Desmontando el tabú. Parte primera
Artículos de
Opinión | Marc Llaó | 20-10-2012 |
“Me da la
impresión de que en lugar de dar clases sobre el Holocausto, lo que se hace es
venderlo”
Rabino
Arnold Jacob Wolf, University of Yale
No son pocos
autores, algunos de ellos judíos, los que se han atrevido a plantear ciertas
ideas heterodoxas, por decirlo de alguna forma, en torno a los mitos que
inundan el imaginario de la identidad judía. Me refiero concretamente a la
explotación interesada del sufrimiento de estos. Digo “atreverse” porque los
gestores de este sufrimiento que ellos mismos llegan a afirmar, conforma su
patrimonio ante la historia, lo han blindado de singularidad y exaltación hasta
tales niveles que parecería no menos que indecente el plantear ciertos matices
respecto al asunto, ya no digo proponer determinadas visiones críticas. Al
final puede pasar que te acaben llegando cartas a tutiplén tachándote de
antisemita, como han advertido en multitud de ocasiones los personajes de Woody
Allen. Y digo “explotación” porque estos gestores, las organizaciones
sionistas, han exprimido al máximo los dividendos de este sufrimiento para
destinarlos a causas que no se han distinguido precisamente por aplacarlo. Más
bien para justificar ciertas posturas diametralmente opuestas a las que por
lógica estarían obligados a defender.
Este es el
planteamiento que el profesor Norman Finkelstein ha llamado en su libro de
título homónimo “industria del Holocausto”. Y para no levantar suspicacias,
anticipo que es judío, hijo de supervivientes de los campos de Auschwitz y
Majdanek, los padres del cual corrieron mejor suerte que el resto de su familia
que pereció víctima del exterminio nazi. Esta “industria” que apunta
Finkelstein entiende el Holocausto como un suceso único e irrepetible, sin
parangón en la historia, portador de las más altas cotas de sufrimiento, y que
por ello ha de ser recordado de manera única para evitar que suceda de nuevo.
Su naturaleza es exclusiva y su singularidad, absoluta. Por tanto, la intención
de comparar este sufrimiento con el padecido por otros pueblos, es negar su
singularidad, y por tanto a los judíos como pueblo más padecedor de la
historia. Esto es según la “industria del Holocausto”, negar el propio holocausto.
La idea que
propone este autor, es que amparándose en este sufrimiento histórico concretado
en la infamia nazi, el sionismo ha ido articulando un conjunto de imaginarios
en torno a la victimización histórica de los judíos y el eterno e irracional
odio gentil que provoca que el holocausto como hecho histórico se convierta en
el Holocausto (de ahí la nula arbitrariedad de la mayúscula o la minúscula). El
Holocausto es en palabras del reputado escritor israelí Boas Ebron (por
el nombre queda claro que no es palestino) en su libro Holocaust. The uses
of disaster, “un adoctrinamiento propagandístico oficial, una producción
masiva de consignas y falsas visiones del mundo, cuyo verdadero objetivo no es
la comprensión del pasado sino la manipulación del presente”. Y añade que “la
memoria del exterminio llegó a convertirse en poderosa herramienta en manos de
los dirigentes israelíes y los judíos del extranjero”.
“El
Holocausto no es un constructo arbitrario, está dotado de coherencia interna.”,
dice Finkelstein. “Sus dogmas fundamentales respaldan importantes intereses
políticos y de clase, demostrando por tanto, ser un arma ideológica
indispensable. El despliegue del Holocausto ha permitido que una de las potencias
militares más temibles del mundo, con un espantoso historial en el campo de los
derechos humanos, se haya convertido en “estado víctima”, así como el grupo
étnico más poderoso de Estados Unidos”. Por tanto, no cabe la menor duda que
esta victimización constante produce importantes réditos: en concreto, la
inmunidad a la crítica, aun cuando está más que justificada.
No solo ha
funcionado de coartada para la política criminal del Estado de Israel y el
apoyo estadounidense a la misma. La campaña de recaudación de reparaciones
económicas por parte de las grandes organizaciones sionistas, el Congreso Judío
Mundial, el Comité Judío Americano, la Liga Antidifamación, la Conferencia
sobre Solicitantes Materiales mediante el chantaje en nombre de las victimas necesitadas
del Holocausto (que Finkelstein documenta que en ningún caso fueron
distribuidas entre las mismas), ha significado rebajar el patrimonio moral de
los seis millones de judíos muertos y los que sobrevivieron, a los avatares de
una manga de black jack de cualquier casino de Las Vegas.
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