Martin-Luther-King
A raíz del cincuenta aniversario de la Marcha de Washington,
donde el Reverendo Martin Luther King dio su famoso discurso “Yo tengo un
sueño” (I Have a Dream), se han escrito muchos reportajes, tanto en EEUU como
en España, sobre aquella marcha y sobre Martin Luther King, refiriéndose a este
último como una figura inspiracional que, actuando como la conciencia de la
nación estadounidense, exigió a aquella sociedad el fin de la discriminación
contra la población negra, de origen africano. Es difícil ver u oír aquel
discurso sin conectar con su causa.
Ahora bien, esta imagen inspiracional de Martin Luther King
se ha construido a costa de olvidar y hacer olvidar a otro Martin Luther King,
el Martin Luther King real, que veía esta discriminación como resultado de unas
relaciones de poder basadas en una explotación, no solo de raza, sino también
de clase social. Se ha silenciado que Martin Luther King (a partir de ahora
MLK) fue un socialista que, sin lugar a dudas, hubiera sido muy crítico con las
sucesivas políticas, tanto domésticas como internacionales, llevadas a cabo
durante todos estos años por los gobiernos federales, incluyendo la
Administración Obama.
MLK estuvo en contra de la guerra del Vietnam, como hubiera
estado en contra de las guerras de Irak y Afganistán, y no solo por su
pacifismo, sino también por su antimilitarismo y antiimperialismo. Definió al
gobierno de EEUU como “el máximo agente de violencia hoy en el mundo…
gastándose más en los instrumentos de muerte y destrucción que en programas
sociales vitales para las clases populares del país”. Era profundamente
anticapitalista, como consta en su discurso de que “deberíamos denunciar a
aquellos que se resisten a perder sus privilegios y placeres que vienen junto a
los beneficios adquiridos de sus inversiones, extrayendo su riqueza a través de
la explotación”.
Y en 1967 condenó con toda contundencia los tres diablos que
–a su parecer- “caracterizaban al sistema de poder estadounidense, a saber, el
racismo, la explotación económica y el militarismo”, acentuando que “las mismas
fuerzas que consiguen enormes beneficios a través de las guerras son las
responsables de la enorme pobreza en nuestro país” (todas estas notas proceden
del excelente artículo de Michael Parenti “I Have a Dream, a Blurred Vision”,
29.08.13).
Y su último discurso, en apoyo de las reivindicaciones de
los trabajadores de los servicios de saneamiento que estaban en huelga,
concluyó con la famosa frase de que “la lucha central en EEUU es la lucha de
clases”. Dos semanas más tarde fue asesinado, sin que nunca se haya aclarado
tal hecho. Una persona fugitiva de la cárcel de Missouri, James Earl Ray, fue
acusado de asesinarle. Fue detenido en el aeropuerto de Heathrow, en Londres,
con gran cantidad de dinero en su posesión. Nunca se aclaró quién dio ese
dinero.
MLK fue un socialista radical en sus análisis y en sus
propuestas
Una cosa es que MLK fuera la conciencia de EEUU, exigiendo
que no se discriminara a los negros, petición con un fuerte contenido moral al
cual era difícil oponerse. Pero otra cosa muy distinta y amenazante para la
estructura de poder era subrayar que el origen de la pobreza y discriminación
(que incluye también a amplios sectores de la clase trabajadora blanca, además
de la negra, pues la mayoría de pobres en EEUU son blancos) requiera un cambio
revolucionario (por muy no violento que sea) de las estructuras capitalistas de
aquel país. Y la elección del Presidente Obama prueba, precisamente, la certeza
del diagnóstico de MLK. Hoy el Presidente de EEUU es un afroamericano, lo cual,
no hay ninguna duda, es un gran adelanto. Pero la pobreza entre negros (y entre
blancos) en EEUU no ha cambiado desde entonces.
De ahí la enorme hostilidad del establishment
estadounidense, del cual la Policía Federal, FBI, fue un elemento clave,
dirigida por una de las figuras más nefastas de la historia de EEUU, J. Edgar
Hoover (definido por el famoso periodista Russell Baker, del New York Times,
como un “tirano patético”) que había intentado convencer al Fiscal General del
Estado Federal, Robert Kennedy, “de que el cerebro de los negros era un
veinticinco por ciento más pequeño que el de los blancos”. Era cercano
políticamente al senador segregacionista de Carolina del Sur, Strom Thurmond, e
intentó por todos los medios desacreditar al movimiento antisegregacionista y a
sus dirigentes, gran número de los cuales eran socialistas y comunistas. En
realidad, fueron los sindicatos, y muy particularmente, el sindicato del
automóvil, el UAW (United Automobile Workers) los que financiaron en gran parte
tal marcha. Y a la izquierda de MLK en la marcha estaba Walter Reuther, su
secretario general, socialista y blanco. Una tercera parte del cuarto de millón
en la marcha de Washington eran blancos, gran número de ellos sindicalistas y
miembros de partidos de izquierda. El eslogan de la marcha era “libertad,
justicia y trabajo”. Y el organizador de la marcha, Asa Philip Randolph, era el
sindicalista afroamericano más conocido en EEUU, dirigente del sindicato
ferroviario (Paul Le Blanc, “Revolutionary Road, Partial Victory. The March on Washington for Jobs and
Freedom”, Monthly Review, Sept 2013).
Y cuando el Presidente Kennedy, a instancias de Hoover, jefe
del FBI, puso como condición para que él apoyara la marcha, que despidiera del
liderazgo a aquellos radicales que estaban en puestos de dirección, MLK se
negó. La presión de la calle era tal que el Presidente Kennedy decidió a última
hora apoyar la marcha, recibiendo a MLK en la Casa Blanca. Y el obispo católico
de Washington, Patrick O’Boyle, amenazó con no participar en la marcha a no ser
que los discursos (que se habían distribuido con antelación) se moderaran.
Últimas observaciones. En 1986, el día del nacimiento de MLK
fue declarado fiesta nacional cada año. Pero en esta captura de la imagen
popular de MLK se ha transformado deliberadamente su mensaje y figura para reciclarlo
como una figura inspiracional, conciencia del país, a favor de los derechos
civiles de la población afroamericana (con especial hincapié en su poder de
votar), olvidándose deliberadamente del MLK real, que pidió un cambio profundo,
no solo en las relaciones de raza, sino también de clase social. De esto último
ni se habla.
La historia se repite: las campañas de Jesse Jackson
Yo tuve la oportunidad de experimentar una situación
parecida durante mi participación en la campaña electoral del Reverendo Jesse
Jackson (que estaba con MLK cuando fue asesinado), en las primarias a las
elecciones del candidato presidencial del Partido Demócrata. En respuesta a su
invitación, fue senior advisor (asesor especial) en su campaña del 1984, y más
tarde en la del 1988. En 1984, y en contra de mis consejos, se presentó como la
voz de la minoría negra, exigiendo su incorporación a la sociedad americana. En
aquella campaña, el establishment liberal estadounidense (cuyo mayor portavoz
era y es The New York Times) escribió un editorial enormemente positivo acerca
de su candidatura. La razón de que yo desaconsejara esta estrategia, sin
embargo, era fácil de entender. Un representante de los intereses de una
minoría difícilmente podría alcanzar el apoyo mayoritario de la población
votante. Presentarse como el candidato de una minoría defendiendo
primordialmente los intereses de tal minoría, no era la mejor manera de ganar
el apoyo de la mayoría, para ser Presidente de los EEUU.
En 1988, sin embargo, no se presentó como la conciencia de
EEUU o la voz de los negros, sino la voz de la clase trabajadora de EEUU. Y
cuando los medios le preguntaron cómo él –negro- obtendría el voto del
trabajador blanco, contestó: “haciéndole ver que tiene más en común con un
obrero negro, por ser obrero, que con su patrón (boss) porque sea blanco”.
Cuando se suman todos los colores (negro, blanco, amarillo, gris, etc.) la
clase trabajadora de EEUU es la mayoría de la población. En un discurso de
clase, movilizó las bases del Partido Demócrata (que están más a la izquierda
que su dirección), y consiguió el 40% de todos los delegados en el congreso del
Partido Demócrata. Nunca antes, ni después, las izquierdas en EEUU tuvieron
tanto poder desde los años 50. Y The New York Timesescribió un editorial muy negativo
diciendo que Jesse Jackson, en caso de ser elegido, destruiría EEUU, es decir,
su EEUU.
La lección de esta situación es clara. La estructura de
poder deriva su enorme influencia de su poder de clase (así como género y
raza). Y no permite que se toque ese poder, derivando las legítimas demandas de
fin de discriminación de género y raza, reciclándolas (incluyendo elementos de
tales grupos discriminados dentro de la estructura de poder) para poder
adaptarlos a la estructura social dominante. Existe hoy un Presidente
afroamericano y una clase media negra que no existían antes, lo cual es motivo
de celebración. Pero el estándar de vida de la mayoría de negros y blancos
(pertenecientes a la clase trabajadora) no ha mejorado durante todo este
periodo. Así de claro.
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