¿ANTIDISTURBIOS? TODOS SOMOS GEORGE HOLLIDAY
Artículos de
Opinión | Daniel Mari Ripa * | 28-09-2012 |
Cargas policiales ante manifestantes inmóviles, agentes infiltrados que comienzan disturbios, cabezas abiertas, palizas
en el Metro, jóvenes defendidos por un hostelero del PP… El
25-S deja imágenes y vídeos para el recuerdo. Tienen en común su distribución
por Internet antes de alcanzar a los grandes medios de comunicación, en una
situación que alerta –y mucho- a los gobiernos occidentales.
El legado de
George Holliday
Rodney King
era un joven afroamericano de la ciudad de Los Ángeles. Había obtenido
recientemente la libertad condicional. El 3 de Marzo de 1991, conduciendo,
presumiblemente, bajo los efectos de estupefacientes se dio a la fuga ante la
policía. Temía volver a prisión. Tras una persecución por la ciudad, finalmente
paró su vehículo. Una vez inmovilizado, los agentes comenzaban a apalearle. La
escena, capturada en vídeo por el videoaficionado George Holliday, un anónimo
que no tendrá nunca página en Wikipedia, daría la vuelta al mundo. El 29 de Abril de 1992,
en un juicio contra esos policías, un jurado compuesto exclusivamente por
blancos, les absolvía. La indignación de la población afroamericana en Los
Ángeles incendió las calles durante 5 jornadas, en unas protestas que causarían
entre 50 y 60 muertos. El caso de Rodney King podía haber sido uno más entre
los miles de violencia policial. Pero, gracias a Holliday, rompió el habitual
anonimato.
20 años más
tarde, Internet ha evolucionado mucho más que nuestras débiles democracias. Los
gobiernos siguen criminalizando a los disidentes y la policía reprimiendo,
mientras las oligarquías financieras continúan utilizando su tráfico de
influencias en la política. Pero el avance de las nuevas tecnologías ha hecho
que hoy todos seamos George Holiday. La revolución de los ‘Smartphone’
nos dado cámaras que transmiten en Internet en tiempo real. Y la hemos usado no
sólo para sacarnos fotos y vídeos con familia, pareja o amigos, sino para
cubrir desahucios o manifestaciones, distribuidas viralmente en las redes
sociales. Nos hemos convertido en periodistas ocasionales. Siempre ha habido cargas policiales, toletazos e
infiltrados en las movilizaciones. Pero quedaban en el anonimato de la censura
de los medios de comunicación. No nos engañemos, Facebook y Twitter no nacieron
para dar cabida a las luchas políticas. La politización de la red vino después.
Ahora, usando esas herramientas –y las creadas por un ejército de activistas
informáticos anónimos- un acto de violencia policial en una ciudad periférica puede dar la vuelta al mundo.
¿Criminalización?
Los gobernantes siempre usan las mismas armas
Los
movimientos sociales contestatarios han sufrido históricamente la manipulación
y criminalización. El manual del ‘gobernante’ se aplica una y otra vez,
independientemente del contexto y la situación. En 1980, el sociólogo Todd
Gitlin publicó un impactante estudio sobre el trato que los medios de
comunicación americanos dispensaron en los 60 al exitoso colectivo estudiantil
de izquierdas Students for a Democratic Society –del que fue
presidente-, hasta acabar con él en 1969. Entre las estrategias, Gitlin
señalaba trivialización (edad, forma de vestir); polarización
(presentarlos como opuestos a otros grupos extremistas); énfasis en disensiones
internas; marginalización (“desviados”, no representativos); cuestionar
su apoyo real entre la población y la efectividad de lo que hacían; declaraciones
de autoridades (negativas) sobre ellos; alertar de la presencia de
“radicales” y violentos en sus filas; estereotipar y dramatizar las
situaciones de violencia; criticar su simbología; deslegitimar sus
eslóganes más positivos (como una “marcha por la paz” que pusieron en
marcha)… ¿Nos resultan familiares?
A cientos de
miles de activistas en las últimas décadas les suena perfectamente. El propio
15-M fue acusado de “perroflautas”, “no tener propuestas
reales”, “ser violentos”, o “radicales”, o el fatalista y falso “no han conseguido
nada”. Con el 25-S, se ha vuelto a repetir: “Neonazis”, “golpistas”,
“movilización inútil”, “violentos”… El mismo guion que Gitlin reconoció en los
60 y que ha bloqueado a los movimientos sociales una y otra vez desde entonces.
Políticos y
policías no entienden las Nuevas Tecnologías
El PP había
planificado concienzudamente el 25-S: Calentó el ambiente previo, situó una
desproporcionada presencia policial, infiltró policías para generar disturbios,
y aseguró una cobertura mediática excepcional. Esperaba y deseaba las imágenes
de violencia. Todo estaba preparado para el comienzo de la propaganda, con
conexiones en directo de RTVE al comienzo de las cargas. Como el 15 de Junio de
2011, cuando, tras la presión ante la entrada de los diputados al Parlament,
cientos de medios de comunicación criticaban la deriva violenta del 15-M. Pero
en la era ‘smartphone’, el grabador también está siendo grabado, cada acción
observada. Antes de que un antidisturbios termine de levantar su porra, ya
habrá recibido decenas de fotografías y su acción estará siendo retransmitida.
La lucha ya no es sólo por la acción ‘en sí’ sino por la ‘interpretación’ de
las acciones, con una opinión pública que puede virar de un día para
otro en función de las redes sociales.
El espíritu
de George Holliday se ha extendido a lo largo del planeta. Pero las grabaciones
de estos periodistas ‘anónimos’ necesitaban un medio en el que difundirlas. Lo
sabe bien el movimiento ‘antiglobalización’, que comunicaba pruebas de
represión entre sus activistas, pero que sufría para convertirlo en información
para el gran público. Sin embargo, panfletos, carteles o webs ‘precarias’ se
han transformado, en apenas 10 años, en proyectos
comunicativos que, apoyándose en redes sociales –y la comunicación sin
mediación-, pueden resistir mejor el acoso hacia los disidentes. Así pasó el
15-J. A la vez que el acoso mediático se recrudecía, se difundían vídeos
‘virales’ mostrando a la policía instigar esos actos violentes. Al poco,
conseguían detener la criminalización y fortalecer al movimiento, en un ejemplo
que se repetiría durante la ‘primavera valenciana’ y que catapultó el
movimiento Occupy Wall Street en Octubre de 2011, como explica Ernesto
Semán:
“La
estrategia policial fue particularmente torpe: los manifestantes fueron inducidos
por los uniformados a cortar el tránsito en el Puente de Brooklyn, y una vez
sobre éste, fueron rodeados con una red y arrestados bajo la acusación de haber
cortado el tránsito sin autorización policial. La detención masiva e injustificada
de 700 personas que marchaban pacíficamente, en uno de los lugares más vistos
de una de las ciudades más observadas del mundo, tuvo un impacto unívoco: al
día siguiente, OWS tenía toda la cobertura periodística que sus organizadores
no habían logrado en las semanas anteriores, además de la simpatía de una parte
importante de la opinión pública. […] Bajo el paraguas simbólico de OWS,
crecieron centenares de protestas similares en EEUU [… y] las ocupaciones se
expandieron rápidamente a Europa y a algunas capitales de América Latina”.
Gitlin
sonreiría. La comunicación alternativa ha avanzado increíblemente en cuatro
décadas y las redes sociales –para bien y para mal- se están convirtiendo en
hegemónicos entre ciertos grupos sociales, como los jóvenes. Pero la partida no
ha acabado. Como bien sabe el PP, estos medios son minoritarios entre los más
mayores y entre una buena parte de sus votantes. Además, poco pueden hacer en
la formación diaria de la opinión pública, la que sucede sutilmente y que
cambia actitudes y estilos de vida, la que nos insta a esperar sentados a que
baje la ‘prima de riesgo’. También existen riesgos: ¿Nos acostumbraremos a la
violencia? ¿Dejará de impresionarnos una carga policial? Esperemos, mientras
tanto, que George Holliday siga estando con nosotros.
*
Investigador en Psicología Social en la Universidad de Oviedo
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