Suresnes II. Ahora o nunca
En el otoño de 2012 no se está jugando la situación
del socialismo de hoy (evidente y preocupante) sino el que pueda sobrevivir
algún tipo de izquierda política en la década del 2020. Los años del buenismo
han pasado, y se impone de una vez el que alguien se atreva a darle al botón
del "reset" como hicieron González y Guerra en 1974. No queda mucho
tiempo. O se hace de aquí a pocos meses, o estamos abocados a la
extinción.
Es de
esperar que la experiencia sufrida hace unos días en Galicia y Euskadi haga
recapacitar a los que acusaban de "alarmismo" a los que desde hace
unos años venimos avisando de que el sendero por el que han encaminado a la
izquierda nacional desde 2008 es el de la autodestrucción. Autodestrucción
derivada tanto de los errores cuando estábamos en el gobierno, como del error
actual de estar haciendo una no-oposición, cuando hay más motivos que nunca
desde 1978 para que se hiciera una oposición implacable.
La
autocrítica por si sola no vale. Pero por si acaso vamos a empezar con un poco
de análisis crítico. Por encima de las muchas y variadas guerras de tribus y
familias que ha atravesado el Partido Socialista en los últimos tiempos, se
pueden observar tres procesos de desgaste general:
¿Por dónde
se nos han ido los cuatro millones de votos perdidos?. Por tres puertas.
-PRIMERA
PUERTA: El Partido tenía desde hace mucho tiempo zonas de votantes, e incluso
de militancia, fronterizas con la derecha. Eran gentes sin excesivas raíces en
el progresismo, pero que durante los mandatos de Felipe González se adhirieron
al proyecto socialista por dos motivos: bien por arrimarse al caballo ganador
de los años 80 (tradición muy hispana) para buscar prebendas, o bien por
reconocer los méritos de aquel presidente (Ley General de Sanidad, fin del
golpismo militar, integración en Europa, etc...) aunque no comulgaran mucho con
su visión del mundo. Parte de esos apoyos han acabado yendo a la nueva
formación política Unión Progreso y Democracia (UPyD) que recoge votos y
militantes de muchos caladeros, uno de ellos el que se escindió del socialismo
a causa de las vendettas personales surgidas del 35º Congreso Federal del año
2000. Las comparaciones del fenómeno UPyD con el populismo de Alejandro Lerroux
de los años 30 no van tan desorientadas como creen algunos, pues Lerroux se
presentaba unas veces como un furibundo anticlerical más-rojo-que-nadie y
luego, para mantener su parcelita de poder, pactaba con la derechona de Gil
Robles.
-SEGUNDA
PUERTA: El Partido tenía también, desde hace mucho tiempo, segmentos de
votantes y de militancia fronterizos con los nacionalismos periféricos. La
Transición española se hizo a menudo más con antimodelos que con modelos. Como
nadie quería el regreso al franquismo, se impuso el franquismo como antimodelo
a seguir, y todas las organizaciones que fueran antifranquistas pasaron a ser
consideradas aliadas nuestras. El socialismo, especialmente tras la catarsis de
1974, tenía un modelo válido de lo que había que implantar en España, como eran
las socialdemocracias alemana y sueca, pero de rondón se nos colaron en el
programa varios antimodelos procedentes de este pensamiento equivocado de
"el enemigo de mi enemigo es mi amigo". Los nacionalismos periféricos
pusieron mucho esfuerzo en dotarse de una máscara exterior que les hiciera
parecer europeizantes y progresistas, pero esa máscara se ha caido en los
últimos años. Ahí tenemos el caso de:
-una
Cataluña donde tras la apoteosis triunfal de los Juegos Olímpicos se empezó a
larvar un patrioterismo tan paleto y tan excluyente como el de Franco, que ha
salido del cascarón en la persona de Artur Mas, pero del que son responsables
muchos políticos anteriores por acción u omisión.
-En Euskadi
ocurre tres cuartos de lo mismo. El PP es un partido casi testimonial, pero su
papel lo hace perfectamente el PNV. El primero es un brazo político del Opus
Dei, los Kikos y los Legionarios de Cristo. El segundo es un brazo político de
la Compañía de Jesús. Tanto monta, monta tanto. Da igual que unos reivindiquen
una patria más grande y otros una patria más chica. Al final, ambos quieren
imponer un modelo de sociedad dogmático y clasista, aunque hay que reconocer a
los jesuítas un mayor nivel cultural que a las malas imitaciones de su Compañía
surgidas en el siglo XX.
-En Galicia
hubo un nacionalismo, el BNG, que sí era heredero de una tradición de
izquierdas, pero acabamos de presenciar cómo se ha fragmentado definitivamente
(de hecho no era un partido, sino una coalición). El "spin-off" que
de ellos ha surgido en forma de ANOVA tampoco es homogéneo.
Habrá que
observar con detenimiento cómo van evolucionando los nuevos experimentos
políticos tipo ANOVA o Bildu, pero de momento parece que a su visión aldeanista
de la sociedad, poco apta para una era como la actual en que los problemas son
internacionales y requieren una respuesta internacional coordinada, se une
demasiada carga de mitos tomados de utopías sesentayochistas.
