miércoles, 27 de marzo de 2013

FRACTURA SOCIAL



Artículos de Opinión | Diego Jiménez García | 27-03-2013 | 
 
La crisis que padecemos está evidenciando, cada día más, el fracaso de las políticas emprendidas en España desde los años ’80 del pasado siglo. ¿Cómo se ha llegado a esta situación? Veamos. La Transición política se saldó con la pervivencia de lo esencial de las instituciones económicas y jurídicas del franquismo. Ya con los Pactos de la Moncloa de 1977 se inicia la política de austeridad presupuestaria, que hoy conocemos, así como las reducciones salariales y la contratación temporal. Con el acceso al poder del PSOE, a partir de octubre de 1982, asistimos a un acelerado proceso de privatizaciones de empresas del sector público, producto del viraje neoliberal que adoptó Felipe González. El ingreso en la Unión Europea trajo consigo el desmantelamiento industrial en sectores tales como la construcción naval, la siderurgia, la minería… y sacrificios en la agricultura y la ganadería. En esos años, la sociedad española asistía, inerme, a escándalos como el de Mario Conde, en Banesto; al nacimiento de los GAL, que daba carta de naturaleza a los crímenes de Estado en nombre de la democracia; al retroceso en las libertades (la ‘patada en la puerta’ del ministro Corcuera), al encarcelamiento de Barrionuevo
Más adelante, los gobiernos de José María Aznar ahondaron la política de privatizaciones (Iberia), congelaron los sueldos y, mediante una permisiva Ley del suelo, auspiciaron la edificabilidad de todo el territorio no protegido. Con ello, llegó el boom del ladrillo, con constructores ávidos por levantar edificios, con cajas de ahorro convertidas en bancos y con ayuntamientos aprestándose a urbanizar, en muchos casos atraídos por el señuelo de convenios urbanísticos de difícil (y dudosa) ejecución, pero que fomentaron la corrupción. Mientras tanto, se producía una merma de los derechos laborales, con en una mano de obra cada vez más barata. Se inició el imparable trasvase de las rentas del trabajo a las del capital. Estalló la burbuja inmobiliaria, en paralelo a la crisis mundial. Y cuando sus efectos se empezaron a sentir con más virulencia, el Estado careció entonces de margen de maniobra económica. Se hablaba de recesión y, poco después, según algunos analistas, caíamos en la depresión. Se profundizó la crisis estructural de la economía española, ensañándose con los sectores populares más débiles en paralelo con el aumento imparable del paro, la pérdida de derechos y el afloramiento de multitud de casos de corrupción.
En esas estamos cuando, hace unos días, se dio a conocer el Informe Foessa 2013 (1), que dibuja un panorama más que desalentador, con una evidente fractura social en nuestro país. Para muestra, sólo unos datos. En lo relativo al empleo, 850.000 personas engrosaron las listas del paro en 2012, situándose éste en el 26% de la población activa, cuando en 2006 ese porcentaje era del 8,3%. En cuanto al desempleo juvenil, la tasa del 55% no tiene parangón con ninguno de los países de nuestro entorno. El porcentaje de hogares con todos sus miembros en paro era del 2,5% a comienzos de la crisis y del 10,6% a finales de 2012. En relación con los hogares afectados de pobreza severa, se ha pasado de 300.000 a más de 630.ooo en el mismo periodo.
Los efectos de la crisis se agravan si tenemos en cuenta que el gasto social medido en relación con el PIB –que podría constituirse en amortiguador de aquélla- es en España el 25%, por debajo de la media UE-15 (28,5%).
A la vista de esta situación, y de cara al futuro, alerta Francisco Lorenzo, coordinador del Equipo de Estudios de Cáritas, que existe un riesgo notable de que el ensanchamiento de las diferencias de renta entre los hogares españoles se enquiste en la estructura social. En su opinión, procesos de dualización social como éste conllevan riesgo real de ruptura, lo que significa que el no dotarnos de los mecanismos redistributivos necesarios supone empujarnos a la fragmentación social.
Entonces, ¿qué hacer? Hago mías las reflexiones de Juan Torres López en artículo reciente: “ ¿Cómo es posible que ahora mismo estén funcionando en España, cada uno por un lado, los sindicatos, las mesas de convergencia, las asambleas constituyentes, el Foro Cívico de Anguita, la cumbre social, los socialistas de izquierda, la convocatoria social de Izquierda Unida y otros partidos progresistas, el 15-M, las Mareas, más alguna otra plataforma que quizá no conozca, cuando en realidad todas proponen prácticamente lo mismo?”.
Ese economista se une con sus reflexiones a quienes pensamos que es urgente acelerar los procesos tendentes a una convergencia real, sin dogmatismos ni sectarismos, de todas las fuerzas sociales (y no sólo de izquierdas) que estén por darle la vuelta a esta situación. Es el momento de lograr la consolidación de un fuerte poder ciudadano que logre aunar las movilizaciones callejeras con un proceso deconstituyente-constituyente (Gerardo Pisarello), para lo cual habría que conseguir en el Parlamento un mínimo de 200 diputados que sean la expresión de la voz de la calle y estén dispuestos a cambiar este estado de cosas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario