Aquel 1975: 37 años ya
Lunes, 24 de Septiembre de 2012 12:33
Escrito por Redacción. LQSomos. Septiembre 2012
La historia oficial nos dice, si algo dice, que, desde
que el Seat 600 se extendió por España hasta la muerte de Franco, no pasó
prácticamente nada. Todo era un tran-tran gris y cateto, vale; los Pirineos
seguían muy altos, vale; pero ya la fiera casi no mordía. Nadie luchaba, y toda
la oposición y sectores nucleares del propio Régimen coincidían en una misma y
única estrategia de acción política: esperar a que Franco se muriera. De modo
que el franquismo ya no era franquismo, sino una protodemocracia con mucha paciencia.
El resultado es que el periodo que va de mediados de
los sesenta a mediados de los setenta es uno de los más desconocidos de la
reciente historia de España. Aquellos años de durísima lucha por la libertad se
han borrado de la pizarra, hasta el extremo de que las voces “antifranquismo” y
“antifranquista” ni siquiera están recogidas en el Diccionario de la Real
Academia. La ignorancia, no sólo entre los más jóvenes, es aterradora. Todo
para insuflar aliento al gran engaño y al gran olvido que vinieron después y
aún continúan.
Paralelismo sangriento
El principio y el fin de ese periodo tienen muchos
paralelismos.
Se abre con sangre: el 20 de abril de 1963 Julián
Grimau es fusilado (1). El 17 de agosto de ese mismo año, Francisco
Granados Data y Joaquín Delgado Martínez son ejecutados a garrote vil. Todo
ello tras sendos Consejos de Guerra sumarísimos. El gobierno franquista
ratificó las penas de muerte por unanimidad, lo que incluía, naturalmente, a
Manuel Fraga Iribarne.
El periodo se cierra con un auto de fe sangriento.
Tras sus correspondientes Consejos de Guerra sumarísimos, el 27 de septiembre
de 1975, un Franco moribundo, y su consejo de ministros, también por unanimidad
(2), hacían fusilar a 5 militantes antifranquistas. Tres de ellos eran
del FRAP: José Humberto Baena Alonso, de 25 años, José Luis Sánchez Bravo, de
21, y Ramón García Sanz, de 27. Otros dos, de ETA: Juan Paredes Manot, de 21
años, y Ángel Otaegui, de 33.
José Antonio Sáenz de Santamaría –padre de la actual
vicepresidenta de gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría–, entonces general jefe
del Estado Mayor de la guardia civil, dirigió parte de los preparativos de esas
ejecuciones.
Otro paralelismo: en ambos casos, la presión
internacional aísla al Régimen. Por todo el mundo hay manifestaciones de
condena, son retirados embajadores, hay peticiones oficiales –hasta papales– de
indulto... Nada sirve.
Y el paralelismo básico: al principio y al fin de ese
periodo confluían dos tendencias: la progresiva acumulación de luchas obreras y
populares, y el agotamiento de un determinado modelo económico. En resumen, en
ambos casos, se daba la necesidad de un cambio de ciclo que el franquismo, no
ya Franco, quería controlar y dirigir a su conveniencia
(aperturismo/Transición). Y lo hacía, también en ambos casos, incorporando
nuevos gestores al sistema y golpeando, a muerte y con idénticos métodos, a la
izquierda que le cuestionaba o podía llegar a cuestionarle. A fines del mismo
año 1963 en que fueron asesinados Granados, Delgado y Grimau era aprobado el I
Plan de Desarrollo (1964-1967). Entre estos asesinatos y la Ley de Prensa de
Fraga (1966) transcurre el mismo tiempo –tres años– que entre los fusilamientos
de 1975 y la aprobación de la Constitución monárquica (1978).
Cuatro días después de los fusilamientos, el 1 de
Octubre de 1975, Franco y el entonces príncipe Juan Carlos presiden, desde el
balcón del Palacio de Oriente, una concentración de reafirmación fascista. La
Transición que se inicia tras la muerte del dictador consiste, entre otras
cosas, en hacer olvidar que Juan Carlos estaba allí. Y que había sido designado
por su acompañante en aquel balcón, y que había jurado los principios del
Movimiento Nacional. Y hacer olvidar también que se había torturado y
asesinado, y los nombres de los que habían torturado y asesinado, y de los que
habían orquestado y presidido simulacros de juicio para avalar condenas
preestablecidas... Y la ilegitimidad radical de esas condenas. Y la
ilegitimidad radical del Régimen de Franco y de su sucesor en la Jefatura del
Estado.
(1) Grimau fue brutalmente torturado en la DGS y arrojado por la ventana desde
una segunda planta, con las manos esposadas. El entonces ministro de
Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, declaró que el detenido había
recibido un trato exquisito por parte de la Policía, y que se había arrojado
desde la ventana por voluntad propia.
(2) Buena parte de ellos continuaron su actividad
política, sobre todo en Alianza Popular y en el Partido Popular. Un caso
curioso es el de Fernando Suárez González, ministro de Trabajo y Vicepresidente
de Gobierno en 1975. En relación a aquellas sentencias dice: “Era muy difícil
no aplicarlas porque era un momento en el que a Carlos Arias lo acusaban de
debilidad. Y hubo cinco ejecuciones, las últimas en España (...) Yo no estaba
de acuerdo, eso lo sabe todo el mundo; no soy partidario de la pena de muerte. Entonces
el problema era si dimites o no dimites.». Y no dimitió. Con esos
precedentes, fue nombrado miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y
Políticas en 2007.
Fuente: http://www.loquesomos.org/
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