sábado, 30 de agosto de 2014

HOMENAJE, OLVIDO, OSTRACISMO

José Enrique Centén Martín
29 de agosto de 2014
Es curiosa la desmemoria histórica en muchos casos, ya sea de este gobierno (casi fiel reflejo de los herederos de la dictadura), como de los anteriores, presumiblemente sin esa herencia aunque temerosos de enfrentarse a ellos, los hechos lo demuestran, la Ley de Memoria Histórica, del 26 de diciembre (Ley 52/2007)con la única oposición del Partido Popular. Ley donde establece que los escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación personal o colectiva del levantamiento militar, de la Guerra Civil y de la represión de la dictadura deberán ser retirados de los edificios y espacios públicos. La retirada no será de aplicación cuando concurran razones artísticas, arquitectónicas, o artístico-religiosas protegidas por la ley, lo cual podrá aplicarse a iglesias y templos de culto.

El homenaje a todos ellos se mantienen, los sepulcros de muchos de aquellos protagonistas dentro de las iglesias aún permanecen, contraviniendo dicha ley, así como las placas en fachadas de algunas iglesias sin afección artística o arquitectónica, como es el caso en la única catedral gótica de Madrid, la de Alcalá de Henares o la Basílica de la calle Goya 26 de Madrid. Símbolos por doquier, recordando aquella sinrazón de 1936, calles en la mayoría de las ciudades con los responsables de aquella tragedia para nuestra vergüenza y exaltación de aquella ignominia, como la del General Yagüe (el carnicero de Badajoz), Queipo de Llano, archiconocido por sus soflamas y métodos de represión aplicados hasta sus últimas consecuencias, incluso prohibió tomar fotografías en todo el territorio sublevado, bajo pena de muerte... Sin olvidarnos de Hitler y Mussolini, oficialmente condecorados por España desde 1937 y nunca retiradas, cuando en sus propios países están borrados todos sus vestigios.
Ejemplo de olvido puede ser el de Bernardo Gálvez, fundador de la ciudad de Gálvezton en 1778 (actualmente Galveston), malagueño originario de Macharaviaya, donde existe una estatua de tan insigne militar y una calle en Dos Hermanas, Sevilla, a diferencia de América con estatuas, placas y calles de Bernardo Gálvez en México, Virginia, Nueva Orleans, Natchez o Pensacola, donde consideran el día 8 de mayo como Día de Bernardo Gálvez. En Washington es el único español con estatua en la Avenida de los Libertadores en reconocimiento a su contribución al nacimiento de los Estados Unidos de América, tras la Guerra de Independencia de los Estados Unidos desfiló enFiladelfia el 4 de julio junto a Washington, nombrado ciudadano Honorario de los EEUU, honor solo concedido a ocho personas en toda la historia, entre ellos Winston Churchill, la Madre Teresa de Calcuta y el marqués de La Fayette, en España olvidado.

Ejemplo de ostracismo son los miles de españoles a quien se les niega un entierro digno por no compartir las ideas fascistas, o los que contribuyeron a la lucha por la libertad y dictaduras de toda índole, podría ser uno de los primeros soldados aliados que entraron en París, Amado Granell, oficial del Ejército Republicano Español y voluntario del Ejército de la Francia Libre, llegó al Hotel de Ville el 24 de agosto de 1944, sobre el semiblindado Guadalajara como miembro de la compañía conocida como La Nueve (en español) por ser el idioma oficial que recibía la 9ª Brigada de Leclerc, compuesta por 146 ex combatientes de la Guerra Civil, de un total de 160. Amado Granell sobrevivió a ambas guerras recibiendo la Legión de Honor francesa de manos de general Leclerc, en España todos ellos ignorados.

sábado, 23 de agosto de 2014

CATALUNYA: CHOQUE DE TRENES

Sabino Cuadra Lasarte - abogado
Para el abogado y diputado Amaiur Sabino Cuadra, los acontecimientos que se están desarrollando en Catalunya en los momentos previos a la consulta del 9 de noviembre auguran un choque de trenes, una confrontación que considera inevitable «pues de un lado hay un pueblo en pie que reclama sea reconocida su identidad como tal y el respeto pleno de su derecho a decidir y, del otro, más allá incluso que el PP y el PSOE, están los poderes fácticos de esa España dogma de fe -Ejército, Iglesia, gran capital...- para quienes su unidad es algo con lo que no se puede ni jugar, tal como dejaron bien claro en la Transición».

Desde que en diciembre pasado el Parlament de Catalunya -CIU, ERC, ICV-EUiA y CUP- aprobó el texto de la consulta y la fecha de su celebración para el próximo 9 de noviembre, en el panorama político catalán hay dos trenes que circulan por una misma vía y en direcciones contrarias.
Por un lado, el tren democrático del derecho a decidir, impulsado desde abajo por la sociedad catalana, que en las dos Diadas pasadas ha salido a la calle por millones de personas en demanda de palabra y decisión. Por otro, el tren de la imposición, de la España indisoluble e indivisible -ayer «una, grande y libre»-, aterrorizada por el hecho de tener que mirarse en el espejo y comprobar una vez más que sus eternas verdades de fe carecen de base política alguna.
Quizás sea aventurado afirmarlo -en política hay veces en que lo menos previsto termina haciéndose en realidad- pero yo no veo en el horizonte otro escenario para los próximos meses en Catalunya que no sea el de ese choque de trenes. Si bien es cierto que no puede saberse con cuántos vagones contará cada uno de ellos (el de la democracia y el de la imposición) y a qué velocidad se producirá el impacto, todo hace indicar que habrá accidente ferroviario.
Los millones de manifestantes de las Diadas no fueron algo llovido del cielo. Se debieron, en primer lugar, a la frustración profunda del pueblo catalán como consecuencia de un proceso estatutario en el que el proyecto aprobado mayoritariamente por su Parlament fue «cepillado» a conciencia en el Congreso madrileño y, no solo eso, sino que incluso ese mismo Estatut ya cepillado fue nuevamente desbastado por ese intérprete infalible de las esencias de España que es el Tribunal Constitucional.
La segunda razón se basa en el intenso trabajo de sensibilización y organización realizado en los últimos años por un amplio sector social que no estaba dispuesto a tragar esas imposiciones centralistas. Pueblo a pueblo, barrio a barrio, referéndum a referéndum... el proceso soberanista catalán ha nacido y ha tomado cuerpo a través de un ingente trabajo de base cuyos frutos fueron finalmente las Diadas millonarias celebradas en 2012 y 2013.
Y así ha sido que estas se han convertido en un auténtico torpedo en la línea de flotación del que parecía sólido entramado institucional español. En tan solo unos pocos años, el propio futuro del régimen, ese que nos legó la tramposa Transición dejándolo todo «atado y bien atado», se ha resquebrajado. Y así es que hablar hoy, no del futuro de España, sino de si España tiene futuro, no es ya un tema de ciencia ficción propio tan solo de los amantes del género, sino algo presente en todo tipo de artículos, programas y tertulias.
Por eso pienso que la confrontación será inevitable, pues de un lado hay un pueblo en pie que reclama sea reconocida su identidad como tal y el respeto pleno de su derecho a decidir y, del otro, más allá incluso que el PP y el PSOE, están los poderes fácticos de esa España dogma de fe -Ejército, Iglesia, gran capital...- para quienes su unidad es algo con lo que no se puede ni jugar, tal como dejaron bien claro en la Transición. Y rebobinar esa situación y llevarla a la vía muerta del regateo de pasillo y el cambio de cromos en la que CIU y sus gobiernos encarrilaron en el pasado la vida política catalana resulta ser hoy algo bastante impensable. La confrontación se muestra así como inevitable.
Ante ello, la postura de todo demócrata (el derecho a decidir no es ninguna exigencia nacionalista, sino pura democracia, dar sin más la palabra al pueblo y no tomar por sagrada ninguna otra cosa que no sea la voluntad de este) no puede ser sino la de expresar nuestra más estrecha solidaridad con ese proceso impulsado en Catalunya y nuestra más firme oposición a todos los chantajes, juegos sucios e imposiciones practicadas por del Gobierno del PP con la condescendencia de fondo del PSOE.
De cómo resulte el pulso catalán dependen muchas cosas que trascienden las propias fronteras de Catalunya. Aquí, en Euskal Herria, esto resulta más que indudable. Superar el discurso neoestatutario y lentejero del PNV y avanzar por la vía soberanista marcada por la gran movilización de Gure esku dago!, así como romper el espinazo de la política del PP, opuesta visceralmente a mover ficha alguna en el proceso de la paz y la normalización democrática iniciado en nuestro pueblo, son dos espacios en los que el futuro del proceso catalán puede tener una influencia directa.
Pero también a nivel estatal la incidencia será notable. La opción por el silencio o el distanciamiento con el que buena parte de la izquierda política y social española está abordando el proceso catalán no es de recibo. Oportunismos electorales y políticos de distinto tipo planean sobre el tema -remover aún más las turbias aguas de la «unidad» española no aporta muchos beneficios- pero más pronto que tarde el resultado del choque de trenes catalán terminará por afectarlo todo y de poco servirá hacer la del avestruz.
Un pueblo que oprima a otro no puede ser libre», afirmó Carlos Marx hace un tiempo. Por esta razón, si el Gobierno del PP sale victorioso, se reforzará aún más no solo el Estado centralista, negador de los derechos de las naciones de esta cárcel de pueblos que es España, sino también sus pilares franquista-autoritarios opuestos a las propias libertades democráticas del conjunto de la sociedad. La actual reforma del Código Penal y la nueva Ley de Seguridad Ciudadana podrían ser así, sin más, los primeros pasos en la generalización de ese derecho penal del enemigo nacido en Euskal Herria con la excusa de la lucha «antiterrorista» y extendido cada vez más por toda la geografía estatal persiguiendo todo tipo de disidencia política o social radical.
Por eso, la causa del pueblo catalán y la defensa activa de su proceso de decisión es también la causa de todos los pueblos del Estado y de todas las personas y grupos de convicciones democráticas y de izquierdas.

FEDERICO GARCÍA LORCA.



¡Cómo atreverse a destacar un nombre de esta inmensa selva de nuestros muertos! Tanto los humildes cultivadores de Andalucía, asesinados por sus enemigos inmemoriales, como los mineros muertos en Asturias, y los carpinteros, los albañiles, los asalariados de la ciudad y el campo, como cada una de miles de mujeres asesinadas y niños destrozados, cada una de estas sombras ardientes tiene derecho a aparecer ante vosotros como testigo del gran país desventurado, y tiene sitio, lo creo, en vuestros corazones, si estáis limpios de injusticia y de maldad. Todas estas sombras terribles tienen nombre en el recuerdo, nombres de fuego y lealtad, nombres puros, corrientes, antiguos y nobles como el nombre de la sal y del agua. Como la sal y el agua se han perdido otra vez en la tierra, en el nombre infinito de la tierra. Porque los sacrificios, los dolores, la pureza y la fuerza del pueblo de España se sitúan en esta lucha purificadora más que en ninguna otra lucha con un panorama de llanuras y trigos y piedras, en medio del invierno con un fondo de áspero planeta disputado por la nieve y la sangre.

¿Sí, cómo atreverse a escoger un nombre, uno sólo,entre tantos silenciosos? Pero es que el nombre que voy a pronunciar entre vosotros tiene detrás de sus sílabas oscuras una tal riqueza mortal, es tan pesado y tan atravesado de significaciones que al pronunciarlo se pronuncian los nombres de todos los que cayeron defendiendo la materia misma de sus cantos, porque era él el defensor sonoro del corazón de España.

¡Federico García Lorca! Era popular como una guitarra, alegre, melancólico, profundo y claro como un niño, como el pueblo. Si se hubiera buscado difícilmente, paso a paso por todos los rincones a quien sacrificar, como se sacrifica un símbolo, no se hubiera hallado lo popular español, en velocidad y profundidad, en nadie ni en nada como en este ser escogido. Lo han escogido bien quienes al fusilarlo han querido disparar al corazón de su raza. Han escogido para doblegar y martirizar a España agotarla en su perfume más rápido, quebrarla en su respiración más vehemente, cortar su risa más indestructible. Las dos Españas más inconciliables se han experimentado ante esta muerte: la España verde y negra de la espantosa pezuña diabólica, la España subterránea y maldita, la España crucificadora y venenosa de los grandes crímenes dinásticos y eclesiásticos, y frente a ella la España radiante del orgullo vital y del espíritu, la España meteórica de la intuición, de la continuación y del descubrimiento, la España de Federico García Lorca.

Estará muerto él, ofrecido como una azucena, como una guitarra salvaje, bajo la tierra que sus asesinos echaron con los pies encima de sus heridas, pero su raza se defiende como sus cantos, de pie y cantando, mientras le salen del alma torbellinos de sangre, y así estarán para siempre en la memoria de los hombres.

No sé cómo precisar su recuerdo. La violenta luz de la vida iluminó sólo un momento su rostro ahora herido y apagado. Pero en ese largo minuto de su vida su figura resplandeció de luz solar. Así como desde el tiempo de Góngora y de Lope no había vuelto a aparecer en España tanto creador, tanta movilidad de forma y lenguaje, desde ese tiempo en que los españoles del pueblo besaban el hábito de Lope de Vega no se ha conocido en lengua española una devoción popular tan inmensa dirigida a un poeta. Todo lo que tocaba, aún en las escalas de esteticismo misterioso, al cual como gran poeta letrado no podía renunciar sin traicionarse, todo lo que tocaba se llenaba de profundas esencias, de sonidos que llegaban hasta el fondo de las multitudes.

Cuando he mencionado la palabra esteticismo, no equivoquemos: García Lorca era el antiesteta, en este sentido de llenar su poesía y su teatro de dramas humanos y tempestades del corazón, pero no por eso renuncia a los secretos originales del misterio poético. El pueblo, con maravillosa intuición, se apodera de su poesía, que ya se canta y se cantaba como anónima en las aldeas de Andalucía, pero él no adulaba en sí mismo esta tendencia para beneficiarse, lejos de eso: buscaba con avidez dentro y fuera de sí.

Su antiestetismo es tal vez el origen de su enorme popularidad en América. De esta generación brillante de poetas como Alberti, Aleixandre, Altolaguirre, Cernuda, etc., fué tal vez el único sobre el cual la sombra de Góngora no ejerció el dominio de hielo que el año 1927 esterilizó estéticamente la gran poesía joven de España. América, separada por siglos de océano de los padres clásicos del idioma, reconoció como grande a este joven poeta atraído irresistiblemente hacia el pueblo y la sangre. He visto en Buenos Aires, hace tres años, el apogeo más grande que un poeta de nuestra raza haya recibido, las grandes multitudes oían con emoción y llanto sus tragedias de inaudita opulencia verbal. En ella se renovaba cobrando nuevo fulgor fosfórico el eterno drama español, el amor y la muerte bailando una danza furiosa, el amor y la muerte enmascarados o desnudos.

Su recuerdo, trazar a esta distancia su fotografía, es imposible. Era un relámpago físico, una energía en continua rapidez, una alegría, un resplandor, una ternura completamente sobrehumana. Su persona era mágica y morena, y traía la felicidad.

Por curiosa e insistente coincidencia los dos grandes poetas jóvenes de mayor renombre en España, Alberti y García Lorca se han parecido mucho, hasta la rivalidad. Ambos andaluces dionisíacos, musicales, exhuberantes, secretos y populares, agotaban al mismo tiempo los orígenes de la poesía española, el folklore milenario de Andalucía y Castilla, llevando gradualmente su poética desde la gracia aérea y vegetal de los comienzos del lenguaje hasta la superación de la gracia y la entrada en la dramática selva de su raza. Entonces se separan: mientras uno, Alberti, se entrega con generosidad total a la causa de los oprimidos y sólo vive en razón de su magnífica fe revolucionaria, el otro vuelve más y más en su literatura hacia su tierra, hacia Granada, hasta volver por completo, hasta morir en ella. Entre ellos no existió rivalidad verdadera, fueron buenos y brillantes hermanos, y así vemos que en el último regreso de Alberti de Rusia y Méjico, en el gran homenaje que en su honor tuvo lugar en Madrid, Federico le ofreció, en nombre de todos, aquella reunión con palabras magníficas. Pocos meses después partió García Lorca a Granada. Y allí, por extraña fatalidad, le esperaba la muerte, la muerte que reservaban a Alberti los enemigos del pueblo. Sin olvidar a nuestro gran poeta muerto recordemos un segundo a nuestro gran camarada vivo, Alberti, que con un grupo de poetas como Serrano Plaja, Miguel Hernández, Emilio Prados, Antonio Aparicio, están en este instante en Madrid defendiendo la causa de su pueblo y su poesía.

Pero la inquietud social en Federico, tomaba otras formas más cercanas a su alma de trovador morisco. En su troupe La Barraca recorría los caminos de España representando el viejo y grande teatro olvidado: Lope de Rueda, Lope de Vega, Cervantes. Los antiguos romances dramatizados eran devueltos por él al puro seno de donde salieron. Los más remotos rincones de Castilla conocieron sus representaciones. Por él los andaluces, los asturianos, los extremeños volvieron a comunicarse con sus geniales poetas apenas recién dormidos en sus corazones, ya que el espectáculo los llenaba de asombro sin sorpresa. Ni los trajes antiguos, ni el lenguaje arcaico chocaba a esos campesinos que muchas veces no habían visto un automóvil ni escuchado un gramófono. Por en medio de la tremenda, fantástica pobreza del campesino español que aún yo, yo he visto vivir en cavernas y alimentarse de hierbas y reptiles, pasaba este torbellino mágico de poesía llevando entre los sueños de los viejos poetas los granos de pólvora e insatisfacción de la cultura.

Él vió siempre en aquellas comarcas agonizantes la miseria increíble en que los privilegiados mantenían a su pueblo, sufrió con los campesinos el invierno en las praderas y en las colinas secas, y la tragedia hizo temblar con muchos dolores su corazón del sur.

Me acuerdo ahora de uno de sus recuerdos. Hace algunos meses salió de nuevo por los pueblos. Se iba a representar“ Peribáñez”, de Lope de Vega, y Federico salió a recorrer los rincones de Extremadura para encontrar en ella los trajes, los auténticos trajes del siglo XVII que las viejas familias campesinas guardan todavía en sus arcas. Volvió con un cargamento prodigioso de telas azules y doradas, zapatos y collares, ropaje que por primera vez veía la luz desde siglos. Su simpatía irresistible lo obtenía todo.

Una noche en una aldea de Extremadura, sin poder dormirse, se levantó al aparecer el alba. Estaba todavía lleno de niebla el duro paisaje extremeño. Federico se sentó a mirar crecer el sol junto a algunas estatuas derribadas. Eran figuras de mármol del siglo XVIII y el lugar era la entrada de un señorío feudal, enteramente abandonado, como tantas posesiones de los grandes señores españoles. Miraba Federico los torsos destrozados, encendidos en blancura por el sol naciente, cuando un corderito extraviado de su rebaño comenzó a pastar junto a él. De pronto cruzaron el camino cinco o siete cerdos negros que se tiraron sobre el cordero y en unos minutos, ante su espanto y su sorpresa lo despedazaron y devoraron. Federico, presa de miedo indecible, inmovilizado de horror, miraba los cerdos negros matar y devorar al cordero entre las estatuas caídas, en aquel amanecer solitario.

Cuando me lo contó al regresar a Madrid su voz temblaba todavía porque la tragedia de la muerte obsesionaba hasta el delirio su sensibilidad de niño. Ahora su muerte, su terrible muerte que nada nos hará olvidar, me trae el recuerdo de aquel amanecer sangriento. Tal vez a aquel gran poeta, dulce y profético, la vida le ofreció por adelantado, y en símbolo terrible, la visión de su propia muerte.

He querido traer ante vosotros el recuerdo de nuestro gran camarada desaparecido. Muchos quizá esperaban de mí tranquilas palabras poéticas distanciadas de la tierra y la guerra. La palabra misma España trae a mucha gente una inmensa angustia mezclada con una grave esperanza. Yo no he querido aumentar estas angustias ni turbar nuestras esperanzas, pero recién salido de España, yo, latino-americano, español de raza y de lenguaje, no habría podido hablar sino de sus desgracias. No soy político ni he tomado nunca parte en la contienda política, y mis palabras, que muchos habrían deseado neutrales, han estado teñidas de pasión. Comprendedme y comprended que nosotros, los poetas de América Española y los poetas de España, no olvidaremos ni perdonaremos nunca, el asesinato de quien consideramos el más grande entre nosotros, el ángel de este momento de nuestra lengua. Y perdonadme que de todos los dolores de España os recuerde sólo la vida y la muerte de un poeta. Es que nosotros no podremos nunca olvidar este crimen, ni perdonarlo. No lo olvidaremos ni lo perdonaremos nunca. Nunca.


Pablo Neruda
Conferencia sobre Federico García Lorca en la Maison de la Culture de París, dentro de las  Jornadas de solidaridad con la República Española, en las que se rinde homenaje al poeta asesinado. (21 de enero de 1937)

Recogida en el tomo II de las Obras Completas de Neruda 

(B. Aires, Edit. Losada, tercera edición, 1967, pp.1043-1049). 

Fuente: http://buscameenelciclodelavida.blogspot.com.es/

CONCHA MORRÁS: EL A ANARQUISMO CONSORTE

23 de Agosto de 2014
Concha Morrás con Katia y Sol Acín (1931)

Por Lola Campos.

En los primeros años del siglo XX llegaba a Huesca, procedente de Cataluña, un nuevo profesor, Joaquín Monrás Casanovas, que se establecía con su esposa, María Casas y sus tres hijos. Estaban criando a María Pilar, Conchita y Joaquín, que crecían en medio de comodidades aunque en una España inquietante.

La hija intermedia se casaría años después con Ramón Acín, un artista anarquista con el que vivió momentos apasionantes durante trece años. Ambos fueron fusilados en 1936, dejando un legado artístico importante y una leyenda que sigue en pie.

Huesca fue el principal escenario de las dichas y sinsabores de Concepción Monrás Casas, nacida en Barcelona un 8 de diciembre de 1898. Los primeros pasos de Conchita por Cataluña han sido borrados por el paso del tiempo. Queda su huella en una Huesca de apenas quince mil habitantes, conservadora y desigual, que contemplaba con respeto las evoluciones de una familia acomodada cuyas hijas estudiaban en el colegio de Santa Rosa y el hijo en el Instituto. La madre moriría pocos años después, de modo que los niños vivieron con la abuela y el padre, quien contrajo años después nuevo matrimonio.

La primera hija acabaría cursando Farmacia en Barcelona y el único hijo montó, al concluir los estudios, negocios de exportación de vinos y casó con una hermana de Ramón J. Sender. Conchita era entonces, y lo serí a después, algo diferente.

