29 de Marzo 2013
Salva Artacho
Los empresarios suelen ser individuos
que tienen o poseen capacidad económica (pasta gansa) para iniciar un negocio,
y contratan a otros individuos que no disponen de la misma, que de lo único que
disponen es de su fuerza de trabajo. Permutan estos la misma por un salario, no
por el valor que producen.
Los empresarios, tras pagar salarios
menguantes y amortizar gastos de inversión obtienen un plusvalía exagerada que
les enriquece más todavía. Ese es el juego capitalista, juego que se inició en
siglos pasados y que todavía perdura, si bien adoptando formas cada vez más
sibilinas para mantener esa explotación, esa ganancia que les supone la plusvalía.
La gran mayoría de la clase empresarial
española, además de quedarse esa riqueza producida, suelen comportarse de forma
prepotente y desconsiderada con sus asalariados, pagando unos salarios
raquíticos que apenas cubren las necesidades básicas del trabajador por cuenta
ajena y de su familia. En eso consiste el salario: una compra de mano de obra
que garantiza un mínimo vital que asegura en el mercado la presencia de fuerza
del trabajo en venta.
En nuestro país los empresarios son
vistos por la gran mayoría de los trabajadores como auténticos piratas,
bucaneros sin escrúpulos que disponen de los trabajadores en función de su
interés; por eso a la menor reivindicación o cuando sus ganancias sufren una
variación a menos de lo que esperaban no dudan en dejar en la calle a los que
con su sudor y esfuerzo les enriquecieron más que antes de iniciar “sus”
empresas.
Entonces ¿por qué perduran?, ¿por qué
los trabajadores no se rebelan y colectivizan la producción para luego repartir
entre ellos esas ganancias que se queda el patrón?
Sencillamente porque a los patrones y a
los banqueros (patrones de patrones) el estado burgués les reserva el uso de la
“fuerza pública” para mantener su injusto status. Por ello cuando hay una
huelga los agentes de la “autoridad” no van contra el bucanero sino contra los
obreros. A esto hay que añadir la manipulación de los ideólogos del sistema, la
iglesia con sus prédicas, los miedos naturales, la conciencia comprada o
adormilada de muchos, la falta de cultura, el flojo papel sindical en las
reivindicaciones... y sobre todo el estado al servicio de la clase dominante.
No cabe establecer la distinción
artificial de hay empresarios buenos y empresarios malos: ¡todos se quedan con
los beneficios que rinde la fuerza del trabajo!.
Estos días ha salido la noticia de
que los BARDEM van a cerrar su negocio de restaurante, y su entorno nos
pretende vender la idea que son de los buenos y para ello argumentan que no se
acogen a la reforma laboral del PP en el cierre que han decidido y que van a
dejar a los trabajadores en la cola del INEM. Van a "compensar"
económicamente a "sus" trabajadores por encima de lo establecido en
la reforma laboral del PP. Pero esto no les hace buenos, y menos de
izquierdas, aunque ellos o su entorno así lo vendan. Un empleador de izquierdas
que no pueda atender esa actividad antes de cerrar y dejar en la calle a un
número determinado de trabajadores, les ofrece a los mismos fórmulas de
autogestión, cooperativas, sociedades anónimas laborales, economía social... Desde
luego ¡despedir siempre es despedir!, no es de izquierdas por mucho que sean 20
días, 33, 45 ó el doble. Lo siento por ellos... pero me decepcionan, aunque me
imagino que a los trabajadores mucho más.
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