Artículos de Opinión | Darío Botero Pérez | 31-08-2013
La elemental estrategia uribista de oponerse a toda iniciativa y
aprovechar todo suceso que ocurra bajo el gobierno de Juan Manuel Santos para
atacarlo y desprestigiarlo, en un oportunismo político obtuso, pero efectivo
entre ciertos seres primitivos y los bandidos que los manipulan y engañan.
Si las responsabilidades de Uribe y su antecesor Andrés Pastrana
no fuesen tan evidentes en la pérdida de las aguas de San Andrés, los cómplices
del gurú insistirían en atacar al converso Santos. Pero ese espacio vital que
las transnacionales pretenden que Nicaragua les ceda, sin condiciones, en ocho
años de dictadura Álvaro Uribe Vélez no supo, no quiso, no pudo, no le importó
defender, o lo negoció bajo cuerda.
Públicamente, prefirió comprometerse con Daniel Ortega a respetar
el fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) sita en la Haya.
No obstante, tras el fallo desfavorable, no ha tenido
inconveniente en desdecirse, pues nada le ha reportado, ni a él ni a sus
emprendedores hijos, ya que los mayores beneficiarios serán Daniel Ortega y su
dinastía sandinista, en la medida en que permitan todos los atropellos de los
petroleros multinacionales y de los chinos ingenieros. Y lo harán si el pueblo
no reacciona y denuncia la falsa revolución, que los despoja para fortalecer a
los defensores del Neoliberalismo, disfrazados de revolucionarios
antiimperialistas.
En cuanto al notable chalán de Salgar, no conoce la ética. Pero
su cristianísima moral es casi superior a la del procurador espurio, elegido
por quienes debería sancionar, y dedicado a perseguir a quienes lo saben y lo
denuncian mientras aumenta su peculio personal, como lo hacen todos los
funcionarios.
Todos adoptan la moral del oportunista mentiroso que dice lo que
le conviene porque supone que es lo que atrae a la galería en las
circunstancias que se presenten, de modo que le dará recordación,
reconocimiento y, en el caso del chalán, votos entre los ingenuos
ideológicamente cautivos, al menos mientras sigan presos de la alienación.
Es el típico comportamiento del paisa “culebrero”, ese personaje
callejero que atrae incautos a punta de lengua y promesas, para engañarlos
abusando de la credibilidad o credulidad de sus ingenuas e inocentes víctimas,
fácilmente seducidas por tan elementales y ordinarios maestros del embuste.
En tales artes, el gurú se considera superior a su pariente José
Obdulio Gaviria Vélez, el gran imitador de Laureano Gómez y del inalcanzable
Joseph Goebbels, quienes defendían el derecho a mentir sin medida ni pausa,
pues de la mentira y la calumnia algo queda, aún cuando la verdad salga a la
luz.
Por fortuna, esa oposición automática a lo que haga el traidor
Juan Manuel Santos puede llegar a ser favorable en el presente, cuando el
furibismo ha resuelto oponerse a la venta de Isagen, un monopolio público
estratégico, altamente rentable, como tantos que han desnacionalizado o están
desnacionalizando los cipayos de los gobiernos neoliberales y mafiosos.
Es algo irónico si se considera el ánimo desnacionalizador y
privatizador, que es incondicional en Uribe y sus huestes de vendepatrias. Así
quedó totalmente claro durante sus ocho años de dictadura, todavía impunes,
durante los cuales desmanteló las instituciones de salud, como el ISS y
CAPRECOM, y nos despojó de activos tan valiosos como Telecom y Granahorrar,
entre muchas empresas públicas estratégicas y, por tanto, inenajenables
constitucionalmente.
En cuanto a Granahorrar, se trató de una traición que él mismo
reconoció días antes, al entender y admitir el carácter fundamental del banco
público para ofrecer servicios financieros al sector productivo sin someterlo a
los abusos de los bancos privados. No obstante, cedió a los intereses del
sionismo al venderles el banco revitalizado a particulares, por un valor menor
al que le había costado al pueblo evitar su quiebra mediante su nacionalización
oportuna y que no alcanza a cubrir el valor de sus activos si se subastasen.
