miércoles, 28 de noviembre de 2012

“ES NUESTRA UNICA ARMA Y TENEMOS QUE SEGUIR CONTRA LA OLIARQUIA FINANCIERA Y LOS RECORTES DEL PPSOE+CIU”



Huelga y poder constituyente
Artículos de Opinión | Adoración Guamán y Albert Noguera Fernández * | 27-11-2012 | 

En una situación de emergencia como la actual es el momento de recordar que la huelga debe ser entendida como medio de lucha popular. Así, debemos alejarnos de la típica definición domesticada e interesada de huelga como paro concertado del trabajo frente al empresario en pos de una reivindicación laboral. La huelga es eso y más, es un instrumento al servicio de la lucha de clases, una herramienta de la clase que sólo dispone de su fuerza de trabajo, dentro o fuera del mercado formal, para sobrevivir frente aquellos que detentan el poder económico. Una vía para la transformación social con un fin concreto: la superación de las desigualdades y la consecución de la justicia social.
Históricamente, y mucho antes de ser recogida como un derecho fundamental, la huelga general ha jugado este papel transformador en momentos fundamentales. De hecho, la cesación concertada del trabajo fue un instrumento eminentemente político. La lucha económica fue un cambio de frente posterior, y la batalla contra el absolutismo se convirtió con naturalidad de una lucha contra la tiranía y por el derecho de sufragio, en una guerra contra el capital, en una batalla por la jornada laboral y el salario justos, sin perder nunca su papel como instrumento en defensa de la democracia.
Nos cuenta la historia que para que la huelga de masas sea exitosa debe ser un movimiento popular que arrastre a las batalla a las capas más amplias del proletariado. Si el término proletariado chirría podemos sustituirlo por trabajadores, si el término trabajador asalariado, con un 25% de desempleados, es un término en extinción, podemos sustituirlo por explotadas, o incluso por receptoras de las consecuencias de una crisis del sistema capitalista mediante la cual se están ampliando las tasas de explotación y dominación, tanto en el plano económico como político.
También aprendimos de la historia que, en situaciones como la que actualmente vivimos de exasperación de los conflictos de clase y de la situación política, las huelgas son un camino inevitable, necesario, cuyas consecuencias políticas han sido innegables y han marcado un progreso hacia la democracia (entre muchos otros momentos, recordamos ahora 1905 en Rusia, 1968 en Francia, 1917 o 1962 en el Estado español y por supuesto toda la década de los setenta, sin olvidar que en 1973 éste era el tercer estado de Europa en cuanto a huelgas y jornadas perdidas).
El 14 de noviembre de 2012 un amplio conjunto de organizaciones han llamado a otra Huelga General. Podría parecer una más de entre las ocho últimas realizadas tras la aprobación de la Constitución de 1978, pero esta tiene condicionantes específicos. Entre los motivos de las últimas huelgas generales encontramos los siguientes: el aumento del desempleo; la rebaja de la cuantía de las pensiones; la adopción de un plan de empleo juvenil que instauraba la llamada “contratación basura”; el abaratamiento del despido, con la eliminación de los salarios de tramitación y la rebaja de la indemnización; la congelación de los salarios de los funcionarios; los recortes a la prestación del desempleo. Todas y cada una de estas medidas, adoptadas en diferentes reformas laborales del PP y del PSOE y apoyadas entusiastamente por CIU, se concitan y se agravan en las últimas reformas laborales y en particular en la de 2012. Desde este punto de vista, centrado en el trabajo productivo, hay motivos de sobra para la Huelga General.
Pero la situación de crisis actual supera con mucho la esfera de la explotación laboral privada, habiéndose publicitado el conflicto intrínseco a las relaciones de trabajo de manera evidente. El desmontaje de la dimensión democrática del Estado y de la dimensión del Estado de derecho es cada vez mayor. Reducido a su función coercitiva, el Estado como una mera estructura técnico-administrativa coactiva, actúa en la actualidad, y en el marco del nuevo contrato Capital-Estado (Europa del capital), como mero habilitador de las políticas neoliberales dictadas por instancias internacionales.
