viernes, 3 de mayo de 2013

Controvertido 'thatcherismo'



Por: Alicia González | 03 de mayo de 2013 

Thatcher en una entrevista en Londres en 1988. / Raúl Cancio
Casi hasta última hora, los detractores de lo que representa Margaret Thatcher parecían haber hecho pellas en el debate de Economismo de esta semana. Los análisis mayoritarios basculaban entre las luces y las sombras de su gestión, sin ninguna oposición contundente a sus años de gobierno. Al final ha habido de todo --gracias a la participación de Guillermo de la Dehesa, José Luis Martínez, Santiago Carbó, Mauro Guillén, Juan Ramón Cuadrado y José Gracía Solanes-- pero, en cualquier caso, cabe valorar que los expertos que han contribuido con sus opiniones al debate han primado el análisis académico por encima del ideológico, que es lo que pretende este blog. Incluso eso no evita que el legado de la primera ministra resulte controvertido, cuando menos. Lo llamativo es que muchos expertos valoran por encima de todo el fuerte liderazgo ejercido por Thatcher y lo comparan con la situación actual. ¿En quién pensarán?
Guillermo de la Dehesa, presidente del Center for Economic Policy Research (CEPR) en Londres, apuesta por resumir lo que considera que son sus principales logros al frente del Gobierno: la economía creció en su década en el poder un 2,8% de media, frente al 1,9% de la anterior; la puesta en marcha de reformas, laborales y de competencia con la privatización de muchos sectores y su papel en la creación del mercado único europeo. “Al término de su mandato Reino Unido era la cuarta potencia mundial”, subraya. En el lado del “debe”, De la Dehesa cita su euroescepticismo, la imposición del cheque inglés, la falta de consenso de su forma de gobernar y su única creencia en el individuo no en la sociedad. “Fue demasiado tozuda, severa e intransigente y se equivocó en el poll tax [el impuesto municipal] para financiara los ayuntamientos, lo que aceleró su caída”, apunta.
José Luis Martínez, estratega de Citigroup para España, apuesta por un análisis más ligado a la actualidad. “Liderazgo, carisma, ideas claras... ¿Echan en falta estas tres características que poseía Thatcher en los actuales líderes políticos europeos?”, arranca el análisis de Martínez. A su juicio, “acertada o no”, Thatcher tenía ideas claras y era convincente en su exposición. “Sin duda, características que ahora añoramos”. Pese a todo Martínez admite que sus principales avales “llevados al extremo son precisamente lo que más se puede criticar de su gobierno”. Pero su conclusión es clara: “Lo prioritario es gobernar. Esto es lo que nos enseñó”.
Santiago Carbó, catedrático de Economía y Finanzas de la Bangor Business School, también abunda en los pros y contras de su gestión y reconoce que los cambios sociales que introdujo en su mandato son los que generan “fuertes posturas encontradas”. Carbó recuerda que “hay muchas lecciones de la política económica de Thatcher que son importantes y, en cierto modo, vigentes”, como el impulso por la modernización, el desarrollo de un centro financiero como Londres y sus políticas de liberalización, “que impulsaron la competitividad de la economía británica”. Carbó también sitúa entre la parte menos positiva de su legado “el error que supone tratar de imponer demasiadas medidas a espaldas de la ciudadanía”, como el impuesto aplicado a la comunidad “que significó al fin y a la postre su salida del gobierno en 1987”.
Mauro Guillén, director del Lauder Institute en la Wharton School de la Universidad de Pensilvania, ensalza que Thatcher “es quizás el cargo político más influyente en lo económico. Cambió la manera de pensar de muchos y su influencia se dejó sentir en todo el mundo”. En todo caso, Guillén admite que su legado es controvertido, básicamente porque “llevó su ideología demasiado lejos, sin calibrar bien las consecuencias tanto económicas como sociales. No está claro que abandonar al sector manufacturero a su suerte fue una decisión correcta”, subraya.
Quien hace, una semana más, el análisis más extenso y detallado del legado thatcherista es, sin lugar a dudas, Juan Ramón Cuadrado, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Alcalá. Cuadrado subraya la gran influencia del llamado “thatcherismo, que desde hace años se identifica de inmediato con la puesta en práctica de políticas liberalizadoras muy radicales” y considera que la difusión que encontraron estas ideas se vio propiciada por “la fuerte personalidad de Thatcher, su capacidad para enfrentarse con quien no compartieran sus ideas y también su patriotismo”. El catedrático alcalaíno recuerda que, en términos ideológicos, el thatcherismo se erigió en defensor de los principios de la libertad frente al intervencionismo que entonces representaba tanto el régimen soviético como la consolidación del keynesianismo en el proyecto del Estado del Bienestar europeo. Cuadrado también recuerda que, a nivel interno, la valoración de su legado es “mucho más complicada” y recuerda las críticas que sus recortes en Educación, Sanidad y la privatización de los ferrocarriles han recibido posteriormente por propiciar el deterioro de estos servicios en el Reino Unido. A nivel internacional, subraya el apoyo de la primera ministro a Pinochet, sus intentos de bloqueo a la reunificación alemana y su euroescepticismo, lo que no impidió la contribución de Reino Unido a la creación del acta única europea.
El más crítico en el debate de esta semana es José García Solanes, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Murcia, que no obstante recuerda tanto sus logros “positivos” —la creación de la City de Londres y la estabilidad inflacionista lograda bajo su mandato— como “negativos, a mi modo de ver mucho más importantes” —liquidación de las inversiones públicas, el declive industrial británico, el aumento del paro y la gran ampliación de las desigualdades sociales y económicas”—. García Solanes, además, considera que Thatcher “sembró la semilla de la desregularización financiera que germinó en las políticas del presidente Bush, y creó el caldo de cultivo de la crisis financiera de 2008”. Pero, ante todo, el catedrático murciano critica la máxima de Thatcher de que “la gente es pobre porque no trabaja y no utiliza sus talentos, presupone que la condición de parado es una decisión individual voluntaria, al estilo de los acérrimos economistas de la escuela clásica”. García Solanes también valora positivamente que Thatcher suprimiera las cláusulas de indexación en las negociaciones salariales y apartar la política monetaria del control político, lo que ha conducido a la independencia de los bancos centrales —un extremo ahora en cuestión— y la prescripción de políticas de oferta para disminuir el desempleo estructural a medio plazo. “Sin embargo, resulta manifiestamente equivocado ignorar o despreciar las políticas económicas de carácter contracíclico que, en el contexto de la crisis actual, militarían en favor de estímulos económicos”, concluye.
 

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