Pensar de otro modo: política, hermenéutica y postestructuralismo
Artículos
de Opinión | Amanda Núñez * | 24-11-2012 |
A pesar de lo que se
considera normalmente, la cuestión política no sólo entraña un organizarse de
otro modo sino radicalmente un pensar de otro modo. Ya Marx introduce su
concepto de Fetiche para hacer notar que hay algo que siempre se nos interpone
en un buen análisis de la economía política. Este fetiche al interponerse
siempre en nuestras consideraciones termina por funcionar como una ley natural,
termina por poseer carta de naturaleza, así dice Marx en el libro I de El
Capital, capítulo I, epígrafe: “El carácter fetichista de la mercancía y su
secreto”:
«Los trabajos privados [es
decir, cualificados y “sujetos a una interdependencia multilateral”] […] son
reducidos en todo momento a su medida de proporción social porque en las
relaciones de intercambio entre sus productos, fortuitas, siempre fluctuantes,
el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de los mismos se
impone de modo irresistible como ley natural, tal como por ejemplo se impone la
ley de la gravedad cuando a uno se le cae la casa encima.» 1
Y es muy curiosa esta imagen
pues Marx relaciona el imponerse de modo irresistible como ley natural a que a
una se le caiga la casa encima…ahora podríamos decir, como que a una se le
parta la tierra introduciendo la cuestión ecológica.
Pues bien, una fantasmagoría
como la del fetiche que dice algo así como que todo se mueve y se soluciona en
el nivel de la circulación y del intercambio, es decir al nivel abstracto y
cuantitativo de la cantidad de trabajo socialmente necesario (“gelatina de
trabajo” lo llega a llamar); algo que se nos interpone en los análisis y que
posee hasta carta de naturaleza por socialmente aceptado, sin embargo tiene un
secreto.
El secreto es que tal ley
natural no está bien analizada y hemos caído en una ilusión trascendental como
diría Kant, es decir, una ilusión como aquella que siempre vemos cuando metemos
un objeto en el agua.
Cuando hacemos eso, cuando
metemos un objeto en agua, siempre veremos que lo que hayamos metido se tuerce,
pero no está torcido. Así pues se trata de una ley natural que depende de la
óptica, pero aplicada a la cosa misma no resulta más que una ilusión. No
podemos dejar de verlo así, es decir, no podemos dejar de ver la cosa torcida o
la economía política sólo dependiente de la circulación, pero un análisis fino
nos hace notar que no es la única dimensión que hay y que el carácter de
fetiche no es esa ley por sí misma sino pensar que sólo hay esa dimensión, que
sólo se da en nuestros ejemplos, la ley natural de la óptica o la circulación
en la economía política.
De ese modo, lo que Marx
llama “fetiche” no es que algo que no hay, sino que es un “fantasma” tal y como
puede entenderse desde el psicoanálisis lacaniano. Es decir, se trata de una
construcción de la imaginación que tiene una parte de ley pero que si se aplica
universal y reduccionistamente, como si con ello bastara, se cae en una
errancia y el problema, por ejemplo del comportamiento de los sólidos o de la
economía política, queda mal planteado y no encontramos salida a él.
Así pues, en Marx se nos dice
que si miramos las cuestiones desde la circulación de las mercancías se nos
pierde algo por el camino y eso que se nos pierde es aquello en lo que nos iba
todo. La pregunta entonces no es tanto cómo organizar de otro modo la
circulación (la capitalista, el trueque, los emprendedores, el comercio justo
etc. como en los debates que siempre escuchamos y lo que escuchamos desde
economistas y políticos) sino que Marx apunta que esto remite al ámbito de la
producción y sin ver esta cara nos quedamos en el mundo de la imaginación y no
logramos pensar de otro modo. Gran libro El Capital para enseñarnos a pensar de
otro modo.
Esta ponencia aunque desea
expresar esta cuestión, sin embargo considera oportuno desplazarnos para salir
de los tópicos acerca del marxismo tales como que la producción no es más que
las formas materiales bajo las cuales cae el trabajo, o la producción del
objeto mercancía, o de lo que hace la riqueza de una nación (ilusoriamente o
fetichistamente porque ya trata al trabajo homogéneamente y sólo en su
circulación). Para pensar esta diferencia en Marx entre circulación y
producción y más escuetamente el tema de nuestra ponencia, a saber, pensar de
otro modo, tendremos que hacer más de una incursión.
Y la incursión por la que
consideramos que se puede entrar en esta problemática tan compleja pero que
tanto nos concierne tiene que ver con la diferencia entre “lo que no se puede
decir” y “lo que no se puede decir”, esto es, dos modos del no poder decir.
Esta cuestión no es baladí y de ella se han encargado tanto los intentos de
Marx de alejar el fetiche de la mera circulación e introducir también el vector
complementario y correctivo de la producción, en El Capital; como Heidegger en
El origen de la obra de arte o La pregunta por la técnica (por citar sólo dos
de sus obras) en las cuestiones del mundo y la tierra, o en la diferencia entre
la técnica y la esencia de la técnica. El Antiedipo de Deleuze y Guattari
también atiende a esto y enlaza a Marx con el psicoanálisis introduciendo lo
simbólico y lo Real de Lacan y la diferencia entre represión (Verdrängung) y
forculsión (Verwerfung) freudianas; o lo encontramos también en Verdad y Método
de Gadamer con la cuestión de los monumenta y el recuerdo/olvido relacionados
con la creatividad y con Nietzsche. Curioso que los tres llamados filósofos de
la sospecha: Marx, Nietzsche y Freud sean lo que tratan y abren esta cuestión
en nuestra contemporaneidad y que todos lo hagan no como una negación de la
imaginación, sino como la falta de una dimensión, de la dimensión afirmativa
por antonomasia como luego veremos.
Pero volvamos a nuestro tema,
hay dos grados heterogéneos entre sí de un no poder, de un no poder decir: uno
contingente y otro necesario. Por ejemplo, dentro de una estructura, una
sociedad por ejemplo o una cultura, no se pueden decir determinadas cosas en
determinados contextos. Ejemplos de ello tenemos miles y cotidianos, como el
Decoro Barroco que prohibía introducir animales en los cuadros de una Iglesia o
lo que solemos llamar decoro en general y que proviene de ese uso. Un arte
decorativa tiene que estar relacionada con su contexto y esas reglas del decoro
que mantenemos aplican que no se puede decir cualquier cosa en cualquier lugar.
Así, en un restaurante caro no tiene decoro decir un insulto en alto, etc… se
suele decir que “hay que conservar las formas”. Si algo así como una mala
palabra en una cena se quiere decir, se reprime. Así, por ejemplo también
cuando alguien cita la necesidad de una democracia en un supuesto estado
democrático, se le llama al orden, a las “formas convenidas” rápidamente y se
le dice que hace demagogia, populismo o que es un revolucionario. Pero todas
esas fórmulas están concertadas, es decir, están dentro del campo de
posibilidad en una estructura dada. Y ya sabemos por Freud que la represión no
opera más que como el retorno de lo reprimido, así la tensión en las cenas
caras, en las cenas de navidad, en las iglesias o en los debates políticos.
Pero habiendo esa represión siempre hay la posibilidad de decir esas cosas y ya
incluso las respuestas a ellas están dadas: si se dice una mala palabra en una
cena se es un maleducado, si se hace algo raro en una iglesia se es un hereje,
si se dice democracia contra una supuesta democracia se es un revolucionario,
un populista, etc. si se dice nosotras en lugar de nosotros como genérico se es
una feminista.