-TERCERA
PUERTA: Finalmente, el Partido Socialista tenía una tercera región, fronteriza
con las utopías de mayo del 68. Los disturbios de mayo del 68 vinieron muy bien
a la CIA para desgastar al general De Gaulle, que aunque no era lo que
entendemos por un político de izquierdas, era uno de los pocos líderes
occidentales que por entonces se oponía abiertamente a las injerencias de la
OTAN sobre el Viejo Continente. El resultado de aquellos disturbios es de sobra
conocido: el votante medio francés asoció "izquierda" con
"violencia en las calles" y los verdaderos partidos de izquierda de
Francia no volvieron a pintar gran cosa hasta la llegada de Mitterrand. Una
década perdida.
En esa
tercera región había gente que unas veces nos votaba y otras veces no. Ante los
disparates que se cometieron en España durante la segunda presidencia de Aznar
(especialmente desde que se creyó una especie de emperador y casó a su hija en
el Escorial con más fasto que muchos monarcas) ese segmento de gente apoyó en
bloque a José Luis Rodriguez Zapatero y contribuyó mucho a su llegada a la
Moncloa. Pero estaba claro que era un apoyo surgido de condiciones de
emergencia, y que no iba a durar siempre.
¿DÓNDE
ESTAMOS AHORA?
La falta de
autoridad del núcleo central del Partido para enfrentarse a las exigencias de
los nacionalismos periféricos contribuyó mucho a que parte del voto se nos
fuera a la UPyD (incluso parte de la militancia). No solo eso, sino que al no
hacerse oposición a los delirios de grandeza de esos nacionalismos, incluso las
regiones leales a la Constitución copiaron esos delirios y llenaron el mapa de
aeropuertos fantasmas, estaciones de AVE en medio de la nada, autopistas vacías
y tantos otros dislates que han vuelto a hacer de España un país pobre. Todo
con tal de que cada reino de taifas no tuviera complejos de inferioridad ni se
sintiera humillado por las taifas vecinas. La lucha de la generación de
nuestros abuelos, y la de nuestros padres, para que tuviéramos un cierto estado
de bienestar, ha sido tirada a la basura en unos pocos años. Eso sí, ahora
podemos exhibir ante las naciones los triunfos de la selección y de Nadal. Para
lo que nos ha interesado, hemos defendido los colores de la bandera centralista
como nadie, aunque no tengamos un solo premio Nobel desde 1989.
Asimismo, la
falta de coordinación en la respuesta a la crisis económica de 2008 ha sido la
puntilla que nos faltaba para rematar el desgaste. Hemos conseguido que la
derecha nos haya convertido en los culpables de la crisis, mensaje que a base
de ser repetido mil veces en la televisión ha acabado calando. Habrá que
empezar a pedir cuentas DESDE YA a los responsables de que en los últimos años
la presencia de la izquierda en los medios de comunicación haya pasado a ser
casi anecdótica. El invento de la TDT, que elementos del propio Partido
Socialista o advenedizos llegados al Partido Socialista nos presentaron poco
menos que como una revolución social, no solamente no ha supuesto avance
apreciable en nuestra calidad de vida, sino que ha azuzado a las masas hacia
posiciones ultraconservadoras como nunca había pasado en la historia reciente
de España. Por el camino, cuatro listos se han hecho de oro vendiendo
descodificadores y televisores nuevos para facilitar la transición al
inventito, que pronto nos dirán que ha quedado "obsoleto" para que
tengamos que resintonizarlo y nuevamente alguien se vuelva a hacer millonario
vendiendo antenas, amplificadores y similares.
Algo
parecido a lo de la TDT nos ha pasado en la manera en que hemos asimilado el
mundo 2.0. y de las redes sociales. En España hemos pasado, en no muchos años,
de creer que la tecnología era cosa del demonio, al otro extremo, a tener
adoración religiosa por todo cachivache que la publicidad ha pretendido (y
logrado) meter en nuestras casas. Dentro de la izquierda caló hondo el mensaje
de que en Internet estaban todas las respuestas a todos los problemas. Los
utopistas veían en la Red el advenimiento de una especie de libertarismo
anárquico que nos libraría de los capitalistas de toda la vida, representados
por la vieja caricatura del millonario de traje y chistera del Monopoly.
Mientras comprábamos más y más ordenadores, más conexiones de banda ancha, más
discos duros... nos creíamos más libres, y alimentábamos a una nueva casta de
capitalistas que ha acabado acumulando unas fortunas mucho más grandes que las
de los capitalistas tradicionales. Los gurús digitales como Zuckerberg se
presentaban como "modernikis" porque no llevaban corbata y vestían
zapatillas deportivas, pero su poder es tal que el señor de la chistera del
Monopoly es un simple pringado en comparación con ellos. Para colmo, han
conseguido lo que parecía imposible e impensable: que la ciudadanía les
entregue voluntariamente unos datos de su vida cotidiana que los curas del
confesionario, los torturadores de la DGS o los inquisidores del Mossad no
habrían conseguido arrancarles jamás. Los gurús digitales han montado los
disturbios de 2011 en infinidad de países, y han conseguido que parezcan
"espontáneos". Mensajes y discursos propios de la Falange o de las
SA, que hasta 2011 ya nadie con dos dedos de frente se tomaba en serio, han
vuelto a resurgir, y amplificados mil veces por los gurús digitales y sus redes
han conseguido seducir a los sectores de población que las izquierdas
considerábamos los caladeros de donde podíamos sacar más apoyos.
Hemos
perdido una enorme cantidad de votantes, de militantes y de futuros cuadros,
que ahora engrosan el discurso del "todos son iguales" y del
"fuera los políticos". Eso debe servirnos de escarmiento, para que la
próxima vez que lleguemos al poder no nos hagamos trampas al solitario
cambiando cuatro placas y cuatro lápidas. Si queremos una Memoria Histórica que
funcione, no debe hacerse con leyes buenistas, sino con un bachillerato en el
que la Historia deje de ser una "maría" o un vehículo de
adoctrinamiento de los reinos de taifas. Con un bachillerato en el que la
Historia sea una narración de fascismos pasados, pero también una vacuna contra
fascismos (y populismos) futuros.
Señor
Rubalcaba: ahora mismo está usted en una situación muy similar a la de Llopis
en 1974. Como Llopis, usted ha hecho un trabajo estupendo en el Partido
Socialista. Llopis mantuvo en Francia una estructura orgánica del Partido para
que el Partido sobreviviera a la dictadura, y eso es un mérito que todos
tenemos que agradecerle. Usted también ha completado su expediente con un
mérito extraordinario, como ha sido la pacificación del País Vasco, o como ha
sido imponer disciplina en el sistema español de carreteras, que era un
matadero de inocentes tan nocivo como el de la ETA. Eso también se lo tendremos
que agradecer los españoles de varias generaciones. Pero llegó un momento en el
que Llopis tuvo que dar paso a los retos que imponía la Historia. Vinieron unos
problemas distintos y hubo que traer gente que resolviera esos problemas con
soluciones distintas. Felipe González le dio al "reset" y gracias a
eso tuvimos posteriormente unos años (aproximadamente 1982-1992) en que se
dieron unos avances sociales sin precedentes.
Ahora
todavía no sabemos quién es la persona más adecuada para resetear el Partido.
Probablemente tengamos que someter al Partido no solo a un reseteo, sino a un
reformateado del disco duro y a un cambio de la fuente de alimentación. De otra
manera, acabaremos acribillados por la derecha y por los antisistema.
Señor
Rubalcaba: la mayor parte de los problemas que atenazan hoy al Partido
Socialista no son culpa suya. Al contrario. Bastante ha hecho ya usted cuando
se atrevió a presentarse como candidato para echar mano al timón de un navío
que llevaba meses a la deriva. En unos tiempos en que la gente busca en la
política un camino de ascenso y de pelotazo rápido, no abundan personas capaces
de asumir un reto como ese. Pero ante unos problemas de la envergadura de los
que tenemos encima, España no percibirá una renovación de la izquierda mientras
la cabeza visible de la izquierda sea un ex-ministro del zapaterismo (también
lo fue del felipismo, pero para los españoles más jóvenes, el felipismo, con
todos sus logros, es hoy una cosa de la que solo han oido hablar a través de
sus familias o de documentales). Por eso mismo ahora tampoco creo que la
alternativa sea que usted se retire para dar paso a otro ex-ministro o
ex-ministra que sean igualmente portadores del estigma zapateril (No quiero con
esto quitar méritos al Zapatero de su primer mandato, que los tuvo, y muchos,
pero ahora toca pensar en el futuro)
La
alternativa tiene que venir, cuanto antes mejor, de un amplio saneamiento y
renovación de las cúpulas de dirección del Partido Socialista. La situación actual
bien merece un Suresnes-II, más incluso que la del Suresnes-I, pues en 1974
teníamos un enemigo (la derecha franquista, tardofranquista o postfranquista) y
ahora tenemos dos (la derecha y los antisistema). Ahora o nunca.
Ahora o
nunca. Los que se quieran salir del PSC y embarcarse en aventuras
independentistas, que se marchen. Si un país entero no ha podido resistir las
embestidas de la Merkel y de los Lehmann Brothers, ya me dirán que va a poder
hacer el microestado que pretenden. Los que sigan empeñados en que la solución
es reeditar en España el mayo del 68, que se vayan. Cuanto más rápido se vayan,
mejor, así nos evitarán desgastes como los que nos supuso la indecisión previa
a la marcha de Rosa Díez, que estuvo años en plan "ahora me voy/ahora no
me voy". El que hayamos perdido el voto de los tres segmentos fronterizos
ha tenido aspectos perjudiciales, pero también puede tenerlos positivos. Por
una vez podremos ofrecer un discurso unificado, no cuatro. Si a eso le sumamos
que ese discurso lo encabecen rostros nuevos, mejor que mejor.
Fuente: www.diarioprogresista.es
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