José Enrique Centén Martín
30 de noviembre de 2014
La sinonimia que la mayoría de las personas establece entre
ética y moral, es casi idéntica a como ciertos políticos defienden a los suyos,
demostrando su corporativismo ante hechos de dudosa moralidad disfrazándolo con
palabras vacías, esa actitud definen precisamente la ética y la moral de ellos,
más aún su ética, por el discurso defendiendo a alguien inmoral.
No quieren darse cuenta que la forma de ser o el carácter,
es la ética de cada persona, una reflexión que define la moral del individuo.
Mientras que la moral, es lo relativo a las normas que guía y orienta las
acciones y juicios para dilucidar, lo correcto de lo incorrecto, lo bueno de lo
malo, en definitiva lo moral de lo inmoral.
A esos les es indiferente la ética y la moralidad, porque
sistemáticamente cumplen un reproche evangélico contrario a la filosofía ética
en su propio interés, sean a no creyentes, aunque la mayoría dicen serlo,
personalizando el pasaje de Mateo 23:3-4 donde dice: Haced lo que dicen, no lo
que hacen. Claro mensaje de sumisión para los creyentes ante quien predica, y
estos facinerosos lo cumplen con asiduidad, diciendo sin decir “haced lo que yo
diga, no lo que haga”. Legitimando el sistemático incumplimiento de sus
promesas electorales. Sí, sabemos que es difícil gobernar, y que todo lo
prometido es susceptible de reforma, pero nunca que esa reforma sea totalmente
contraria a lo prometido.
El actual gobierno, no conforme con el incumplimiento de su
programa electoral, pretende mediante una Ley, la regulación de los lobbies
(grupos de presión formado por personas con gran influencia política y
económica) para que puedan influir, directa o indirectamente, en la actividad
legislativa de las Cortes Generales, y en general, en la adopción de decisiones
políticas por el Congreso de los Diputados o el Senado o por cualquiera de sus
órganos. A imagen y semejanza del Parlamento europeo donde ya existen unos
15.000 lobistas y 2.500 organizaciones, que realmente representan a los grandes
grupos financieros como Goldman Sachs o Lehman Brothers, Moody´s, Fitch,
Standard & Poor's, el FMI, la gran Banca, las Eléctricas, las Petroleras…,
causantes todas ellas de la crisis económica nacional y mundial, con dirigentes
en el Parlamento Europeo que trabajaron para dichas empresas. En España, hay
figuras que también trabajaron o trabajan para ellas, como Rato, de Guindos,
Cañete, Aznar, F. Gonzalez… o para la Iglesia y su órbita, por medio de su lobby, el OPUS, pues la mayoría del gobierno
actual son muy cercanos o miembros.
Nuestro gobierno quiere que los lobbies sean representantes
de organizaciones empresariales, sindicatos ¿cuál?, ONG ¿Iglesia?, empresas de
consultoría y relaciones institucionales y despachos de abogados, entre otras.
Y aún no he oído voces en contra de esa propuesta por parte de los distintos
partidos políticos, o de esa hipotética oposición que también dicen
representarnos, vamos, están de acuerdo en institucionalizar la puerta
giratoria.
¿Pero qué pasa con ese lobby que les dio el poder con sus
votos?, los ciudadanos, que se fiaron de sus promesas electorales, hoy
totalmente incumplidas, y en menos de tres años. Entonces ¿cuál es la
representación de los ciudadanos en los órganos de gobierno nacional se llame
Congreso o Senado?
Tiene miedo este gobierno a
un nuevo partido político, y ese miedo pretende infundirlo a la ciudadanía en
general junto con otros partidos políticos del arco parlamentario, demostrando
más ahínco en esa empresa, los dos grandes partidos y sus satélites
nacionalistas, todos ellos defensores a ultranza de los privilegios adquiridos.
Este miedo por la aparición del nuevo partido político, lo magnifican tachando
de locura sus planteamientos para gobernar, pero esas propuestas han calado con
los deseos generales de los ciudadanos, siendo respaldadas por una gran mayoría
de la población, como rezan las encuestas. Miedo, sí, por
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