ÚLTIMA ESTACIÓN: ESPERANZA
Artículos de
Opinión | Javier Gallego | 19-09-2012 |
Nadie
hablará estos días de la huelga de transporte público y ferroviario que el
lunes colapsó Madrid y Barcelona. Nadie hablará de la huelga indefinida de la
"marea verde" que acaban de iniciar algunos profesores de la
Enseñanza Pública. Nadie hablará de las bajadas de sueldos, las subidas de
tasas y tarifas y los despidos y otras desesperantes medidas que han provocado
esas acciones desesperadas. Nadie hablará de la desesperanza de la gente. Todo
el mundo habla, hablamos, de Esperanza.
Se habla,
sí, de la mujer que desespera a los maestros, médicos, funcionarios y bomberos.
Pero no se habla de lo que ha hecho sino de lo que va a dejar de hacer. No se
habla tanto de su gestión como de su dimisión. Hasta su último aliento como
gobernante ha sido una acción de Gobierno.
No quería
que se hablase demasiado de las huelgas que provoca y salió justo a tiempo para
acaparar las portadas de los periódicos, las aperturas de los telediarios y los
TT de Twitter. Y con sus lágrimas logró borrar de los principales titulares a
todos los huelguistas. A ella siempre le ha gustado decidir cuándo tienen que
estar las cámaras presentes. Conociéndola es difícil pensar que escogiese el
momento a la ligera. Tiene el don de la oportunidad y del oportunismo. En eso
es insuperable. Y otra vez ha vuelto a llevarse El Gato al Agua.
La culpa
también es nuestra, de los periodistas, que estos días sólo hablamos de las
razones de su dimisión, de lo que no sabemos, en lugar de hablar de lo que
sabemos. La culpa es nuestra porque hablamos de sus "hijoputa", de
sus accidentes aéreos, de tiroteos en Bangkok y de calcetines con sandalias
manchados de sangre en lugar de hablar de los tiroteos políticos que ella ha
perpetrado en Madrid, de los accidentes que ha provocado en la gestión pública
y de cómo ha desangrado al personal tratándolo como calcetín usado. La culpa es
nuestra por hablar de mamandurrias en lugar de hablar de lo importante.
Esperanza
nos dijo hace poco que se iban a acabar las mamandurrias, es decir, las sueldos
que se reciben sin merecimiento. Parece que por su parte va a cumplirlo. Pero
antes nos ha dejado una buena colección de mamandurrias de las que no se habla
estos días. No se habla de que ella le ha regalado a la Escuela Concertada en
exenciones fiscales 90 millones de euros que es casi lo mismo que le ha
recortado a la pública en el último presupuesto (80 millones). No se habla de
que en el último presupuesto gastó más dinero, 111 millones, en publicidad
institucional para hacerse autobombo.
Tampoco es
probable que se hable de que este año le ha dado 130 millones más que el año
pasado a la sanidad privada de su comunidad mientras le ha recortado casi 40
millones a la Sanidad Pública. Ni creo que se recuerde que este año decretó
subidas de hasta el 30% en transporte público después de haber prometido que no
lo haría. Ni se habla de la publicidad que ella encargó en la que se vendía con
datos engañosos que Madrid tiene el Metro más barato del mundo. Como tampoco
creo que se hable de que le ahorró 630 millones de euros a las grandes fortunas
al no cobrarles el impuesto de Patrimonio que tienen que pagar en el resto del
Estado (excepto Baleares, por cierto). No se habla de esto ni de los contratos
millonarios que el gobierno que ella presidía dio a los imputados del Gürtel,
¡la trama que ella afirmó haber destapado! Ni se habla de la manipulación de
Telemadrid, ni de sus luchas por manejar Cajamadrid, ni de la trama de los
espías en la que estuvo implicado su Gobierno, ni de otras muchas razones que
había para que Doña Esperanza Aguirre dimitiese.
Se habla de
los motivos personales que ha alegado para dimitir. Habría que hablar de los
motivos personales que tienen médicos, enfermeros, profesores, alumnos y
funcionarios para aplaudir su dimisión. Se habla del cáncer que
"presuntamente" ha superado y que le ha hecho darse cuenta de que
quiere pasar más tiempo con su familia. Deberíamos hablar de los miles de
enfermos y familias cuya atención sanitaria se ha visto mermada por sus
decisiones políticas liberales. Se hablará de esta mujer que deja su trabajo
voluntariamente. En lugar de eso, deberíamos hablar de los trabajadores que
esta semana han hecho huelga precisamente porque pueden perder su puesto de
trabajo por culpa de las decisiones de Esperanza Aguirre.
De hecho, es
la primera vez que esos trabajadores aplauden una medida de la ex presidenta:
su dimisión. Pero el aplauso será corto porque Aguirre ha dejado al mando a su
vicepresidente, Ignacio González. Más de lo mismo. El vice es sospechoso de
adjudicaciones públicas a dedo a amigos y familiares. Tanto él como su jefa
llevan años demostrando con sus políticas que disponen de lo público para sus
propios intereses privados. Aunque a Rajoy no le gusta González es posible que
se lo tenga que tragar porque no está el patio para trifulcas sucesorias.
Aguirre es como el Cid: hasta muerta, vence.
En su
despedida, la ex presidenta ha dicho que siempre pensó que la política era una
dedicación temporal. Pues para ser temporal, el huracán Espe ha durado un Rato:
más de 30 añitos. Y no estoy muy seguro de que no vuelva a tronar porque todo
en esta despedida tiene una aire de repentino que no permite asegurar que sea
definitiva. Todo en esta despedida ha sido raro, raro. Ha ocurrido sin aviso,
sin amagos previos, sin enfrentamientos recientes con Rajoy que hayan
trascendido, sin Gallardón de por medio. Al menos que se sepa. Lo único que
hemos sabido es que al presidente del Gobierno y líder de su partido no le ha
salido ni una cana en la barba con su retirada. Una enemiga menos en casa. Pero
precisamente porque están enemistados puede que Aguirre se quite de en medio un
tiempo por el desgaste y espere a ver pasar el cadáver de su enemigo para
volver con fuerzas renovadas y triunfante. Ella siempre ha hecho bueno el
dicho: la Esperanza es lo último que se pierde. En su caso, la Esperanza es la
última que pierde. No suele perder.
No en vano
su última jugada ha sido ganar Eurovegas para Madrid. Ése es su modelo
sanitario y educativo, su modelo económico: especulación urbanística,
recalificaciones de suelo, agresiones al medio ambiente y liberalizaciones
salvajes que dejen indefenso al ciudadano frente al todopoderoso e intocable
inversor. Miedo me da que exporte el modelo al resto del país ahora que va a
ocupar un puesto de funcionaria en el consejo de Turespaña. Ha conseguido
trabajo en la empresa pública tan rápido como otros lo pierden por sus medidas
ultraliberales. Antes se quejaba de que los funcionarios eran unos
privilegiados pero poco ha tardado ella en aprovechar esos privilegios. No le
gusta lo público excepto cuando sirve a sus intereses privados. Ahora no dirá
que su sueldo es una mamandurria y los funcionarios unos vagos. Ahora no. Ahora
lee a la escritora Sara Mago.
Por
confusiones como aquella que la hizo famosa, los humoristas están tristes
porque pierden a una aliada. Pero mucho más triste es la que hay liada por su
culpa. Hablemos de eso. Lo demás son mamandurrias.
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