente al hambriento.
- -Si, siendo la mayor propietaria de suelo en el país después del propio Estado, dedica alguno de sus inmuebles a dar techo a las miles de familias que están en la calle.
- -Si reparte entre los parados o entre los españoles que viven en la miseria los 160.000 millones de euros que recibe por decreto del gobierno actual.
Si las
respuestas no son afirmativas, es argumento más que suficiente para intuir que,
probablemente, nos hallamos ante una falacia lógica más, que contribuye a hacer
considerar lo particular y puntual como lo general. Porque una parte no es el
todo. Aunque a veces se utilice a la parte para hacer parecer el todo. Y porque
la verdad no está en lo que se dice, sino en lo que realmente se hace.
Coral Bravo
es doctora en Filología
Fuente: www.elplural.com
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