“La cadena de montaje empieza en la cocina, en el lavabo, en nuestros
cuerpos”
Entrevistas
| Silvia Federici * | 27-11-2012 |
¿Por qué
crees que era necesario un libro sobre las brujas y la caza de brujas?
El libro
sobre las brujas nace como parte de la búsqueda que empecé en los 70, búsqueda
que estaba conectada con los debates que tenían lugar en el movimiento de las
mujeres. Había debates sobre el origen de la discriminación de las mujeres, las
razones sobre la diferente posición de las mujeres en la sociedad capitalista
respecto a los hombres. Antes que nada quería entender por qué las mujeres
todavía están discriminadas. Tenía una teoría, pero estaba interesada en demostrar
que esta discriminación no estaba basada en la tradición, sino que, de hecho,
es algo que fue construido en las sociedades capitalistas. Dicho de otro modo,
el patriarcado no es un legado del pasado, sino que más bien ha sido refundado
por el capitalismo.
Yo formaba
parte de una organización de mujeres, como Maria Rosa Dalla Costa o Selma
James, entre otras, que habíamos desarrollado la teoría y veníamos de una
tradición anticapitalista, marxista, de lucha de clases, pero teníamos una
posición crítica respecto a la clásica interpretación marxista de la posición
de las mujeres en la sociedad. Nuestra visión era que las mujeres están
discriminadas en el capitalismo, no por el sistema productivo que crea la
división del trabajo, y no porque el trabajo que hacen no sea importante, sino
porque el trabajo no es remunerado.
Desarrollamos
la idea de que, en el capitalismo, existe una organización del trabajo que
tiene dos componentes: la producción de mercancías y la de fuerza de trabajo
para el mercado. Las mujeres llevan a cabo la producción de la fuerza de
trabajo, y la discriminación viene del hecho de que este trabajo se ha vuelto
invisible. Así que el poder social, por muy limitado que sea, que tiene el
trabajador masculino, debido a que cobra un sueldo y que su trabajo está
reconocido, no lo tienen las mujeres. Pero la realidad es que, si observamos el
capitalismo a través del trabajo asalariado, que incluye trabajo asalariado y
trabajo no asalariado, veremos como la relación salarial es mucho más compleja
que si sólo tenemos en cuenta el trabajo asalariado, puesto que el trabajo
asalariado incluye también mecanismos de exclusión; incluye, como de hecho dice
Marx, mecanismos para la extracción de trabajo no asalariado.
En el caso
de las mujeres, de alguna manera este trabajo es el más importante porque crea
a las personas que trabajan, ya que no puedes hacer coches si no tienes quien
los haga. Nosotros decimos que la cadena de montaje empieza en la cocina, en el
lavabo, en nuestros cuerpos. El capitalismo ha entendido esto, puesto que es el
sistema de explotación que más que cualquier otro ha enfatizado la importancia
del trabajo. Así que tiene muy claro que las mujeres son el sujeto productivo
más importante, pero para mantener esta producción de la forma más barata
posible, este trabajo se ha hecho invisible. Quise estudiar la historia para
tratar de comprenderlo, empezando por el siglo XIX y después más atrás, donde
me encontré con la caza de brujas.
¿Qué
descubriste cuando te adentraste en el estudio de la caza de brujas?
Fue un
choque, porque conocía a las brujas, pero siempre había sido una historia que
nunca sabías si había sido real o una fantasía. Pero cuando empecé a estudiarlo
e investigarlo, me di cuenta de que me estaba enfrentando a un fenómeno que era
extremadamente importante y que, además, se dio de forma simultánea con el
cercamiento (enclosure en inglés), la expulsión del campesinado de sus tierras,
el proceso de colonización y el comienzo del tráfico de esclavos.
Todo esto
hizo que me diera cuenta de que todo este proceso era fundamental para el
desarrollo de la sociedad capitalista, de que era uno de sus fundamentos más
importantes. Es interesante, también, porque muchos de estos procesos están
basados en la exterminación: del sujeto colonial, de la gente africana que
sufrió el tráfico de esclavos y también de las brujas. Entendí que todos estos
fenómenos están conectados, y que son parte de la acumulación capitalista, de
la acumulación de la clase trabajadora, de la acumulación de fuerza de trabajo.
Esta fue la perspectiva desde la cual empecé a mirar la caza de brujas, y que
me llevó hacia muchos caminos y muy diferentes.
Empecé a
entender que el desarrollo del capitalismo, como fue descrito por Marx, tenía
que, no ya ser reescrito -porque creo que el trabajo de Marx es muy acertado y
muy potente, además de muy útil para estos días, de hecho pocas cosas se
podrían cambiar-, sino apuntar a otra historia que Marx no vio.
