Artículos de
Opinión | Editorial Periódico En lucha / En lluita | 27-03-2013 |
La situación
actual del Estado español es compleja. En el plano político el capital está en
fase reaccionaria. Es decir. actualmente el liberalismo no puede seguir creando
riqueza en el Estado español. Esta tendencia económica provoca una reacción en
cadena en el plano político; la alianza entre diferentes clases sociales, que
fundó el pacto social de la Transición, carece ya de las contrapartidas que
ofrecía la oligarquía económica y política a las clases populares. Ya no nos
dan ni las migajas.
Tanto es así
que nos encontramos en una situación de impás político donde dos proyectos
sociales compiten para hacer prevalecer sus intereses. El primer proyecto, con
programa y protagonistas claros, tiene por objetivo limar hasta la miseria la
pobre democracia española, el raquítico estado del bienestar y los modestos
derechos sociales y laborales. El segundo proyecto, que no tiene todavía planes
estratégicos ni objetivos bastante definidos, defiende los intereses de las
amplías mayorías del Estado español. Es un campo en expansión y que madura a
gran velocidad, pero su fuerza no ha pasado todavía —con honrosas excepciones
como la PAH— de una fase de rechazo y protesta a la consecución de victorias
concretas y materiales, ya sean de tipo político o económico. Lo único que
comparten los dos proyectos es la necesidad de superar el régimen
constitucional actual, un pacto social que la clase dirigente ya sentenció de
muerte con la reforma constitucional.
Está claro,
pues, que en esta pugna entre el capital y las personas, en la fase actual de
la lucha de clases, la Troica, el gran capital y el PP son los claros
ganadores. Una fase de desvergüenza neoliberal en la cual la correspondencia y
complicidad entre la patronal y el gobierno del PP se ha olvidado totalmente de
los frenos, ya muy desgastados, que ejercía el supuesto pacto social con
sindicatos y agentes sociales. La Troica europea ha celebrado y rubricado
recientemente estas conquistas.
Contra esta
dinámica, las movilizaciones del 2013, en especial las del 23F, representan una
nueva fase en la lucha de las clases populares. La poderosa confluencia
expresada en las mareas de algunos sectores laborales y el 15M, que cada vez
explicita más su fuerza y condición de trabajadora, son una fuerza social
creciente que ha madurado enormemente con experiencias como Rodea el Congreso o
la lucha de los mineros. Un contexto donde podemos afirmar muy
satisfactoriamente que el liderazgo y la dinamización de muchos conflictos
recae de forma creciente en las mujeres, que luchan no sólo contra la
precarización de sus condiciones de vida, sino también en contra de actitudes
machistas todavía demasiado presentes dentro de los movimientos sociales y
sindicales.
El proyecto
en construcción de las clases populares choca frontalmente con la sorprendente
inercia y resistencia de un PP enrocado en su mayoría absoluta, pero con serias
dificultades para presentarse como un gobierno serio que respeta la voluntad
popular. Por este motivo las mareas necesitan un objetivo político claro que
enfoque las fuerzas hacia el eslabón más débil y ayude a articular la rabia y
la desesperación social; unamos las luchas para tumbar el gobierno.
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