Mucho menos alcanza a cubrir el valor de una empresa en marcha y boyante… Pero
así son los negociados de los vendepatrias.
No obstante, la entrega de las riquezas minerales a las grandes
corporaciones mineras trasnacionales, canadienses y de otras banderas, la
comparten y la apoyan todos los lacayos neoliberales, así sean de las clases
emergentes que les disputan los gobiernos a los criollos herederos de los
libertadores. Desde luego, éstos también negocian los intereses nacionales
entregándoles las riquezas de la patria al postor que más les convenga.
Todos son vendepatrias, aunque tengan contradicciones internas
que, en el caso de Isagen, no podemos dejar de aprovechar en la defensa del
patrimonio común que a todos debe beneficiarnos.
Sin dudas, su entrega a particulares constituye un abuso de los
gobernantes, que excede sus atribuciones y que no podemos tolerarles; pero en
el que insisten porque les aporta ingresos, en la forma de coimas y comisiones
fraudulentas, adquiridos sin mayor esfuerzo por parte de quienes obtienen tan
intolerable e inconstitucional beneficio.
Por fortuna, ante una oposición proveniente de todos los
sectores, la familia Santos parecía haber desistido del negociado del monopolio
público, pero no ha sido así, según parece. Su ambición es infinita y capaz de
enfrentar cualquier obstáculo, por legal que sea o por justo que se considere.
Las amenazas continúan, pues la política neoliberal está vigente
y no dejará de sacar sus garras, así, a veces, a sus promotores le parezca más
prudente ceder porque no son capaces de enfrentar una reacción ciudadana lúcida
y contundente, sobre todo cuando es multitudinaria, incruenta e inteligente,
como ha sucedido en esta ocasión, cuando coincidieron tantas fuerzas sociales y
políticas en el rechazo al zarpazo neoliberal que el converso estaba resuelto a
sacar adelante casi a cualquier costo.
Pero ahora, en medio de un ejemplar paro nacional, el palo no
está para cucharas, de modo que lo más prudente es aplazar el negociado, que ya
varias veces se ha puesto sobre la mesa. En consecuencia, hay que seguir
denunciando el atentado para evitar esguinces de los criminales que trafican
con la patria, y que no abandonan su aspiración de sumirnos en la ruina,
buscando convertirnos en el país paria que, como a tantos más, nos ha decretado
el Imperio.
De todos modos, estos insensatos tan mediocres insisten en
medidas tan absurdas y desacreditadas como la venta o el sacrificio de la
gallina que pone huevos de oro. Al fin y al cabo, esa es la orden para todos
los cipayos de cualquier latitud, y ninguno se atreve a rechazarla pues, además
de su ineptitud y lacayismo, esperan recibir algunas migajas a cambio de la
traición a la patria y a sus compatriotas, y del daño irreparable a la Madre
Naturaleza.
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La privatización es una receta mundial del Neoliberalismo, que
ha conllevado la expropiación a los pueblos de sus empresas de servicios
públicos, ciertamente estratégicas y fundamentales para la atención de las
necesidades básicas de los ciudadanos, como sucede con el agua, la energía, la
salud y la educación, o con las instituciones represivas, como las cárceles o
las que controlan el orden público.
Pero a los cipayos no les importa el carácter de utilidad social
de los monopolios públicos, cuya función y actividad han sido la principal
razón para admitir y tolerar los poderes exorbitantes de los politiqueros, que
se los apropian a nombre de un Estado que perpetúa la represión contra las
mayorías en beneficio de unos cuantos privilegiados, auto considerados
superiores a los demás mortales.
Este desastre social apenas lo han podido aplazar pueblos como
el antioqueño, también víctima de la orgía privatizadora y desnacionalizadora
pero suficientemente consciente de la importancia estratégica y vital de su
empresa pública por excelencia, Empresas Públicas de Medellín (EPM), fruto de
un esfuerzo colectivo centenario, del cual todas las generaciones siguen sintiéndose
orgullosas, con excepciones notables representadas por vendepatrias integrales
e incorregibles, como algunos columnistas de El Colombiano, un periódico decano
de la prensa paisa de estirpe conservadora y cada vez más furibista y traidor
de los intereses populares.