Esta dimensión que, podríamos
llamar, la circulación del discurso en sus valores y ámbitos sociales dentro de
una estructura de posibilidad es importante, por supuesto; por ejemplo en el
trabajo de las historiadoras es importante el datar y analizar determinadas
cosas (y aquí debemos hacer un obligado homenaje a Eric Hobsbawm recientemente
fallecido y especialista en estos análisis, quizá hasta visionario dentro de la
historia de esto a lo que apuntamos en esta ponencia). Decíamos que debemos
analizar y sobre todo contar determinadas cosas para que no haya olvido de
ellas, que no queden reprimidas y así se pueda conjurar su repetición. Hay que
poder hablar de esas cosas para que no retornen. Pero todo este campo está
dentro de una estructura y tanto las cosas que se pueden o no se pueden decir
ya están contempladas, ya se han dado.
Pero hay otro modo de no
poder decir. El necesario, el imposible. Por ejemplo el famoso caso de los 30
tipos de blanco que tienen los esquimales para lo que nosotros llamamos
simplemente “nieve”. Este caso está muy manido y parece poco interesante salvo
si en ello nos va la vida: Pisar una nieve no es lo mismo que pisar otra, una
se puede quebrar y otra no, etc. También podemos verlo en las derivas de las
lenguas, por ejemplo en Griego moderno el antiguo “to Kalós” que significaba
“bello” ahora dice “bueno”…lo cual se puede entender desde los
transcendentales, pero el antiguo “bueno”, “To agathón”, ahora posee una
connotación de “tonto” o se utiliza sólo en expresiones como “bienes de
consumo”. Ello por no hablar de los “superágoras” que se encuentran en
cualquier lugar o de la gran pérdida del vocablo Aletheia que gracias a
Heidegger no hemos perdido del todo y cada vez parece que vamos ganando.
Hay muchos más casos y la
filosofía los esgrime sin cesar, por ejemplo el “no dicho y no pensado” al que
alude Heidegger en sus dos zonas, es decir, “lo no dicho” que quizá se podría
decir en un texto y lo “no pensado”, es decir, aquello que es impensable y que,
bajo otra estructura sí se puede pensar. Otro ejemplo es el “mundo” en el que
se centra Gadamer y la importancia de los “monumenta” para intentar perder los
menos códigos posibles o poder “recrearlos”; o incluso la petición de “queremos
lo imposible” del Mayo del 68…es decir, queremos otro mundo, otra estructura.
Este caso de no poder decir
que surge notablemente en los estudios antropológicos y que es causante de
tanto problema intercultural es el que nos interesa aquí, el que nos permite
salir de la imaginación y sus fantasmas o fetiches para poder acceder a algo
real, a la cuestión del ser, a la cuestión de pensar de otro modo antes de que
la globalización o mundialización haga indiferente este ámbito a favor de una
convivencia y circulación e intercambio de mercancías (ya sean animales, cosas,
palabras o humanos) homogénea…pacífica que es como se vende cuando encierra
toda la violencia del mundo en una organización mundial de control, la más
totalitaria de todas por ser abierta y deslocalizada.
***
Volvamos a la cuestión pues
ante la aceleración y la velocidad de este sistema que se nos impone, pensar de
otro modo ya requiere otro ritmo, pausado, tartamudeante, repetitivo.
Hemos localizado que hay un
“no poder decir” contingente dentro de una estructura y un “no poder decir”
necesario que es algo que dentro de una estructura o está perdido o todavía no
se puede decir. Pero no es que todavía no se pueda decir aunque podamos
vislumbrarlo sino que si se puede llegar a decir es porque algo ha ocurrido: un
acontecimiento.
Contrariamente a lo que se
supone que es un acontecimiento, llamativo, poderoso, espectacular (aunque los
hay) el acontecimiento es discreto, un mero devenir…sin darnos cuenta algo ha
pasado. Sin darnos cuenta ya no podemos nombrar los cuatro tiempos griegos que,
sin embargo tienen huella en algunas lenguas: cronos, aión, aidíon y kairós;
sin darnos cuenta podemos hablar de reiniciar, de robot; sin darnos cuenta el
bueno era tonto y el guapo era bueno; sin darnos cuenta el espacio político, la
plaza se nos ha convertido en mercado. Pero también sin darnos cuenta podemos
aludir a otro modo de verdad, a la Aletheia; sin darnos cuenta hablamos de
diferencia sin subsumirla en la identidad, sin darnos cuenta pedimos una
democracia y desestimamos que el sistema en el que vivimos sea una democracia
como dice el cántico, “lo llaman democracia y no lo es”.
