El anticapitalismo y el ascenso del independentismo catalán
Al calor del debate en torno al pacto
fiscal y antes de una manifestación del 11 de Septiembre que puede ser
histórica, Toni Pizà analiza la actualidad de la cuestión nacional y abre
debates para la izquierda anticapitalista.
Artículos de
Opinión | Toni Pizà | 21-10-2012 |
Vivimos un
tiempo de agudización de contradicciones. Cerca de cinco años después del
inicio de la crisis sistémica actual, el choque se traduce en el debate sobre
quién va a pagar los platos rotos resultantes de la irracionalidad del mercado
y la búsqueda del beneficio individual. Pese a la inestabilidad política que se
intuye, con Grecia y el mundo árabe como principales exponentes, la clase
dirigente está usando y afilando sus herramientas económicas y políticas para
transferir los costes de esta crisis a la clase trabajadora. Los ataques
sociales del gobierno de Rajoy son brutales y ahondan la recesión y la
situación de catástrofe social de los y las trabajadoras del Estado español. Y
a nivel europeo, la receta parece ser la misma en todos los estados: la
latinoamericanización (destrucción y privatización del estado del bienestar,
espiral de deuda y recortes).
Aun así, las
contradicciones también existen dentro de la misma clase dirigente. A nivel
europeo, vemos como el centro financiero de la UE (principalmente bancos
alemanes y franceses) quiere trasladar el coste a la periferia después de
convertir la crisis financiera en una crisis de deuda pública.
Dentro del
propio Estado español, las tensiones entre burguesías nacionales también se
están incrementando, al menos en el plano político y salpicadas por motivos
económicos. En los últimos meses, el debate respecto a la “llave de la caja” ha
marcado fuertemente la agenda política y los debates parlamentarios (así como
los medios de comunicación). La propuesta que ha sido eje político en Catalunya
de los últimos meses (al menos de su política, esa que se hace en el
parlamento, salpicada de espectáculo y que tiene en los medios de comunicación
mainstream sus principales voceros) ha sido la del concierto económico, un
sistema de financiación similar al de Euskadi o Nafarroa: capacidad impositiva
propia y acuerdo bilateral sobre cuánto debe pagar la Comunidad Autónoma al
Estado (por unos supuestos servicios prestados). El manido argumento de “Madrid
nos roba” (que pese a ser cierto si miramos la balanza fiscal está apuntando
mal al responsable de nuestra situación) ha ayudado a crear cierto sentido
común que culpa al expolio fiscal que sufre Catalunya1 de los recortes y las
políticas de austeridad que aplica el gobierno.
Pese a la
realidad de conflicto velado entre burguesías (y pese a que la construcción del
Estado español no es más que un pacto entre las mismas para sostener y
consolidar sus privilegios y su poder político), la burguesía catalana usa el
conflicto nacional como una válvula de escape ideológica para alzarse como los
supuestos garantes de los derechos del pueblo catalán, precisamente cuando son
sus principales verdugos.
El auge del
independentismo
En el último
Barómetro del Centro de Estudios de Opinión, publicado a finales de Junio, los
resultados de la encuesta mostraron que por primera vez en la historia la
ciudadanía partidaria del estado propio supera a las demás opciones. Un 51%
afirma que en caso de que se produjera un referéndum sobre la independencia de
Catalunya votaría que sí, frente a un 21% que votaría que no. Hay otro dato muy
significativo: cerca del 70% de aquellas personas que están por el sí en un
posible referéndum se definen de izquierdas2.
Los
precedentes a la situación actual no son irrelevantes. Hace cerca de dos años,
más de 1 millón y medio de personas salieron a la calle en Barcelona en
respuesta a la sentencia sobre el Estatut de Autonomia del Tribunal
Constitucional, que recortó gravemente los aspectos más progresistas del mismo3.
La convocatoria, pensada como un instrumento de presión soberanista sobre el
Estado español, acabó siendo desbordada por un clamor de ruptura con el
autonomismo (el encaje dentro del Estado español). Por otro lado, las consultas
populares sobre la independencia ayudaron a tejer toda una sentimiento de
empoderamiento popular, pese a los intentos de los partidos del régimen de
marcarse el tanto.
Por parte
del estado, hace tiempo que se enciende y alimenta el fuego del conflicto
nacional. Por ejemplo, se amenaza con la intervención de aquellas comunidades
autónomas que no cumplan con sus políticas de austeridad y su dogma de recortes
y déficit, pensando entre otras en Catalunya, aunque haya sido una de las
alumnas aventajadas de la reacción neoliberal. Esto supondría un control
directo por parte del Ministerio de Hacienda sobre las cuentas de las
comunidades. No es sorprendente, pues la pulsión centralista siempre ha
acompañado a cierta parte de la clase dirigente española, que aspira a un mayor
poder político sobre la periferia.
