Huelga y poder constituyente
Artículos de
Opinión | Adoración Guamán y Albert Noguera Fernández * | 27-11-2012 |
En una
situación de emergencia como la actual es el momento de recordar que la huelga
debe ser entendida como medio de lucha popular. Así, debemos alejarnos de la
típica definición domesticada e interesada de huelga como paro concertado del
trabajo frente al empresario en pos de una reivindicación laboral. La huelga es
eso y más, es un instrumento al servicio de la lucha de clases, una herramienta
de la clase que sólo dispone de su fuerza de trabajo, dentro o fuera del
mercado formal, para sobrevivir frente aquellos que detentan el poder
económico. Una vía para la transformación social con un fin concreto: la
superación de las desigualdades y la consecución de la justicia social.
Históricamente,
y mucho antes de ser recogida como un derecho fundamental, la huelga general ha
jugado este papel transformador en momentos fundamentales. De hecho, la
cesación concertada del trabajo fue un instrumento eminentemente político. La
lucha económica fue un cambio de frente posterior, y la batalla contra el
absolutismo se convirtió con naturalidad de una lucha contra la tiranía y por
el derecho de sufragio, en una guerra contra el capital, en una batalla por la
jornada laboral y el salario justos, sin perder nunca su papel como instrumento
en defensa de la democracia.
Nos cuenta
la historia que para que la huelga de masas sea exitosa debe ser un movimiento
popular que arrastre a las batalla a las capas más amplias del proletariado. Si
el término proletariado chirría podemos sustituirlo por trabajadores, si el
término trabajador asalariado, con un 25% de desempleados, es un término en
extinción, podemos sustituirlo por explotadas, o incluso por receptoras de las
consecuencias de una crisis del sistema capitalista mediante la cual se están
ampliando las tasas de explotación y dominación, tanto en el plano económico
como político.
También
aprendimos de la historia que, en situaciones como la que actualmente vivimos
de exasperación de los conflictos de clase y de la situación política, las
huelgas son un camino inevitable, necesario, cuyas consecuencias políticas han
sido innegables y han marcado un progreso hacia la democracia (entre muchos
otros momentos, recordamos ahora 1905 en Rusia, 1968 en Francia, 1917 o 1962 en
el Estado español y por supuesto toda la década de los setenta, sin olvidar que
en 1973 éste era el tercer estado de Europa en cuanto a huelgas y jornadas
perdidas).
El 14 de
noviembre de 2012 un amplio conjunto de organizaciones han llamado a otra
Huelga General. Podría parecer una más de entre las ocho últimas realizadas
tras la aprobación de la Constitución de 1978, pero esta tiene condicionantes
específicos. Entre los motivos de las últimas huelgas generales encontramos los
siguientes: el aumento del desempleo; la rebaja de la cuantía de las pensiones;
la adopción de un plan de empleo juvenil que instauraba la llamada
“contratación basura”; el abaratamiento del despido, con la eliminación de los
salarios de tramitación y la rebaja de la indemnización; la congelación de los
salarios de los funcionarios; los recortes a la prestación del desempleo. Todas
y cada una de estas medidas, adoptadas en diferentes reformas laborales del PP
y del PSOE y apoyadas entusiastamente por CIU, se concitan y se agravan en las
últimas reformas laborales y en particular en la de 2012. Desde este punto de
vista, centrado en el trabajo productivo, hay motivos de sobra para la Huelga
General.
Pero la
situación de crisis actual supera con mucho la esfera de la explotación laboral
privada, habiéndose publicitado el conflicto intrínseco a las relaciones de
trabajo de manera evidente. El desmontaje de la dimensión democrática del
Estado y de la dimensión del Estado de derecho es cada vez mayor. Reducido a su
función coercitiva, el Estado como una mera estructura técnico-administrativa
coactiva, actúa en la actualidad, y en el marco del nuevo contrato
Capital-Estado (Europa del capital), como mero habilitador de las políticas
neoliberales dictadas por instancias internacionales.
Frente a
esta situación, nos encontramos además en la tesitura del agotamiento de
modelos. Nos enfrentamos a la imposibilidad teórico/práctica de restablecer el
viejo Estado social generador, durante la segunda mitad del siglo XX, de
procesos de redistribución de la riqueza mediante el reconocimiento de derechos
sociales (educación, salud, vivienda, seguridad social, etc.). La forma Estado
social fue la forma política correspondiente a una forma económica de capitalismo,
el llamado capitalismo productivo o industrial basado en el pleno empleo y en
el salario como forma general de retribución. Pero esta realidad es un pasado
donde no podemos regresar y que nos impulsa a un futuro vacio de utopías.
Así, el
cambio en las formas de organización de los procesos productivos ha dado lugar
a un desfase entre las viejas constituciones sociales estructuradas entorno al
Trabajo y el pleno empleo, y las nuevas realidades de precariedad, desempleo y
multifragmentación del trabajo, propias del capitalismo transnacional y
financiarizado, que no encuentra bridas en el viejo derecho y que es
impulsado por las nuevas reformas laborales y constitucionales. Todo
ello, nos lleva a afirmar que, de no existir una contundente respuesta popular,
las próximas décadas son años de minimización de los derechos para las mayorías
populares. Por esto, y en este contexto de pauperización salvaje de las
condiciones de vida y de imposibilidad de volver al Estado social, el
restablecimiento de la democracia y la justicia social sólo puede pasar por una
estrategia constituyente anticapitalista.
¿Por qué
retomar ahora el concepto del poder constituyente? El Poder Constituyente es un
ejercicio de autonomía, de auto-interrogación colectiva y de auto-institución.
Es la capacidad de los ciudadanos de cuestionarse estructuralmente el sistema y
su gobierno y, en el último caso, cambiarlo por una diferente y nueva realidad
de progreso respecto al pasado. Poder Constituyente es transformación y
emancipación.
No obstante,
está claro que los procesos constituyentes de transformación anticapitalista y
emancipatorios no pueden llevarse a cabo desde los lugares tradicionales
de la política, las instituciones, o por los sujetos a su servicio, en tanto
estos son formas que transmiten, por su propia naturaleza, racionalidades,
valores, modos de actividad, formas de organización social, productoras y
reproductoras del statu quo o dominación.
Por
añadidura, la dominación ya no es, desde hace mucho tiempo, algo
político-institucional, algo que se concentra en una instancia central de poder
como son las instituciones, sino algo cultural, es todo el complejo sistema de
relaciones, de comportamientos, de cotidianidades, de racionalidades, una red
con multiplicidad de centros que se extienden transversalmente a través de la
sociedad. Es por tanto, en la esfera civil, en los espacios de autoorganización
y plataformas ciudadanas y mediante sus sujetos individuales y colectivos,
donde se problematiza con la reproducción del statu quo, se consigue la
hegemonía y se transforma la sociedad. Sólo cambiando la sociedad y sus
prácticas sociales, no sustituyendo sus gestores, podremos activar procesos
constituyentes emancipatorios.
Por ello,
entendemos la huelga como el instrumento de lucha para condenar y rechazar, de
manera global, el sistema establecido, como la vía para la reivindicación de la
justicia social y la construcción de solidaridades, consideramos que el 14 de
noviembre es un momento fundamental para hacer huelga en defensa de la democracia
y la transformación social. Una huelga social, una huelga para construir
vínculos entre trabajadores, estudiantes, parados, jubilados, desahuciados, en
definitiva, entre todos los explotados y aquellos los forzados a autoexplotarse
para sobrevivir en este sistema injusto y caminar hacia el proceso
constituyente desde la base.
* Adoración
Guamán y Albert Noguera Fernández son, respectivamente, profesores de derecho
del Trabajo y Constitucional en las universidades de Valencia y Extremadura.
Fuente: http://tercerainformacion.es/
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