Estamos hoy
de nuevo bajo una renovada y siniestra amenaza a la Democracia, cuando esa feroz
hidra del gran dinero, el gran capital oligárquico-depredador, ejerce una nueva
forma de terrorismo, el terrorismo financiero-bancario-especulador, que trata
de aplastar nuestros derechos más irrenunciables, nuestra dignidad democrática;
lo cual, apuntemos desde ya, es tanto como decir nuestra dignidad republicana.
Pues tanto monta, monta tanto, usar una u otra palabra, Democracia o República,
ya que demandar y luchar por una salida republicana a la actual parálisis de
España es lo mismo que hacerlo por una salida democrática. Si el concepto
“República” es universal, en España adquiere un papel especialmente vital,
habida cuenta de nuestros terribles retrasos históricos y de las alianzas que
hemos padecido entre el caciquismo, la Iglesia, el salvajismo capitalista, los
militares antidemócratas y facciosos.
Ya es
demasiada gangrena soportar una dinastía que, en los últimos dos siglos, ha
afligido al pueblo español con monarcas como Carlos IV, quien compartía su
esposa reina con el apuesto Godoy; Fernando VII (el asesino, por ahorcamiento
seguido de decapitación, de Riego y de la Constitución de 1.812); la Isabel II
de incontables amantes (permítanme referirme a uno de ellos, Enrique Puig
Moltó, el bizarro capitán de Ingenieros valenciano, probabilísimo padre de
Alfonso XII); o el golpista y putero Alfonso XIII. Ya es demasiado el sufrir al
actual Jefe de Estado que, al asumir por dedazo de Franco (el genocida verdugo
de la II República gracias a Mussolini y Hitler) la Jefatura del Estado el
22/11/75, dirigía a las Fuerzas Armadas un solemnísimo Mensaje ensalzando las
Leyes Fundamentales de la dictadura, a las cuales llamaba “fiel reflejo de la
voluntad de nuestro pueblo”, ¡uf!, pues “se ha cumplido -–añadía– lo que
nuestro pueblo y sólo él desea”. Y, de regalo, este ignominioso párrafo del
mismo Mensaje del Rey franquista: “Expreso mi reconocimiento y gratitud a
nuestro Generalísimo Franco, que nos ha dado un ejemplo único de amor a España
y sentido de la responsabilidad”.
He aquí el
manantial de donde manó la monarquía de Juan Carlos, hoy más que amortizado. Y
ya ven su desembocadura o sumidero: Urdangarines, Corinnas combinadas con
elefantes africanos, escándalo Nóos que resulta “escándalo Familia Real” –por
el papel de la Infanta y por el papel de altos funcionarios de la Real Casa
como García Revenga–. Por no hablar de una fortuna del Monarca de 300.00
millones de pesetas reunidos partiendo de cero… en tanto el pueblo padece
espantosas necesidades.
Mientras, la
propia Constitución de 1.978 ve escarnecidos puntos tan fundamentales de la
misma como el derecho al trabajo, a una vivienda digna (¡ay las feroces
“cláusulas de suelo y techo”), a una remuneración suficiente para el ciudadano
y para su familia, a una distribución equitativa de la renta, a una política
orientada al pleno empleo, a prestaciones sociales suficientes para el
desempleo, etcétera. Particular náusea produce que el actual e inmoral Gobierno
de sirvientes del citado capitalismo depredador e inhumano se esté pasando por
donde no digan dueñas el Art.49 CE, que ordena a los poderes públicos “amparar
especialmente” –repito, especialmente– a los dependientes y discapacitados.
Mas ¿cómo
cumple Su Majestad –para atajar estas canallas omisiones del Gobierno– el papel
que le exige el Art. 56 de “su” Constitución –hecha a su medida–, el papel o
función de moderador y árbitro de las instituciones? ¿Modera también S.M. que
una trama de delincuentes como la Gürtel pague los fastuosos cumpleaños de los
hijos de la ministra Mato? ¿Qué hace el gran Árbitro y Moderador Borbón para
atajar la corrupción que supura por mil puntos de las instituciones?
Un gran déficit de justicia, es decir de Legitimidad
Temo que la
terrible respuesta de fondo a estas preguntas es que nuestro actual sistema o
“régimen” padece un grave déficit de Justicia, es decir, de Legitimidad. Y
aclaremos que aplaudimos unas partes de la actual Constitución -–como la tabla
de Derechos y Libertades que venimos de citar, los cuales constan en el Título
I de la misma– pero impugnamos otras partes por no legítimas (no se identifican
legalidad y legitimidad, piénsese en la legalidad franquista o la de Pinochet o
Videla). No son legítimos aquellos puntos de la Constitución que se hicieron
bajo presión y coacciones del todavía poderosísimo franquismo, bajo temibles
“ruidos de sables”, y bajo vigilancia directa de personajes fascistoides como
Fraga Iribarne, que en cualquier otro país de Europa hubieran sido carne de
cárcel de por vida, como lo fue, por poner un solo ejemplo, el mariscal
Philippe Pétain (para no hablar de Pierre Laval, su primer ministro, fusilado
por De Gaulle; ya que somos opuestos a la pena de muerte).
Tenemos, en
fin, una serie de pasajes de la Constitución Española de 1978 evidentemente
ilegítimos, entre los que destaca de plano el Título II, relativo a la
Monarquía, verdadero trágala. El Rey está blindado, no puede ser imputado
penalmente ni siquiera se le puede poner una demanda civil: es irresponsable
jurídicamente, Art. 56 CE. ((A lo que surge el chiste espontáneo: ¿sólo
jurídicamente?)). Por otra parte, Art. 65 CE, el Rey recibe enormes sumas de
dinero de “los Presupuestos del Estado” (esto es, del dinero de todos nosotros)
“para su Familia y Casa”, y hace lo que le da la gana con él, sin rendir ni
publicar cuenta alguna a ninguna Institución. Además, esta monarquía impuesta
tras el asesinato de la II República y el dedazo bajo palio, como la hostia
santa, del césar bajito, con los obispos haciendo el saludo fascista, esta
monarquía, además o lógicamente, es machista, discriminatoria para la mujer,
humillantemente postergada respecto al varón. Es que los fascistas, aún muy
poderosos en 1977-78, vigilantes como halcones de la elaboración de la
Constitución, los fascistas, como saben ustedes, son muy machos.
Al pueblo se le oye pero no se le escucha
No me
extenderé mucho más respecto al Título II de la Constitución, aunque materia
habría. Mas no me resisto a mencionarles dos de sus hitos que mejor reflejan la
desconfianza en el pueblo y sociedad españoles/as por parte de aquellos
comadrones o “padres” de la misma, unos por su talante fascista –-como Fraga o
Cisneros—- otros, no fascistas, porque no había más remedio que “tragar”, que,
si no, no había CE y ponían a otro generalito de Franco en el pódium. El primer
hito a que me refiero es el Referéndum para “decisiones políticas de especial
trascendencia”. Pues, como muchos de ustedes sabrán, tal referéndum es
meramente consultivo, no obliga ni vincula al Gobierno, ni a su graciosa
majestad ni a nadie. O sea, que al pueblo, alguna vez, se le oye, pero no se le
escucha. En parecida línea (el otro “hito”), la Constitución no permite que se
la reforme por Iniciativa Popular, ¡hasta ahí podíamos llegar! Sólo la pueden
reformar las Cámaras; en la práctica, los partidos. La Democracia, en España,
se llama Partitocracia.
En suma, en
España diríase que aún no hemos llegado a Rousseau. Pues, como bien viera éste,
la raíz y columna vertebral de un Estado y una Sociedad Democrática es el
acuerdo o “voluntad general” del Pueblo soberano, es decir, del conjunto de
hombres y mujeres a quienes pertenece, y únicamente a ellos, no a los Gobiernos
ni a los monarcas, la Soberanía o máximo poder. La Democracia es, en este orden
de ideas, la otra cara del llamado “contrato social” entre los seres humanos,
contrato que fundamenta el sistema político y jurídico, dotando a la sociedad
de equilibrio, garantías y sentido de comunidad. Pero el referéndum que nos
conceden graciosamente, ya hemos dicho, no es vinculante.