Además, en
la actualidad y dados los objetivos de déficit marcados, con la presión de los
grandes capitales europeos y sus expresiones políticas, el Estado sigue el
camino de la recentralización y la eliminación de competencias. Hace poco la UE
presionaba al gobierno estatal para recentralizar el Estado y acabar con el
modelo autonómico. “Las comunidades autónomas, que gestionan hospitales y
escuelas y representan poco más de la mitad del gasto público, según Bruselas
representan un riesgo para las posibilidades de Madrid de cumplir con su
difícil objetivo de reducción del déficit de cara al 2012”, afirmaba el
Financial Times4. Este coctel político puede agitar la tensión nacional dentro
del Estado español, como de hecho ya lo está haciendo.
La
hipocresía de CiU
El giro de
Convergència i Unió (CiU), que gobierna en Catalunya, parece seguir esta estela
de confrontación, aunque por supuesto sólo a nivel discursivo. En el último
congreso de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), uno de los dos
partidos de la federación, se aprobó una ponencia ideológica en la que se decía
«Queremos legar al porvenir una Catalunya libre, justa e independiente que
ocupe un espacio propio en el mundo del siglo XXI». Según explicitan, el primer
paso consiste en conseguir el pacto fiscal.
Nos volvemos
a encontrar ante un debate similar al del Estatut, aunque en un contexto
netamente diferente. La burguesía catalana, con CiU como su máximo exponente
político, no busca romper con el estado. En la actualidad, siendo Catalunya la
punta de lanza de la ofensiva de las clases dirigentes del estado, sólo ese
giro discursivo es capaz de mantener sus resultados electorales, limpiándose
aparentemente las manos de políticas destructivas de austeridad y colgándole el
muerto a la opresión y al choque nacional. Como afirma Xavier Domènech en un
reciente artículo, “el desgaste electoral que le supone estar en el gobierno
que está a la cabeza de los recortes en todo el Estado, sólo puede ser
subsanado a partir de una narrativa donde el conflicto principal ya no sea de
derechos sociales versus privados, sino Catalunya versus España. Es más, se
llega a afirmar que resuelta esta relación, vía Pacto Fiscal o Estado propio
(aunque sobre esto último se es bastante ambiguo), toda la problemática de los
recortes desaparecería”5.
Como hemos
visto en Grecia y prácticamente en toda la zona euro, aunque de manera mucho
más acentuada donde el conflicto de clases y la lucha en la calle y los puestos
de trabajo están más agudizados, el coste electoral de la receta neoliberal de
la austeridad y la depauperación de la clase trabajadora es muy duro para
quienes la aplican, sean partidos socialiberales o democristianos.
Artur Mas,
el presidente del gobierno catalán, hace tiempo que habla de la posibilidad de
convocar elecciones anticipadas si no hay pacto fiscal. Incluso amenaza con
eliminar el apoyo al gobierno en el Parlamento español, donde recordemos que el
grupo de CiU ha ayudado al gobierno del PP para aprobar varios paquetes de
recortes (como la vergonzosa amnistía fiscal y la Ley de Estabilidad
Presupuestaria, ya sea votando a favor o absteniéndose). En estos casos CiU
mostraba su verdadera cara, sus verdaderos intereses, siendo fiel a su clase
por encima de cualquier interés nacional.
El posicionamiento
de la patronal
El Círculo
de Economía6 se ha pronunciado hace poco en contra de la propuesta de pacto
fiscal de CiU. En una nota de opinión7 en la que se aplaude la austeridad (“La
salida de la crisis pasa, ineludiblemente, por un proceso de racionalización y
ajuste de nuestro sector público que también afecta a las Comunidades” sic.) se
rechaza el concierto económico en pos de una reforma del Estado de las
autonomías y de su financiación que no pueda poner en juego el modelo
constitucional y el centralismo, aunque se abogue por reducir el déficit fiscal
de las comunidades que más aportan al conjunto del estado.
En primer
lugar, la tensión entre burguesías (catalana y central) crea una situación de
inestabilidad política que no interesa a medianos y grandes empresarios,
especialmente en la actual situación de excepcionalidad política y económica,
además de la agudización del conflicto de clases. Por otro lado, los
llamamientos constantes en el texto a la “lealtad constitucional” y a mantener el
actual marco legislativo constituyen una posición autonomista suave: acercarse
a un modelo federal en lo económico, con un menor déficit fiscal que dé más
margen a la Generalitat y una menor presión fiscal a la burguesía catalana,
pero manteniendo la actual Constitución Española como cárcel de los pueblos.