Tú has
estudiado mucho a Marx y hablas mucho de él en tu libro, pero a la vez dices
que Marx no vio la historia desde el punto de vista de las mujeres. ¿Qué
podemos aprender de Marx y qué tenemos que reformular?
Para mí, lo
más importante de Marx es su teoría sobre la explotación, la importancia que da
al salario, no sólo lo que significa a nivel de tener dinero, sino también lo
que significa cuando se trata de organizar la sociedad, de organizar no sólo la
fábrica habitual, sino también la fábrica social. A la vez, su explicación de
la acumulación primitiva u originaria continúa siendo fundamental. Marx todavía
nos sirve para explicar hoy en día qué pasa en el mundo con respecto al
desarrollo capitalista, pero la base del trabajo de Marx era que, bajo el
capitalismo, el sujeto revolucionario sería el trabajador asalariado, y que la
lucha por la transformación del mundo y por la transición al comunismo tendría
lugar en el terreno del trabajo asalariado.
Pero Marx no
tenía un conocimiento profundo del proceso que se da en el capitalismo y que
produce la fuerza de trabajo. Si leemos el primer volumen de El Capital de Marx
sobre la teoría de la plusvalía, donde describe la producción de fuerza de
trabajo, encontraremos que la forma en que describe la producción es
extremadamente limitada y reducida. Para Marx, la producción de la fuerza de
trabajo está totalmente limitada dentro de la producción de mercancías. El
trabajador tiene un salario, con el salario compra la mercancía, la utiliza y
se reproduce a sí mismo, en ningún caso sale del círculo de la mercancía. Por
lo tanto, toda el área del trabajo reproductivo, que es tan importante y vital
para las sociedades capitalistas, y toda la cuestión de la división sexual del
trabajo, está totalmente ausente. Es importante señalar que el hecho de ver
todas estas otras áreas no significa incluir un quinto capítulo en el primer
volumen de El Capital.
De hecho se
dice que tu libro es la parte no escrita de El Capital de Marx…
Creo que si
así fuera sólo añadiríamos cosas, pero de lo que se trata es de repensarlo de
forma conjunta. Siempre digo que lo que he intentado hacer no es escribir la
historia de las mujeres en el capitalismo, sino la historia del capitalismo
desde el punto de vista de las mujeres y la reproducción, que de hecho es muy
diferente. Si escribes la historia de las mujeres en el capitalismo, dices: de
acuerdo, tenemos la historia de los hombres y ahora haremos la historia de las
mujeres, pero escribir la historia del capitalismo y de su origen desde el
punto de vista de lo que les pasa a las mujeres o lo que pasa con la reproducción,
que para mí están muy conectadas la una con la otra, hace repensar todo el
conjunto desde otra perspectiva.
El trabajo
contractual dentro del capitalismo está acompañado de una cantidad inmensa de
trabajo no libre, no asalariado y no contractual. Es entonces cuando empiezas a
entender por qué a través de la historia del capitalismo tienes colonización de
una forma continuada, igual que las diferentes formas de esclavitud. Aceptar
que el trabajo no libre y no asalariado es fundamental, y que no sólo tiene
como objetivo extraer riqueza de la gente trabajadora, sino también una forma
de organizar la sociedad, es muy importante. La supervivencia de las relaciones
no libres es algo fundamental y forma parte del maquillaje genético de las
sociedades capitalistas. Mirando el capitalismo desde el punto de vista de la
reproducción, lo que yo denomino la reproducción de la fuerza de trabajo ha
sido muy importante para llegar a entender el capitalismo, y esto es algo que
no encuentras en Marx.
Volviendo al
libro, hay un momento en que argumentas que, durante la Edad Media, la división
del trabajo no comportaba necesariamente la opresión de las mujeres.
En muchas
sociedades, antes de los procesos de colonización, los hombres y las mujeres
tenían tareas diferentes, y existía una división de las tareas. De hecho, en
muchas sociedades, por ejemplo en Nigeria, los hombres y las mujeres trabajaban
en la agricultura y unos y otras plantaban cosas diferentes y se organizaban de
formas diferentes. Incluso hay casos en que los hombres y las mujeres
utilizaban palabras propias. De este modo, las mujeres no dependían de los
hombres, tenían acceso a sus propias cosechas y las utilizaban para auto
subsistir si era necesario. Así que el hecho de hacer tareas diferentes no
implica automáticamente grados de poder diferentes: la cuestión es qué valores
están asociados a estas diferencias.
Tuvimos
muchos debates en el movimiento feminista sobre la clase de sociedad que
queríamos. ¿Queremos una sociedad donde no se utilice la categoría hombre o
mujer? ¿O queremos una sociedad que tenga alguna forma, no de especialización,
pero sí de diferenciación, porque después de todo las mujeres tenemos la
capacidad de tener hijos o hijas? Tal como yo lo veo, las diferencias no son el
problema, el problema es la jerarquía. La jerarquía hace que las diferencias se
vuelvan una fuente de discriminación, de devaluación y de subordinación. No es
necesario construir una sociedad donde no hayan diferencias; y quizás decidamos
que algunas diferencias son buenas.
También
hablas sobre cómo la acumulación primitiva de capital también supuso la
acumulación y la división de las diferencias, no sólo en la clase trabajadora,
sino también con respecto a género, etnia y edad.
Marx dijo
varias veces que cuando hablamos de acumulación primitiva, de lo que realmente
estamos hablando es de la acumulación de trabajo. Lo que hace el capital en su
primera fase de desarrollo es la acumulación de la clase trabajadora. Otro
aspecto de la acumulación es la división, la acumulación de la división, que es
el momento fundacional del racismo y del sexismo. Yo siempre insisto una y otra
vez en la importancia de esto, incluso hoy en día. El hecho de que el
capitalismo pueda organizar diferentes regímenes de trabajo ha sido una de las
armas más poderosas que ha utilizado para parar los procesos revolucionarios.
Primero, porque divide a la gente, segundo, porque puede utilizar algunos
grupos a los cuales delega poder, como, por ejemplo, delegando poder en los
hombres para controlar el trabajo de las mujeres. Otro ejemplo: a través del
uso del salario, el capitalismo ha podido esconder muchas áreas de explotación,
como el trabajo doméstico, y hacerlas aparecer como naturales. La construcción
ideológica de las diferencias está estrechamente relacionada con la
construcción material.
¿Podemos
decir, entonces, que los hombres se benefician del trabajo de las mujeres?
Sí y no. La
delegación del poder tiene una función importante para el capitalismo, una
función también desde el punto de vista del hombre trabajador asalariado. El
trabajo reproductivo ha reproducido al trabajador hombre, permitiéndole no
volverse loco mientras no trabaja y poderse presentar al puesto de trabajo en
condiciones día tras día. Por lo tanto, hay una reproducción, pero también es
una reproducción para el mercado de trabajo.
El trabajo
reproductivo tiene este carácter relacionado con el trabajo, pero a la vez, si
miras la historia de las luchas de las mujeres referentes al trabajo
reproductivo, podemos ver dos dimensiones: la reproducción del individuo para
el mercado de trabajo y, a la vez, la reproducción de la lucha. Entender el
carácter del trabajo reproductivo ha permitido a las mujeres rechazarlo, porque
reconoces que sí, reproduces a tus hijos, algo muy importante, limpias los
platos, la ropa, les das de comer, pero en esta reproducción está también la
disciplina, la cual también reproduces.
El
capitalismo ha organizado, a través del trabajo, las relaciones entre la
producción para el mercado y la reproducción, el trabajo de los hombres y de
las mujeres, de tal manera que la mujer se ha transformado en la sustituta de
la tierra que han perdido los hombres, convirtiendo a la mujer en los nuevos
comunes. El capitalismo ha permitido a los hombres utilizar el trabajo y el cuerpo
de las mujeres como un gran común. A corto plazo hay un beneficio inmediato,
pero hay una gran pérdida a largo plazo. Hay un beneficio inmediato porque hay
una reproducción, pero entonces te reproduces de una manera concreta que a la
larga conforma un tipo de esclavitud al mercado de trabajo capitalista.
Hay un
debate también dentro del movimiento feminista sobre la cuestión de si las
mujeres tendrían que tener un salario por el trabajo doméstico. ¿Qué piensas?
Estuve cinco
años en una organización que llevó a cabo una campaña internacional que luchaba
a favor de un salario para el trabajo doméstico. En 1972 en Italia fundamos un
colectivo internacional bajo el nombre de Colectivo Feminista Internacional,
con el cual lanzamos la campaña internacional Salario por el Trabajo Doméstico
(Wages for Housework). Lo que decíamos era que el salario para el trabajo
doméstico es muy importante.
Antes que
nada tiene muchas funciones. Es diferente cuando el trabajador asalariado lucha
por mejoras salariales y cuando el esclavo lucha por un salario, y hacíamos
esta analogía entre el ama de casa y el esclavo, porque antes que nada estamos
haciendo visible el trabajo que se hace, puesto que la invisibilidad ha sido
una de las causas fundamentales de nuestra opresión. Así que lo primero era
hacer visible nuestra explotación, dejando claro que esto es trabajo, es
trabajo que produce capital. De este modo, cuando pedimos un salario por el
trabajo doméstico estamos creando un espacio de lucha, haciendo visible la
explotación y haciendo visible nuestra relación con el capital y el estado,
saliendo de la realidad del trabajo doméstico, saliendo de la idea de que el
trabajo doméstico es un servicio personal. Segundo, la falta de dinero por el
trabajo que hacemos nos convierte en dependientes de los hombres, así que
trabajas, pero después tienes que pedir dinero para vivir.
El salario
para el trabajo doméstico permitiría a las mujeres tener algún tipo de
autonomía económica de los hombres, no del capital, y esto, de hecho, ya sería
un cambio importante en las relaciones con los hombres y la sociedad. Tercero,
cuando salen a buscar un trabajo, muchas veces las mujeres consiguen trabajos
relacionados con el trabajo doméstico y, acostumbradas a hacer este trabajo
gratuitamente, es más probable que acepten salarios más bajos. Así que luchando
por un salario para el trabajo doméstico se rompen toda una serie de
dependencias, invisibilidades y naturalidades a la vez que se abre un espacio
de lucha. No lo vemos como un fin en sí mismo, sino como un movimiento de una
lucha más general donde podemos conseguir involucrar a muchas mujeres, porque,
aunque no hagamos trabajos domésticos, todas somos amas de casa de alguna
manera, puesto que cada mujer es vista de una manera concreta debido a este trabajo.
Para nosotras, la idea de que el trabajo doméstico institucionaliza a la mujer
en casa no era válida: es la falta de dinero, de autonomía, la que la mantiene
encerrada en casa.
En tu libro
hablas también del concepto del patriarcado del salario.
El capitalismo
ha cambiado el mundo de arriba abajo, cambiando muchas cosas. Para el
capitalismo, las diferencias de poder que existían entre los hombres y las
mujeres eran de una gran utilidad, pero esta diferencia y la forma en que las
diferencias estaban organizadas no es una cosa que hayan cogido directamente
del pasado, sino que la han reconstruido. Una de las cuestiones más importantes
en esta reconstrucción ha sido el salario. Quizás esto forma parte de mi
conexión con el operaismo de Italia y el análisis político del salario, que
critica el leninismo y la diferenciación entre la cuestión económica y
política, la idea de que el salario sólo es una cuestión económica, en vez de
ver que el salario es una forma política de organizar la sociedad.
El término patriarcado
del salario surge al analizar el hecho de que, bajo el capitalismo, muchas de
las diferencias que promueven las discriminaciones entre hombres y mujeres,
pero también entre colonizadores y colonizados, han sido organizadas a través
del salario. El salario ha sido el apoyo material, el instrumento, con el cual
se han construido las jerarquías, y se ha convertido en el punto clave del
contrato social con el cual el capital reconoce al trabajador, o lo utiliza
para invisibilizarlo y superexplotarlo con la naturalización del trabajo. Con
la diferenciación entre el trabajo asalariado y el no asalariado se ha podido
llevar a cabo una gran acumulación de trabajo no remunerado, pero a la vez ha
sido un instrumento de la construcción de las diferencias. Digo patriarcado del
salario porque es un nuevo tipo de patriarcado, no es el patriarcado de la Edad
media o el del imperio romano, sino que es un patriarcado que ha sido
reconstruido en base al salario.
¿Existe la
caza de brujas actualmente?
Tengo una
amiga que volvió de Ghana hace poco y me explicó que, por la noche, en la
televisión, hacen unos programas donde te enseñan cómo reconocer a una bruja.
La proliferación de las sectas pentacostales está haciendo resurgir este tipo
de prácticas, básicamente financiadas por grupos políticos de derechas en EEUU.
Hay un documental muy interesante que salió el año pasado, llamado The Witches
of Gambaga, que habla sobre los campos de brujas que hay al norte de Ghana,
donde viven mujeres que han tenido que dejar sus pueblos e ir a vivir allí,
acusadas de ser brujas, porque si no las hubieran matado. Estos campos están
financiados por el gobierno, y cuando han pasado unos años, en algunos casos,
las dejan volver a sus pueblos, pero a otras muchas las matan. Pero no sólo es
Ghana, es también Tanzania, Kenya; también en la India se mata a muchas mujeres
acusadas de brujería.
Tú has
participado durante muchos años activamente en el movimiento feminista. ¿Qué
valoración haces de estos años y cómo ves actualmente al movimiento?
