EL EURO ES UN POLVORÍN QUE VA EXPLOTAR
Entrevista
exclusiva a Alexis Tsipras.
El líder de
la segunda fuerza política de Grecia afirma que el problema no es la moneda
única, sino las políticas que la acompañan. En este reportaje destaca el modelo
argentino y se interroga sobre los desaparecidos griegos en nuestro país.
Entrevistas
| Eduardo Febbro | 19-09-2012 |
Desde Atenas
–Euro o no
euro. Esa ha sido la gran disyuntiva a través de la cual se le presentó a
Grecia y, particularmente, al movimiento Syriza que usted dirige. ¿Cómo analiza
el momento de crisis que atraviesa Europa y que parece poner en tela de juicio
mucho más que la sacrosanta estabilidad del euro?
–Creo que el
modelo europeo debe reconstruirse desde abajo. No podemos estar satisfechos con
lo que hoy se llama Europa. La crisis actual no es una crisis europea sino
mundial. Europa no cuenta hoy con los mecanismos para hacerle frente y
controlar el ataque financiero mundial contra sus pueblos. Esto explica por qué
Europa se convirtió en un continente donde el ataque del sistema financiero
mundial fue feroz. Estamos sin defensa.
–¿Acaso el
euro, la moneda única, no es una moneda imposible, es decir, una divisa que no
representa el nivel real de los 17 países que componen la Zona Euro y que, por
consiguiente, impone sacrificios a muchas naciones que no están a la altura de
lo que el euro necesita para existir?
–El euro no
es la única razón de la crisis, pero sí es parte de ella. El resorte de la
crisis es la arquitectura del euro dentro de Europa. Necesitamos tener una
moneda única, pero no una moneda controlada, que lo único que hace es hacerles
favores al gran capital y a los ricos. Lo que nos hace falta es una moneda que
responda a la necesidad de los pueblos. Tenemos una moneda única, pero nos
falta contar con la capacidad de tener políticas para todos los países, en
especial para los países de la periferia, que están sufriendo en este momento. El
euro es un fenómeno mundial único: tenemos una moneda única, o sea, una unión
monetaria, pero carecemos de unión política y de un Banco Central Europeo capaz
de ofrecer ayudas a todos los países de Europa.
–¿No hay una
contradicción en su postura: ser de izquierda y al mismo tiempo defender el
euro?
–La
contradicción existiría si uno defendiera de qué manera funciona el euro, qué
es lo que representa y cuál es la arquitectura y la hegemonía dentro de esa
moneda única. El problema no es la moneda única sino las políticas que
acompañan esta moneda. El euro se ha convertido en una cárcel para los pueblos
de Europa, en especial para las economías más débiles de la periferia que están
enfrentando la crisis. La contradicción está en la base con que se construyó el
euro. El euro es un polvorín que va a explotar si seguimos con este rumbo. Las
políticas de ajuste que van mano a mano con el modelo neoliberal dentro del
euro nos van a conducir a la destrucción del euro. Pero esta perspectiva la van
a pagar los pueblos y no los bancos, que van a salvarse, o a tratar de
salvarse. El sectarismo dogmático de las elites europeas que defienden ese
modelo conduce a Europa muchas décadas hacia atrás.
–El grado de
diagnóstico que usted y la izquierda hacen de la problemática es brillante.
Pero no se encuentra la misma eficacia en la forma de gestionar la
confrontación con el sistema liberal. ¿Cómo salir entonces de la poesía del
diagnóstico y entrar de verdad en un proceso de reforma contundente?
–Una buena
manera consiste en empezar cambiando las correlaciones de fuerzas en la
sociedad. En mayo y junio pasado el partido Syriza estuvo muy cerca de romper
esa correlación de fuerzas que existía. Grecia se convirtió en un experimento
ultraliberal, en el conejillo de Indias. Aquí se puso a prueba la política del
shock para luego ampliarla al resto de Europa. Pero tenemos la reacción de la
sociedad. La gente ya no tiene ahora la vida cotidiana que tenía antes y es esa
misma gente la que reaccionó para que las cosas cambien. Con su movilización la
sociedad amenazó a las elites de nuestro país. Eso significa que sí estamos
cambiando la correlación de fuerzas mediante el comportamiento crítico de las
masas. Hay que recordar que, después de la ocupación nazi y fascista de nuestro
país, pocos años después, en 1958, la izquierda estuvo a punto de llegar al
poder. Las últimas elecciones las perdimos por un estrecho porcentaje. Pero hay
que tener en cuenta que del otro lado no tenía como adversarios solamente a las
fuerzas políticas, sino también a un sistema financiero mundial y europeo muy
poderoso que nos combatió con todas sus armas de manera feroz. Pero si
ganábamos las elecciones quizá Grecia se hubiese convertido en el eslabón débil
capaz de romper la cadena que sujeta a Europa. Tal vez Grecia pueda pasar así
de ser un conejillo de Indias a ser el futuro bebé, el embrión de la esperanza.
Esa oportunidad histórica no la hemos perdido todavía. Los pueblos no han dicho
su última palabra.
–¿Grecia fue
un poco el paradigma de Chile en Europa?
–Si
ganábamos las elecciones nos hubiésemos convertido en el Chile de Europa. Pero
no lo sabemos hoy. Las experiencias latinoamericanas de los últimos años son
muy ricas para nosotros. Lo que pasó en Chile cuando cayó la dictadura, lo que
pasa en Venezuela hoy, lo que pasó en la Argentina hace diez años, cuando el
FMI se fue de la Argentina, todo eso constituye experiencias que nos hacen
mucho más ricos y ayudan a perfeccionar y a concretizar nuestra estrategia,
tanto en Grecia como en Europa.
–¿En qué
sentido lo ocurrido en Chile, Venezuela o la Argentina es un aporte para los
movimientos de izquierda radical del Viejo Continente?
–La lección
más importante radica en que la izquierda no puede desplegar sus armas en la
sola propuesta de cambio político del sistema, no. La izquierda tiene que basar
su esperanza y su trabajo en la sublevación del pueblo. Los pueblos se levantan
y luchan. Si en el futuro llegamos a tener un gobierno Syriza en Grecia, para
poder trasladar el poder de los poderos al pueblo ese proceso tiene que estar
acompañado por la participación de las masas, a fin de revertir la situación.
Un gobierno solo no lo puede hacer. También son necesarias nuevas instituciones
democráticas. Nosotros no podemos cambiarnos de ropa y ponernos el traje del poder
anterior. Ese traje no nos queda bien. Hay que crear entonces nuevas
instituciones sociales y políticas para levantar a las fuerzas del pueblo, que
en este momento están marginalizadas dentro del sistema y no tienen ni
participación ni poder. Debemos trasladar ese poder a toda la gente.
–Muchos
comparan lo ocurrido en la Argentina en 2001 con lo que está ocurriendo en
Grecia. Se recuerda a aquel eslógan argentino que decía “que se vayan todos”.
¿Es válido un enunciado semejante para la Grecia actual?
–Acá se
siguen escuchando voces que dicen “que se vayan todos”. Los grandes medios de
comunicación apoyaron este eslogan que, en realidad, no tiene contenido
político. ¿Pero cuál fue el resultado de eso?: en un país como Grecia, donde
nació la llamada democracia, tenemos ahora el renacimiento de las ideas
fascistas de la mano del partido neonazi Aurora Dorada, que hoy está en el
Parlamento. Aurora Dorada está encontrando apoyo hasta en las clases populares.
