Aurora Bosch obtiene el premio de los
historiadores de EE UU por ‘Miedo a la democracia’
El libro ahonda en el papel de Washington
en la Guerra Civil española
Ferran Bono Valencia 5 MAY 2013 - 00:15 CET8
El presidente de Estados Unidos,
Franklin Delano Roosevelt, en 1935 a bordo de un buque de guerra de la armada.
Franklin
Delano Roosevelt profesaba simpatía por la Segunda
República española. Su mujer Eleonor siempre lo decía. No obstante,
el presidente estadounidense hizo oídos sordos a la petición del Gobierno democrático de
poder comprar armas en el mercado americano para combatir a los franquistas. Y
no hizo la vista gorda, como en la coetánea guerra civil china, para relajar la
neutralidad de EE UU y suministrar ayuda al Ejército republicano. Sabía poco de
España, estaba centrado en salvar los obstáculos internos a su política
intervencionista del New Deal para paliar la tremenda crisis del 29 y
respaldaba la estrategia de sus aliados, Reino Unido y Francia, para contener
el conflcito español. Pero, ¿qué hubiera pasado si esa simpatía de los
Roosevelt se hubiese traducido en algún tipo de intervencionismo?
La
historiadora Aurora Bosch arquea las cejas, casi imperceptiblemente. Ella no
hace ficción, no ha escrito La conjura contra América, en la que Philip Roth
imagina las consecuencias de la pérdida de las elecciones en 1940 por parte de
Roosevelt frente al aviador filonazi Charles Lindberg, en una novela cuya
excelente contextualización fue distinguida incluso por los historiadores. Esta
catedrática de Historia Contemporánea de la Universitat de València ha escrito Miedo
a la democracia. Estados Unidos ante la Segunda República y la guerra civil
española (editorial Crítica) y acaba de ser premiada por la Organización de
Historiadores Americanos por ser la autora del mejor libro de historia
estadounidense publicado en lengua extranjera.
“No sabemos
qué hubiera pasado, claro, pero lo que pedía el Gobierno español al
estadounidense era relativamente poco: que le permitieran comprar armas en su
mercado. La República tenía el oro del Banco de España, tenía más capital que
el bando franquista que, sin embargo, se vio beneficiado por créditos y
abastecimientos abundantes y regulares desde el principio. Pero Roosevelt
tomó en 1937 la iniciativa de ahondar en el congreso el embargo legal y solo
tuvo un voto en contra. Tenía muchas presiones e intereses electorales. Temía
que su electorado se dividiera, porque buena parte de los católicos, la clase
obrera de sus votantes, no le respaldaría si apoyaba al régimen republicano.
Las noticias de la masacre contra el clero en España llegaban de forma
escandalosa y la jerarquía y el lobby católico no querían que
interviniera. Además, el presidente se jugaba el apoyo a sus reformas del New
Deal, la mayoría de la ciudadanía defendía el pacifismo y la neutralidad y
Francia e Inglaterra insistían en la no intervención”, explica Bosch.
A todo ello
se unía “el temor entre las democracias liberales asentadas de que la extensión
de la democracia y de la política de masas pudiera exceder el ámbito liberal
por las tendencias revolucionarias, pues en medio de la crisis de los años
treinta el debate político incluía el fascismo y el comunismo, además de la
democracia y la dictadura”. De ahí el título de su libro Miedo a la
democracia, que el jurado del premio Willi Paul Adams 2013 valoró por ser
un “rico retrato de las complejas interacciones de los hechos que dieron forma
a la política americana respecto a España durante ese periodo”.
Aurora Bosch, con su libro. / josé
jordán
“Hay
historiadores que”, prosigue Bosch, “sin embargo, inciden en que Roosevelt
había ganado las elecciones en 1936 con una mayoría abrumadora y, por tanto,
podía haber hecho algo, transigir como con China. Tenía poco margen de
actuación, pero lo tenía. Y no lo empleó”. Dos años después, tras el Pacto de
Múnich y la batalla del Ebro, Roosevelt empieza a comprender el alcance de su
error. Y en 1939, “transmite a su gabinete que la ley de neutralidad ha hecho
lo contrario de lo que pretendía: beneficiar a los agresores”, relata la
autora, que ha investigado en múltiples fuentes estadounidenses.
“El
presidente se arrepintió y se lamentó de no haber permitido comprar armas a la
República y así lo reconoció en enero y febrero de 1939, cuando sostiene que se
podía haber establecido sin ningún riesgo la fórmula de cash and carry,
es decir, paga y llévatelo en tus propios barcos, como vendieron unos pocos
meses después a Inglaterra y Francia, con una opinión pública mayoritariamente
favorable. De este modo se evitaban los problemas que tuvieron en la I Guerra
Mundial, cuando transportaban sus armas en sus barcos”.
Autora
también de Historia de los Estados Unidos, 1776-1945 (Crítica), entre
otros libros, la catedrática valenciana de 59 años forma parte del pequeño
grupo de historiadores españoles especializados en Estados Unidos (en
Latinoamérica hay toda una escuela), formando Silvia Hilton o Carmen de la
Guardia la vanguardia primigenia. La cercanía de los archivos y la rica
historia de España facilitan el estudio autóctono.
Además, en
la historiografía, sobre todo de orientación izquierdista, también se detectó
un cierto prejuicio antiamericano, arraigado en buena parte de la ciudadanía
española. “La guerra de Cuba está ahí, en la memoria, pero en los años veinte
se disuelve el conflicto por los flujos e intercambios... Creo que el origen
del antiamericanismo en España se remonta en realidad a la visita de Eisenhower
en 1959, apoyando al régimen
franquista y salvándole la cara internacional. También hizo mella en
la sensibilidad española el intervencionismo de EE UU en los países
latinoamericanos, defendiendo sus intereses por encima de la democracia”, opina
Bosch.
“El antiamericanismo en general
viene de la política exterior de Estados Unidos, y es hasta cierto punto
comprensible”, añade. “Pero tampoco podemos olvidar de que el Plan Marshall fue
fundamental para la reconstrucción europea, ni que cuando Europa no sabía qué
hacer con el conflicto en la ex Yugoslavia, se optó por llamar a EE UU. En fin,
hay que verlo todo”.
Fuente: www.elpais.com
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