Esta identificación del pueblo montañero con su empresa
insignia, ha mantenido a raya a los vendepatria, aunque no han dejado de
agredirla y descalificarla -contra toda evidencia pero con singular saña, lo
cual les ha permitido dividirla aunque no han logrado debilitarla tanto como lo
desean.
Al menos lograron desprender el rentable negocio de las
telecomunicaciones, que con tanta idoneidad y competencia prestó siempre la
empresa pública, pero que los monopolios trasnacionales no han dejado de
desear.
Al respecto, son pruebas claras y evidentes la entrega de OLA a
Comcel, cocinada por quien hoy funge de gobernador, Sergio Fajardo Landaeta; y
la de UNE a la sueca Millicom, cocinada por el actual alcalde, Anibal Gaviria
Correa, quien así se ha sacado el clavo por la improvisada y frustrada
privatización de un monopolio público heredado de la colonia, la Fábrica de
Licores de Antioquia (FLA), que la Asamblea de entonces logró evitar pese a las
ambiciones de los dueños de El Mundo, como se llama el periódico liberal de
Medellín que dirige el padre de Anibal, el aterrador “negro” Gaviria, un
conocido y peligroso parapolítico. Sobre ese negociado publiqué oportunamente
un escrito que me permito anexar porque permite entender la manera cómo
proceden estos canallas, ineptos, mediocres y corruptos.
La gobernación de Anibal surgió del secuestro y posterior
asesinato, por parte de las FARC, del entonces gobernador, su hermano
Guillermo, quien se les entregó a los guerrilleros junto a una comitiva en la
que iba otra víctima, Gilberto Echeverri Mejía, en una presunta y delirante
“marcha por la paz” que habría de consagrarlos como los Gandhis paisas…
Este singular héroe es homónimo de su padre delincuente, quien,
tras perder a su hijo amado, le exigió a Álvaro Uribe Vélez la entrega de la
gobernación a otro hijo suyo, el inefable Aníbal, a pesar de que la votación
había favorecido al pupilo de Uribe, el ex alcalde popular de Rionegro y
contaminador de la quebrada la Pereira a través de las curtiembres de su
familia, Rubén Darío Quintero Villada, quien contó con la votación cautiva de
caciques como Alfredo Ramos Botero y César Pérez García, detenidos actualmente
por parapolítica y quienes habían elegido tanto a Uribe como al Congreso de
mafiosos narcotraficantes y neoliberales de la época, 69 de cuyos miembros
están hoy procesados, por ese y otros delitos bastante graves. Sin embargo, el
furibismo no pudo vencer las argucias del “negro” ni sus poderosos respaldos,
de modo que abandonó a Rubén Darío y apoyó al perdedor Gaviria.
Mientras, gracias a las denuncias del bandido alias “el tuso
Sierra”, Luis Alfredo Ramos Botero ha sido detenido por sus vínculos con
Ernesto Báez, el paramilitar y parapolítico que aspiraba, junto al vecino de
Álvaro Uribe Vélez en Córdoba, Salvatore Mancuso, a llegar al Congreso tras la
ley de Justicia y Paz, cocinada inicialmente por el furibismo para
garantizarles impunidad a los dueños de los votos que les permitirían ser
“representantes del pueblo” bajo la república refundada por la extrema derecha;
el rionegrero tuvo que humillarse, palidecer y someterse a la traición de su
patrón, dictador pero lacayo incondicional de los poderosos, al menos mientras
sepa que son fuertes.
Se sabe que fue capaz de vencer la tozuda oposición del
resentido y poderoso Pedro Juan Moreno, quien, frustrado por no ser nombrado
ministro del interior ni de nada por el gurú de sus afectos, con quien había
fundado las CONVIVIR cuando fue su secretario de gobierno en la Gobernación de
Antioquia, de 1995 a 1997, se dedicó a criticar su gobierno y a tumbar
funcionarios corrompidos, mediante sus denuncias contundentes en su beligerante
revista “La Otra Verdad”, lo cual terminó costándole la vida, junto a la de su
hijo, igual de arrogante y belicoso que su padre.