Una mujer enérgica e independiente, un espíritu libre que se adelantaba a su tiempo. Pero, al fin y al cabo, una buena hija que acabó sus estudios y sacó la carrera de piano. Si Conchita Monrás hubiera sido una mujer al uso habría matrimoniado con un hombre corriente que le reportara una vida cómoda y sin sobresaltos. Pero no era el caso.

Conchita y Ramón Acín, que trabajaba como profesor de Dibujo en las Escuelas Normales, contrajeron matrimonio el 6 de enero de 1923 en la iglesia de Santo Domingo. Dejaba él una vida de ajetreo entre Huesca y Madrid, donde había entablado relación con la intelectualidad progresista, entre quienes se encontraban García Lorca, Luis Buñuel y otros miembros de la Residencia de Estudiantes. La joven pareja se llevaba diez años de diferencia pero entre ellos había compañerismo, complicidad y un común concepto de la vida.

Habían tenido un noviazgo apasionado en el que Ramón Acín puso a prueba sus dotes de escritor, otra habilidad que le reportó tantos éxitos como problemas. Conchita era una mujer esbelta, de porte fino, una morena resultona a quien su novio, citando a Maupassant, escribió que sería esfinge de belleza, estrella del amanecer, vaso espiritual, puerta del cielo o rosa mística. Y algunas cosas más que resultarán certeras, “serás siempre el consuelo de mi aflicción y la causa de mi alegría”. Esto quedaba escrito antes de la boda ya que después vendría la vida cotidiana. Que resultó poco cotidiana.

El joven matrimonio se instaló en la casa del marido, en un piso del antiguo palacete de los Ena, situado en la calle de las Cortes, subiendo a la catedral. Vivían de alquiler compartiendo vecindad con otros miembros de la familia. Fueron trece años de vida frenética, de esperanzas y riesgos. En ese mismo año nacería Katia, la primera hija de Ramón y Conchita. Dos años después vendría al mundo Sol, la segunda y última descendiente de la pareja. Formaban una familia feliz, preocupada porque el nivel del que ellos disfrutaban no alcanzara al resto de la poblacion.

En aquella casa de amplias escaleras, con suelos de ladrillo rojizo y fogones de carbón en la cocina, se respiraba anarquismo. Un espíritu de libertad que no impedía ser social con los vecinos, cordial con los adversarios, combativos con el pensamiento y firmes en la acción. Las niñas no iban a colegios de la ciudad porque tenían profesores en casa. Era una libertad vigilada, de modo que no leían un libro o no veían una película que antes no hubieran sido supervisados. Los padres odiaban la violencia y no deseaban que las niñas se recrearan en ella. Conchita jugaba con sus hijas a dibujar y leer Platero de Juan Ramón Jiménez o a recorrer el mundo con libros de viajes. Mientras les hacía sus rubias coletas investigaba sobre sus conocimientos en Geografía.

En la casa de Concha Monrás las jaulas sólo contenían pajaritas de papel. A fin de cuentas se creía en un mundo sin ataduras ni crueldades. Ramón Acín llevaba su ideario anarquista a las cosas más domésticas y su mujer, lejos de disuadirle, le acompañaba entusiasmada en esta lucha a favor de un mundo más justo. La sensatez de ella impedía que, pese a la generosidad de él con todo y con todos, la familia se quedara sin sustento. Concha vivía bien, tenía la ayuda de alguna criada pero debía poner prudencia al idealismo del marido.

Ya en la década de los años treinta el matrimonio tuvo que enfrentarse a un montón de acontecimientos en los que se vio envuelta toda la sociedad española. Concha seguía siendo el sustento de la casa, ayudaba a planificar los veraneos en el Pirineo, un año en Saqués, otro en Aínsa o el siguiente en Cataluña. Las niñas continuaban sus estudios en casa o sus juegos en el hortal próximo, donde se reunían con toda la chiquillería del barrio. Katia y Sol eran dos chicas felices, perfectamente ataviadas y su madre una mujer dispuesta a vivir con el reloj adelantado. Así se apuntaba a jugar al tenis en las improvisadas pistas del Velódromo cuando pocas mujeres se atrevían a ello. O acompañaba al marido en sus viajes a Barcelona o Madrid.

Conchita Monrás y su marido eran, por lo tanto, un matrimonio poco convencional. A Ramón le consentían en casa que prolongara sus jornadas laborales con las obligaciones políticas. Se reconocía la labor que el artista hacía con los obreros de la ciudad, a los que daba clases gratuitas de dibujo en el Círculo Oscense. Otros no entendían sus meriendas de fin de semana con los trabajadores en un intento de cambiar el mundo desde abajo. Concha no era una mujer temerosa y por lo tanto entendía que su marido escribiera artículos incendiarios en los periódicos o que fuera como delegado de la CNT a congresos y mítines. Los sueños requieren sacrificios.

La familia Acín-Monrás digería todo con naturalidad. El padre le había prometido un día a Buñuel que si le tocaba el gordo de la lotería le produciría la película Tierra sin pan. Cuando en 1931 la suerte le sonrió con un premio de buen nivel todos entendieron que Ramón cumpliera su palabra, de modo que Conchita y sus hijas también disfrutaron de los preparativos del rodaje en Madrid antes de partir a Las Hurdes, o del coche descapotable amarillo que se compró para la película.

Conchita, en este mundo en creciente agitación, era el complemento de su marido. Donde no llegaba él llegaba ella, o al revés. Por las noches, en un rito que recuerda a la perfección Katia, la única superviviente de esta especial familia, la madre interpretaba obras musicales al piano hasta que las niñas caían rendidas a los sones de Mozart o Chopin. El aire cultural que respiraba la casa iba de lo clásico a lo moderno, dando paso, por ejemplo, a la radio. Aquel aparato con lámparas refulgentes deslumbró no sólo a la familia sino al vecindario, de forma que los niños del barrio se agrupaban en las escaleras para escuchar las voces que salían de esa caja mágica. En la casa las tertulias eran algo familiar para Conchita, como lo eran las piezas antiguas que su marido llevaba para crear un Museo de Antropología y a las que ella quitaba chinches y mugre. Entre tanto cultivaba el esperanto.

La militancia anarcosindicalista de Ramón Acín marcó, lógicamente, la rutina de la familia, sometida a tantos vaivenes como la vida política española. Cuando el artista daba con sus huesos en la cárcel a causa de algún artículo periodístico o reunión prohibida, Conchita procuraba que todo siguiera igual a la espera de su regreso.

Concha sufría por los avatares políticos del marido pero disfrutaba de estar casada con un buen escritor, con un magnífico ilustrador y con un escultor en auge. Sus exposiciones fuera de Huesca y su actividad social alimentaban esa satisfacción nunca completa ya que el futuro se adivinaba incierto. Así pudieron comprobarlo todos en 1930, el día que Fermín Galán, gran amigo de la familia, fracasó en su sublevación junto a García Hernández. Nadie se equivocó al temer entonces lo peor.

Ramón tuvo que huir hacia Francia dejando aquí a su familia. Y Conchita se quedó en Huesca esperando acontecimientos, procurando que las niñas no se angustiaran.

Muchas tardes cogía a una hija de cada mano y marchaba a las Mártires a poner flores sobre la tierra donde Galán había sido fusilado. Era su último tributo a este amigo, nada afortunado en amores, que envidiaba a su marido por tener una compañera como ella.

La llegada de la II República supuso otro inmenso alivio para Concha e hijas que a punto estuvieron de marchar a vivir a París, donde Ramón compartía vivencias con lo más granado del exilio español. Fue incluso uno de los momentos más gratificantes para todos. El mismo 14 de abril ella y las niñas tuvieron que salir al balcón de casa a saludar a los manifestantes que se arremolinaban en la calle gritando a favor del marido y padre ausente antes de tomar la Alcaldía. Ramón Acín era entonces un héroe. Al día siguiente Concha, Katia y Sol se reencontraron con él en la plaza mayor de Ayerbe, donde fue recibido por una multitud enfervorizada.

Los años siguientes no fueron cómodos para nadie y menos para Conchita y los suyos. Ramón viajó continuamente a Madrid, unas veces solo y otras acompañado por la familia, hospedándose siempre en el hotel Dardé. Las represiones del Gobierno republicano alcanzaron al esposo de Conchita, que de nuevo tuvo que disimular ante las hijas por las ausencias del padre. Ramón Acín entraba y salía de la cárcel, agitaba a las masas en el Olimpia, escribía artículos defendiendo un mundo más limpio y sin violencia y trabajaba en su taller.

Aquel verano de 1936 Conchita y familia permanecían en la casa de Huesca. El día 17 de julio a Ramón un conocido le dijo que algo raro se estaba preparando. En su casa nadie se alarmó lo suficiente pero tomaron precauciones, no salían y vigilaban los movimientos de los falangistas oscenses, que se habían presentado en varias ocasiones a buscarlo. El día 6 de agosto, a las cinco de la tarde, un grupo de ellos volvió a la casa con intenciones más ejecutivas. A sus once años de edad algo intuyó Sol, que los vio llegar desde una ventana. Y algo más profundo sintió Concha cuando empezó a ser presionada por los fascistas, que la golpearon hasta obligar a su marido a abandonar el escondite.

El matrimonio fue llevado a la cárcel. Por la noche Ramón sería fusilado en las tapias del cementerio, siendo una de las ciento treinta personas que cayeron ese día. Conchita estuvo presa hasta el día 23 de agosto, en una celda sin luz y sin colchón, acusada de haber insultado a la autoridad. Ese día fueron fusiladas ciento treinta y ocho personas, entre ellas la esposa de Ramón Acín y madre de Katia y Sol. Dejó un recado a una compañera de cárcel: Dales besos a mis hijas, si es que llegas a salir.

Muchos años después este encargo pudo ser transmitido a las hijas de Conchita, que tras aquella tragedia fueron obligadas a llamarse Ana María y María Sol. Pero ellas siempre han sido Katia y Sol y siempre han guardado la memoria fresca del ideario paterno y los restos con los que se encontraron tras el saqueo oficial. Un mural dedicado a Galán y García Hernández fue arrojado al Isuela y buena parte de las antigüedades coleccionadas por Ramón Acín y conservadas por Concha Monrás fueron robadas por los falangistas. La casa fue desmantelada y las niñas pasaron a vivir con unos tíos, junto a unas primas.

Vestidas de luto riguroso, incluidas las enaguas, a las hijas de Conchita el destino les obligó a pasar de una familia de izquierdas a una familia de derechas, les hizo ir a colegios e incorporarse a una sociedad diferente a la soñada. Del blanco al negro. Pero apoyadas por sus familiares salieron adelante. Conservaron buena parte de la obra artística del padre y algunos recuerdos de la madre. Eso sí, mantuvieron el espíritu de sus progenitores, el sentimiento de ser diferentes, y subsistieron con ese fondo de tristeza que invade a cuantos les ha sido pisoteada la vida. Katia, la hija superviviente de Conchita, lo recuerda todavía hoy en voz baja, esperando que un día la obra de su padre tenga un cobijo digno. Sería el final feliz a una historia desgraciada.


Aragonesas en la historia
Concha Monrás Casas
Barcelona, 1898 - Huesca, 1936


COSAS DE ESTA PUTA GUERRA


18 agosto, 2014 10 Comentarios Fuente: La Republica
Rafa MP, Brigadista antifascista en Ucrania
Podría volver a describiros como un ejército, mercenarios nazis y un gobierno legitimado por más de medio mundo, están asesinando y torturando a miles de personas por simples motivos de odio e intereses económicos, pero seguramente los que lleguéis a leer esto lo sabréis perfectamente; y ya duele tanto escribirlo, como verlo a diario, así que me niego a hacerlo nuevamente.
También podría volver a reflexionar sobre el comunismo, la lucha de los pueblos, la libertad… Y seguiría siendo de igual manera infructuoso.
Este escrito, cumpla finalmente su función o no, va dirigido a la totalidad de la población, que como en anteriores ocasiones publiqué, sería incapaz de mantener los ojos abiertos más de un segundo al presenciar tan injustificable masacre.
Lo escribo en un momento delicado, bastante delicado, de gran incertidumbre, cuando en la base apenas sale un hilo de agua de los grifos, y ni puedo imaginar cómo estarán en otras poblaciones más asediadas. Se perciben caras de preocupación entre los milicianos más experimentados. El idioma es una dificultad, pero poco a poco vas entendiendo parte de las conversaciones, y sobre todo, interpretas gestos, caras, miradas. Me da la sensación de que la Junta golpista de Kiev quiere echar el resto antes de posibles toques de atención, vengan de donde vengan… (Al menos esta es mi opinión). Están intentando tomar la región por todas partes, y eso evidentemente se traduce en más muerte y destrucción.
Pero insisto, la motivación que me lleva a parar un instante a escribir, no es volver a transmitiros un parte de guerra. No se trata de eso. Solo pretendo que intentéis hacer el esfuerzo de sentir lo que he sentido al mirar tantos ojos inundados del más absoluto dolor.
Te desgarra el corazón. Dormir cada noche al lado de un gran hombre, que se preocupó por nuestro bienestar desde que llegamos (en la medida que la actual precariedad permite), que no descansaba hasta asegurarse de que la labor que desempeñaba por su pueblo estaba concluida… y al día siguiente portar su féretro rodeado de una familia e innumerables amigos rotos de dolor, supera a cualquiera.
Hace un par de días, me encontraba al otro lado de un rio controlando un pequeño bosque y unos caminos y senderos que daban acceso a una pequeña población de la región de Donetsk, con el horrible sonido ambiente atronador de fondo. Vigilábamos la retaguardia de la primera línea que intentaba asegurar la zona de Yasunovata, castigada a diario durante el pasado fin de semana por la artillería del ejército ukro.
Transcurridas unas horas, mi superior situado al otro lado del rio para guardar la entrada del camino principal del pueblo, me hizo señas para que me dirigiera hacia él. Los vecinos nos habían sacado leche fresca muy fría y una especie de carne rebozada que no supe identificar, pero que agradecías enormemente después de tanto rato bajo un insufrible sol, con botas, pantalón largo, chaqueta, un pesado chaleco y demás accesorios indispensables; más aún cuando la botella de agua que teníamos en el vehículo casi se evaporaba de la alta temperatura.
Mientras tomábamos dicho refrigerio varios vecinos se acercaron, agradecieron mi labor, nuestra labor, y me dieron muestras de profundo y sincero respeto por haber venido desde tan lejos para apoyar su defensa. Mi “khomandir” ya les había estado contando nuestro periplo.
Al rato, una preciosa niña de unos 10-12 años se acercó junto con su perro, ya que su padre se encontraba charlando con nosotros. De pronto reconoció mi cara y el lazo republicano de mi muñeca, al haberlo visto días atrás en la televisión en una de las entrevistas que nos realizaron (entrevistas que por cierto desesperan, no porque considere que no puedan ser de utilidad, sino porque se te ocurren mil cosas mejores que hacer en esta tierra dada la situación actual). Al verme sonrió, una de esas sonrisillas semi avergonzadas al encontrarse allí junto a alguien que había visto en TV, una linda sonrisa.
Dos horas después, encontrándonos de nuevo en nuestras posiciones, un compañero me alerto de que tenía que regresar rápidamente al vehículo. Corres como nunca, lo has hecho al escuchar cada vez más cerca los estruendos de tu columna en retirada y los bombazos de la artillería enemiga. Monté en el coche que me esperaba con la puerta abierta y ya en movimiento. Había que marcharse con total celeridad, ya que habían llegado significativos refuerzos del ejercito fascista y no se podía mantener la posición sin comprometer la seguridad de la población; había que llevárselos de allí.
Vigilante desde la ventanilla del coche, mientras abandonábamos el pueblo, observaba como sus habitantes nos despedían con gritos de ánimo, aplausos y puños en alto desde las puertas de sus casas. Entonces volví a ver a esa niña, ella no aplaudía ni gritaba. Esa preciosa niña tenía dibujado en sus ojos la imagen del más absoluto terror. Esa niña, que seguramente meses atrás vivía feliz, iba al colegio y jugaba con sus familiares y amigos, ahora solo podía pensar en cómo caerían de cerca las balas y los misiles en esta ocasión.
No sé cómo estará, no sé si su pueblo ha sido bombardeado en estos días… es posible, ya que el conflicto en la zona sigue siendo duro y constante.
Historias miles, diarias, dramáticas. Las que llegas a conocer y las que no. Como para escribir uno y cien libros cargados de sufrimiento y horror.
A los pocos días de llegar aquí, discutía por wassap con un familiar directo acerca de porqué había tomado la decisión de llevar a cabo esta “locura”. Comprometía mi seguridad y la de mi familia. Por desgracia, como poco después ocurrió, su seguridad y también su intimidad. Les dejaba sumidos en la más absoluta preocupación, con los riesgos que esto también conllevaba…
¿Por qué? Porque si algún día mi pueblo, mi gente, mi familia y amigos, se encuentran sufriendo una atrocidad semejante a la que padece esta población, solo podre soñar y desear que mucha gente tome esta misma decisión que yo he tomado; y por qué creo que a todos y cada uno de vosotros os ocurriría lo mismo.
Y cerca de cumplir un mes en el Donbass os diré, que aunque a nadie le desearía tener que presenciar y vivir esto, para nada me arrepiento de estar aquí. Aunque solo fuese para tratar de transmitiros, como ahora intento hacer, de mi puño y letra, cuanto sufrimiento producen los macabros intereses de unos pocos.
Les culpo a ellos, son los máximos responsables de esta terrible página de la Historia. Al presidente Petro Poroshenko y su gobierno golpista de ideología nazi-fascista, al resto de estados de la UE, al de EEUU, y un larguísimo etcétera…
Pero, y perdonadme por el atrevimiento, también os culpo a todos los que con total indiferencia miráis hacia otro lado, ponéis excusas vacías de argumentación, y no hacéis absolutamente NADA por estos niños, estos ancianos, estas personas que de manera independiente, y ajenas a ideologías, lo único que quieren es recuperar una paz y libertad que les ha sido arrebatada hace demasiado tiempo. Supongo que la comodidad de vuestras vidas no os deja tiempo y/o ganas para más.
Os acuso de ser cómplices silenciosos del asesinato, tortura y masacre de miles de personas. Porque si queréis, podéis conocer la verdad de lo que aquí ocurre, yo lo hice previamente a mi traslado. Porque si queréis, entre todos, podemos acabar con ello. Me dan igual vuestras ideologías y tendencias políticas, aquí hay un gobierno y súbditos forzados que atacan a población civil (con muchos de esos súbditos que ya se han negado a ello y han pasado a formar parte de las milicias o han huido por temor a represalias), y frente a ellos otra parte, una milicia formada en su inmensa mayoría por trabajadores como vosotros, que con múltiples tendencias, cierto es, la defiende.
Me enorgullece ver como compañeros están luchando para detener el genocidio en Gaza, tenéis todo mi apoyo. Pero al mismo tiempo me entristece profundamente observar como muchos miran hacia otro lado en lo que al conflicto ucraniano se refiere, no puedo entenderlo… ¿A que tenéis miedo? ¿Es porque nos toca lo suficientemente cerca que nuestra implicación debería ser mayor? ¿Es porque está en nuestras manos exigir a nuestros respectivos gobiernos que dejen de legitimar (y financiar en muchos casos) a otro gobierno que está persiguiendo y aniquilando a gran parte de su población? ¿Acaso no luchamos por la justicia y la libertad de los pueblos?
Son personas las que aquí mueren a diario. Personas como TÚ y como YO. Que hasta hace muy poco disfrutaban de la tranquilidad y comodidad que ahora estaréis sintiendo en vuestros hogares, y que tan rápido como a ellos les fue robada, a TODOS os la pueden arrebatar.
Se llama EMPATÍA, ponerse en el lugar del otro.
Se llama SOLIDARIDAD, no permitir esta injusticia.