Finalmente,
debemos tener en cuenta que estas inconsistencias entre la clase dirigente
catalana son algo perfectamente comprensible. CiU tiene la presión política
constante de evitar el desgaste electoral mareando la perdiz con el “camino a
Ítaca”, fórmula usada por el mismo Artur Mas, que no es más que una excursión
de domingo al Montseny. El Círculo de Economía, en cambio, no tiene esta
presión y puede pujar directamente por lo que más le interesa: la estabilidad
política que no planta cara al status quo y la mejora de su situación económica
y fiscal dentro del modelo actual. Además, las diferencias de intereses también
existen dentro de la propia burguesía catalana.
Conectado
con lo anterior, y pese a las razones por las que gran parte de la burguesía
catalana no apuesta por una ruptura con el Estado, en los últimos años hemos
visto un gran auge de un independentismo fuertemente vinculado a lo económico
entre algunos sectores de la patronal. Nunca antes el independentismo había
tenido tanta fuerza dentro del nacionalismo catalán. Esto se puede intentar
explicar debido a tres factores, principalmente.
En primer
lugar, la independencia se concibe como una supuesta salida a la crisis
económica. El expolio fiscal que sufre Catalunya es una razón importante de la
opresión nacional: cerca del 8% del PIB de la comunidad, unos 16.000 millones,
van a parar al estado central y nunca vuelven. No sorprende que el ataque por
parte de estos mismos sectores a la evasión fiscal de las grandes fortunas
catalanas sea inexistente, pese a que es similar al valor del expolio fiscal7;
vemos nuevamente que los intereses de clase pasan para los propietarios por
delante de los intereses nacionales.
Por otro
lado, ciertos sectores empresariales catalanes tienen cada vez menos vínculos
comerciales y económicos con el Estado español. Y aunque la Generalitat ya
defiende sus intereses, les interesaría a nivel político un Estado propio que
les apoyara más directamente. Hay motivos económicos para ello: las
exportaciones al extranjero están aumentado mientras que las exportaciones al
Estado español se están reduciendo y en 2011 por primera vez las exportaciones
al extranjero han superado las estatales8.
Y para
acabar, el agotamiento de la vía autonomista, que tiene su máximo exponente en
la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, así como en los
últimos llamamientos a la recentralización del Estado, hacen que una parte
importante de estos sectores haya abandonado la visión del encaje en el Estado
español para adoptar una postura más rupturista.
Aun así, su
propuesta estratégica para conseguir romper con el Estado pasa, por supuesto,
por una supuesta vía parlamentaria y sin demasiados “incidentes”. Nuevas
formaciones como Solidaritat per la Independència apuestan por conseguir un
número suficiente de diputados en el Parlamento catalán para proclamar
unilateralmente la independencia. Actualmente sería imposible que el Estado
español acepte por las buenas la independencia de Catalunya, más en un momento
de recentralización, crisis económica y conflicto social al rojo vivo. La
propuesta crea demasiadas tensiones como para aceptarla.
Es necesaria
la movilización popular y masiva, una tarea de base que es la única que nos
puede permitir romper con la legislación española y el marco constitucional,
frente a posturas que defienden una negociación bilateral entre la Generalitat
y el Estado español, o incluso una declaración unilateral de independencia
formulada por el parlamento catalán.
El
anticapitalismo y la cuestión nacional hoy
En los
últimos años, ha aumentado un independentismo basado en lo económico que abarca
un amplio espectro político. Desde sectores de ERC, que recientemente ha
realizado un giro a la derecha, Solidaritat per la Independència y tímidas
posiciones de otros grupos, hasta Convergència. Incluso sectores de la
socialdemocracia y las burocracias sindicales se han posicionado a favor del
concierto económico, con sus más y sus menos.
La cuestión
nacional no es trivial en el caso de Catalunya, así como en el debate político
de las Illes Balears, donde el gobierno actual de Bauzà, además de destruir el
estado del bienestar, ataca a los derechos lingüísticos y nacionales de sus
habitantes. Como socialistas debemos luchar a favor del derecho de la
autodeterminación del pueblo catalán, en contra de la Constitución del 78 y a
favor de cualquier avance que mine la opresión nacional9.
Hay quien
argumenta, desde posiciones libertarias o en la tradición de ciertos partidos
comunistas, que dar pasos hacia la independencia golpea a la unidad de la clase
trabajadora de las distintas naciones. Cabe responder que no son las formas
constitucionales del estado o las estructuras burocráticas de organización
sindical las que construyen la unidad de clase, sino la explotación colectiva
que los constituye como sujeto y la voluntad de mostrar solidad y luchar
conjuntamente, saltando fronteras si es necesario10.
Los
conflictos nacionales no resueltos sólo sirven para crear una desconfianza
mutua entre pueblos alentada por la burguesía –basta con ver las llamadas al
boicot a los productos catalanes durante el debate del Estatut, el reciente “si
tens cullons” del presidente de la Junta de Extremadura, las constantes
descalificaciones de Duran i Lleida de Unió Democràtica de Catalunya al pueblo
andaluz, o el revuelo mediático por la irrupción de una senyera (la bandera
catalana) en la celebración de la victoria de la selección española en la
Eurocopa. La unidad de clase pasa por que los trabajadores y trabajadoras de
los Països Catalans apoyen activamente y participen conjuntamente en las luchas
del resto del estado, así como que los y las trabajadoras de otras comunidades
apoyen el derecho a la autodeterminación.
El argumento
de que el actual estado de las cosas no representa más que la solidaridad de
las comunidades ricas respecto a las menos favorecidas tampoco es correcto. La
solidaridad es algo que debe decidir quien la ejerce, no un Estado con un marco
político que no permite decidir a las naciones que dan más de lo que reciben.
Por supuesto desde la izquierda debemos reivindicar un modelo de financiación
solidario, pero esta supuesta solidaridad no debe ser impuesta por un Estado
opresor, sino ejercida desde la libertad como pueblo, y eso pasa por acabar con
la opresión nacional (aunque la verdadera solidaridad sería aquella construida
sobre la extinción de la explotación y cualquier tipo de opresión y la decisión
colectiva de nuestro futuro; de cada cual según su capacidad, a cada cual según
su necesidad).
La izquierda
anticapitalista debe involucrarse en el debate sobre el concierto económico y
el posible proceso político en el que cristalice. En primer lugar, para
intentar desenmascarar la posición de CiU. Pero también para construir una
posición política coherente y ofrecer un referente discursivo al respecto. En
caso contrario, las únicas posiciones supuestamente enfrentadas en la arena
política serán la de la clase dirigente catalana, que quiere la llave de la
caja para seguir aplicando una doctrina del shock suavizada que evite su
desgaste electoral, y la de la clase dirigente estatal que quiere un estado
centralizado y estabilidad política.
Decidir
sobre la fiscalidad es parte del derecho a decidir de los pueblos, aunque defender
un pacto fiscal debe ir condicionado por la defensa de una mayor inversión en
fines sociales, en lugar de aumentar las facilidades para el negocio de los
sectores empresariales. Además no puede ser una excusa para negar al pueblo
catalán sus derechos políticos fundamentales a la autodeterminación. Los y las
revolucionarias debemos empujar los argumentos de clase dentro del debate que
rodea al pacto fiscal.
Notas
1. Los
Països Catalans son el marco territorial que reconocemos. Además, Balears
recibe aún menos de lo que da al Estado que Catalunya. Aun así, en este
artículo nos centraremos en el caso de Catalunya por la agudización actual de
la cuestión nacional en esa comunidad y su centralidad política.
2. “El 51%
de los catalanes votaría ‘sí’ a la independencia en un referéndum”, La
Vanguardia,http://www.lavanguardia.com/politic...
3. Pizà, T.:
2010: “Països Catalans: nuevo escenario de lucha”, La Hiedra, Septiembre, http://www.enlucha.org/site/?q=node/2293
4. Johnson,
M.: “Spain ready to intervene in Asturias”, http://www.ft.com/intl/cms/s/0/1e12...
5. Domènech,
X.: “El bloqueig de la política. Notes de situació sobre el sistema, l’esquerra
i nosaltres”http://inicis.blogspot.com.es/2012/...
7. “La
reivindicación de un nuevo pacto fiscal y la imprescindible reforma del Estado
de las Autonomías”http://www.circuloeconomia.com/opin...
8. “El
fraude fiscal empresarial catalán, vía paraísos fiscales, blanqueo de capitales
y ingeniería contable, sixtuplica los peores recortes antisociales aprobados
por el Parlamento de Catalunya desde el final de la dictadura. Fuentes
sindicales elevan a 16.000 millones de euros el fraude fiscal catalán anual” http://www.setmanaridirecta.info/no...
9. “Les
exportacions catalanes a l’estranger superen les ventes a l’Estat espanyol”: http://www.elpuntavui.cat/noticia/a...
10. Hay que matizar
esta afirmación; en ciertos casos, sobre todo en situaciones de ascenso de la
lucha de clases, la construcción nacional o la independencia puede entrar en
cierto conflicto con los intereses de la clase trabajadora. Por supuesto, en la
actualidad no se da este caso en el Estado español.
11.
Davidson, Neil: “The politics of the Scottish independence referendum”,
International Socialism, nº134http://www.isj.org.uk/index.php4?id...
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