Frente a esta situación, nos encontramos además en la tesitura del agotamiento de modelos. Nos enfrentamos a la imposibilidad teórico/práctica de restablecer el viejo Estado social generador, durante la segunda mitad del siglo XX, de procesos de redistribución de la riqueza mediante el reconocimiento de derechos sociales (educación, salud, vivienda, seguridad social, etc.). La forma Estado social fue la forma política correspondiente a una forma económica de capitalismo, el llamado capitalismo productivo o industrial basado en el pleno empleo y en el salario como forma general de retribución. Pero esta realidad es un pasado donde no podemos regresar y que nos impulsa a un futuro vacio de utopías.
Así, el cambio en las formas de organización de los procesos productivos ha dado lugar a un desfase entre las viejas constituciones sociales estructuradas entorno al Trabajo y el pleno empleo, y las nuevas realidades de precariedad, desempleo y multifragmentación del trabajo, propias del capitalismo transnacional y financiarizado, que no encuentra bridas en el viejo derecho y que es impulsado por las nuevas reformas laborales y constitucionales. Todo ello, nos lleva a afirmar que, de no existir una contundente respuesta popular, las próximas décadas son años de minimización de los derechos para las mayorías populares. Por esto, y en este contexto de pauperización salvaje de las condiciones de vida y de imposibilidad de volver al Estado social, el restablecimiento de la democracia y la justicia social sólo puede pasar por una estrategia constituyente anticapitalista.
¿Por qué retomar ahora el concepto del poder constituyente? El Poder Constituyente es un ejercicio de autonomía, de auto-interrogación colectiva y de auto-institución. Es la capacidad de los ciudadanos de cuestionarse estructuralmente el sistema y su gobierno y, en el último caso, cambiarlo por una diferente y nueva realidad de progreso respecto al pasado. Poder Constituyente es transformación y emancipación.
No obstante, está claro que los procesos constituyentes de transformación anticapitalista y emancipatorios no pueden llevarse a cabo desde los lugares tradicionales de la política, las instituciones, o por los sujetos a su servicio, en tanto estos son formas que transmiten, por su propia naturaleza, racionalidades, valores, modos de actividad, formas de organización social, productoras y reproductoras del statu quo o dominación.
Por añadidura, la dominación ya no es, desde hace mucho tiempo, algo político-institucional, algo que se concentra en una instancia central de poder como son las instituciones, sino algo cultural, es todo el complejo sistema de relaciones, de comportamientos, de cotidianidades, de racionalidades, una red con multiplicidad de centros que se extienden transversalmente a través de la sociedad. Es por tanto, en la esfera civil, en los espacios de autoorganización y plataformas ciudadanas y mediante sus sujetos individuales y colectivos, donde se problematiza con la reproducción del statu quo, se consigue la hegemonía y se transforma la sociedad. Sólo cambiando la sociedad y sus prácticas sociales, no sustituyendo sus gestores, podremos activar procesos constituyentes emancipatorios.
Por ello, entendemos la huelga como el instrumento de lucha para condenar y rechazar, de manera global, el sistema establecido, como la vía para la reivindicación de la justicia social y la construcción de solidaridades, consideramos que el 14 de noviembre es un momento fundamental para hacer huelga en defensa de la democracia y la transformación social. Una huelga social, una huelga para construir vínculos entre trabajadores, estudiantes, parados, jubilados, desahuciados, en definitiva, entre todos los explotados y aquellos los forzados a autoexplotarse para sobrevivir en este sistema injusto y caminar hacia el proceso constituyente desde la base.
* Adoración Guamán y Albert Noguera Fernández son, respectivamente, profesores de derecho del Trabajo y Constitucional en las universidades de Valencia y Extremadura.
        Fuente: http://tercerainformacion.es/

No hay comentarios:

Publicar un comentario