Agentes
municipales y nacionales bloquearon todos los accesos al barrio coruñés de
Elviña para desalojar a una familia de su casa afectada por una nueva
urbanización
A Coruña / La Voz
28 de noviembre de 2014 10:02
Cesar Quian
Cesar Quian
Cesar Quian
Cesar Quian
A las 8 de la madrugada la
campana de la iglesia de Elviña, el mayor núcleo rural tradicional de A Coruña,
sonaba sin parar. Llevaba así desde las 5.30, cuando llegaron los primeros
policías y desde la casa de Isabel Álvarez y Álvaro Corral se hizo una señal:
lanzaron cuatro bombas de palenque y una vecina corrió hasta la iglesia para
darle al badajo. Era la llamada para que los residentes se congregasen frente a
la casa de 1925, que iba a ser desalojada y demolida para levantar un viaducto
que conectará con la urbanización del parque Ofimático, aún en los cimientos.
La policía, aleccionada
tras el complicado desahucio de Aurelia Rey en febrero del 2013, actuó con
rapidez y un gran despliegue de fuerza. Levantó un perímetro alrededor de la
vivienda y bloqueó todos los accesos al barrio, incluso un carril de la avenida
de Alfonso Molina, una vez más escenario de largos atascos.
El despliegue evitó que los
vecinos llegasen a la vivienda, en la que ya había un grupo de unas 30 personas
dispuestas a evitar el desalojo, autorizado por el juez a petición del
Ayuntamiento de A Coruña a partir de las 9 horas.
Mientras no llegaba el
momento, una multitud de más de 200 personas se congregó frente a la casa. Hubo
forcejeos con la policía cuando les echaron una finca al lado de la casa.
Algunos agentes usaron sus defensas. Un vecino sufrió un corte sobre el ojo
izquierdo al chocar con una rama. Pronto los policías controlaron la situación.
No hubo más choques graves, la imponente presencia de unos 50 antidisturbios
disuadió a los manifestantes.
Mientras, parte de los 35
agentes de la Policía Local que ejecutaron el desalojo se pusieron a ello. La
resistencia de los encerrados, la mayoría activistas de Stop Desahucios, fue
pacífica, pero sacarlos fue muy complicado. Expulsaron a unas 20 personas
concentradas en la planta baja. Luego cortaron las cadenas con las que se
amarraron otras cuatro, entre ellas el portavoz del BNG, Xosé Manuel Carril,
que había pasado la noche allí.
Cuando los policías
subieron a echar a las otras seis, descubrieron que se habían fortificado en
una «habitación del pánico» en el fallado, con la puerta sellada y un acceso
por la fachada. Allí esperaron Antonio Vázquez, abogado de Stop Desahucios,
Álvaro Corral y su hijo. Los otros activistas se refugiaron en el tejado.
Pasaron las horas, entraron
y salieron policías y operarios de obra, insultados aún con más saña que los
primeros por los manifestantes, que gritaron eslóganes contra la corrupción, la
especulación, el gobierno local del PP...
A la concentración llegó
Manuel Rivas, antiguo vecino del barrio, a quien pidieron que escribiese un
libro sobre lo ocurrido; más políticos del BNG y de Esquerda Unida, más jóvenes
activistas y tres motoristas de una cadena de pizzerías que acaba de abrir en
la zona y repartió producto gratis... Pasaron las horas y cerca de las 13.30
los municipales se elevaron hasta el tejado con ayuda de un camión grúa, y
Álvaro mandó parar. No quiso que todo acabase con violencia.
Él, su hijo, el abogado y
los otros tres activistas dejaron la casa sin resistencia. La policía no les
detuvo y les permitió salir por un lateral del perímetro, evitando nuevas
tensiones con los congregados. Álvaro, muy afectado, evitó a la prensa. Se dejó
abrazar y besar por sus vecinos acompañado de su hijo, que sacó de la casa una
jaula con dos loros. Antonio Vázquez culpó al Ayuntamiento de lo ocurrido, que
«viene por un plan urbanístico especulativo (el Ofimático)».
El alcalde, Carlos
Negreira, explicó que actuaron así atados por los acuerdos del anterior
gobierno PSOE-BNG, que adjudicó las obras de la urbanización a Acciona, y
recordó que han ofrecido una vivienda municipal a Álvaro y su madre, de 74
años. La oposición le culpó de lo sucedido.
A las 14.30 llegó Fernando,
un vecino mayor que fue detenido el miércoles a las 20 horas. Acababan de
soltarlo tras un juicio rápido. Bajaba Alfonso Molina con un bocadillo de
jamón: «É o primeiro que como dende onte».
A esa hora empezaron a
tirar la casa de Álvaro. Él lo vio todo de frente, sentado en una piedra.
Fuente: www.lavozdegalicia.es
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