LA EXTRAÑA BENEVOLENCIA CON RAJOY
Artículos de
Opinión | Rosa María Artal | 17-09-2012 |
Lejos de los
encendidos elogios de la prensa afín al PP, observo que se sigue manteniendo
una incomprensible piedad hacia Mariano Rajoy, haga lo que haga. Entre las loas
y disculpas, he escuchado una crítica radiofónica en la que “se le presume
buena intención” (aunque se equivoque). ¿Buena intención destruir la sanidad y
la educación en primer lugar? ¿Obligar a los niños a acudir estigmatizados al
colegio sin libros y con una tartera frente a quienes tienen de todo? ¿Suprimir
la dependencia? ¿Hacer pagar más por menos a quienes son mayores víctimas de
estas medidas por disponer de menos recursos? Al niño le podía haber dado por
otra cosa.
Mariano
Rajoy concedió ayer una entrevista absolutamente prescindible. No dijo nada. En
50 minutos. Y eso que era la primera televisada desde que accedió al cargo.
Insistió en comparar un país con una familia que “no puede gastar más de lo que
ingresa”. Como si las “familias” no comprasen sus pisos y coches a crédito.
Pero es que ése fue el único punto en el que se mostró diáfano al repetir
varias veces que “nuestro objetivo como país es pagar el déficit”. ¿El objetivo
de un país no es el bienestar de los ciudadanos que lo sufragan?
Lo peor es
que tiene razón. Desde la reforma de la Constitución hace un año, ejecutada en
tres días entre Zapatero y Rajoy, pagar la deuda tiene prioridad sobre
cualquier necesidad social. Así lo mandó Merkel, secundada por Sarkozy, y así
se hizo. Solo que en su infinita mediocridad, Rajoy ve en pagar una senda por
la que andar en su desconcierto.
No es cierto
que gastemos nosotros más. La especulación consentida (por la UE y sus
instituciones fundamentalmente, por cualquier gobierno neoliberal) hace que la
mayor parte de lo que se recorta a la población, vaya a los bolsillos de los
deudores. “Es que sino no nos financian”. Corte Vd de raíz las especulaciones y
hablamos.
Y así no se
sale. Véase Portugal o Grecia. Irlanda incluso, y su especial tratamiento dado
que habla inglés.
Rajoy
respondió en diversos tonos sobre las pensiones. Dijo que nadie le había dado
instrucción alguna sobre ellas, que “nadie le ha reclamado recortes en las
pensiones. Y es mentira. Y ninguno de los periodistas presentes, ninguno de los
periodistas que hoy han comentado la entrevista tampoco, recordó o quiso
recordar que “Bruselas pidió acelerar la reforma de
las pensiones y subir el IVA” con ocasión de permitirle aumentar el
déficit -sin contar los rescates posteriores y sus condiciones-. El IVA ya se
ha subido. Y ese dramático “la prioridad es tratar a los pensionistas lo mejor
posible”, indica que ya podemos pensar en poner nuestras pensiones a remojar.
Porque a Rajoy no le cuadran las cuentas ni le cuadrarán por este camino.
Se les
resquebraja a nuestro presidente hasta su partido por el ala más a la derecha
-aún- debido a su política respecto a ETA. El independentismo catalán ha
encontrado en Rajoy su mejor aliado, al punto que unos ciudadanos acosados a
recortes, con la sanidad en particular muy mermada, se disponen a seguir a CiU
al abismo al que quiera conducirles.
Siembre me
llamó la atención la benevolencia hacia Mariano Rajoy. Alerté sobre ella cuando
aún era tiempo de prevenir. El señor de los hilillos, el de los lugares
comunes, el gris gestor. ¿Por qué esa compasión se mantiene? ¿La tiene él con
la sociedad?
Imagino que
es por su escasa capacidad, porque parece un señor “normal”, perteneciente al
“todo el mundo” que siempre tiene en la boca. Un señor honesto al menos, con
“buena intención”. El que cobra tres sueldos, uno de ellos por su plaza de
registrador de Santa Pola en donde no ejerce desde que la ganara hace 20 años.
De arcaico registrador de un país que permite cobrar privadamente por un servicio que en otros lugares es
gratuito.
En Europa
alucinan con él. Pero en España se permite dar una entrevista en la televisión
pública, no aportar soluciones al durísimo momento que vivimos, no mencionar la
sanidad, la educación o las reformas legales, y todavía le ponemos paños
calientes. Tenemos lo que nos merecemos. Y cada cuál que tome su dosis de
culpa. Y de salidas: el tiempo apremia.
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