¿Hacia un cambio de régimen? III Jornadas Republicanas del sindicato
estudiantil Acontracorrent.
Artículos de
Opinión | Enric Llopis | 18-04-2013 |
La II
República advino un 14 de abril de 1931 tras una crisis sistémica que podría
compararse de algún modo a la actual. Una monarquía –la de Alfonso XIII-
“tocada” y casi hundida por su apoyo a la dictadura de Primo de Rivera; la
crisis de los partidos de la Restauración y del “turno”; el caciquismo, la
corrupción, la eclosión de los nacionalismos y, sobre todo, un ostensible
divorcio entre la España real (con un pujante movimiento obrero) y el
establishment. Con todas las salvedades que impone el paso de ocho décadas, hoy
vive el estado español otra crisis institucional de gran envergadura.
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=5Nw8fhRkAuM
Para
reflexionar sobre la misma, el sindicato Acontracorrent ha organizado en la
Universitat de València las III Jornadas Republicanas, en cuya última sesión
han participado el profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense
y presentador de los programas “La Tuerka” y “Fort Apache”, Pablo Iglesias; el
cámara y activista por los derechos humanos, Javier Couso; la diputada de
Izquierda Unida por la Asamblea de Madrid, Tania Sánchez; y el actor y
activista Willy Toledo.
Pablo
Iglesias ha destacado que hoy “nos hallamos ante una crisis de régimen (y en un
periodo de transición), en el que se presentan elementos de oportunidad
política para los débiles que hace unos años eran impensables”. Entre otras
instituciones, iglesia, monarquía, policía y sistema bipartidista han hecho
crisis. En ese contexto, la izquierda tiene “un problema”, ha subrayado el
presentador de “La Tuerka”: “Siempre nos habían dicho que la política es poner
barricadas con una bandera roja o asaltar el Palacio de Invierno, pero no, la
política es algo más feo y sucio. Implica navegar entre contradicciones”. Por
ejemplo, pese a haber criticado duramente el pacto que IU suscribió con el PSOE
para gobernar en Andalucía, Iglesias reconoce que el reciente Decreto de la
Junta de Andalucía que permite expropiar a la banca el uso de las viviendas en
casos de desahucio resulta muy positivo.
¿Qué
necesita la izquierda para ofrecer respuestas en esta fase crítica? El profesor
de Ciencias Políticas subraya que echa en falta un “agregador sencillo de
mayorías”, que sí existe en Galicia, Cataluña o Euskadi. “Pero nosotros
identificamos España con la monarquía, el ejército o la banca”; “no sé si la
República podría ser este agregador”, señala. Pablo Iglesias mira a América
Latina en busca de respuestas: “con discursos y proyectos muy sencillos de
justicia social, se ha conseguido una distribución del poder; han aparecido
liderazgos muy sencillos que funcionan como eficaz agregador”, remata.
Iglesias ha
desmontado en su intervención algunos mitos, como el de la II República.
Realmente, fue un proyecto “muy modesto, burgués y de reformas razonables”.
Pero, ciertamente, la II República constituye un artefacto de enorme potencia
en el imaginario de la izquierda, y esto es así “porque se convirtió en un
símbolo de la democracia, la decencia política y el antifascismo”. Igual que
Simón Bolívar ha devenido un referente en la lucha antiimperialista.
¿Resistirían el análisis crítico de los historiadores estos iconos? Seguramente
no, pero tampoco importa. Otro mito que cabe cuestionar, a juicio de Pablo
Iglesias, es el rol del PCE en la transición. “Seguramente pensaron que
aceptando la nueva legalidad podrían cambiar algunas cosas, considerando la
amenaza militar o el apoyo popular a la Ley de Reforma Política”. Ahora bien,
“el gran drama del PCE –lo imperdonable- es su renuncia a los símbolos de la
izquierda, como la bandera tricolor”. Y, sobre todo, “que reclamara como
virtuoso ese ejercicio de travestismo de franquistas que fue la transición”.
Otro de los
tabúes del régimen vigente es la Constitución de 1978. Con ese “trozo de
papel”, pueden “expropiarse bancos, encarcelar a los responsables de la crisis
o nacionalizar sectores estratégicos”, subraya Pablo Iglesias. Pero lo decisivo
no es la constitución de papel, sino la “material”. Porque en Gran Bretaña (que
no dispone de texto constitucional) la Cámara de los Comunes nunca se planteará
la abolición de la monarquía. Además, ¿Qué es constitucional o
inconstitucional? Lo que determina el Alto Tribunal, que además de ser elegido
en función de mayorías parlamentarias, dicta sentencias de carácter político.
El último mito rebatido por Pablo Iglesias es el del “proceso constituyente”,
entendido como presentarse a las elecciones, obtener dos tercios de la
representación en el Congreso y, de ese modo, aprobar un nuevo texto
constitucional. Pero el “proceso constituyente” debería aspirar a mucho más.
Según Pablo Iglesias, implica conflicto social en la calle y empoderamiento
popular (por ejemplo, la PAH y los escarches).
El activista
por los derechos humanos, Javier Couso, duda que la idea de “República” pueda
actuar como aglutinante, agregador o pegamento que cohesione a la izquierda y,
más aún, genere mayorías sociales. Entre otras razones, porque “también una
República –la de Estados Unidos de Norteamérica- es la que arroja bombas en
Irak”. En cuanto a la II República, matiza Couso, “no deberíamos considerarla
un fetiche”. Pero sí representó un “intento democratizador frente a la
aristocracia feudal que conservaba sus privilegios en España”. El activista
pone como ejemplo las inversiones públicas en Educación o los programas para la
erradicación del analfabetismo. “Las cunetas se llenaron de pedagogos y
maestros”, recuerda, “pero también fue una II República timorata, con miedo de
armar al pueblo y a los sindicatos”. Luces y sombras pero, al final, “hemos de
estar orgullosos de nuestros abuelos, que en algunos casos defendieron la
democracia y, en otros, la revolución social”.
Después de
40 años de dictadura, según Javier Couso, “se preparó el recambio en la figura
de Juan Carlos de Borbón”. Por todos los medios, añade el activista, “se trató
de evitar una ruptura que hiciera salir a este país del eje atlántico”. Por su
relieve geoestratégico (una de las llaves para el control del Mediterráneo), se
pretendía que el estado español se mantuviera “bajo la órbita
anglo-norteamericana”. Trabajos como “La CIA en España”, de Alfredo Grimaldos,
o “Soberanos e Intervenidos”, de Joan Garcés, dan cumplida información de estos
procesos.
En el
régimen surgido de la transición, señala Couso, “la figura del rey actúa como
aglutinador intocable”. “Es la cabeza visible de un estado inserto en la
periferia europea dentro del tablero imperial gobernado por Estados Unidos”,
añade. Por eso, en plena oleada de escándalos regios, y ante la eventualidad de
un debate Monarquía/República, el activista se posiciona: “Hemos de defender
una República pero –y el matiz es esencial- con soberanía y control de los
recursos estratégicos por parte del pueblo”. El referente, América Latina.
La diputada
de IU en la Asamblea de Madrid, Tania Sánchez, defiende la República como
“elemento aglutinador para formar mayorías”. Y añade: “Nadie en la izquierda,
desde la II República hasta hoy, ha construido un relato a favor de las
mayorías sociales como se hizo en 1931”. “Lo que ocurre es que la política se
construye teniendo claro quiénes somos y quiénes son nuestros aliados y, por el
otro lado, identificando a los enemigos. Pero en la izquierda, muchas veces, en
vez de buscar elementos aglutinadores nos perdemos en matices; en sentido
contrario, Aznar mantiene la misma construcción discursiva desde la reconquista
de España hasta la guerra con Al Qaeda”, explica la parlamentaria. Además,
¿Mitificar la II República? “La izquierda no se atreve a decir hoy cosas como
las que Azaña proclamaba; que la Iglesia no pudiera acceder a ningún ámbito de
la educación del pueblo. Y, más aún, la II República logró un cambio en la
conciencia colectiva, que se tradujo en el tránsito de personas sometidas a ciudadanos
libres. Y esto, en 1931, era revolucionario”.
