Artículos de
Opinión | Vicenç Navarro | 28-03-2013 |
Juan Torres,
en un excelente artículo publicado en Público (24.03.13), titulado La guerra
mundial de la deuda señalaba que el mayor problema existente hoy en el mundo
referente al crecimiento de la deuda no es la deuda pública, como
constantemente subrayan la mayoría de medios de información, sino la deuda
privada, la cual ha alcanzado unos niveles inasumibles en la práctica totalidad
de países a los dos lados del Atlántico Norte. Según el Banco Internacional de
Pagos (BIP), la deuda total privada de los países de la Eurozona es de 15,7
billones de euros, una cantidad que es casi el doble de la riqueza de los países
de tal zona monetaria, medida por su PIB (8,7 billones de euros). Un tanto
semejante ocurre en EEUU, cuya deuda privada es de 24,98 billones de dólares,
que es muy superior a su PIB, que es de 16 billones de euros.
Y lo que es
también alarmante, como subraya Juan Torres, es su elevado crecimiento. Según
el BIP, la deuda privada en la Eurozona se ha duplicado en los últimos nueve
años, una situación que se ha producido también con la deuda privada de EEUU,
que se ha doblado en nueve años.
Otro dato de
gran importancia es que la deuda de los hogares, que históricamente era mucho
más baja que la deuda empresarial, se ha incrementado mucho más rápidamente que
esta última. La explicación de todo este proceso es fácil de encontrar, aunque
raramente la verá en los medios de mayor difusión, altamente influenciados por
los grupos financieros y empresariales que dominan la vida económica del país y
que están entrelazados con tales medios (un ejemplo de ello: el dueño de La
Vanguardia, el conde de Godó, es el vicepresidente de CaixaBank, el mayor grupo
financiero de Catalunya).
La causa del
enorme crecimiento de la deuda privada es el enorme descenso de la masa
salarial, que explica que las rentas del trabajo, de la cual derivan sus rentas
la mayor parte de la ciudadanía, han ido descendiendo como porcentaje de la
renta salarial total, mientras que las rentas del capital han creciendo
enormemente. Es lo que solía definirse como lucha de clases, término que hoy no
se utiliza por considerarse “anticuado”. Sólo algunos grandes financieros, como
el Sr. Warren Buffet, uno de los hombres más ricos de EEUU, pueden citarlo sin
reservas, afirmando que existe una guerra de clases, y que la suya es la que
gana en bases diarias. Los datos muestran que el Sr. Buffet lleva toda la razón
del mundo.
Las causas
del descenso de las rentas del trabajo
En EEUU el
salario horario (es decir, el salario que un trabajador recibe por hora) ha ido
disminuyendo desde los años ochenta cuando el presidente Reagan (el ídolo de
los economistas neoliberales) inició su guerra contra los sindicatos,
despidiendo a todos los controladores aéreos, mostrando así al mundo
empresarial que la veda estaba abierta en contra de los sindicatos. Un tanto
igual ocurrió con la Sra. Thatcher, cuando inició la guerra contra los mineros.
Esta guerra ha sido exitosa, pues el porcentaje de la población sindicalizada
en EEUU ha disminuido notablemente, siendo hoy sólo un 11,3% de toda la
población activa (y ello a pesar de que el porcentaje de población a la que le
gustaría sindicalizarse, si pudiera, ha ido aumentando) y ello debido a las
enormes dificultades que el mundo empresarial pone a que sus trabajadores
puedan sindicalizarse. El temor al despido (debido a la gran desregulación
existente en el mercado laboral de EEUU) es una de las mayores causas de esta
disminución de la tasa de sindicalización.
Pero existen
otras intervenciones públicas que debilitan a los sindicatos. Una es la
destrucción de empleo, aumentando el número de parados y personas buscando
trabajo. El desempleo tiene un enorme impacto en disciplinar al mundo del
trabajo. Atemoriza a toda la población que trabaja, temerosa de perder su
empleo. Este aumento del miedo determina un gran deterioro de las condiciones
de trabajo (el número de trabajadores que indican estar trabajando bajo
condiciones estresantes ha aumentado en EEUU y en todos los países de la UE),
un aumento de la precariedad y un descenso de los beneficios sociales.
Otra
intervención pública es la reducción de la protección social, con disminución, no
sólo de los derechos laborales, sino también de los sociales. Los recortes de
gasto público social tienen también como objetivo el debilitamiento de tal
protección social, que debilita a las clases populares, atemorizándolas al
perder seguridad.
Éstas son
las armas del capital frente al mundo del trabajo en lo que mi amigo Noam
Chomsky llama la guerra de clases (“the class war”) en su introducciónal libro
Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España, de
Juan Torres, Alberto Garzón y yo mismo. Ni que decir tiene que las pérdidas del
mundo del trabajo conllevan ganancias del capital.
¿Quién gana
esta guerra?
La pregunta
que me hacen mis estudiantes es: ¿cómo el capital se beneficia de las pérdidas
que la guerra de clases determina en el mundo del trabajo? La respuesta es a
varios niveles.
Uno es que
en la medida que las rentas del trabajo bajan, las rentas del capital suben. Y
los datos hablan por sí mismos (en España, el porcentaje de las rentas del
trabajo sobre el PIB ha pasado de 2008 a 2012 –datos del cuarto trimestre- del
49 al 46%, mientras que las rentas del capital han aumentado durante este
periodo del 42 al 46%.). En realidad el crecimiento de las últimas se debe al
descenso de las primeras. Y la mejor prueba de ello es que en el análisis de
dónde va la riqueza que el mundo del trabajo está creando se ve que ha ido
predominantemente a las rentas superiores que derivan sus rentas de la
propiedad del capital.
Otro
beneficio que el capital, específicamente el financiero, consigue del descenso
de los salarios, es la necesidad que tiene la población de endeudarse. El
profundo endeudamiento de las familias se debe precisamente al descenso tan
notable de su capacidad adquisitiva. La enorme expansión del capital financiero
ha sido precisamente basada en este endeudamiento familiar. El sector
financiero está hoy, en la mayoría de países, sobredimensionado, lo cual ha
creado un problema gravísimo. El enorme poder de la banca sobre los aparatos
estatales y mediáticos del país ha forzado unos comportamientos públicos, como
la desregulación del capital financiero, que han causado la enorme crisis
financiera que, indicador de su poder, se ha intentado resolver a base de apoyo
público para garantizar su existencia. La escasa demanda, causada por la
disminución de la capacidad adquisitiva de la población, ha hecho que la
rentabilidad de las inversiones financieras se haya desplazado de sectores
productivos a sectores especulativos (facilitados por la desregulación del
crecimiento del capital financiero) causa de la enorme crisis.
Nos
encontramos así que junto a la austeridad que experimentan las rentas del
trabajo hay una exuberancia de las rentas del capital, que está detrás de la
crisis financia que está llevando a la pobreza y a la miseria a grandes
sectores de la población. Ésta es la situación raramente descrita en los medios
de mayor difusión y, desde luego, en La Vanguardia.
Fuente: http://www.vnavarro.org/?p=8690
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