Hay sí muchas similitudes entre lo que pasó en la Argentina y la Grecia de
ahora. La política del shock liberal que se implementó en la Argentina en los
años ’90 bajo las órdenes del FMI también se aplicó aquí. Estamos en ese
proceso, lento pero destructivo, un proceso que se comporta de forma muy
violenta contra los pueblos y los marginados: planes de ajuste, ataque contra
los salarios, desempleo. Pero como estamos en la Zona Euro el FMI no tiene las
cosas tan fáciles como en la Argentina. Si nos abandonan, las consecuencias
serían muy importantes para los otros países de Europa. Nuestra economía
representa el 2,5 por ciento del total de Europa. Además, el euro es la segunda
moneda de reserva en los bancos mundiales.
–¿Qué
lecciones saca usted del desastre argentino del 2001?
–La
experiencia argentina es muy importante para sacar conclusiones políticas.
Diría que la conclusión más importante radica en que la política del
neoliberalismo es cínica, inhumana. Es un callejón sin salida. Pero, por otra
parte, la Argentina nos mostró la forma en que un pueblo se puede parar contra
este sistema y reconstruir sus bases para vivir mejor, para reorganizar el
Estado y la sociedad. Tuve que responder en el Parlamento al ministro griego de
Economía cuando atacó de forma muy racista a la Argentina. El ministro dijo:
“Noso-tros no somos como los argentinos”, y yo le respondí que estábamos mucho
peor que Argentina. Esa es la verdad.
–La
democracia argentina se revalorizó con la crisis. En Grecia, en cambio, surgió
un movimiento neonazi muy poderoso. Esto permite conjeturar que puede haber en
el futuro una mayoría neonazi con una oposición de izquierda radical fuerte, o
al revés.
–No creo que
lleguemos a tener un gobierno de extrema derecha. Nuestro pueblo es heredero de
una gran historia antifascista. Este pueblo tiene memoria histórica y no lo va
a permitir. Pero hay algo que debe decirse claramente: el neonazismo y Alba
Dorada no son una fuerza antisistema, no, es una fuerza del sistema dentro del
sistema. Es el brazo más fuerte del sistema que será utilizado si se siente en
peligro. El único peligro para nuestro país son las políticas neoliberales, la
troika (Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo, Unión Europea) y
el movimiento neonazi, que es un aliado para seguir en este camino.
–Usted
rompió hace poco el silencio proponiendo en el Parlamento griego que Grecia se
ocupara del destino de los de-saparecidos griegos en la Argentina. ¿Cómo quedó
ese reclamo?
–Dentro de
los 30 mil desaparecidos en la Argentina durante la década de los ’70 hubo
casos de aproximadamente 17 personas que eran hijos de griegos. Sus padres no
saben aún qué pasó con sus hijos. Nosotros planteamos ese tema en el Parlamento
para poder tratar de averiguar con la ayuda del gobierno argentino qué pasó con
esos jóvenes. Nosotros no podemos olvidar cómo un régimen autocrático que
gobernó la Argentina llevó al genocidio a casi una generación. La violencia, la
desaparición y el asesinato de tanta gente en manos de esos regímenes
autocráticos no pueden dejarse en el olvido. En la historia moderna hay un
paralelo entre Grecia y la Argentina, porque acá también hubo dictaduras
apoyadas por los grandes imperios. Debemos proteger con la democracia a las
futuras generaciones de esas dictaduras.
–Los
neonazis tienen mucha fuerza. Parte de ella nace del trabajo social que hace,
de su acción en la calle, de su oferta de seguridad. ¿Acaso a la izquierda no
le falta capacidad de acción para derrotar a la ultraderecha en el terreno de
lo concreto?
–Lo que
tiene que hacer la izquierda es crear un frente ideológico y, al mismo tiempo,
construir un modelo de sociedad que resiste y es solidaria. La solidaridad no
es la filantropía sino cómo resistir juntos. No tenemos que permitir que esos
grupos se presenten con la cara lavada cuando en realidad representan la historia
de lo más violento que sufrió la humanidad. Nuestra lucha en la calle tiene que
tener otro modelo para elaborar ese frente ideológico de protección del pueblo.