Pero el gurú, en general, así como venera a los potentados de
las grandes corporaciones, es especialmente solícito con los llamados “cacaos”
que agobian la patria y promueven su despojo para apurar la ruina del país,
declararlo fracasado y entregárselo a los acreedores y demás potentados
neoliberales, quienes se lo apropian gracias al endeudamiento público creciente
y suicida, tanto como a los Tratados de Libre Comercio (TLC).
Es algo que, como lo demuestra el paro nacional agrario en
Colombia, que lleva más de 10 días, ha quedado claro para el pueblo, hasta
ahora engañado pero ya resuelto a cobrárselas a los criminales que han abusado
tanto y que están arruinando todos los sectores productivos de carácter
nacional, ya sean público o privados, dizque para no aislarnos del globalismo
de los potentados que nos agobian y se esfuerzan para que el globalismo sano,
el que une a los pueblos, no fructifique, mientras los arruinan a todos con la
batería pesada de sus mercancías.
Sin duda, la exigencia de denunciar y rechazar los TLC está a la
orden del día, pues los pueblos han entendido su capacidad mortal. Y los
gobiernos vendepatria no tienen manera de justificar semejante suicidio
económico, cuyas consecuencias han sido advertidas oportunamente por
conocedores de la materia, pero apenas ahora son sentidas con contundencia por
las víctimas que saben que están condenadas a ser parias en las ciudades, una
vez las despojen legítimamente de sus tierras para entregárselas a los
campeones del agro negocio fundado en monocultivos extensivos y letales.
Por tanto, no dejan dudas sobre su carácter maléfico para la
economía doméstica, dedicada a garantizar la autosuficiencia alimentaria y a
satisfacer el mercado interno con productos nacionales, cuyos excedentes
podrían exportarse, en caso de que los hubiese. Pero jamás darían para
alimentar a todos los países con que nos han obligado a suscribir pactos de
saqueo legal, incondicional y desmesurado de nuestros recursos naturales y las
riquezas públicas, que es el verdadero propósito de los TLC.
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En estas circunstancias, tras su triunfo en las elecciones
departamentales para gobernador, Álvaro Uribe Vélez prefirió traicionar a su
pupilo, un mero aprendiz en estas lides al compararlo con el experimentado
“negro” Gaviria.
Por eso el arrogante pero buen calculador enrazado en tigre,
Álvaro Uribe Vélez, no quiso someterse a un despojo público de su triunfo por
parte de semejante fiera; como el que él mismo protagonizó en 1995, junto a su
primo, parapolítico reconocido, Mario Uribe Escobar, cuando le arrebataron su
triunfo por la gobernación al hijo de don Luis, Fabio Valencia Cossio.
Su víctima fue un fortísimo cacique conservador, pero de un
origen humilde que le impide oponerse a los poderes más bien fundados, como los
de los panegiristas de El Colombiano, periódico en el que escribe Ramiro, otro
miembro de esta familia ejemplar, que tiene en la cárcel a otro de sus
vástagos, el ex fiscal regional Guillermo León, por prevaricador y asociación
con bandidos reconocidos, en particular de la famosa “Oficina de Envigado”.
Pero los adalides de las clases emergentes están tan
descompuestos, y son tan corrompidos y ambiciosos, que este cacique
conservador, afrentado públicamente por los furibistas, no tuvo escrúpulos para
aceptar ser ministro del interior del mismo presunto liberal que lo había
humillado, desafiado, golpeado y despojado públicamente de su triunfo electoral
en la campaña para la gobernación de Antioquia.
En estas circunstancias, mientras se adelantan conversaciones de
paz con la guerrilla en medio de la guerra y sin comprometer el modelo
económico neoliberal, se entiende que el Estado expropie impunemente a los
campesinos de los territorios que les garantiza la constitución y que la ley
define como Zonas de Reserva Campesina.
Aunque su destinación es clara, los vendepatria no tienen
empacho en entregárselas a los grandes terratenientes del agro negocio, como
Riopaila o los productores de monocultivos con la palma africana, enemigos de
la Humanidad, la Vida, la diversidad y el medio ambiente.
Fuente: www.tercerainformacion.es
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