Y es que no es el mismo
ámbito aquel que se mueve dentro de una estructura que aquel que hace y deshace
estructuras, el que puede mirar hacia dentro de la jauría y sin embargo tener
la espalda hacia el afuera como señalan Deleuze y Guattari en el caso de los
lobos en Mil Mesetas.
Probablemente ese ámbito de
la producción que señala Marx y que es diferente del de la circulación en el
que nos reconocemos, sea ese afuera, el que sí produce y produce fuera de una
estructura o produce afueras de la estructura.
Y es este ámbito el que más
nos interesa para poder pensar de otro modo en orden a poder organizarnos de
otro modo, es decir que vivamos de otro modo y haya otra política.
Pero, si vemos bien, este
ámbito no depende de la voluntad. No podemos tener voluntad sobre algo que no
conocemos porque no está contemplado en una estructura. Pensar que ya está y
que sólo hace falta descubrirlo sería una locura, tan loca como pensar que en
lo bueno ya estaba lo tonto o que en la política sólo hay un mercado.
Esto queda explicado muy bien
en la diferencia entre represión y forclusión en psicoanálisis. La represión
(propia de la neurosis y un síntoma también de lo social) parte de algo que se
sabe pero se olvida y pasa al inconsciente, por ello retorna en el lenguaje
como en los el lapsus, los actos fallidos, las tensiones, el sufrimiento, etc.
Su cura consiste en que, a pesar de los reparos que pone la imaginación donde en
su ideal no cabe, no tiene decoro, emerja y se pueda integrar, es decir, que
pueda situarse en lo simbólico donde quedó el hueco molesto.
Lo forcluído (propio de la
psicosis, la esquizofrenia y también un síntoma de lo social) sin embargo nunca
entró en lo simbólico y por ello no se ha olvidado ni pasa al inconsciente,
sino que es olvido mismo y viene de fuera, del inconsciente: es el puro afuera.
Forclusión es un término que viene del Derecho y que significa “cerrar el
foro”, o bien que se tuvo un derecho que ya no se tiene; se está excluido,
desterrado antes de entrar es decir, lo forcluído no está en el foro. Si la
represión es un acto de negación, entra en la posibilidad negar o no negar un
contenido cuyo juicio de existencia ya está dado; sin embrago lo forcluído no
introduce juicio de existencia porque no está, así pues, no se puede negar ni
es un contenido porque no lo podemos decir de ninguna manera.
En términos heideggerianos,
lo forcluído sería la lethe (el olvido que no es un olvido de esto o aquello),
A-letheia sería producir un espacio para la posibilidad del esto o del aquello,
es decir, una estructura; y sólo en el claro se podría negar o afirmar.
Por ello en psicoanálisis la
Forclusión (Verwerfung) está asociada a la Bejahung (afirmación primordial) de
la cual habla Freud, pues la cura consiste en que de eso que no tiene juicio de
existencia, es decir de eso que es el afuera o lo real (o el ser podríamos
decir) y que no tiene por ello contenido ni forma que guardar, se produzca un
campo de sentido, una estructura simbólica o, en términos deleuzeanos mutatis
mutandis, un plano de inmanencia que se define en ¿Qué es la filosofía? Como
una imagen del pensamiento y una materia del ser a la vez.
Por tanto su acción es la
pura afirmación y sólo se comprende como negativo en relación a la imaginación
que ha imaginado, ha hecho un fantasma total donde un afuera sólo puede
localizarse como una falta o carencia a imagen y semejanza de la carencia o
hueco en lo simbólico producido por la represión neurótica. Así lo necesario
para que se produzca una estructura es, sin embargo, visto desde la cara de la
imaginación o la posibilidad como imposible.
Como dicen Deleuze y Guattari
en su texto sobre Kafka: imposible decirlo, imposible no decirlo.
Un análisis entonces nos
conduce a encontrar qué es lo reprimido por la imaginación, y un
esquizoanálisis, sin embargo, analizaría en dirección a producir estructura a
partir de una afirmación sin negación. *** Dicho esto podemos retornar a Marx
en el sentido de que su indicación hacia el ámbito de la producción no es ver
como se producen las cosas en las fábricas, con el trabajo, etc. sino más bien
qué pasa con la cosa cuando se ha convertido en mercancía y si podemos producir
otra estructura, es decir, otras relaciones, donde la cosa no sea mercancía en
circulación.
Esto no obedece al campo de
las ideas o el idealismo, hacerse una idea de antemano y realizarla sería, por
un lado, un acto de la imaginación que vería carente lo que hay y lo forzaría a
adecuarse a esa Idea mientras que reprimiría muchas cosas por decoro…de ahí la
presión final de todo idealismo. Tampoco pertenece al campo de la materia, si
así fuera se realizaría la misma operación pero más terrible. Primero se
tendría que proyectar sobre la materia lo que la materia es y luego imponer
desde esa imagen de materia lo que la materia produce…por ello un materialismo
no delirante no es esa cosa rara que nos han contado.
Se trata, sin embargo, de
modos de producción, modos de pensar o pensar de otro modo, de relaciones. Y
sólo puede hacerse a base de toparnos con lo real, con el afuera o con el ser
desde nuestra estructura. De producir, crear, o recrear, o rememorar de una
manera extraña no el contenido olvidado sino el afuera mismo.
Y a ese afuera se accede de
diversas maneras porque ese afuera es íntimo, habitamos siempre con él y la
muestra es que las estructuras cambian, que hemos perdido códigos, que tenemos
otros y que hay por-venir y producción, que las cosas cambian y que hay cosas
que cambian tan profundamente que no nos reconocemos ni a nosotras mismas. De
hecho, Lacan llegó a llamar a este afuera: real, que aparece como puntuación
sin texto, como alucinación o como déjà-vu. Imposible decirlo, imposible no
decirlo.
¿Cómo podemos producirlo sin
medio de la voluntad? Pues, creando, inventando, produciendo, repensando,
rememorando, recreando, imitando, leyendo, estudiando, actuando,
experimentando. En estos ámbitos donde la voluntad sólo está puesta en el
llevar a cabo esa acción de encontrarse con el afuera y no en un contenido
concreto que haya que realizar.
Así, a base de decir
democracia y pedir democracia como ágora o espacio vacío que ha de ser cuidado
una y otra vez y no abandonado tras un contrato social en el inicio de los
tiempos, antes de los tiempos de lo civil, es ya una acción que tiene que ver
con la producción más que con la circulación…
Y siento que esta ponencia no
sea originalísima ni espectacular. Estoy diciendo algo que se repite desde
muchos ámbitos y muchas disciplinas muchas veces, algo que desde el agujero de
Tales de Mileto no hace más que aparecer, si no aparece en la huella del
lenguaje ni en los forzamientos del lenguaje, es decir, en el poetizar o
tartamudear o analizar o extrañarse del lenguaje, aparece en lo real mismo: un
agujero.
Y para que no llegue desde lo
real el retorno de lo forcluído, peligro donde los haya pues podemos acabar con
la tierra misma, sólo podemos decir desde estos foros y decirnos en estos foros
que nos va la vida en construir nuevas estructuras que cuenten con el afuera
como a un esquizofrénico le va la vida en poder hacer una afirmación. Y que no
podemos eludir esta tarea que se hace mientras se dice porque lo único que dice
esta ponencia es lo imposible. Que lo imposible es necesario y que es una tarea
apremiante… y si no, la muerte.
1. MARX: El Capital, Vol. I,
Libro I. SXXI, México-Madrid, 1998. p. 92
* El Faro Crítico
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