RAJOY: EL LIBERALISMO NO SEDUCE
Artículos de
Opinión | José Antonio Medina Ibáñez | 29-09-2012 |
A Aznar le
encantaba parecer como un Sarkozy, pequeñito pero matón, con su cuaderno azul
metiendo el mismo miedo que la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre,
pretende meter a los periodistas de Telemadrid.
Por fin,
después de 9 meses hemos visto por TV1 al presidente Rajoy diciendo lo contento
que está con los éxitos de su reforma laboral y que para él lo primero es el
déficit y luego los pensionistas y todo lo demás. Esto suena a más recortes y a
lo de siempre: él está aquí para mandar, con la venia del BCE y del FMI.
El todavía
escondido presidente español está fracasando porque pensaba – entre mil cosas –
que todos los españoles eran liberales, que sus ciudadanos se postrarían
incluso ya no ante la autoridad del mercado, sino también a la del clero; quizá
por ello lo de la entrega personal, en julio pasado, en Galicia, de El Códice
Calixtino y la intervención pública del Cardenal Arzobispo de Madrid Rouco
Varela hablando de los peligros del Eurovegas. Cuanta pena y cuanta falta de
Gloria.
Como Aznar,
Rajoy está convencido de que la función del resto es obedecer, que sus
ciudadanos deben sumarse a sus decisiones y jamás enjuiciar sus deseos; por
ello eso de no tener un vicepresidente económico porque él daría la cara
siempre, doliera a quien le doliera. Pobre De Guindos.
Rajoy pensó
que todos sus seguidores conocían al dedillo lo que es ser un liberal a
conciencia y que por ende entenderían la caída de salarios, la puesta en duda
de la estabilidad de las pensiones, la subida de impuestos y las esperpénticas
propuestas de sus presidentas regionales de eliminar concejales y diputados.
¿Minar la democracia?
Así que, de
asegurar que los neopopulistas, retrógrados y utópicos políticos de izquierda
eran unos desenterados, ha comenzado a pensar que el discurso que los liberales
ofrecen al mundo es mucho menos “fascinante” que el de aquellos y por ello
lucha por parecer un líder con don de mando europeo, decidido y batallador,
lamentando no lograr lo que tanto esperaba: Cada vez que reafirmara esta
voluntad de parecer más sabio, sintonizaría con su ciudadanía. Otro error, la
seguridad laboral y el Estado del Bienestar están primero y tal vez por esta
actitud solo uno de cada dos votantes (52%) está dispuesto a repetirle si
hubiera elecciones en este momento.
La derecha
española de repente ha comenzado a cuestionar su cultura, las universidades y
los valores por ellos mismos creados, no para erradicarlos, sino para
perfeccionarlos: Privatizarlos y jerarquizarlos ad infinitum, olvidando que una
de las señas de Europa ha sido establecer la más aventajada democracia del
mundo y la más desarrollada y apetecida prosperidad cultural y social. Sin
embargo, para nuestros civilizados líderes, pareciera que esto importa
un comino y que con tal de salir de la crisis el que se vaya por el desfiladero
el Estado del Bienestar es poco menos que nada. Al fin y al cabo, el hombre es
un animal de costumbre.
La
prosperidad disfrutada en España hasta 2007, Rajoy la consideraba un resultado
indiscutible de la política aznarista y discurrió, con firmeza, que en un
santiamén con un par de buenos muchachos economistas, una leal e inocentona
vicepresidenta del gobierno y un grupo de rabiosas presidentas autónomas, el
mundo europeo y norteamericano se rendiría a sus pies. Otra metedura de pata.
El escondido
presidente español insiste en no cambiar su conducta porque él es ante todo un
liberal, un convencido del mercado y de la privatización. Insiste en decir que
no sólo es feliz con lo que hace, sino que además hay que hacerlo: Crear un
banco malo donde las grandes fortunas compitan en igualdad de condiciones
con las de a pie.
Rajoy y sus
leales se perciben como Franco se percibía a él solito: Los elegidos para
salvar España, como si los errores los hubiese cometido el pueblo. ¿Quién puede
olvidar a De guindos diciendo en septiembre de 2011 que lo que hacía falta era
tener un plan creíble y san se acabó?
Ahora las
encuestas le dicen a la derecha española que ni sus votantes quieren a Rajoy ni
a sus enchufados, que no es necesario que desaparezcan las autonomías sino que
se regulen sus gastos económicos como los que acarrean las representaciones
diplomáticas catalanas o gallegas en el extranjero, que los terroristas de ETA
deben quedarse en la cárcel porque cuando asesinan con 10 disparos por la
espalda, no preguntan si el asesinado es padre o tenía hijos.
Así que, ya
no todos los que sospechan de la política de Rajoy pueden ser tachados de
comunistas o socialistas, pero tampoco de liberales. Rajoy parece quedarse solo
y la marca PP también. ¿Asistimos a la llegada del Estado Gerente? Para Rajoy
esto es impensable no porque puedan perder el poder, que también, pero en ese
caso en las manos de un gobierno al estilo italiano o griego, sino porque está
profundamente convencido de que el pueblo ignora completamente cómo crear la
riqueza que los grandes líderes, como él, saben hacerlo.
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