Aumenta la desigualdad educativa
26/09/2012
22:12 Actualizado: 27/09/2012 09:07
Antonio
Antón
Profesor Honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid
Profesor Honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid
La
estrategia liberal-conservadora del nuevo gobierno del PP pretende consolidar
la desigualdad educativa y debilitar la función formativa, igualitaria e
integradora de la educación. Además de los recortes presupuestarios, la nueva
reforma anunciada por el ministro Wert adelanta la separación de itinerarios
escolares, segmentando más temprano al alumnado y bloqueando el futuro de los
sectores desfavorecidos académicamente, refuerza el componente memorístico y el
viejo sistema de reválidas, apoya la segregación por sexo, y desconsidera un
auténtico proceso participativo de la comunidad educativa y los sindicatos,
dando más poder a la dirección unipersonal en los centros educativos en
detrimento de claustros y consejos escolares; además, incrementa la
centralización de la ordenación de los contenidos educativos en detrimento de
las actuales competencias autonómicas.
La reciente
propuesta de reforma educativa del PP consolida un segmento inferior,
renunciando a que consigan las capacidades y habilidades del nivel de la
enseñanza obligatoria (y sin el título de la ESO) y con un itinerario cortado
(desde los 15 años y la repetición de segundo de la ESO) de un deseable
progreso posterior, que les condena de por vida a un empleo precario y con
escasa cualificación; eso sí, con una supuesta formación profesional básica y
su título devaluado correspondiente. La prioridad de la derecha es la calidad
para las élites y la segmentación escolar, como garantía del mantenimiento de
las distancias de los sectores privilegiados. La consecuencia es una mayor
segregación escolar, con el deterioro de una enseñanza obligatoria de calidad
para las capas populares y nuevas dificultades para el acceso a la enseñanza
superior.
Ante los
fuertes embates de los responsables institucionales de las derechas contra la
escuela pública, abandonándola a un deterioro progresivo, y en ausencia de una
adecuada política educativa, los distintos sectores sociales perciben esa
realidad y la afrontan como pueden, en el ámbito individual y familiar. Así,
existe una diferenciación fragmentada de las oportunidades,
especialmente entre los tres tercios sociales y entre autóctonos y diversos
grupos de inmigrantes. El riesgo adicional en las grandes ciudades, con mayor
estratificación y diversidad, es que parte de las capas trabajadoras
-autóctonas- vayan abandonando la escuela pública, convertida en una
institución sobre todo para el tercio inferior, la mitad de él de origen
inmigrante. Las escuelas-gueto, en barrios populares, empiezan a constituirse.
De
consolidarse esa disociación respecto de las necesidades educativas y de
integración social de la mayoría social, se puede desencadenar la desafección
popular por la escuela, la desmotivación del profesorado y el incremento de las
deficiencias educativas. Se reforzaría la segmentación escolar de los tres
niveles educativos -ESO o menos, medio y superior- con un horizonte de bloqueo
(cierre) social y frustración, especialmente, para el casi tercio inferior, con
riesgos de abandono escolar prematuro y fracaso escolar. La tendencia institucional
dominante, aún con la simple inercia, tendería a resaltar la función de control
social para unos -tercio inferior-, la separación y tentativa de éxito escolar
para otros -tercio superior-, y la inseguridad sobre perspectivas ascendentes
para el resto -sector intermedio-. Por tanto, existe el riesgo de que se
configure este nuevo ciclo socioeducativo en un sentido regresivo, que agrave
las brechas sociales, desactive la función integradora e igualitaria de la
escuela pública, todavía legitimada en la mayoría de la sociedad y la comunidad
educativa, y desaproveche las capacidades intelectuales del alumnado de origen
popular, con efectos perniciosos para el cambio del modelo productivo y el
desarrollo económico.
Un aspecto
fundamental de la desigualdad educativa es la diferenciación por redes
escolares: pública y privada -concertada y no concertada-. La media estatal
está en torno a dos tercios de alumnos en la escuela pública y un tercio en la
privada -mayoritariamente concertada y gestionada por la jerarquía católica-.
En la primera, la gran mayoría procede de las clases subordinadas -incluidos
inmigrantes- y en la segunda de las clases medias urbanas. Pero en los
municipios de más de cien mil habitantes se distribuyen casi a la mitad, y en
los grandes centros metropolitanos, como Madrid y Barcelona, la escuela pública
es minoritaria, con poco más de un tercio de alumnos. Ello significa que, en
las zonas de mayor dinamismo económico, segmentación sociolaboral y de rentas y
diversidad étnica, se está consolidando el trasvase de una parte del alumnado
de clases trabajadoras a los centros privados-concertados, quedando los centros
públicos para el tercio social inferior, con más heterogeneidad cultural y
mayores dificultades educativas.
Este
proceso, en territorios como Madrid, está reforzado por el apoyo institucional
y financiero y el amparo ideológico del Gobierno autónomo del PP. Esa tendencia
supone que en las zonas de mayor desigualdad socioeconómica y diversidad
cultural se deteriora la escuela pública, tiene una sobrecarga educativa y se
debilita su función de integración social. Deja de ser vertebradora de la
igualdad de oportunidades de la sociedad y se le presiona para acentuar la
función de control social, con mayor disciplina y segregación, y como
adaptación de su alumnado a un empleo precario y poco cualificado o a la
resignación ante una experiencia prolongada en el paro y la precariedad
laboral. Se abre una brecha más entre las propias clases trabajadoras dejando
aislado al sector más vulnerable o diferente. Hay más desventajas
comparativas para los sectores populares precarios e inmigrantes, riesgos de
descenso para el sector intermedio de clases trabajadoras autóctonas y estables
y mayores oportunidades y privilegios para las capas acomodadas. Es una
dinámica socioeducativa de fondo que no se reconoce oficialmente.
Impulsado y
reforzado por los gobiernos de derechas -estatal y autonómicos-, se va
conformando un proceso de institucionalización y consolidación de un nuevo
reequilibrio entre la redes escolares, con deterioro de la escuela pública y
hegemonía de la escuela privada en las zonas más pobladas, estratificadas y
diversas. Ello significa segregación respecto de las capas precarias y la
mayoría inmigrante, consolidación de la desigualdad social y la incertidumbre
de sus perspectivas sociolaborales y, al mismo tiempo, riesgos para la
integración social y la convivencia intercultural.
Las
perspectivas para los próximos años son la contención del gasto social y la
calidad de los servicios públicos, con mayores dificultades para la inserción
laboral de los jóvenes, particularmente, de las capas populares, origen
inmigrante y bajo nivel educativo. Esa dinámica añade especial importancia a la
tarea progresista de frenar la involución del sistema educativo y garantizar
una educación a la altura de las necesidades, actuales y futuras, de formación
(cívica y para el empleo), igualdad de oportunidades e integración social y
cultural. El refuerzo de la calidad y el carácter inclusivo de la escuela pública,
precisamente en las zonas y barrios más segmentados, es clave para la igualdad,
la cohesión social y la convivencia democrática.
Fuente: www.publico.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario