Nuevos documentos secretos indican que la Casa Real se limitaba a trasladar las denuncias de los familiares a la Cruz Roja y al ministerio de Exteriores
DANILO
ALBIN Bilbao 03/11/2014 00:01 Actualizado: 03/11/2014 00:27
El rey Juan Carlos y la
reina Sofía junto a Videla y su esposa
Cartas
escritas a mano. Cartas cargadas de miedo y dolor. Cartas desesperadas que
salían de Buenos Aires, llegaban a Madrid y volvían otra vez a Argentina sin
que el miedo pudiese convertirse en esperanza: varios documentos
reservados a los que ha tenido acceso Público revelan que el
Rey Juan Carlos hizo caso omiso a las súplicas de los cientos de familiares de
españoles que habían sido secuestrados por la dictadura de Videla. Todos ellos
siguen, a día de hoy, desaparecidos.
De
acuerdo a estos archivos, fueron muchas las familias de origen español que se
dirigieron a Juan Carlos I para pedirle que intercediera a favor de sus seres
queridos, perdidos en los campos de concentración del régimen militar. Las
copias de estas notas fueron guardadas como material reservado en la embajada
de España en Argentina, donde aún continúan archivadas. Durante décadas, los
familiares de desaparecidos intentaron, sin éxito, acceder a esta información.
"Nos
permitimos dirigirnos a Vuestra Majestad por el siguiente problema que nos
aqueja. Con fecha 28-10-76, aproximadamente a las 24.00, un grupo de hombres
armados vestidos de civil, que dijeron pertenecer a un comando del ejército sin
exhibir ningún tipo de identificación, irrumpieron en nuestra vivienda".
Así comienza la carta enviada el 3 de noviembre de 1978 por los alaveses
Jesús Ortiz de Murúa y su mujer, Araceli Juana Langarica, quienes
pedían auxilio para tratar de salvar a su hija Blanca. Llevaban dos años
haciendo todo tipo de gestiones infructuosas, hasta que decidieron dirigirse al
Rey. No lo hicieron en cualquier momento: en noviembre de 1978, Juan Carlos
I y la reina Sofía se desplazarían a Argentina para realizar una visita oficial
al régimen de Videla, que ya acumulaba en su espalda miles de
desapariciones.
Carta
de los familiares de Ortíz de Murúa al Rey Juan Carlos
"Suplicamos
que abogue por nosotros para que se nos dé a conocer paradero de nuestra
hija"
"El
secuestro ha sido corroborado por testigos ante la Policía de la Provincia de
Buenos Aires. Posteriores averiguaciones que hemos realizado han dado todas un
resultado negativo", relataba el desesperado matrimonio. "Dado que
las autoridades argentinas mantienen un prolongado silencio sobre centenares de
casos como el nuestro referente a los desaparecidos -continuaban-, suplicamos
a Vuestra Majestad, que actualmente rige en la patria donde hemos nacido, que
abogue por nosotros ante quien corresponda a fin de que se nos dé a conocer el
actual paradero de nuestra hija".
Ese
mismo día, otra madre de origen español relataba sus sufrimientos a
través de una sentida nota. Sobre un folio escrito a mano, María
Magdalena Pose suplicaba algún tipo de gestión por parte del Rey para tratar de
salvar a sus dos hijas, María Magdalena y Graciela Alicia Beretta, secuestradas
el 28 de diciembre de 1976 por un grupo de tareas del ejército. En su nota,
aquella mujer le pedía a Juan Carlos I que, aprovechando su viaje a Argentina,
intercediera ante las autoridades locales con el objetivo de conseguir alguna
novedad sobre sus hijas.
"En
nuestra desesperación hemos recurrido ya a las más altas autoridades del país,
sin ningún resultado positivo" Los Beretta y Ortiz de Murúa no fueron los
únicos padres españoles que se hicieron ilusiones con la visita de los reyes.
El 10 de noviembre de 1978, Irene Osvald de Bugatti, madre de Roberto Horacio
Bugatti -un ingeniero agrónomo que llevaba desaparecido desde el 22 de octubre
de 1976-, le hizo llegar una carta al entonces embajador de España en Buenos
Aires, Enrique Pérez-Hernández. "En nuestra desesperación hemos recurrido
ya a las más altas autoridades del país, sin ningún resultado positivo",
señalaba la mujer. Ante esa dramática situación, Irene imploraba que la pareja
real fuese informada sobre esta situación, "para ver si ellos pueden
intervenir ante las autoridades argentinas".