Se trata de un frente doble: contra las fuerzas neoliberales y contra el
fascismo.
–La llamada izquierda
radical tiene muchos enemigos, empezando por quien debería ser, al menos, un
aliado parcial: la socialdemocracia.
–En Europa y
en el mundo la socialdemocracia ha pasado por una mutación increíble en los
últimos años. La socialdemocracia opera como una suerte de cirugía plástica con
la cual quieren cambiar algo que no se cambia. Este capitalismo financiero
casino no pueda cambiar de imagen por más cirugía que se le haga. La
socialdemocracia es incapaz de ofrecer soluciones a los problemas sociales y
reales que enfrentan los pueblos. En Grecia, el partido que representó a la
socialdemocracia, el Pasok, no se diferencia en nada de la derecha. Son una
copia. Por eso nuestra izquierda puede convertirse en un polo de alianzas con
auténtica base social y popular.
–Cuál sería
su modelo ideal: Chávez en Venezuela, los Castro en Cuba, Lula en Brasil o el
peronismo de Kirchner en la Argentina.
–América
latina siempre fue un laboratorio social y político increíble que da
resultados. Cada país y cada movimiento tienen su particularidad. A nosotros
nos interesa saber cuál es la mejor visión del socialismo del siglo XXI para
todo el planeta. A pesar las particularidades necesitamos una visión común y
los mismos enemigos. Nosotros seguimos muy de cerca el proceso de integración
en América latina. Ese proceso no es teórico, está en práctica y da respuestas
al dogmatismo neoliberal. Pero lo que se encuentra más cerca al modelo griego
es Argentina y Brasil. En las realidades sociales y en las paralelas
históricas, tenemos mucho más que ver con lo que sucedió en Argentina y Brasil.
Desde luego, también tenemos puntos en común con Venezuela y Cuba. Nuestros
enemigos dicen que Syriza quiere convertir a Grecia en la Cuba de Europa.
Nosotros les respondemos que ellos quieren crear una Cuba en Europa, pero la
Cuba de antes del ’60. A eso quieren llevarnos.
–Usted
representa a una generación marcada por una época donde se produjo una gran
despolitización. ¿Cuál sería la fórmula para reintroducir la política y, más
concretamente, el interés por una política de izquierda?
–En este
momento estamos viviendo la última fase del capitalismo y no del socialismo.
Estamos en la caída del sistema capitalista y esto nos conduce a un análisis
diferente del comportamiento social como generación, tanto más cuanto que
constatamos las condiciones en las que estamos viviendo hoy en día. Mi
generación entró en la política como una fuerza muy pequeña en las
universidades y en las escuelas cuando ya había una hegemonía casi total del
neoliberalismo, cuando se presentaban porcentajes de crecimiento económico
enormes y a la vez abstractos y cuando los ejemplos del buen vivir eran el
súper consumismo. Ahora estamos en otra realidad. Hoy, en Grecia, uno de cada
dos jóvenes que tiene entre 24 y 35 años no tiene trabajo. Están condenando a
esa generación a vivir mucho peor que sus padres, los están condenando a vivir
sin soñar. Lo que le podemos dar y decir a esta generación es que tiene que
reencontrar en su conciencia la esperanza dentro de la lucha. Para poder
reconstruir esas vidas destruidas deben creer que hay un futuro mejor, no hay
otra manera. La justicia social y la dignidad son dos cosas muy importantes
para una generación que quiere reconquistar su futuro.
–Usted juega
el fútbol y está rodeado de gente argentina, uno de ellos es de Independiente.
Dentro de poco irá a la Argentina. ¿A qué club le pone fichas? Tomemos tres:
Boca, River o Independiente.
–Apuesto por
Boca porque Maradona jugó en Boca. Yo tengo esa imagen mítica de la Bombonera
que vi en las fotos y en las películas. Tengo mucha fe en la política de Syriza
porque tenemos eso fútbol de la fantasía que es el fútbol argentino.
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