No les
sorprenderá que, mientras todas las CE españolas anteriores a la actual –es
decir, la de 1812, la de 1837, la de 1845, la de 1869, la de 1876, la
Republicana de 1.931 y el proyecto de CE de la I República– situaban a la
Corona en un Título o Capítulo posterior a las Cortes, encarnación éstas de la
Soberanía primigenia del pueblo, la CE 1978, por primera vez en dos siglos,
posterga al pueblo y pone al Rey antes que a las Cortes. A quien piense en una
casualidad o despiste, le aplicaremos la frase del gran Federico II de Prusia,
intelectual, político y genio militar: “La casualidad es el dios de los
tontos”.
Grave déficit de legitimidad de la Monarquía impuesta por Franco
Grave
déficit de Legitimidad, pues, de la actual Monarquía impuesta por Franco, sumado
a ilegitimidad, por su desprecio a la Justicia, del presente Gobierno de
“derechona” mercenario del salvajismo capitalista, que utiliza la crisis
económica para desmontar el Estado de Bienestar o Social, convirtiendo la
Educación, la Sanidad, etcétera en suculento negocio de unos pocos.
Traicionando así a la Democracia, al no residir el verdadero poder en el
“demos” o pueblo titular de la Soberanía sino en esos colosales poderes
económico-financiero-especuladores que se sirven de unos políticos poco interesados
en lo social y que obtienen grandes beneficios personales a cambio. ¡Cómo
añoramos aquella Escuela que enseñaba Democracia en la II República!
Y, con una
lógica perversa, al no existir, sin Justicia, Democracia auténtica, no van a la
cárcel los de las cuentas secretas y delictivas, producto de chanchullos y
contubernios, sino les obsequian con amnistía fiscal por pagar una parte nimia
de su inmensa defraudación. De pura lógica: son “los suyos” y les amnistían. En
cambio, quieren criminalizar, vía Código Penal, la repulsa y protesta social en
las calles, mientras los ciudadanos se tiran literalmente por la ventana en un
callejón sin salida.
Y aquí toca
volver a hablar de dignidad. Permítanme citarles algo en lo que siempre he
insistido en mis clases de Derecho Constitucional (antes llamado “Derecho
Político”) cuando tratamos de Libertades y Derechos Fundamentales, y de
Principios Rectores de un auténtico orden social y político. Me refiero a un
axioma convertido en Derecho Positivo, en mandato tajante del Art. 10 CE
vigente: “la dignidad de la persona es fundamento del orden político”. A lo que
añadimos que la huelga, la movilización social, las manifestaciones, son tan
democráticas, por lo menos, como las Elecciones hipercontroladas por los partidos,
los cuales tienden a convertir (no todos, por suerte) a los representantes
populares en meros delegados suyos.
En síntesis
o compendio de cuanto hemos expresado, y huyendo de cualquier
“intelectualismo”, entreguémonos, contribuyamos a extender la conciencia
republicana, exigiendo un nuevo marco de convivencia en libertad, igualdad y
solidaridad. Para ello tenemos –resumía un servidor en la Asamblea anual de
Unidad Cívica por la República, el pasado día 10– la razón, la dignidad y la
calle. Con las cuales reclamar una profunda Regeneración del sistema, un nuevo
pacto constitucional que refuerce con máxima firmeza el papel redistribuidor
del Estado, exigido por la Dignidad, la Legitimidad, la Justicia. En este
camino, esforcémonos en alcanzar una unidad de fuerzas y movimientos
republicanos (como sucedió en el gozoso advenimiento de la II República) que
desemboque en un decidido proceso constituyente. Proclamemos, por tanto, como
Ortega en 1.930: “Delenda est Monarchia”.
*Texto de la
conferencia que, sobre el título “Una salida republicana, hacia un nuevo pacto
constitucional”, José Luis Pitarch, miembro de la UMD y presidente de la Unión
Cívica por la República (UCR) pronunció el pasado día 21 en Oviedo, en el Club
Prensa Asturiana “La Nueva España”, acompañado por David Ruiz, catedrático
emérito de Historia Contemporánea, con la colaboración del Grupo Municipal de
Izquierda Unida y Los Verdes, y presentado por Alejandro Suárez, coordinador de
IU de Oviedo y concejal del Ayuntamiento de la capital del Principado de
Asturias
José Luis Pitarch
Presidente federal de Unión Cívica por
la República (UCR)
Fuente: www.cronicapopular.es
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