Artículos de
Opinión | Guillem Boix y David Karvala | 30-10-2012
La
manifestación del pasado 11 de septiembre, la mayor de la historia de
Catalunya, ha significado un punto y aparte en la política catalana, y también
en la española.
Se ha
demostrado, más allá de cualquier duda, el fuerte deseo del pueblo catalán de
decidir su propio futuro, incluyendo el derecho a salir del Estado español para
formar un país independiente.
La respuesta
de la derecha española —y tristemente la de parte de la izquierda— ha sido de
incomprensión y hostilidad.
Donde el PP
dice que no se puede cambiar nada, el PSOE empieza a hablar tímidamente de
federalismo. Pero ni los unos ni los otros reconocen los derechos de Catalunya
como nación.
La situación
política tras el 11S nos acerca a un escenario de ruptura democrática, de
manera no vista desde la transición. Una transición que en lugar de resolverse
con la consecución de los derechos democráticos nacionales y sociales, terminó
con un pacto que aseguró la continuidad con el régimen, ahora “democrático”, y
que tiró por la borda los esfuerzos de una generación de luchadoras y
luchadores antifranquistas.
El proceso
estatutario iniciado por el gobierno tripartito se saldó con la evidencia de
que, tal y como defendía la izquierda rupturista, la única posibilidad de
resolución radica en el ejercicio del derecho a la autodeterminación. El Estado
español no sólo se ha mostrado incapaz de encajar en su seno los anhelos
democráticos de Catalunya, sino que además, ha iniciado una ofensiva
recentralizadora que se traduce en ataques constantes contra todo lo que tenga
que ver con el autogobierno, o incluso con el derecho a hablar y vivir en la
lengua propia.
El contexto
de crisis y la respuesta de los gobiernos de la austeridad han ayudado también
a configurar una nueva mayoría social que, por primera vez, se declara
abiertamente independentista. En poco tiempo, la histórica cifra de un 20% de
independentistas ha pasado al 51%. Y que nadie se engañe; el 49% restante no es
un bloque monolítico españolista, sino que incluye a un sector que quiere un
Estado federal, con sólo una minoría reducida a favor de la situación actual.
Derechos
sociales y democráticos
Igual que
vimos con el movimiento 15M o las grandes movilizaciones del 25S en Madrid, en
Catalunya la respuesta social a los recortes no se limita al plano económico,
sino que el componente político y democrático tiene un peso fundamental. Esta
demanda de una democracia real se traduce en el crecimiento de las posturas
rupturistas.
El éxito de
la manifestación del 11S, así como el de la propia Asamblea Nacional Catalana
que la convocó, es fruto de un amplio y largo proceso de movilizaciones. Las
consultas soberanistas —organizadas desde abajo en más de 500 municipios de
Catalunya, e impulsadas inicialmente por las Candidaturas de Unidad Popular, un
espacio unitario de la izquierda independentista— jugaron un papel clave a la
hora de crear un nuevo bloque mayoritario progresista e independentista.
Una parte de
la izquierda española intenta presentar el fuerte sentimiento nacional catalán
como una mera maniobra de Convergència i Unió (CiU). La izquierda combativa en
Catalunya sabe muy bien que la derecha catalana ha utilizado desde siempre la
cuestión nacional como una cortina de humo para justificar sus políticas.
CiU intenta
monopolizar el movimiento para defender los intereses de la burguesía catalana.
Sin embargo, ésta está dividida; las principales organizaciones patronales ya
han avisado que no ven con buenos ojos la independencia.
Al convocar
elecciones anticipadas el próximo 25 de noviembre, CiU busca situarse como el
gran partido nacional defensor de la autodeterminación. Al mismo tiempo, la
derecha catalanista presenta argumentos etapistas (“primero la independencia y
después ya hablaremos del modelo de país que queremos”). Pero CiU ya ha
mostrado cuál es su modelo de país: una Catalunya ultraliberal basada en la
expoliación de los derechos sociales.
Es urgente
que el conjunto de la izquierda social y política catalana sepa ponerse al
frente de las reivindicaciones nacionales para impedir que el proyecto nacional
sea el de la derecha recortadora de CiU. Debe apostar por la realización de un
referéndum que incluya todas las opciones basadas en el derecho a decidir del
pueblo catalán (federación, confederación, independencia, etc.), incluyendo la
perspectiva de establecer vínculos federales sobre una base progresista con el
resto de territorios de los Països Catalans.
La única vía
para lograr una soberanía nacional plena, en el marco de un Estado español
basado, por principio, en la negación de los derechos nacionales de los pueblos
que lo configuran, es a través de un proceso democrático de ruptura definitiva
con este estado.
Los
movimientos sociales y la izquierda combativa del Estado español, lejos de
alinearse con el PP sobre esta cuestión, deberían ver la ruptura provocada por
Catalunya como una oportunidad, abriendo camino así a las muchas rupturas
democráticas y sociales que hacen falta.
25N: Por una
candidatura de la izquierda combativa
La coyuntura
que se abre para la izquierda anticapitalista en Catalunya está marcada por la
coincidencia en el tiempo entre el rechazo a los efectos de la crisis y de la
austeridad y la voluntad cada vez más masiva de ejercer el derecho a decidir.
Hay que apostar por que la respuesta política a las dos cuestiones también se
una. Un proceso hacia la libre decisión de la independencia capitaneado por los
sectores de la derecha liberal no sólo tiene números para resultar fallido,
sino que también lleva a un país donde se ayuda a los empresarios con el dinero
que se recorta a la población trabajadora.
Se deben
disputar los recortes y se deben disputar dentro de la lucha por las libertades
nacionales de Catalunya. Esto se tendrá que hacer sobre todo en la
movilización, en las calles, articulando respuestas sociales desde la base. Al
mismo tiempo, también se deben aprovechar las convocatorias electorales para
hacer llegar estas alternativas a mucha más gente y llevar el eje político
hacia la izquierda. Desde En lluita / En lucha, consideramos que hay que
construir una alianza de la izquierda combativa, que debe ser consecuente en la
defensa de los derechos nacionales para llevar a cabo estas tareas. Nos hace
falta una gran alianza de la izquierda combativa que incluya desde las CUP,
EUiA, las candidaturas anticapitalistas de todo el territorio hasta las
organizaciones de la izquierda anticapitalista. Tenemos que ser capaz de sumar
a sectores en lucha, activistas de los movimientos sociales, sindicalistas de
base, etc. Sectores que hoy están huérfanos de una alternativa electoral. La
urgencia del momento político que estamos viviendo lo requiere. En este sentido
es en el que trabajaremos.
Una
candidatura de la izquierda combativa que combine la oposición a todos los
recortes, una estrategia basada en la movilización social, la demanda de no
pagar la deuda pública, la intervención de la banca bajo control social, además
de otras muchas medidas, junto a la lucha para conseguir ejercer de forma real
el derecho de autodeterminación, sería un paso importante en el decisivo
momento actual.
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