¿Es
exagerado calificar a la oposición como sucesores de Hitler o Mussolini?
Lunes, 24 de noviembre de 2014
Los
opositores golpistas Henrique Capriles Radonski y Leopoldo López
Por
JUAN ANDRÉS PÉREZ RODRÍGUEZ / CANARIAS-SEMANAL.ORG.- El
fascismo es muchísimo más complejo y peligroso que el terror que genera y la
violencia y todas las agresiones físicas para la eliminación
de su adversario. El complejo fenómeno del fascismo, como la expresión
más agresiva de la reacción política del presente siglo (XXI) poco tiene que
ver en la apariencia con los fascismos del siglo pasado (XX).
Es por eso que cuando se dice que la derecha venezolana es fascista, si quien
lo escucha tiene aquellos conceptos e ideas del fascismo alemán, italiano,
portugués o español, sus ideas raciales de superioridad, sus guerras de dominio
y sus campos de exterminio, reacciona casi instintivamente y lo considera una
exageración. Pero en absoluto lo es. Sus métodos para el logro de
sus objetivos políticos permiten definir a la "oposición" de
esta manera.
Los fascistas venezolanos no son nacionalistas, ni racistas en el
sentido en que lo fueron los nazis. Son marionetas y lacayos del
imperialismo norteamericano. Por lo tanto, su racismo no posee
motivaciones étnicas, sino de clase. Los mueve el odio hacia la clase
trabajadora y sus líderes.
Pese
a todo, ambos fascismos tienen puntos de coincidencia. Aquéllos como
éstos gozan del apoyo de la Banca y controlan los medios de
comunicación, ejercen la violencia y el terror y, además, coinciden en algo
que les es indispensable para intentar conectar con las masas: la manipulación
y la mentira abierta.
El fascismo convirtió en un arma poderosísima el uso de la
mentira. Los nazis usaron con notable éxito los mítines de masas y los
medios de comunicación en general como lo hacen ahora sus herederos
venezolanos. Hoy, como ayer, se sirven de todas las fuerzas sociales
porque saben que en la psicología de las masas opera una contradicción que
señalaba Wilhelm Reich en su libro "Psicología de masas del
fascismo": "la evolución de la base económica, que empujaba
hacia la izquierda, y la ideología de las masas, atraídas por el extremismo de
derecha […]. Por este motivo no se ha planteado el problema de saber cómo
fue posible que las masas depauperadas se pasaran al nacionalismo".
A partir de esta aparente contradicción, los fascistas
venezolanos combinan la guerra económica con la mentira y, concretamente, con
la manipulación de las masas. Por una parte la guerra económica intenta
crear la situación de penuria, aunque el gobierno procure impedirlo.
Paralelamente, la propaganda trata de atraer a las masas, responsabilizando al
gobierno bolivariano de la situación.
Desde esa lógica perversa se levanta el discurso de la
ultraderecha fascista venezolana, cuya expresión más elocuente y acabadamente
camaleónica la representa el gobernador de Miranda, Henrique Capriles
Radonski, quien en un discurso en la zona rural del municipio El Hatillo,
del estado Miranda, señaló:
"A mis hermanos que votaron por
el oficialismo yo se los digo, una cosa era Chávez y otra muy distinta es ese
señor que está en Miraflores, que parece estar en una carrera de velocidad para
destruir a Venezuela".
Hay
que decir, que este discurso es el que se propone "conectar" con el
chavismo, evitando, como se indica en La Iguana, "no atacar a la figura
del Comandante Chávez en zonas claramente chavistas",
pero sí la del presidente Nicolás Maduro.
No obstante, para sectores más urbanos y de las llamadas "clases
medias" la oposición reserva un "discurso de mayor
confrontación no solo con la dirigencia revolucionaria, sino en general con el
modelo socialista de gobierno".
De
modo que, así planteado, vuelven a coincidir con otra de las técnicas
comunicacionales del fascismo del pasado siglo XX: "Prometer todo a
todos", como hizo Hitler.
Por lo tanto, cuando se dice que la ultraderecha venezolana es fascista
no es por arbitrariedad o por el caprichoso empleo de epítetos para
desprestigiarlos.
Ahí está la historia del Golpe de Estado de 2002, cuando
una coalición constituida por la organización patronal Fedecámaras, la
burocrática Confederación de Trabajadores de Venezuela, la Iglesia
Católica, algunos altos militares disidentes y, fundamentalmente, los
grandes medios privados de comunicación, en coordinación con la Embajada de
Estados Unidos; impulsaron un plan desestabilizador para quebrantar el hilo democrático
en el país, al perpetrar el Golpe contra el Presidente Hugo Chávez.
Del mismo modo, todavía arde en la memoria del pueblo venezolano
el paro petrolero del 2003 que, según una investigación de la fiscalía,
"fue el acto terrorista más violento en los últimos 100 años en
Venezuela", y costó al país 20 mil millones de dólares.
La realidad es que la guerra económica que sufre hoy Venezuela es
la continuación del paro petrolero que nunca levantaron la oligarquía y los
factores de la derecha política.
Instantánea de una
de las “gurarimbas” organizadas por la oposición venezolana
Un solo dato, el que aportaba
Diego Olivera en su artículo "El gobierno bolivariano enfrenta la
guerra económica en Venezuela", basta para comprender que no estamos
ante meros errores del Gobierno: "Los bienes subieron de precio más de
siete veces, 1700%, por encima del costo de adquisición. Esto ya ni
siquiera es un tema de ganancia económica, el incremento desmesurado de los
precios -muy por encima de la inflación y en un lapso de menos de un año- sólo
pretende generar descontento en la población"
Por último, toda la esencia
fascista de la derecha venezolana, donde se conjugan la violencia y el terror,
la guerra económica acentuada y la guerra psicológica a través de todos los
medios de comunicación se manifiesta en las "guarimbas".
Las guarimbas son acciones
vandálicas consistentes en el cierre arbitrario de calles, impidiendo el paso
incluso de enfermos y heridos, quema de basura, agresiones con objetos
contundentes a quienes no las secunden, alambres dispuestos a la altura del
cuello de lado a lado de la vía para decapitar a motoristas y el uso de armas
de fuego. Un procedimiento que logra mantener a muchos ciudadanos en sus
casas por el temor a perder la vida y crear de un clima de terror e
inestabilidad orientado a provocar el derrocamiento del gobierno legítimo del
país.
Este tipo de acciones, incitadas y
lideradas por políticos de la oposición como Capriles Radonski o Leopoldo
López -preso desde febrero por su responsabilidad, probada ahora por un
vídeo, como parte de la "salida"-, han costado la vida, en este
último brote de 2014, a más de 40 personas, entre febrero y junio
Por todo ello no es
gratuito afirmar que la ultraderecha venezolana es fascista. Por acción,
y por discurso, lo es absolutamente.
Fuente:
http://canarias-semanal.org/
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