El gran negocio agroalimentario
Artículos de
Opinión | Vicent Boix * | 27-11-2012 |
(Texto
correspondiente a la Introducción del libro Piratas y pateras)
Tradicionalmente,
el campesinado se ha caracterizado por cultivar alimentos destinados al consumo
propio y a los mercados locales, llevando a la práctica un tipo de agricultura
respetuosa con el medio ambiente y cimentada en unos conocimientos agronómicos
que se han transmitido de generación en generación. En muchos lugares el
campesino o pequeño agricultor, con el tiempo se fue abriendo al mercado. El
objetivo ya no era cultivar para comer, sino hacerlo para vender la siembra y
poder comprar la comida y otras necesidades. La denominada “revolución verde”,
acaecida a mediados del siglo XX, favoreció este proceso ya que consiguió
aumentar la productividad, gracias a la mecanización del campo y a la
utilización de semillas mejoradas y productos químicos. El otrora agricultor
libre, se hizo dependiente de los “paquetes tecnológicos” y de las exigencias
de los mercados.
Inicialmente
muchos pequeños agricultores lograron sobrevivir e incluso progresar, aunque
con la expansión de las políticas neoliberales, la agricultura tradicional y
campesina ha entrado en una clara recesión. Según datos de la Organización de
las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas
en inglés), la agricultura ocupaba al 52% de la población económicamente activa
a nivel mundial entre los años 1979 y 1981, porcentaje que disminuyó hasta el
40% en 2010. Igualmente, la población rural mundial que en 1979-81 sumaba el
61% del total cayó en 2010 hasta el 49%.1 Por el contrario, en ese mismo
intervalo de tiempo las exportaciones y las importaciones agrícolas se
multiplicaron por cinco, lo que viene a indicar que el modelo agrícola
exportador e intensivo está expulsando a los agricultores del campo.
Y es que el
principal problema que enfrenta la agricultura agroexportadora, entendida como
una mercancía más dentro del supermercado global, es que las diferentes fases
de la cadena agroalimentaria (semillas, insumos, intermediación, distribución,
transformación, venta, etc.) se concentran cada vez en menos manos, y esta
situación de oligopolio da fuerza a estas “manos” que determinan todo tipo de
condiciones.
Según la Rural
Advancement Foundation International (renombrada como “Grupo ETC”) el 67%
del comercio mundial de semillas era manejado en 2007 por 10 grandes
multinacionales (DuPont, Syngenta, Limagrain, Bayer, etc.). Solo Monsanto
detentaba casi el 25%. De acuerdo con la misma fuente, 10 empresas controlan el
89% del comercio de agroquímicos (Bayer, Syngenta, Dow, Monsanto, etc.).
De ellas, las seis más poderosas también participan del negocio de las
semillas.2
En 2008, año
en el que se produjo la primera de las crisis alimentarias de este siglo XXI,
las empresas transformadoras lograron importantes réditos según la Genetic
Resources Action International (GRAIN): “…las ganancias de Nestlé de
2008 subieron un impresionante 59 por ciento, y el incremento de Unilever se
acercó al 38 por ciento”.3 Durante esos meses también aumentaron los
precios de los agroquímicos, por eso muchos agricultores no pudieron
adquirirlos y sus plantaciones intensivas sufrieron pérdidas. Pero, Monsanto
aumentó sus beneficios un 120% respecto a 2007, Bayer un 40%, Syngenta
un 19% y Dow un 63%.
Estos
eslabones de la cadena alimentaria (agroquímicos y semillas) no son los únicos
que han logrado aumentar sus réditos. Otro muy importante, que ha provocado la
desesperación de millones de agricultores es la intermediación, es decir, el
eslabón que acerca los alimentos del campo al supermercado. La situación en
este caso es similar a los anteriores. Unas pocas empresas, tanto a nivel
nacional como internacional, están situadas entre millones de agricultores que
producen alimentos y millones de consumidores que los adquieren. Algunas de
ellas los transforman, y según ETC, el 26% del mercado mundial de comestibles
empaquetados es colmado por 10 transnacionales (Nestle, Pepsico, Kraft,
Coca-cola, Unilever, Danone, etc.).4 En frutas y verduras sin
transformar, la intermediación es entre los mayoristas y minoristas, y en otros
casos es la distribución moderna (supermercados) quién adquiere directamente
los productos del agricultor o del mayorista.
En
cualquiera de los tres casos mencionados, la tónica general es que la intermediación,
la transformación o la distribución moderna, haciendo gala de su posición
dominante en la cadena alimentaria, imponen unos precios de compra irrisorios
al agricultor y se los incrementa al consumidor logrando una plusvalía en
algunos casos insultante.
Las materias
primas en el siglo XXI, una gran inversión
En las
últimas décadas, la desregulación en los mercados provocó que las inversiones
productivas en la economía real fueran perdiendo peso en favor de las
inversiones financieras, que acamparon en diversos mercados para succionarlos y
luego escapar de las crisis que creaban en busca de nuevos mercados. A la
inversión financiera se le achaca, entre otras, la “burbuja de las punto.com” y
la “crisis de las subprime”.
En la
búsqueda de inversiones seguras el capital financiero aterrizó en los mercados
de futuros, donde alimentos y materias primas agrícolas son una parte muy
importante del mismo (también se negocia con petróleo, metales, etc.). Como
ejemplo podríamos plantear el siguiente caso hipotético: una cooperativa de
agricultores acude a uno de estos mercados y, tras negociar con una empresa de
harina, vende 30 toneladas de trigo, a entregar en enero de 2014 y a un precio
de 225 dólares la tonelada. Para ello se firmaría un “contrato de futuro”, es
decir, un título en el que se detalla la transacción. Importante subrayar que
en los mercados de futuros no se negocian mercancías físicas (trigo) sino
contratos para vender/comprar mercancías físicas futuras (trigo en enero de
2014).