Vengo de los
principios del feminismo, durante los años 60 y 70, y para mí, entonces, el
feminismo era un movimiento revolucionario que tenía que ser anticapitalista,
no sólo de autonomía respecto a los hombres, sino una autonomía de las mujeres
como parte de una lucha más amplia, siendo también autónomas del capital. Así
que estaba realmente disgustada con el feminismo que quería autonomía respecto
a los hombres, pero no quería una autonomía respecto al capital.
El 1975 el
movimiento de las mujeres explotó, empezó a tomar unas fuertes connotaciones
subversivas y se extendió mucho a nivel internacional. En el momento en que
empezó a extenderse el nuevo liberalismo, las Naciones Unidas intervinieron y
lucharon para ponerse en el centro del movimiento y para crear un feminismo
neoliberal, para utilizarlo contra las luchas, también las de los hombres. Por
ejemplo, crearon un movimiento de mujeres burguesas que en África y América
Latina luchaban por la privatización de la tierra.
Entonces hay
gente que me pregunta, ¿por qué te consideras feminista? Me considero feminista
porque siempre se apoderan de todo y yo me niego a dárselo todo. Ahora es muy
importante hablar de feminismo de una manera diferente, de tener una concepción
alternativa del feminismo.
Muchas mujeres
jóvenes no quieren tener nada que ver con el feminismo. Algunas porque son
liberales y creen que no lo necesitan, porque las mujeres, hoy en día, hacen lo
que quieren. Otras no quieren ni hablar del tema porque piensan que el
feminismo es una cosa burguesa. Pero creo que todo esto está empezando a
cambiar, porque mientras movimientos sociales, como por ejemplo Occupy, se han
empezado a desarrollar, también se han creado experiencias políticas masivas
que han dado mucho espacio a la reproducción, porque las personas están juntas
en la calle, duermen juntas, preparan comida juntas.
Es en estas
situaciones cuando salen muchos temas sobre las relaciones entre hombres y
mujeres, y muchas mujeres jóvenes empiezan a darse cuenta de que algunos de los
problemas a los que nos enfrentábamos todavía existen. Hay muchos temas
abiertos, como por ejemplo tener hijos o hijas, cómo se crían, la relación con
los hombres, la cuestión de si existe el género o no, etc. Hay todavía un gran
terreno que se tiene que construir, que se tiene que definir, que se tiene que
luchar.
Cuatro
conceptos sobre la obra de Silvia Federici
Los Comunes
Los comunes
son un sistema de gestión que no es ni público ni privado, en el cual una serie
de bienes pertenecen y son gestionados por una comunidad. Estos bienes pueden
ser tanto materiales (tierras, ríos, etc.) como inmateriales (conocimiento,
cultura…). Los bienes comunales surgen durante el feudalismo, pero hoy todavía
encontramos ejemplos de gestión comunal: en zonas rurales del Estado español
existen tierras y recursos que se gestionan en comunidad.
Cercamientos
Estos
mecanismos de expropiación de los bienes comunes son, para Federici, un rasgo
estructural del capitalismo. Si en Europa, durante la Edad media, el
capitalismo avanzó gracias a la expropiación de las tierras comunales que
permitían subsistir al campesinado, ahora hay políticas, como los planes de
ajuste estructural del FMI, que cumplen con la misma labor, privatizando no
sólo tierras comunales sino también todos aquellos servicios que garantizan la
reproducción social.
Caza de
brujas
La cacería y
quema de cientos de miles de brujas en los siglos XV y XVI, en Europa y el
Nuevo Mundo, fue tan importante para el desarrollo de la sociedad capitalista
moderna como la colonización, el comienzo de la esclavitud o la expropiación de
las tierras comunales al campesinado, según la tesis de Federici. La caza de
brujas también constituye un intento feroz de destruir el poder que habían
ejercido las mujeres sobre su capacidad reproductiva, que resulta demonizado.
Acumulación
originaria
Federici
desarrolla el concepto acuñado por Marx para señalar que este proceso
intrínseco al capitalismo y necesario para su nacimiento (concentración previa
de capital y de trabajo, y separación de los trabajadores de los medios de
producción) afectó de forma especial a las mujeres. Este periodo sangriento
generó una nueva división sexual del trabajo: los hombres se encargan del
trabajo productivo y asalariado y las mujeres de tareas reproductivas, que
pasan a ser un trabajo invisible y no pagado.
* Silvia
Federici, autora del libro Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación
originaria, nos explica qué significó la caza de brujas para el capitalismo y
los procesos de expropiación de los cuerpos, los saberes y la reproducción de
las mujeres. La entrevistó Manel Ros.
Fuente: http://tercerainformacion.es/
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