En
este pequeño panfleto se pone en entredicho la idea del trabajo y se apuesta
por la diversión como única motivación para realizar tareas
Cultura |
Kepa Arbizu - TerceraInformación | 21-04-2013 |
“El trabajo
os hará libres”. Ésta es la frase que corona la entrada del campo de
concentración de Auschwitz. No parece el lugar más recomendable para una
actividad que por norma general es aceptada, y casi santificada, por buena
parte de la sociedad y que se le asocia con toda una serie de valores
incuestionables. Precisamente contra esa unanimidad que rodea a este concepto
surge un libro como “La abolición del trabajo” (Pepitas de Calabaza), en el que
se ataca de manera virulenta a dicho término.
El autor de
esta breve obra, que cuenta con un epílogo de Julius Van Daal a modo
explicativo, es Bob Black, integrante del pensamiento libertario
estadounidense. Escrito a mediados de los años ochenta, quizás para muchos sólo
se trate de un panfleto sin mayor pretensión que abogar por la diversión como
motor vital (temática muy relevante a lo largo del libro), pero también es, y
es su mayor logro, replantearse un tipo de productividad, y por extensión de
sistema, que tiene como uno de sus pilares un elemento en el que descansan
ciertas características ampliamente criticables.
No debe de
llevar a engaño, ni ser utilizado como excusa, el tono distendido y a ratos
irónico con el que está escrito el libro para desacreditar la hondura de su
contenido, ya que las reflexiones e ideas que se vierten están ilustradas y/o
apoyadas en muy diferentes autores y teorías. La más importante, y la que a la
larga estructura el escrito, es que el trabajo, lejos de servir como camino
para una plenitud humana consigue lo contrario. Frente a ello el norteamericano
propone la diversión y un acercamiento a las tareas a realizar desde el
consentimiento total.
El escritor
critica que todas las ideologías, incluso aquellas que tienen en su germen la
defensa del trabajador, han aceptado e incluso promovido la idea del trabajo.
En oposición a ella presentará la del ocio y la diversión, no como mero
complemento en las hora libres, sino como esencia, como único aliciente para
que esas acciones tengan un sentido “humano”, en clara herencia del trabajo de Paul
Lafargue (“El derecho a la pereza”). Tomando como punto de partida los estudios
de Michel Foucualt sobre las cárceles, las equiparará a los centros laborales,
en los que se concentran todas las peores representaciones del poder
(represión, estricta burocracia, acoso..). Algo que considera muy grave sobre
todo teniendo en cuenta la omnipresencia que adquiere y que por lo tanto acaban
por extender su “rutina” al resto de ocupaciones y al modo de vida genérico.
Mientras que
para los clásicos el trabajo era algo insano y visto como un castigo, el
transcurso de la historia y la imposición de un orden social, sobre todo a
partir de la industrialización, santificará dicha tarea, una transformación que
ya explicaba en parte el sociólogo Max Weber en “La ética protestante y el
espíritu del capitalismo”. En contraposición el estadounidense propone el
“juego”, basándose en lo planteado por, entre otros, Charles Fourier, como el
espíritu adecuado para acercarse a las tareas. La participación libre de los
ciudadanos en ellas sería creadora de una red productiva capaz de sacar
adelante una sociedad, un “handicap”, el de la viabilidad, que se le suele
achacar a este tipo de planteamientos.
Posiblemente
mirar este libro como un panfleto de actuación, en los tiempos actuales en el
que el trabajo es un bien escaso, sería un error por lo mucho que alberga de
utópico. Pero por lo que sí verdaderamente destaca y tiene un valor importante
es por la virtud de recapacitar, y hacer reflexionar al lector, seriamente
sobre la aceptación, y defensa, de algunos mecanismos establecidos, como es la
intocable idea del trabajo, que están basados y regidos por unos preceptos nada
satisfactorios para el individuo.
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libro: https://n-1.cc/file/download/485398
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