JUAN CARLOS, ¿POR QUÉ NO TE CALLAS?
Artículos de
Opinión | Esther Vivas | 19-09-2012 |
Juan Carlos
quiere poner paz y orden. Su paz y su orden. Ayer lo dejó claro. Con su misiva
señalaba que en momentos de crisis hay que interiorizar dos cuestiones
fundamentales “que sólo superaremos las dificultades actuales unidos” y “que
desde la unión y la concordia hemos de recuperar los valores de la Transición”.
Ni lo uno ni lo otro.
¿Unidos con
quién? Ya que o se impone el interés de la minoría –como viene sucediendo– o
triunfa la voluntad de la mayoría. Aquí no hay medias tintas. No vamos todos en
el mismo barco. El capital económico y financiero quiere aprovechar la crisis
para reorganizar la sociedad en función de sus intereses particulares. Salir
reforzado de la crisis, con menos derechos sociales, laborales y democráticos.
Y así lo vemos día tras día, recorte tras recorte. Nos quieren hacer pagar el
coste de una crisis que no hemos creado. Su crisis no es la nuestra. Sus recetas
anticrisis no son las nuestras y no nos benefician, aunque nos quieran hacer
creer lo contrario. Superar las ”dificultades actuales” sólo será posible si la
voluntad del 99% prevalece por encima de los intereses particulares del 1%, de
la elite financiera y los políticos a su servicio. Unidos sí, pero los de abajo
contra los de arriba.
¿Remar
juntos? No se “rema juntos” a la fuerza, bajo la imposición de una Constitución
que niega el derecho a la autodeterminación de los pueblos. El monarca decía en
su carta que “nuestro modelo de convivencia” está amenazado. Pero quiénes lo
amenazan son aquellos que niegan la libertad de los pueblos a decidir su
futuro. Un “modelo de convivencia” sin derecho a decidir no es convivencia ni
es nada. Y las aspiraciones de soberanía no son una “quimera”, como decía en su
misiva, son un derecho legítimo. Lo que es una “quimera” es pensar que la gente
se quedará en casa con la que está cayendo y que el pueblo catalán permanecerá
de brazos cruzados cuando se le niega su soberanía. Aquí quién persigue una
“quimera” es el rey.
Y, ¿qué
valores recuperar? No es en los “valores de la Transición” donde hay que buscar
la inspiración para afrontar el presente, sino en los de la lucha del
antifranquismo y de la resistencia contra todos los falsos consensos que nos
impusieron desde la propia Transición. El régimen actual atraviesa sus peores
momentos. El edificio construido en 1978 tiene profundas grietas. Y no hay que
taparlas sino ahondarlas. Cuando el mito de la “inmaculada Transición” se
desmorona su invocación por parte del rey suena entre tragicómica y
esperpéntica. El intento desesperado por salvar un buque antes del naufragio.
Dicen que
los elefantes, a quienes el monarca trata con poco cariño, tienen muy buena
memoria. La Transición impuso el olvido y la desmemoria. Tal vez tendríamos que
aprender de los elefantes y recuperar la memoria y luchar contra aquellos que,
imponiendo la Ley del más fuerte, acaban con nuestras vidas y niegan nuestros
derechos sociales y nacionales.
Nos pedía el
rey recuperar los valores de: “el trabajo, el esfuerzo, el mérito, la
generosidad, el diálogo, el imperativo ético, el sacrificio de los intereses
particulares en aras del interés general”. No parece que la Corona sea un
ejemplo de dichos valores. Tampoco la elite financiera que se basa en la
competencia, el beneficio a corto plazo, la especulación, el enriquecimiento
fácil... a costa de todo y de todos.
”Los valores
de una sociedad sana y viva” a los que alude no son ni los de la Transición, ni
los de la Constitución, ni los de la Monarquía, ni los del Capital son los que
emanan de las luchas sociales, de la marea indignada nacida el 15M, de las
movilizaciones contra los recortes y, mal que le pese al rey, de la
manifestación del pasado 11 de septiembre en Catalunya cuyo mensaje no arroja
dudas sobre la voluntad del pueblo catalán y su opinión sobre el régimen de la
Transición y sus “valores”.
Hace unos
años el rey mostraba su fe en el “consenso” haciendo callar autoritariamente a
Hugo Chávez. Ahora nos toca entre todos hacerlo callar a él.
*Artículo
publicado en Público, 19/09/2012.
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