Jueves, 27 de noviembre de 2014
Por NORBERTO G.
ASQUINI .- El diario escrito por el obispo que más conoció por dentro las
Fuerzas Armadas y respaldó la represión, por parte de dos investigadores,
es un aporte novedoso para dar cuenta de algunos resortes del terrorismo de
Estado.
Los
investigadores Lucas Bilbao y Ariel Lede relevaron uno de los
documentos que da cuenta de la estrecha relación de colaboración que
tuvieron las jerarquías católicas con las Fuerzas Armadas durante la
dictadura militar. Es el diario personal del obispo salesiano Victorio
Manuel Bonamín, fallecido en 1991, que fue obispo y ocupó el cargo de
provicario castrense entre 1960 y 1982. Los escritos, alrededor de 750
páginas, corresponden a los años 1975 y 1976 y allí encontramos
parte de los secretos de la represión ilegal. Bilbao y Lede trabajan
con ese material desde 2009 y pronto saldrá publicado un libro sobre toda esa
investigación.
Fuente diferente y
novedosa
"A partir de la lectura de los diarios queda claro el conocimiento que
tenía Bonamín sobre la metodología del terrorismo de Estado: secuestros,
asesinatos, desapariciones, torturas y centros clandestinos. Uno de los casos
que aparecen en sus páginas con nombres y datos relevantes, es el de su sobrino
nieto Luis Anselmo Bonamín (militante peronista asesinado el 16 de marzo de
1976)", destacan los autores al ser consultados.
"Y lo más importante: es la palabra - en primera persona y sin
mediaciones - de uno de los obispos más vinculados con el poder castrense. En
ese sentido es una fuente histórica sobre la dictadura, diferente a las
conocidas hasta el momento".
"Al pertenecer a uno de los jerarcas católicos más comprometidos con su
acompañamiento al gobierno militar, la información que contienen estos diarios
es un aporte novedoso para conocer algunos resortes del terrorismo de Estado.
En ellos registraba día a día las tareas que había realizado, las próximas a
realizar, pensamientos, reuniones, diálogos. La mayoría de las reuniones y
conversaciones son con militares, agentes de la SIDE, obispos y capellanes.
Suman un total cercano a los mil nombres", indicaron.
"También registraba los títulos de las conferencias dictadas a los
diferentes escalafones militares, que funcionaron como instancias no sólo de
formación sino también de legitimación religiosa de la violencia. Algunos
títulos fueron 'Religión y combate'; 'Matar en combate', 'Visión
teológica del militar', 'Criterios sobrenaturales al accionar de los
militares', 'Administradores de la fuerza'".
Además acompañó activamente la dictadura mediante la legitimación teológica de
la tortura y visitó en 1976 catorce unidades militares que alojaban centros
clandestinos, lo que también se desprende de sus diarios.
El obispo salesiano Victorio Manuel Bonamín con el dictador Videla
Los capellanes
Los diarios son útiles para conocer con mayor profundidad la organización de
los capellanes militares. A través de la lectura y el entrecruzamiento que
hicieron los investigadores de distintas fuentes oficiales se pudo establecer
que la Iglesia católica aportó 400 capellanes entre 1975 y 1983 para
acompañar "la lucha antisubversiva" que implementaron las Fuerzas
Armadas. La cifra es mucho mayor a los números conocidos hasta ahora.
El vicariato castrense "nunca fue una institución separada de toda la
Iglesia", explican. El vicariato se componía de capellanes castrenses
y auxiliares. En su mayoría diocesanos, aunque la orden de los salesianos
aportó 40 capellanes del total, los franciscanos 20 y los jesuitas siete. Los
castrenses tenían trabajo exclusivo y los auxiliares hacían su tarea en la
parroquia y colaboraban con el vicariato. Para que esos capellanes auxiliares
integraran el vicariato necesitaban la autorización del obispo diocesano.
De los capellanes militares que actuaron en La Pampa durante la
dictadura militar, ninguno aparece en los diarios. En la lista de los
investigadores, en base a otras fuentes, se pudo establecer que hubo tres
religiosos en el cargo.
Uno fue Alberto Espinal, capellán auxiliar del Destacamento de
Exploración de Caballería Blindado 101 de Toay, entre 1974 y 1981, señalado
como colaborador de la represión en la causa "Subzona 14 II". José
Jacinto María Sincero Lombardi, fue capellán castrense de la Brigada Mecanizada
X de Santa Rosa, entre 1974 y 1983. Y Francisco Furchi, capellán
auxiliar del Comando del Cuerpo Ejército IV de Santa Rosa, desde el 31 de mayo
de 1983 a 1996.
"A partir del entrecruzamiento que hicimos, hemos podido concluir que los
capellanes auxiliares conformaron, entre los años 75 y 83, el 75 por ciento del
personal del vicariato, con lo cual comprobamos que se trataba de la
institución eclesiástica y militar que físicamente dependía de la autoridad de
la Iglesia en general, que le brindaba sacerdotes para que funcionaran como
capellanes", indicaron.
El vicariato tuvo presencia en todo el territorio nacional y eso fue volcado en
toda la zonificación militar, con un despliegue que cubrió no solamente los
comandos de zona, sino cada uno de los batallones, grupos y regimientos que
eran los encargados de la represión directa y de los centros clandestinos.
Bilbao y Lede explicaron que los diarios "serán publicados
próximamente, de manera completa, en un libro, acompañados de un análisis y
contextualización, que contendrá el primer estudio específico sobre el
Vicariato Castrense en Argentina, además de una lista de 400 capellanes
militares durante los años 1975-1983". En la investigación hay un listado
biográfico de 33 religiosos -tres de ellos obispos- de los cuáles hay pruebas
concretas y testimonios de su paso por centros clandestinos o cárceles donde se
torturaba a los detenidos.
Fuente: www.canarias-semanal.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario