Decían los
clásicos que en asuntos de comparación todo es posible. Incluso lo más insólito
y extravagante. Sin embargo, no deja de resultar llamativo el afán que están
poniendo determinados analistas de salón -algunos vinculados a influyentes
grupos de comunicación de trayectoria progresista- en convencernos de que
existen bastantes paralelismos entre el PSOE y el Felipe González de 1982 y el
Podemos y Pablo Iglesias Turión de 2014.
Para
cualquier analista mínimamente riguroso y respetuoso con los hechos objetivos,
una comparación de esta naturaleza no pasaría de ser un divertimento banal,
algo que no merecería sino una reacción humorística. De hecho, uno de los
implicados en esta pintoresca comparación –Felipe González– se ha tomado el
asunto a broma, haciendo ciertos comentarios jocosos.
Sin embargo,
el mismo hecho de que se realice la comparación y que periodistas de
trayectoria reputada hayan caído en este ejercicio analítico hace que no
resulten ociosas algunas observaciones al respecto.
En primer
lugar, la comparación entre la figura de Felipe González de 1982, con su
trayectoria anterior y posterior, y el actual líder de Podemos es algo que
cualquier agencia de comunicación estaría dispuesta a pagar con su peso en oro
a quien planteara el asunto en serio. Desde luego, si tal historieta cuela, los
estrategas de Podemos ya se pueden tumbar a la bartola y descansar, pues tienen
la campaña electoral hecha.
Pero, si nos
detenemos a realizar la comparación con un mínimo de información objetiva y
veraz, no hay paralelismo posible. ¿Por qué se hace, pues, esta comparación?
¿Se está realizando en serio? Desde luego, somos muchos los que no salimos de
nuestro asombro. Si este es el nivel de análisis al que son capaces de llegar
algunos, apaga y vámonos a otros lugares.
Pero si la
comparación en lo personal, en lo que concierne a la aptitud de liderazgo, a la
oratoria, a la credibilidad y a la capacidad para encabezar un proyecto serio y
creíble resulta de todo punto insólita, en lo referido a las organizaciones
alcanza un punto dislocador.
El PSOE en
1982 era una organización seria y bien estructurada, que había pasado por
momentos de crisis y tensiones internas –solucionadas, por cierto, con métodos
democráticos más contrastados y rigurosos que los que se practican en Podemos–,
que tenía detrás una trayectoria histórica perfectamente identificable, que
contaba con una estructura territorial y unos líderes regionales y locales
claros en sus trayectorias y sus propósitos. Y en bastantes casos estaban
contrastados en la gestión municipal realizada desde 1979. Por solo citar un
caso, la figura de Enrique Tierno Galván y su equipo en el Ayuntamiento de
Madrid no tiene, ni de lejos, punto alguno de comparación con los equipos de
Podemos. Si es que en algún momento logramos conocerlos adecuadamente.
Las
referencias y correlatos internacionales del PSOE en 1982 (y antes) no solo
eran netos y perfectamente identificables, sino que venían avalados por trayectorias
de éxito contrastadas: Willy Brandt en Alemania, Olof Palme en Suecia, François
Mitterrand en Francia, Bruno Kreisky en Austria, y un largo etcétera. ¿Qué
tiene detrás en realidad Podemos? ¿Cuáles son sus referencias internacionales?
¿La Venezuela de Chávez y Maduro y la República iraní de los ayatolás? ¿Hablan
en serio los que intentan establecer paralelismos? ¿Qué propósitos ocultos
persiguen algunos? O es que son así de simples.
Desde el
punto de vista de los equipos, en 1982 resulta evidente que el PSOE era un
partido perfectamente preparado y capacitado para gobernar. En la Comisión
Ejecutiva que encabezaba Felipe González, no solo estaban líderes de primera
categoría como Alfonso Guerra, sino reputados Catedráticos de Universidad,
líderes sindicales de gran prestigio, etc. De hecho, en el primer gobierno que
forma Felipe González, además de Alfonso Guerra, estaban figuras como el
diplomático Fernando Morán, los economistas Miguel Boyer, Carlos Solchaga,
Joaquín Almunia, Julián Campo, etc., reputados Catedráticos de Universidad como
José María Maravall, Tomás de la Quadra Salcedo, Javier Solana, Ernest Lluch…
Jueces experimentados como Fernando Ledesma, altos funcionarios y líderes como
Carlos Romero, Javier Moscoso y Enrique Barón, ex Alcaldes de ciudades
importantes como Narcís Serra (Barcelona) , etc.
¿Dónde están
todos esos cuadros y posibles responsables de un tenor similar en Podemos?
Desde luego, hace falta tener más habilidades que el mago Houdini para
convencernos de que este tipo de análisis comparativos tienen algún componente
empírico-racional. ¿Lo están planteando en serio? ¡Menuda falacia! ¿Por qué?
Fuente: www.nuevatribuna.es
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