La sagrada
transición. Un pacto por la convivencia y las libertades en el que
supuestamente todos cedieron, y dieron un gran ejemplo de responsabilidad, en
aras de la democracia. Pero han pasado 35 años y, según Tania Sánchez, “no
podemos seguir comprando un relato de héroes (en el que todo se lo debemos al
rey y a Suárez) sin ninguna posibilidad de revisión”. Más que nada, porque como
señala el politólogo Juan Carlos Monedero, España se acostó franquista y se
despertó monárquica sin cambiar de sábanas. “Ello obedece a que era éste un
país atemorizado; pero hoy estamos preparados, no nos atenaza el miedo”, afirma
la diputada de IU. Sin embargo, advierte de que en la historia “lo decisivo son
los equilibrios de poder o, dicho de otro modo, uno es lo que pesa”. Por ello,
urge seguir poniendo pegatinas en la puerta de las casas de unos diputados, “ya
que es algo que les pone nerviosos”, pero también “construir un relato
colectivo en el que incluir a mucha más gente”.
Puede
intuirse fácilmente el grado de vinculación de la población española con la
monarquía. Tania Sánchez recuerda que no se dan a conocer las encuestas “pues
si se hicieran públicas, Juan Carlos no continuaría siendo rey”. Como en las
monarquías medievales, se propalan relatos legitimadores. “Juan Carlos se
consolida y construye su identidad como valedor de la democracia el 23-F. Un
rey al que Franco designó heredero y que juró los principios del Movimiento…”,
explica Sánchez. También a Felipe se la ha construido una narrativa áulica.
Estudió en la Universidad Complutense, hizo el servicio militar, se divierte,
se enamora de una divorciada… “Un chico majo, uno de los nuestros; el heredero
de una monarquía que quiere ser moderna”. El relato apuntaba a una sucesión en
orden y sin estridencias. Pero llegó la crisis y el rosario de escándalos. Con
ellos, las primeras grietas en la institución monárquica ya que, señala la
diputada de IU, “cuando los elementos objetivos de la vida cotidiana de la
gente no coinciden con los relatos oficiales, estos se rompen”. Puede que hoy
ni siquiera resulten efectivas las etiquetas de “terrorista” y “violento”, tan
rentables no hace mucho.
El actor y
activista Willy Toledo comparte que habitualmente se da una “mitificación
excesiva de la II República; recordemos que aplastó levantamientos populares en
Asturias y Andalucía. Cuestión distinta es reivindicar una República en 2013.
“Interesa, pero siempre que le pongamos apellidos. Debería ser una República
popular de trabajadores que garantice la libertad, la cultura y elimine las
diferencias sociales”, manifiesta el actor. Hoy vivimos en un régimen distinto:
“Esto no es una democracia”, zanja Toledo. Y desgrana los argumentos en los que
apoya esta tesis, que repite normalmente en sus conferencias. “Tenemos una
monarquía impuesta por un dictador fascista y criminal. Y las monarquías sólo
pueden pasar por la guillotina o por el exilio”.
Las críticas
de Toledo se extienden al conjunto de la trama institucional. A la iglesia
“católica, apostólica, pederasta y romana, que se lleva anualmente 10.000
millones de euros de las arcas públicas, mientras califica al aborto de
genocidio y dice que la homosexualidad es una enfermedad”. A unas fuerzas de
seguridad que, “como son muy valientes, reprimen a los que salimos a la calle
para protestar. Y que en muchos casos son herederas de la policía franquista:
Hellín, el asesino de Yolanda González, continúa trabajando para el CNI”. Otro
puntal de la sedicente democracia son los medios de comunicación. Según el
actor y activista, la comunicación está en manos de 4 ó 5 grandes grupos
mediáticos con idéntica ideología. También en este caso puede olfatearse el
rastro del pasado. Martín Villa, Ministro del Interior en una etapa de
numerosos crímenes de estado, fue después presidente de Sogecable.
Y el sistema
de partidos, “basado en un injusto sistema electoral”, afirma el activista.
“Con personajes como Manuel Fraga en el PP, y –por el otro lado- la PSOE (igual
que hablamos de la Repsol o la Telefónica), que es un instrumento esencial para
el capitalismo disfrazado de socialdemocracia; y con Felipe González, que
asesora a Capriles y se declara amigo de un criminal y ladrón, perseguido por
la justicia, como Carlos Andrés Pérez”. Por último, el ejército español, “que
participa desde los tiempos de Felipe II en todas las guerras imperialistas”.
Yugoslavia, Irak, Mali, Afganistán… “Llega un momento en que no sabemos ni
dónde están los militares; eso sí, siempre operando a favor de las empresas
multinacionales”, concluye.
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