"Deseo
aclarar que mi hijo era un funcionario de gobierno que se desempeñaba en su
puesto con eficiencia y honestidad, hombre de bien, cristiano, de excelentes
condiciones humanas y espirituales y de quien nadie conoce que tuviera ningún
tipo de actividad política ni gremial", apuntaba la mujer.
A
pesar de su crudeza, estos reclamos no alteraron la agenda de los reyes.
Siguiendo el guión previsto, Juan Carlos y Sofía arribaron el 26 de noviembre
de 1978 a Buenos Aires, donde fueron declarados "huéspedes de honor".
"Para el pueblo y Gobierno argentinos (sic) constituye motivo de íntima
satisfacción la presencia de los ilustres visitantes, dado los trascendentales
lazos espirituales y de sangre que unen a nuestro país con España. (...)
Además, dicha visita permitirá llevar a cabo en el más alto nivel,
conversaciones tendientes a intensificar las relaciones económicas, comerciales
y culturales, así como la firma de diversos Convenios de especial interés para
ambas naciones", destacaba un decreto de la dictadura.
Poco
antes de que la Casa Real anunciase el viaje de los monarcas a ese país, el
reconocido abogado Emilio Mignone, padre de una joven que había sido raptada
por los militares en Buenos Aires, había logrado contactar en Madrid con
asesores del rey Juan Carlos, a quien hizo llegar un pedido muy claro: no
debía visitar la Argentina de los vuelos de la muerte y las salas de tortura,
ya que se convertiría en un gesto muy positivo para el sangriento régimen.
Ese
mismo reclamo fue planteado por los partidos de la oposición en el Congreso,
donde diputados socialistas y comunistas argumentaron sobre la inconveniencia
de esta visita oficial. El ministro de Exteriores, Marcelino Oreja -tío del
dirigente del PP Jaime Mayor Oreja- resumió la postura oficialista en una
frase: "El gobierno español rechaza las posiciones de humanitarismo
selectivo y se opone a utilizar el tema de los derechos humanos como arma
arrojadiza contra los adversarios políticos", esgrimió.
"Cuento hasta tres
y disparo"
Mientras
Oreja ofrecía estos argumentos en defensa del Rey, desde Argentina seguían
llegando pedidos de auxilio. "El día 12 de mayo de 1977, aproximadamente a
la 1.30, un grupo de hombres armados -10 o más- llamaron por altavoz desde la
calle, mandando que encendiéramos las luces y saliéramos con las manos en alto.
Al hacerlo, nos separaron y registraron la casa; nos interrogaron separadamente
a mi esposo, a mis hijos y a mí, y finalmente obligaron a mi hija María a
abandonar el domicilio y acompañarlos. Les pedí desesperadamente que me dejaran
acompañar a mi hija, lo que no me permitieron. Imploré darle un beso y me
amenazaron con un ‘señora, no insista porque cuento hasta tres y disparo'.
Desde entonces no he sabido nada de ella", escribió Victorina Toimil, natural de Vigo.
En
lugar de reclamar a la dictadura por la vida de María, la Casa Real optó por
trasladar el caso al ministerio de Exteriores de Marcelino Oreja y a la Cruz
Roja española, tal como figura en la respuesta enviada a Victorina Toimil. La nota,
que llevaba la firma del secretario general de la Casa Real, Sabino Fernández
Campo, también fue remitida a la embajada española en Buenos Aires, que la
archivó como secreta.
La
Casa Real informa a Cruz Roja del caso María del Carmen Jaramillo - Septiembre
1979
De
acuerdo a los expedientes consultados por Público, este procedimiento
administrativo -con respuestas prácticamente calcadas de Fernández Campo- se
repitió en otros casos. Según esos documentos, los Jaramillo fueron una de las
familias que recibieron una escueta nota del Palacio de la Zarzuela, en la que su secretario general se limitaba a informar sobre el
traslado de su denuncia "a la Asamblea Suprema de la Cruz Roja para que
por el departamento u organismo correspondiente, se estudie la solución que, en
justicia, proceda". No sirvió de nada: María del Carmen
Jaramillo, una maestra de 28 años que fue secuestrada el 8 de enero de 1976 en
la provincia de Tucumán, sigue desaparecida. Su nombre, alguna vez, llegó a los
despachos de la Casa Real.
Fuente: www.publico.es
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