Estos
mercados nunca estuvieron exentos de la especulación y otras prácticas alejadas
del comercio real de materias primas, ya que los contratos sobre mercancías
futuras dan mucho margen a la variación de precios antes de la fecha de entrega
real. Pero como se decía, diversas medidas liberalizadoras junto a crisis en
otros mercados, originó que el capital financiero (fondos de cobertura, de
pensiones, etc.) invirtiera a gran escala en los mercados de futuros. Los
activos financieros en materias primas crecieron de los 5.000 millones de
dólares en el 2000 a 450.000 millones en 2011.5
Desde
entonces el mundo vive en tensión debido al incremento de los precios de los
alimentos que originó una crisis alimentaria en 2008 y otra inacabada en 2010
que está causando estragos en el Cuerno de África y el Sahel. Desde el
principio se intentó esconder el motivo real de las crisis y se argumentó que
la causa era el desequilibrio en la oferta y la demanda de alimentos, aunque
con el tiempo y ante los hechos la realidad se hizo visible. Como se ve en la
gráfica, existe una relación palpable entre la actividad inversora y el
incremento de precios. Y la realidad es que mientras en el África Subsahariana
está muriendo gente de hambre, el grupo de inversión Goldman Sachs ganó
más de 5.000 millones de dólares en 2009 especulando en materias primas, lo que
supuso un tercio de sus beneficios netos.6
La tierra,
el último eslabón por controlar
La cadena
agroalimentaria en un gran y suculento negocio. Así lo demuestran los balances
de ciertas transnacionales, como también queda claro tras analizar el
vertiginoso aumento del capital financiero en los mercados de materias primas.
Para los inversionistas el futuro es muy esperanzador. Saben que la gente puede
dejar de pagar su hipoteca pero siempre tendrá que alimentarse. Además se ha
normalizado, se ha institucionalizado y se ha aceptado sin rechistar, un
incremento de los precios de los alimentos (y su volatilidad) que se creó
artificialmente en los mercados. Desde organismos como la FAO se anuncia y se
asume sin más, que la humanidad enfrentará una época de alimentos caros aunque
ello suponga aceptar un status quo en el que millones de personas pasan
hambre.
Si bien
todavía no hay escasez, la ecuación entre la oferta y la demanda de alimentos y
materias primas agrícolas tenderá a comprimirse si no se toman medidas, porque
sigue creciendo exponencialmente la población mundial, y sobre todo, porque el
futuro energético de los países ricos dependerá de los agrocombustibles, todo
ello, en un planeta amenazado por un cambio climático que está comprometiendo
la capacidad hídrica de muchas naciones, degradando los suelos, alterando la
productividad y afectando los rendimientos en diversas zonas típicas de
cultivo.
La idea
esencial es que, en tiempos de crisis económica y recesión, resulta que la
agricultura se presenta como un mercado apetitoso y con un prometedor futuro.
La demanda está más que asegurada, es más, crecerá vertiginosamente. La propia
FAO ha estimado que la producción mundial de alimentos se deberá duplicar para
el año 2050.
La oferta,
por el contrario, es el gran pastel a dividir y por ello naciones,
inversionistas y transnacionales empiezan a mover fichas para garantizarse su
porción. Teniendo en cuenta que ciertos eslabones de la cadena alimentaria
exportadora ya están acaparados por multinacionales (semillas, intermediación,
etc.) y teniendo en cuenta que los mercados de futuros están atiborrados de
inversionistas y especuladores, solo queda un eslabón por conquistar: la
tierra.
Esta es
imprescindible y hasta el momento es un recurso natural que, dependiendo de
países, puede ser más o menos accesible para la ciudadanía. El campesino y
pequeño agricultor puede eludir las semillas patentadas, los agroquímicos y los
canales tradicionales de distribución; mientras que el consumidor puede evitar
las grandes superficies comprando alimentos sanos y de temporada directamente
al productor. Para que sigan activos estos canales sostenibles y agroecológicos
solo hace falta la tierra, que ahora, está en el punto de mira del capital. He
aquí la gran amenaza para la soberanía alimentaria, especialmente en las
naciones y comunidades empobrecidas que suelen auto abastecerse a través del
auto consumo y de los mercados locales.
1 Anuarios estadísticos de la FAO
2004 y 2010.
2 ETC: “¿De quién es la naturaleza?”,
noviembre de 2008.
3 GRAIN: “Las corporaciones siguen
especulando con el hambre”, abril de 2009.
4 ETC: “¿De quién es la naturaleza?”,
noviembre de 2008.
5 GRAIN: “El negocio de matar de
hambre”, 28 de abril de 2008 y LA CAIXA: “Especulación en los mercados de
materias primas: ¿culpable o inocente?”, Informe Mensual octubre 2011.
6 KNAUP, H., SCHIESSL y M., SEITH
Y.A.: “El hambre cotiza en bolsa”, en El País, Madrid, España, 4 de
septiembre de 2011.
* Investigador
asociado de la Cátedra “Tierra Ciudadana - Fondation Charles Léopold Mayer”, de
la Universitat Politècnica de València. Autor de los libros El parque de las
hamacas y Piratas y pateras. Artículo de la serie “Crisis agroalimentaria”
Fuente: http://tercerainformacion.es/
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