¿POR QUÉ SOY REPUBLICANA?


 Jueves, 14 de abril de 2011
Personalmente, encuentro muchas razones para ser republicana. Algunas, emocionales, como el recuerdo de un bisabuelo republicano hasta las trancas al que no conocí; otras, intelectuales, como la actitud rebelde e inconformista ante lo que me rodea, que parece haber nacido conmigo. Sin embargo, realmente existe una única razón de peso para que yo lo sea, y esa única razón es suficiente. 
Yo soy republicana por principios.
En primer lugar, por el principio de que todas las personas somos iguales ante la ley. Ya sé que este principio se lo saltan a la torera en todos los países, republicanos o no; pero, al menos, en el papel mojado de una constitución republicana no se cometen las incoherencias que encontramos en una monárquica. Según nuestra constitución, todos somos iguales, pero yo nunca he podido optar a ocupar el puesto de representante del Estado, ni podré optar nunca al mismo mientras esta carta siga vigente. Si todos somos iguales, todos deberíamos disfrutar, al menos en teoría, de una igualdad de oportunidades para acceder a cualquier cargo. Y esto no ocurre en una monarquía, porque en ella sólo representas al Estado si eres hijo biológico de quien antes que tú lo representó, lo cual reduce la igualdad a cero. Es decir, en una monarquía la igualdad no existe, porque la desigualdad forma parte de su esencia. Por eso soy republicana.
En segundo lugar, por el principio de que la organización del Estado debe tener en cuenta la diversidad de sus habitantes, y mostrarse neutral ante sus diferencias; particularmente, en el caso de la diversidad de creencias. A este respecto, elijo un Estado laico que respete la libertad de conciencia, incluida la de aquellos que no creen en la existencia de ningún dios, como es mi caso. Y esto resulta imposible cuando se mantiene un derecho sucesorio basado en la consanguineidad, derecho que sólo se comprende y sustenta al contemplar la intervención divina. La monarquía se basa en la idea que una sola familia ha sido elegida por dios para guiar a su pueblo, y que dicha elección es, por tanto, sagrada. Ya sé que a lo largo de la Historia la familia elegida ha ido cambiando a través de intervenciones plenamente humanas, como las guerras; pero, en origen, esa categoría de “elegidos” es la única que justifica que ellos puedan acceder a un honor que los demás ciudadanos tenemos vetado, por lo que monarquía y religión están íntimamente unidas. Y como yo soy atea, también soy republicana.
Finalmente, por el principio de respeto a la autonomía de las personas y a la autodeterminación de los pueblos. Yo creo que las personas de manera individual y los grupos en que decidimos organizarnos tienen derecho a gobernar su vida personal y social como consideren y decidan. Por eso, entiendo que la Democracia participativa es el sistema de gobierno que más respeta este principio, pues en ella no sólo los cargos, sino también las decisiones que estos tomen, están abiertos a la población. Para que esto tenga lugar, los ciudadanos deben poder ostentar un poder del que evidentemente carecen en una monarquía. Así, porque creo en la verdadera soberanía popular, soy republicana.
Cuando escucho a alguien decir que mantener a la familia real es muy caro, y que por eso sería más rentable ser una República… el argumento se me queda corto.
¡VIVA EL 14 DE ABRIL!