En estos
días que tantas personas nos sentimos mucho más infelices sin José Luis
Sampedro, quiero reivindicar los sentimientos en política, y la indignación que
se desborda sin rubor por lo que unos pocos (a los que nunca sirvió Sampedro)
nos están haciendo. Cuento para ello con un artículo de Ferran Monegal en El
Periodico, que me aclara, de paso, por qué gente que solemos coincidir en la
valoración de las noticias, discrepábamos tanto sobre la intervención de Xosé
Manuel Beiras en el Parlamento gallego. Me dolía de manera especial la incomprensión
que lindaba en la burla porque conocí a Beiras, hace más de 30 años, el mismo
día que conocí a Jose Luis Sampedro. Y aquellos días luminosos en Sintra, en
unas Jornadas organizadas por la Fundación Goulbenkian, vuelven a mi memoria
con fuerza esta semana. Fue precisamente en un ambiente académico que
transgredíamos con sonrisas y un amor declarado a la Revolución de los Claveles
y a una Reforma Agraria que queríamos para España, donde empecé a quererlos a
ambos de inmediato, conquistada por su humanismo vital, por todo lo que sabían,
y por cómo lo sabían transmitir sin escatimar (ya entonces) ni esfuerzos ni
sentimientos. En las Jornadas estaba también la “brillante promesa” portuguesa
Cavaco Silva, y el contraste entre su discurso y nuestras complicidades nos
divertía y nos unía desde las raíces que vinculan la manera de estar (y pensar)
en la vida. A Beiras le fui siguiendo, pero de lejos. De mucho más cerca me
emocioné e indigné con José Luis Sampedro, con quien tuve el gran privilegio,
de la mano de Rosa María Artal, de poder coincidir en Reacciona, un ensayo
plural de 2011 que sigue en plena vigencia.
De nuevo
aparecían en los medios, por motivos muy diferentes, los nombres de las dos
personas maravillosas que conocí en Sintra. Sobre Sampedro se ha escrito mucho
esta semana, y la mayor parte de lo publicado, excelente. Este es mi retrato
favorito, precisamente de Rosa Maria Artal. Y Beiras ha salido perdiendo,
naturalmente, hasta hacerle sangre… Beiras sigue vivo y es todavía para los
cazadores de los tintorro-party y allegados, pieza a abatir: una de las pocas
excepciones, este ejercicio de informativos comparados de Ferrán Monegal:
Miércoles
17, sesión de notable trascendencia en el Parlamento gallego: era el primer
pleno en el que el presidente Núñez Feijoo iba a hablar de su relación con el
narcotraficante Marcial Dorado. Ante sus explicaciones, toda la oposición clamó
indignada. Y se distinguió en sus interpelaciones el diputado Xosé Manuel
Beiras. En casa pusimos el noticiario A-3 Noticias para informarnos. Vimos que
a Beiras lo presentaban con el apelativo «el singular diputado». Lo sacaron
gritando y gesticulando sin que se le entendiese nada. De su intervención
emitieron solamente dos segundos de una frase descontextualizada, en la que
decía «Faime ustedes llorar». Y, francamente, en casa sacamos una fatal
impresión de este político. Parecía que estábamos ante un espantapájaros, una
criatura asilvestrada y surrealista que emitía ruidos acompañados de
gestualidad disparatada. Un ser sin argumentos, desnortado, posturista
catastrófico, absurdo y extravagante. Cambiamos entonces a La Sexta Noticias.
Allí nos estaban informando también de esta misma sesión parlamentaria, pero el
Beiras que nos enseñaron tenía una coherencia argumental que no sospechábamos.
Ya no era un espantapájaros. Su gestualidad airada no era un arranque silvestre
y absurdo, sino que era la consecuencia de la siguiente interpelación dirigida
al presidente Feijoo: «Viene usted aquí a insultar a la oposición. A los
ciudadanos que representamos. Y a la gente que está ahí arriba representando a
quienes padecieron esta peste», y en ese instante una voz en off de este
noticiario nos aclaró, para que estuviésemos bien informados: «Beiras se
refería a la presencia en la tribuna de las madres de toxicómanos». Y siguieron
ofreciéndonos la interpelación de Beiras que acabó con la frase «Faime vostede
chorar de noxo», y que nos la ofrecieron traducida: «…llorar de asco» o sea,
rematando con un asco que en la otra cadena no escuchamos. Es decir, que en
menos de diez minutos, y mirando la misma sesión parlamentaria por dos cadenas
distintas, Beiras había pasado de parecer un disparatado espantapájaros a un
político airado, pero con argumentos claros.
Conclusión:
en la tele, cada vez más, la vida es del color del cristal de quien la está
enfocando. Aquí, además, concurre una fantástica circunstancia: ambas cadenas,
son del mismo grupo empresarial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario